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Dulce y amarga amistad (06)

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Historia de dos amigos: Jesús Alejando y Álvaro

Volvíamos a estar en la misma habitación donde los dejé tirados en el suelo, ahora dispuesto a disfrutar de este fornido macho, con la polla bien dura por su voluntad y excitación y no como en aquella ocasión.

Nos besamos y olvidé de momento mis propósitos para simplemente entregarme al delirio de sentir aquel magnifico cuerpo de macho semental, pasamos un buen rato besándonos, lamiéndonos, él más activo que yo. Improvisamos un sesenta y nueve donde me limité a chuparle la verga y los huevos, con devoción eso sí, y él iba a más contorsionándose para llegar con la boca a mi ano y comerme el culo de la manera más rica que sabía hacer.

Me apretaba las nalgas para abrirlas y dejar el camino listo para su lengua que me hacía jadear y pedirle que la metiera más, ya no me consolaba el cariño de su boca, necesitaba su verga, sentir un poco de dolor al ser penetrado de forma salvaje.

Y más o menos, también en esta ocasión era yo el que le pedía que me metiera la polla y me partiera en dos.

-No aguanto más, penétrame. –Preferiría que me hubiera cogido mirándole mientras me disfrutaba y verle contorsionarse la cara en gestos de placer, pero él era el macho y quien decidía como me deseaba follar. Quería montarme a lo animal, por la espalda y así sería.

-¿Quieres que te la de por el culito bebe? Pídemelo otra vez. –El ano me temblaba excitado en espera de verse traspasado por la dura verga que se apretaba contra él.

-Sí, dame por el culo, mete tu polla y muévete ya. –Pasé la mano entre mis piernas y le cogí la bolsa escrotal tirando de ella hasta casi arrancarle los huevos. Gimió y se apretó contra mis nalgas para que dejara de tirar de sus testículos.

-Ahí te va, luego no digas que soy un bruto. –Apretaba muy fuerte tirando de mis caderas con sus recias manos hasta que la cabeza de la verga entró en mi ano. Le tuve que soltar los huevos para sujetarme en la cama con las dos manos y evitar que me tirara.

Solté un grito de dolor por la rápida metida pero ahora Román no paró hasta que toda la polla la tuvo en mi recto. Allí sí que paró, más para recuperarse del esfuerzo que para que mi culo se hiciera al invasor.

Resultó solo un momento donde se apoyó sobre mi espalda dejándome sentir su peso y el calor que desprendía. Gocé de ese momento de total sumisión, sintiendo al hombre que dominaba mi cuerpo haciéndome sentir los pelos del su pecho sobre mi espalda y los acolchados de su pubis en las nalgas.

Román me follaba lentamente con largas y profundas estocadas, tocándome puntos en lo profundo de mi culo que me hacían suspirar de gusto. Me sentía follado por todo un hombre, un macho joven y potente con una verga ajustada a mi culo para gozar de ella.

Luego decidió cambiar de postura y sin sacar el pene me dio la vuelta como yo quería desde el principio, tener las manos libres para poderle tocar sus fuertes brazos y acariciar sus pectorales cuadrados metiendo los dedos entre el vello. Notó que me sentía a gusto.

-Así lo querías. –Me miraba directamente a los ojos sin apartar la vista, y en ese momento me parecía hermoso con la cara arrebatada de colores y sudando a mares entrando y saliendo del cuerpo de su amante. Comencé a gemir muy suave, disfrutando de la placentera cogida donde el hombre lo hacía todo y yo solo me entregaba, hasta que me contorsioné al sentir el orgasmo llegar incontrolable y violento.

No se detenía a pesar de estrujarle el pene cerrando con fuerza el culo y cerré los ojos al verle mirarme incrédulo del placer que me daba, y poco después él se corría clavado en mi culo y me llenaba de leche caliente.

-Jesús que excitante eres. –Me hablaba sin poder respirar y entre jadeos tendido sobre mi pecho y le acariciaba para calmarle abrazándole la cintura con mis piernas juguetonas.

-Calla, no hables ahora. –Aún sentía los estertores de su verga dejándome las últimas gotas.

-¿Cuándo lo repetiremos? -No cesaba de abrazarme bajo la lluvia de la ducha y de besarme los hombros mientras me cogía desde atrás aplastando el pene en mi culo.

