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Por amor a la familia (día cuatro - parte 2)

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Día cuatro

Parte 2

Yo me quede congelada, sin respirar, mientras el cerraba la puerta muy lentamente sin quitarme la mirada de encima, pero su rostro estaba quieto, inexpresivo, no reflejaba ni emoción, ni enojo, ni sorpresa, ni excitación, absolutamente nada. Despacio dejaba su maleta a un lado mientras se quitaba su saco. Se sienta en el sillón individual de la sala, saca un cigarro y lentamente lo prende mientras cruza la pierna.

Me dice: “siéntate, vamos a platicar” yo sigo ahí parada, temblando sin saber qué hacer, al fin logro moverme, camino dos pasos hacia el sillón a lado de mi tío, mi cabeza tiene un conflicto, como un niño que acaba de ser sorprendido en una mentira, trataba todavía de disimular, irónicamente, con todo ese atuendo femenino, camine hacia el cómo un hombre, como disimulando lo que estaba pasando (totalmente ilógico) dos taconazos sonaban contra el piso, esos malditos traidores delatores. Cuando el ve eso, me dice que me detenga, que coloque mis codos pegados a mi cadera y que camine con más sutileza. Me quede en shock, acaso me estaba diciendo como caminar? No me va a regañar? No me va a decir algo por lo que está viendo? Me quedo quieta y el insiste al tiempo que mueve su mano con el cigarro: “anda, pega tus codos a tu cuerpo, y camina con soltura, sin prisa, no te pongas tiesa, da la vuelta y camina hacia la cocina y regresas”. Me lo decía con un punto exacto entre autoridad y petición, no me lo pedía como favor, pero tampoco me lo exigía, era una especie de orden pero sutil.

Sin salir de mi asombro, gire sobre mi misma lentamente, trate de tomar la postura que él me pidió y camine despacio hacia la barra de la cocina, cuando llegue allá, me dijo soltando una bocanada de humo de su cigarro: “pon un pie frente a otro, no despegues tus piernas” su orden seguía siendo firme, su expresión inmutable, di un paso, después otro, los tacones resonaban en toda la casa, pero lentos, espaciados uno entre el otro, reflejo de mi torpeza y lentitud al caminar. Me hizo dar varias vueltas, cada vez dominaba más lo que él quería que hiciera, cada vez me sentía más mujer, en cada giro el vuelo del vestido se levantaba coquetamente. Finalmente camine con soltura, súper femenina.

Entonces me dijo: “tu ropa se me hace conocida” yo volví a congelarme, ahora si me reclamaría el estar usando la ropa de sus hijas. Pero no, no me reclamo nada, me hizo una seña otra vez de que fuera a sentarme cerca de él, camine hacia el sillón, esta vez con pasos delicados, con contoneo sutil, con piernas pegadas y un paso delante del otro. Recordé como toda chica decente se sienta cuando trae vestido, así que me detuve la falda por detrás y me senté con cuidado, sin despegar mis piernas, cuando estuve sentada, cruce mi pierna como cualquier mujer sensual, tuve que hacerlo porque la falta de costumbre de sentarme con las piernas cerradas, hacía que olvidara eventualmente hacerlo y con esta “solución” me vería como toda una dama cuidando su intimidad. Esto pareció agradarle bastante, porque me dijo: “ándale, ya estas entendiendo”

Se quedó un momentito en silencio y después me pregunto: “como estuvieron las cosas estos días? Alguna novedad?” Trague saliva y empecé a hablar, aunque mi voz no es muy grave, el me detuvo haciendo una seña con su mano mientras me decía: “tu voz, modérala, yo sé que puedes” así que aclare mi garganta y comencé a hablar con un tono más agudo, yo misma me sorprendí de mi voz, era la voz de una chica, algo consentida, pero se escuchaba muy bien.