-Déjame que termine de lavarme, me tienes que llevar a casa o llamarme un taxi. –Le aparté con delicadeza para que no se sintiera rechazado, si continuaba de esta manera querría volver a metérmela y no era porque no quisiera, pero tenía que dominarlo y no dejarme dirigir por él.

En la cama sería su mujer, su hembra, como me gustaba; pero después mis gustos iban por otros caminos sin que me mandaran y se sintieran superiores por ser machos y yo desear sus vergas.

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Permanecía tumbado en una hamaca casi dormido, me había levantado tarde y solamente porque me llamó mi padre ya que iba a venir uno de sus hermanos con sus hijos para pasar el día con nosotros. Era el más joven de sus hermanos y se llevaban mucha diferencia de edad, sus hijos eran jóvenes y niños, tenía cuatro a pesar de tener solamente treinta años, y no obstante ser tan diferentes en todo, papá sentía preferencia por él ante sus demás hermanos.

Volvían a mi cabeza retazos de la noche pasada en el apartamento de Román, y se me cerraban los ojos adormecido por el aún suave calor del sol de las once de la mañana, entonces me trajeron el desayuno al jardín, no había querido tomar nada al levantarme y mamá no lo iba a consentir.

No tenía noticias de Álvaro, tampoco tenía porque tenerlas, pero inconscientemente las esperaba, podía llamarle a mi vez, y tampoco me decidía. Él a su vida y yo a la mía, poco me acordé de él cuando a la noche Román me daba una buena follada, seguramente Alberto también estaría recibiendo su verga, hasta que Álvaro se cansara y volviera a perseguir chicas. Mejor era no pensar en ese chico, mi amigo al que ahora veía de otra forma, no sería para mi y no quería tener otra desilusión como la que tuve con Demian. También yo fui cruel con él aunque lo mereciera, no sabía el motivo de seguir odiándolo. La voz de mamá me saco de mis pensamientos

-Come algo porque la comida la haremos tarde. –Me levanté para no comenzar a discutir y llevé la bandeja a la cocina, desayuné en unos minutos y volví a mi posición de vago tumbado en la hamaca al sol.

En ese momento me encontraba solo y mis ojos se dirigieron hacia el final de la piscina, a su izquierda donde radica la caseta de las herramientas del jardinero. Dentro de aquel pequeño recinto le había besado por primera vez. Un lejano día de verano, cálido como este, le había obligado a besarme, como siempre, había sido yo el que tomaba la iniciativa, se comportaba con timidez o eso creía que era porque hablaba muy poco.

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En el principio:

No recuerdo muchas cosas de mi infancia y niñez, o no con exactitud, lo más importante era que me sabía feliz, rodeado de una familia, corta por la parte de mamá y grande por la de mi padre donde se compartían muchos momentos de vida familiar.

Marta, la única hermana de mamá, a pesar de su elevada posición social, se integraba en la familia sin concederse importancia, era una más. También recuerdo, muy mal, a su primer marido, un señor mucho mayor que ella pero que era simpático y que le gustaba estar siempre sentado.

Creo que tenía cinco años cuando su marido murió. Para mí no tuvo influencia alguna, era un niño y no me enteraba de mucho de lo que pasaba a mi alrededor. Dos años más tarde la tía se volvió a casar, con otro señor mayor que ella pero no tanto. Le conocí cuando comenzó a venir a mi casa, primero invitado a alguna cena hasta que se fue metiendo en nuestras vidas.

Había sido socio de su anterior marido y habían intimado al tener que hacerse cargo de los negocios de su marido. Íñigo me gustó y le vi muy bien desde el primer momento, me trajo de regalo una inmensa caja llena de piezas de plástico para montar castillos, y más que el regalo me gustaba que se tiraba por el suelo para hacer bonitas construcciones a mi lado, jugaba conmigo, me gastaba bromas, o me hacía cosquillas acariciando mi tripita de niño de siete años.

Mi tío se convirtió en la persona que más quería después de mis padres, me encantaba cuando me montaba sobre sus rodillas y saltaba sobre él. En aquellos momentos no me daba cuenta pero fue quien comenzó a despertar mi curiosidad, sin él pretenderlo y sin intención alguna, pero un día noté un objeto duro apretando en mi culo cuando estaba encima de él.

En mi inocencia le pregunté que guardaba en el bolsillo rozando con mi mano el objeto que me había sorprendido. Estaban otros presentes, entre ellos papá. Nadie habló pero mi tío me bajó de él y me depositó en el suelo. Yo me empeñaba en volver a subir a sus rodillas, no entendía el que ahora me rechazara. Insistía hasta convertirme en molesto y papá me llamó para cogerme como hacía mi tío. Pero no era lo mismo, me encontraba mejor con el tío que me acariciaba y atendía mis caprichos.

A partir del aquel momento dejó de cogerme sobre sus piernas, y jugar a mi lado como antes hacía si había otras personas presentes. Además papá me había dicho que no volviera a montarme sobre él, no le gustaba verme jugar de esa manera con mi tío. Había momentos en que estábamos solos y entonces sí que lo hacía, la verdad es que me cogía debido a mi insistencia, y sin saber el motivo buscaba con mi culito el misterioso bulto que primero no existía y después iba apareciendo, naciendo de la nada.

Todo resultaba inocente, yo no sabía lo que hacía. A pesar de no haber cumplido ocho años me dejaba guiar por mi instinto y no había malicia alguna en mis actos, hacía simplemente lo que me gustaba, estar sentado en ese bulto del que me llegaba el calor hasta pasar las telas y sentirlo en el culito, acariciarle su duro bigote y sus gruesos labios rojos resaltando en la piel oscura y siempre bien afeitada.

Una vez estábamos en su inmensa casa, en el jardín jugando sobre la hierba y no recuerdo el motivo de que nos encontráramos solos. Él tumbado de espaldas y yo montado sobre su vientre cabalgándolo, de repente sentí la dureza en mi culito, ahora no llevaba pantalón y mi curiosidad me llevó a pasar la mano por detrás de mis nalgas y sentir una barra dura apretando entre mis muslitos.

Mi tío se movía subiendo la pelvis, apretando muy fuerte el bulto hasta meterse marcando el terreno de mi culito, y a pesar de estar las telas de los bañadores, yo sentía muy rico ese roce y deseaba que la cabalgada no tuviera fin. Me abrazó mi pequeña figura y comenzó a temblar muy fuerte mientras me besaba la cara y los labios. Fue la primera vez que sentí su duro bigote raspar la fina piel de mi boca y su caliente lengua intentar entrar en ella empujando en mis dientes.

Se levantó repentinamente y marchó deprisa hacía la casa, me pareció extraña la mancha que tenía en el bañador en la parte delantera y el bulto que estiraba la tela, también en mi culito sentía una ligera humedad. No le di importancia y me metí en el agua a jugar hasta que apareció con otro bañador diferente. En mi inocencia pensé que se había hecho pipí y fue a cambiarse.

Aquello no se volvió a repetir aunque me había gustado, mucho. Ahora intentaba evitar estar conmigo hasta cuando estábamos solos. Nunca abusó de mí o yo no me sentí abusado en ningún momento.

Fue entonces cuando debió de surgir algún problema entre mis tíos, dejé de verle unos meses, cuando la tía venía a nuestra casa lo hacía sola y algunas veces la veía llorar abrazada a mamá. Cuando íbamos a la suya nunca estaba y, sin saber el por qué, no pregunté nunca por él, intuía que no debía hacerlo.

Unos meses más tarde volvió a aparecer de nuevo, la tía empezó a reír y a estar contenta, ya no lloraba, me alegró muchísimo pero ya era diferente, su trato no era tan cercano aunque seguía haciéndome regalos y me besaba lo justo, ahora como cualquiera de mis otros tíos. Sentí que debía alejarme y entonces sucedió, apareció de la nada, pero como si los demás supieran de su existencia menos yo.

Celebrábamos mi octavo cumpleaños, habían llegado todos, y los envoltorios de los regalos se esparcían a mí alrededor, mis primos y los amigos me ayudaban a abrirlos entre risas nerviosas y excitadas ante la sorpresa que cada envoltorio representaba.

Elevé la vista un segundo buscando a mi tío para darle las gracias, uno de los chicos había abierto su paquete de regalo y contemplábamos asombrados mi primer ordenador. Estaba en la puerta del salón con la tía, a su lado estaba Paula su secretaria y también un chico muy alto que miraba hacia nosotros, una de mis primas tuvo que poner el ordenador en mis manos para llamar mi atención y que pudiera apartar la mirada de aquel grupo donde el muchacho estaba.