Me pidió que le sirviera una copa de vino, me levante con cuidado y camine hacia la pequeña cantina que había en la casa, le serví una copa mientras sentía su mirada en todo mi cuerpo, al tiempo que me decía que me sirviera otra para mi. Así lo hice y volví hacia el con un caminado muy femenino. Me incline un poco hacia él, casi podría verse mis pequeños senos rellenos por el escote, enseguida me senté con igual cuidado, seguimos charlando y empecé a sentirme más tranquila, no sé si por la confianza que me daba o por los efectos del licor, pero aún me corroía la duda de porque no me decía nada, era demasiada mi curiosidad, pero temía que si yo le preguntaba el porqué, echaría a perder la magia de lo que estaba viviendo.

No me había percatado, pero estábamos teniendo un momento muy agradable, yo convivía muy poco con él, es más, no recuerdo haber tenido una conversación de más de un minuto con él en toda mi vida, y hoy, charlábamos como dos personas totalmente desenvueltas, también me di cuenta que ya había olvidado mi temor, incluso había olvidado que era hombre, mi timbre de voz se había adaptado totalmente a ser femenino, mis posturas eran sensuales y correctas, mis movimientos sutiles, incluso mi risa, era como si hubiera salido de mi interior alguien que estaba ahí siempre, alguien que sabía perfectamente cómo moverse, comportarse, ser.

No suelo ser una persona que acostumbre beber, y con lo poco que llevaba hasta ese momento, los efectos del alcohol habían aparecido hace ya un rato, el calor en mi cuerpo se transformaba ahora un poco en excitación, y estoy segura que en el también, porque de vez en cuando podía ver una erección en su pantalón, y él sabía que yo la veía, él se acomodaba para que fuera más evidente pero casual, y para mí era imposible evitarla, hasta que me pidió que me sentara ahí con él. Yo me puse de pie e intente sentarme en el sillón, junto con él, pero el con un movimiento me jalo y quede sentada en sus piernas, como una niña en el regazo de su padre, mis piernas desnudas, extendidas sobre el brazo del sillón, con una mano me detenía el vestido evitando que se me levantara, el movimiento inesperado me hizo sentir mi parte de hombre oprimida entre mis piernas. Me dio un poco de risa y a él también, era la primer expresión que veía, sus manos acariciaban tiernamente mis piernas, me acariciaba más como un padre acaricia a una hija que como un hombre que acaricia a una mujer, tocaba mi cabeza y mi rostro mientras una sonrisa ligera se pintaba en su cara, sus caricias, insisto, eran muy paternales.

Que estaría pasando por su cabeza? Estaría viendo en mi a alguna de sus hijas a causa de la ropa? Veía en mi ternura o sensualidad? Que quería de mi? Y… nuevamente… Por qué no me había dicho nada al respecto? Esa duda me mataba. Sin embargo, sus caricias comenzaron a evolucionar, ahora me agarraba el trasero por encima del vestido, pero aun con ternura, sus manos se deslizaban por la parte interna de mis muslos, pero sin llegar más allá, la charla casual continuaba, aunque yo sentía que era para sentirnos menos incomodos, me recorría la cintura, ceñida por el corto vestido, eso hacía que mi cuerpo se estremeciera, jugaba con mis aretes, con el collar, tocaba mis labios con su dedo, pero siempre despacio, tierno, extraño…

Yo podía sentir la erección constante en mis nalgas, era impresionante que alguien de su edad estuviera así, de vez en cuando me acomodaba para que la punta de su pene quedara en la hendidura de mi trasero, pero con la ropa no era fácil, quería agarrarlo y acomodarlo, era como algo instintivo, ya que nunca había sentido eso, pero el respeto hacia el me lo impedía, además, como dije antes, no sabía cómo reaccionaría él y no quería echar a perder el momento. Me pidió que le sirviera un poco más de vino, me levante con cuidado y me agache para tomar su copa de la mesa, exponiendo hacia el mi trasero, pero siempre con precaución de no mostrar de más, yo soy una dama. Tome la botella, pero era muy poco lo que quedaba, así que con mucho cuidado al caminar, fui hacia el bar, abrí otra botella, serví la copa y regrese hacia él, mas suelta todavía que antes en cada paso, además, la copa en mi mano era un buen accesorio para el movimiento de mis caderas. Pero al llegar hacia él, me quede impresionada, paralizada, su pene estaba fuera de su pantalón.