En aquel momento no miraba como era, solamente sabía que no podía apartar la vista de su figura, sin fijarme en los detalles que no lograba ver por la distancia. Me sentía atraído hacia él y cuando podía, inconscientemente, dejaba de lado a mis compañeros para continuar mirándolo, como si un invisible imán nos hiciera fijarnos el uno en el otro ya que él tampoco dejaba de mirarme.

Mi tío le sujetó por el hombro en un gesto cariñoso y se encaminó con él hacia donde nos encontrábamos los niños. Hubiera dicho que todo a mí alrededor desapareció para centrarme en sus andares viéndole aproximarse. Era bastante delgado y estaba bien vestido con pantalones vaqueros y zapatillas de tela rojas y cordones blancos, la camisa era de color azul pálido y solo se veían los extremos de las mangas y el cuello, el resto lo tapaba un jersey de lana color vino tinto. Tenía el pelo un poco largo que le tapaba la frente y las orejas, sus labios de un rojo muy fuerte, la piel morena, pero no del sol, era de tono natural canela oscuro.

Llevaba un paquete pequeño en las manos, envuelto en papel con dibujos de ositos de brillantes colores, se detuvieron a nuestro lado.

-Jesús, este es Demian. –Me puse de pie como un rayo, mi pelo no le llegaba a su barbilla, era mucho más alto que cualquiera de nosotros, más que mis primos mayores y cualquiera de los chicos que estábamos en la celebración.

-Él es Jesús, el cumpleañero. –Alargó la mano, pensé que era para coger la mía, pero al mirarla me encontré con el paquete que llevaba y que me lo ofrecía.

-Felicidades Jesús. –Su voz era de tonos bajos, parecía tímido, y salían los sonidos de su boca sin que se notara que moviera los labios. Rompí el papel que envolvía el regalo y luego la caja de cartón.

El regalo era una bola pequeña con dibujos de personajes de Disney, y estaba dividida en partes que se movían para romper los dibujos realizados en relieve y luego volver a buscar la manera de colorarlos donde les correspondía. Un rompecabezas parecido al cubo de Kubrick.

Si el regalo hubiera venido de otro no me hubiera interesado, pero ahora lo guardé otra vez en la caja rota y no permitía que mis amigos lo tocaran.

Le di las gracias aunque me resultaba difícil que las palabras me salieran.

Y así Demian entró en mi vida, para alegría de mi parte y la tristeza enrabietada de mi amigo Alfonso.

-Es una tontería de regalo. –Gritó arrebatándolo de mi mano y lo estrelló en el suelo.

Mi tío se llevó a Demian después de pasar la mano por la cabeza de Alfonso sin darle importancia al maleducado acto, Demian por su parte miró despectivo a mi amigo y se alejaron.

-¿Por qué has hecho eso? Tenías que pedirle perdón. -Le grité y Alfonso comenzó a llorar y se escapó fuera del salón.

Álvaro recogió el juguete, no había sufrido daños visibles, resultaba muy resistente y me lo entregó.

-Siente celos, Alfonso se siente desplazado, voy a ver si se calma.

Álvaro, amigo de los dos no sabía a cual atender, como siempre actuaba calmando los ánimos entre todos. Le seguí mientras el resto continuaba jugando y encontramos a nuestro amigo Alfonso en mi habitación, estaba tendido en la cama y ya se había calmado, nos detuvimos un momento a su lado hasta que levantó la cara aún húmeda de lágrimas. Me senté a su lado y pasé la mano por su espalda.

-El no puede ser tu amigo, es mayor, tu eres amigo nuestro no suyo. –Se levantó y me abrazaba muy fuerte. Seriamente pensaba que tenía razón y los quería a ellos que era con los que siempre estaba, pero ese muchacho me había causado una impresión nunca sentida y que no sabía explicar.

A partir de aquel momento se hizo presente en todas las fiestas que se daban en mi casa, los tíos lo llevaban algunos días de vacaciones con nosotros y a veces lo veía en la casa de mis tíos o lo traían a comer con ellos. Seguía sin hablar mucho y su conversación conmigo se reducía a monosílabos muchas veces. En aquellos momentos que no había otros niños con nosotros su comportamiento cambiaba llegando a reír y participar conmigo en mis juegos.

Pensaba que cuando estaban mis amigos delante se sentía rechazado al ser bastante mayor que nosotros, cinco años en aquella edad era mucha diferencia y tanto Álvaro, Alfonso y los demás le veían diferente. Esa impresión desaparecía cuando estaba solo a mi lado, no obstante y poco a poco se iba haciendo su hueco.

Pasaron un par de años, cuando cumplí diez años Demian ya hablaba con los demás, poco, pero hablaba y participaba lo que podía. Mis tíos lo querían muchísimo, tanto o más que a mi aunque él no era nada de ellos, y a veces sentía celos, no porque ellos le quisieran, más bien porque Demian amaba a mi tío y prefiriera a veces estar con él más que conmigo y se comportaran muy cariñosamente entre ellos.

Un día, y por casualidad, escuché a mi mamá y a la tía hablando y escuché el nombre de Demian, la curiosidad me pudo y en lugar de leer me dediqué a escuchar lo que no debía oír.

-Entonces ahora ya está todo arreglado, ya estáis felices.

-Demian es un encanto, sabes que siempre he deseado tener un hijo y bueno si él es hijo de mi marido lo aceptaré como mío propio también.

-¿Ya le has perdonado?

-Bueno eso pasó antes de casarnos, me dolió que no fuera sincero y me ocultara que tenía un hijo, ya es hora de que su secretaria se quede tranquila y me ocupe yo de él.

-No se si haces bien, pero tienes un buen corazón. -La voz de mamá sonaba dolorida.

-No tienes que estar preocupada, Jesús heredará la mayoría de mis bienes, Demian tiene bastante con lo su padre. -La conversación no terminaba pero yo ya sabía lo importante y dejé de prestarles atención

De esta forma Demian se convertía en mi primo y en otro miembro de la familia.

Por otro lado comenzaba a descubrir cosas y sensaciones relacionadas con mi cuerpo, también que empezaba fijarme en mis compañeros y sentir un raro interés por mirarles cuando estábamos en las duchas desnudos después de los deportes.

Un día al salir de los vestuarios para regresar a la clase Alfonso me sujetó de la mano, no vi nada extraño ni malo en ello y así salimos agarrando nuestras manos y con Álvaro a nuestro lado.

-Mira, al fin los mariquitas se descubren. –Un chico algo mayor nos señalaba riendo desdeñoso. Álvaro era el que estaba más cerca de él y le sujetó por la camisa.

-Aquí el único maricón que hay eres tú y ten cuidado con lo que dices o te romperé la cara. –El muchacho se calló, nuestro amigo era tan alto como él, y no pasó nada, bueno si que pasó, Cuando nos quedamos solos Álvaro nos miró enfadado.

-¡Joder! No os cojáis de la mano como las niñas. –Y se adelantó de nosotros andando rápido, a pesar de todo Alfonso no me soltaba la mano.

Fue la espoleta que motivo el que, desde ese momento, los chicos nos miraran de forma rara y comenzaran a meterse con nosotros, sobre todo los mayores, y más cuando Álvaro no estaba a nuestro lado. Como un buen amigo seguía defendiéndonos cuando podía, otras veces tenía que bajar las orejas y escapar junto a nosotros de las burlas crueles de los chicos.

Alfonso y yo resultábamos dos bonitos muchachos, dulces y complacientes que nunca se metían en riñas y escapábamos de cualquier trifulca que se presentara, mi amigo resultaba evidentemente muy amanerado, yo pasaba más desapercibido, pero a su lado resultaban evidentes mis gusto. Material idóneo para los abusones compañeros.

Alfonso se volvía más atrevido y no le importaba que los demás se burlaran, seguía cogiéndome la mano como si le perteneciera y cuando estábamos solos aprovechaba para darme un furtivo beso en la cara, yo no me oponía porque me gustaba sentirme querido de esa manera y sentía que era agradable.

En una ocasión, estando orinando uno al lado del otro, me agarro la verguita antes de volverla a resguardo, fue menos de un minuto y sentía como crecía entre sus dedos mientras notaba un cosquilleo muy rico en la base. La soltó cuando entraron otros chicos que se nos quedaron mirando.

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-Te quiero Jesús. –Me abrazaba con fuerza y yo no me resistía a pesar de haberme cogido de sorpresa la rapidez de su acto. Me sujetó la cabeza y me besó en los labios. ¡Waaww! Me quedé con los ojos abiertos como platos.

Era domingo y había venido a buscar unos apuntes, luego me daría cuenta de que había sido una disculpa.