No sabía qué hacer, estaba parada frente a él, con mis piernas juntas soportadas en un par de finos tacones, con aquel hermoso vestido corto de bolitas, con dos copas en las manos, estaba hermosa y literalmente no podía moverme, el comenzó a manipularse su miembro mientras me veía de arriba a abajo, podía sentir su mirada recorriendo absolutamente cada parte, desde los zapatos, las piernas torneadas, el vestido corto, los hombros descubiertos, el rostro congelado, el cabello perfecto, y después, de arriba hacia abajo. Yo no podía quitar la mirada de su rostro, como era posible que siguiera inexpresivo? Eso, me provoco una sensación en el estómago y en mis genitales, no había sentido eso hace mucho mucho tiempo. Tomo un cojín del sillón de a lado y lo arrojó al suelo, mientras me ordenaba igual con ese punto entre autoridad y petición: “híncate”

Puse la copa sobre la mesa y me arrodille en el cojín, muy cerca de él, con mi mirada sorprendida hacia su rostro, pero mi mente en su pene, alcanzaba a sentir ese aroma característico de esa parte de su cuerpo, el cual era más fuerte que el que yo conocía de mí mismo, quizá por su edad, quizá por el viaje que acababa de realizar, pero sutil mezclado con el aroma de la crema que yo traía puesta y ligeramente el aroma a vino. Me acaricio los hombros descubiertos con su mano libre, y con ternura fue bajándola hasta mi codo, me tomo de él y me jalo el brazo con sutileza hacia su erecto miembro, yo instintivamente lo tome, lo podía sentir, era fuerte, era maduro, era grueso, tibio, con venas muy marcadas, nunca paso por mi mente siquiera el pensar en su pene antes de esto, mucho menos pensar que sería así.

Mientras lo masajeaba, ahora con mis dos manos y entre sentada en el suelo, el acariciaba mi cabeza, veía su mirada, no era la mirada lasciva de un hombre, era la mirada de un padre cuando ve a su hija dormida, era algo extraño, mi mente se confundía, eran tantas dudas, quería meterme en su cabeza, pero era imposible, que veía en mí? Era evidente que no veía a una mujer de la calle, parecía que veía a su hija, pero el contraste es que yo tenía su pene entre mis manos, no podía entender su sentir. Despacio, hacia fuerza en mi cabeza para acercarme a su miembro, cada vez podía sentir más la temperatura cerca de mi rostro, ahora podía olerlo con más certeza, era olor a hombre, un aroma previo a algo que ya sabes que va a pasar, y cuando puse atención, vi que una gota cristalina salía de la punta. El aplico un poco más de fuerza, hasta que su pene estuvo en mis labios, mi lengua tímida salió de mi boca y acaricio los costados de aquel tronco, sentí la gota en mis labios, pero no me atrevía a meterlo en mi boca, mas esta resistencia no duro mucho, ya que su fuerza, aunque sutil, era suficiente para que yo lo obedeciera.

Como si yo fuera una experta, metía todo su pene en mi boca, lo sacaba, lo acariciaba con la lengua mientras con mis manos acariciaba con suavidad sus testículos, parece que siempre hubiera sabido cómo hacerlo; él me tomaba como podía de la barbilla y me volteaba la cara hacia la de él, parece que le excitaba verme a los ojos con esa parte de su cuerpo en mi boca. Cuando lo observaba desde esta posición, lo veía dar un sorbo a su copa de vino y sentía como se limitaba a retorcerse por el placer que le estaba dando. Estaba disfrutándolo mucho, me sentía totalmente una hembra sumisa complaciendo a su macho, hace tres días apenas me había puesto una pantaleta y hoy tengo el pene de un hombre en mi boca, podía sentir mi ropa interior también con el mismo líquido, pero el producido por mí, la erección limitada por la posición y la ropa interior ajustada provocaba una excitación nueva, parece que la restricción me gustaba.