Ese día vendrían a comer mis tíos y traerían a Demian con ellos, ya pasaba más tiempo con mis tíos que con Paula, la secretaria de mi tío y que le había cuidado, y pronto se iría a vivir a la casa de ellos.

Abrí la puerta a Alfonso y pasamos a mi habitación comenzando a recoger los papeles que según él necesitaba, y entonces llegó esa declaración que ya sospechaba, sin saber el motivo y que se produciría en cualquier momento.

Teníamos trece años, llevábamos un año haciendo tonterías, tocándonos los penes, haciéndonos pajas, al principio cada cual con su verga y luego el uno al otro, poco a poco se iba dando todo.

Resultaba una época de mucha comunicación con mi amigo experimentando nuestras emociones, diferentes a las del resto de los chicos de nuestro entorno. Nos sabíamos distintos, nos gustaban los chicos a los dos y solo nos teníamos a nosotros para saber lo eran nuestros cuerpos despertando.

Sospechaba que Alfonso hacía tonterías también con otros muchachos mayores, con los que a veces le veía ir al baño, nunca se lo dije porque no era de mi incumbencia, pero notaba detalles, a veces evidencias cuando me dejaba solo para seguir a alguno que otro que le hacía una señal.

No parábamos de besarnos y pasarnos las manos por el cuerpo en lindas caricias de adolescentes aprendiendo, sintiendo, experimentando, para mí ese nivel resultaba novedoso.

-Quiero ser tu novio, dime que tú lo quieres también. –No estaba muy seguro de querer lo que me pedía, pero ese momento resultaba muy íntimo y bonito mientras nos abrazábamos y nos besábamos con deseo.

-Sí, lo que tú quieras Alfonso. –Nunca habíamos pasado la frontera de hacernos pajas el uno al otro, y el máximo atrevimiento había sido coger nuestro esperma con el dedo y probarlo, luego nos dio tanta vergüenza que no nos volvimos a tocar durante semanas aunque nos mirábamos deseando repetirlo.

Caímos sobre la cama sin dejar de besarnos y mi amigo metió la mano debajo de mi camisa para acariciar mis tetillas logrando que sacara un hondo gemido. Alfonso parecía tener más experiencia, saber lo que estaba haciendo y no lo entendía

-¿Te gusta Jesús? -Estaba encima de mí y me miraba a los ojos.

-¿Podemos hacer el amor? Ahora somos novios y quiero hacerlo, lo necesito, lo deseo Jesús.

Aún me podía contener pero entonces sujeto mi pene y me sentí mareado.

-Quiero ser tuyo Jesús, pertenecerte. –Aturdido por sus besos no me daba cuenta de que nos estamos quedando desnudos hasta sentir nuestros penes unidos, me había dejado vencer y ahora el que actuaba era yo encima de su cuerpo y mordiéndole la boca. Le miré mientras jadeaba sin aliento.

-Está bien lo haremos. –Mi pene era más largo y grueso que el suyo, lo tenía más desarrollado y ya los vellos poblaban mi pubis con algunos pelos que me salían en los testículos.

Debía tratarse de la selección natural pero era evidente que Alfonso actuaba de pasivo en ese momento.

-Quiero sentirte dentro de mi Jesús. –Y yo quería estar dentro de él pero no sabía hacerlo, tenía miedo de causarle daño, no conocía más que lo que había visto en algunos videos en internet y no era demasiado.

Se abrió de piernas y las pasó por encima de mis nalgas sujetándome mientras que con sus brazos apretaba mi espalda contra él sin dejarme una salida, notaba mi verga como nunca la había tenido, dura y tirando jugos en sus huevos. Estaba muy excitado y me iba a correr sin metérsela.

Le sentía mover la mano en su culo y acariciarme los huevos y después, lleno de excitación me la agarró y la dirigió a la entrada de su ano, él se mordió los labios al entrar en contacto y yo sentí un enorme estremecimiento de placer.

-Empuja Jesús, métela. –En ese instante no pensé que le fuera a doler, solo quería entrar en él, que mi verga rompiera de una vez la resistencia de su ano. Me sentí deslizar en su interior y no dejé de empujar mis caderas sin parar hasta que choqué con su culo y tuve que detenerme.

Me sentía jodidamente cansado y me dejé caer sobre él con la verga ya dentro de su cuerpo.