Su respiración comenzó a acelerarse, su miembro se hinchaba y calentaba más, yo sabía lo que estaba a punto de pasar, trate de retirarme pero me sujeto con mucha fuerza de la cabeza, fue tanto que me inmovilizo y ya no pude moverme, cuando sentí el chorro caliente de su semen llenando mi boca, sentía que me ahogaba un poco, luchaba entre respirar con la nariz y mantener eso dentro de mi boca, sentía un mareo, fruto de la restricción de aire, el vino, y la hiperventilación causada por la excitación que estaba viviendo, sentía mi rostro caliente, y el calor bajaba por mi nuca hasta alojarse en mi estómago y mis genitales, mis piernas desnudas y dobladas estaban cubiertas de un suave sudor en la parte donde se tocaban sus pieles entre si, y una nueva sensación: sentía como si mi ano se relajara, la “vagina” lista para ser usada. Entonces sus manos me soltaron, me levante cerrando la boca, contendiendo todo en ella, evitando derramar una sola gota, su sabor era extraño, un tanto desagradable al principio, pero el morbo de saber que era lo que tenía ahí hacia que fuera excitante. Una parte de mi quería escupirlo, trataba de respirar por la nariz con miedo de tragar un poco, pero lo irónico de esto, es decir, de retenerlo ahí, es que lo hacía por no manchar los sillones de mi tía que tanto cuidaba, creo que tenía mucho respeto yo por ellos.

Me enderece con mi boca cerrada, pero evitando tragar el líquido ardiente, me iba a levantar para ir al baño a escupirlo cuando él me detiene del hombro y me dice: “no vas a ningún lado, trágalo” me le quede viendo fijamente con una expresión de incredulidad, pero su orden había sido muy clara, y la fuerza sobre mi hombro la reafirmaba, con la mirada llorosa hacia el hice un movimiento con mi cabeza asintiendo y con un poco de esfuerzo, trague todos sus espermas, una sensación extraña quedaba en mi paladar y en mi garganta, me ordeno que abriera la boca y así lo hice, para que viera que no había nada, sin embargo, podía sentir como algunas hebras del mismo liquido se pegaban en los extremos de la parte interna de mi boca, el asintió, inexpresivo nuevamente, pero denotando satisfacción.

Entonces, él me dijo que era hora de ir a dormir, venia cansado del viaje, así que se levantó, abrocho su pantalón, se inclinó hacia mí y me dio un beso en la mejilla, me quede congelada nuevamente. Subió las escaleras de la manera más normal del mundo, como si lo que acababa de pasar fuera algo cotidiano, mientras yo yacía ahí en el suelo, entre sentada y arrodillada, con el sabor del semen en mi boca y la sensación de pequeños organismos nadando en mi interior. No sabía si sentirme humillada o realizada.

Me levante y fui a la cocina por un vaso de agua para pasar lo que aún quedaba en mi boca, el sabor no se iba, y estaba segura que ahí lo tendría por largo rato (de hecho aún puedo recordarlo). Subí a mi habitación aun en schok, escuchando cada taconazo en cada escalón, sintiendo la tela del vestido entre mis piernas al caminar, sintiendo el frescor del ambiente recorriendo las partes internas de mis muslos, ya que no estaba acostumbrada a tener esa parte sin tela. Me senté sin cuidado sobre mi cama, gire y me recosté tratando de asimilar lo que acababa de suceder, sin darme cuenta, estaba tocándome bajo el vestido, mi pene se había liberado de la prisión gracias a los pasos en las escaleras y ahora solo era detenido hacia arriba por mi pantaleta, como un hombre calvo asomándose tras una sábana, finalmente estaba masturbándome, pero sin tomarlo, solo frotándolo contra la parte baja de mi vientre. No paso mucho rato cuando tuve uno de los orgasmos más maravillosos de mi vida, solté todo mi cuerpo y me quedé profundamente dormida.

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