-Mi amor, mi vida, ya te tengo en mi interior. –Su dulce y femenina voz sonaba muy cerca de mi oreja y sus manos no dejaban de acariciarme la espalda y pasar por mis costados. Me sorprendió que no hubiera sentido el más mínimo dolor y hubiera podido penetrarle con tanta facilidad, entonces mi verga no era muy grande, pero pensaba que si hubiera sido yo el enculado hubiera gritado sin parar de dolor al sentir por vez primera como mi culo era desvirgado y abierto.

Se estaba muy bien dentro de mi amigo, notando el calor en lo profundo de su cuerpo y mi pecho y abdomen sobre él mientras me acaricias y comenzaba a moverse debajo de mí.

-Cógeme suave mi vida, despacito, quiero disfrutarlo. –Me elevé sobre los codos separando nuestros pechos y él mismo se movía agitando las caderas y sacando y metiéndose mi verga, tuve la corazonada en ese momento de que Alfonso no era virgen, de que algún otro ya le había roto el culo y sabía cómo hacerlo.

Eso no importaba en ese momento, solo el placer que sus movimientos me producían resultaba suficiente para hacer que únicamente pensara en gozar el instante sublime de mi primera follada, y comencé a acompañarle entrando y saliendo de él, al principio suave y poco después era un manojo de nervios moviéndome, cogiéndole como un desesperado y duré poco, no podía contener la avalancha de semen que mis testículos segregaban y que avanzaban queriendo salir de mi.

Me clavé en él estremecido y comencé a vaciarme, la primera vez que eyaculaba dentro de una persona, las sensaciones resultaban asombrosas, nada parecido a una masturbación hecha con mi mano o la suya, esto era diferente, sublime. Alfonso no cesaba de moverse cuando yo me quedé quieto sintiendo los últimos estertores, cimbreaba su cuerpo impulsándose hacia mí para enterrarse mi polla en lo más profundo de su ser.

Murmuraba palabras que no llegaba a entender hasta que dio un gritito agudo a la vez que elevaba las caderas hacía mí y de su pene salían trallazos de leche, mucho más que cuando yo lo masturbaba. Notaba el semen caliente saliendo entre nuestros abdómenes. Pude mirarle un momento mientras se convulsionaba, el rojo de su cara le hacía más bello y femenino y mordía sus labios a punto de sangrar.

Cuando se repuso volvió a besarme la cara toda ella, parecía desvariar y no había dejado de abrazarme, ahora la cintura, con sus piernas sin permitir que me separase de él, me dejé llevar por sus besos y también yo le besaba de la misma manera.

-Jesús, nunca me había sentido así, solo te amo a ti. -Pasaba sus manitas por mi cara, esas manos tan blancas, lindas y delicadas que tenía de chica.

-Me he corrido muy pronto, tengo que aprender para no dejarte en el camino. –Mi pene iba perdiendo fuerza y saliendo de su culo. Comenzó a apretarlo como si lo quisiera retener.

-No digas eso has resultado increíble, mejor que otros… Eres delicioso mi dulce príncipe. –Empujó mi cabeza hasta bajarme a sus labios que quemaban.

Me despegué de él para elevar la cabeza y poderle mirar a los ojos.

-¿Lo habías hecho antes? -Era una pregunta que le hacía y sonaba a afirmación. Se puso intensamente rojo, más aún de lo que ya estaba y sonreía cohibido, sin saber la respuesta que darme. Venció su sinceridad.

-Sí, ya lo he hecho con otros chicos. –Pues así se lo había notado, aunque yo fuera primerizo no era tonto para sentir que él ya lo había hecho antes. Parecía un poco asustado esperando mi reacción.

-No volverá a ocurrir, desde ahora solo lo haré contigo, con mi novio. –Y no le sentía muy seguro, pero no tenía nada que reprocharle, ni pedirle explicaciones, hasta ahora había sido libre y, la verdad, yo no me sentía su novio a pesar de quererle.

-¿Con quién lo has hecho las otras veces? -No hubiera tenido que responderme pero lo hizo, a medias.

-Con algún chico de otros cursos superiores del colegio y… -Se detuvo.

-¿Y?

-No…, no te lo puedo decir, perdóname pero no puedo hablar de ello. –Las lágrimas salían de sus ojos.

-No importa, tranquilo.

-¿Me sigues queriendo? ¿Seguimos siendo novios?

-Siempre te he querido…, cada uno puede hacer con su cuerpo lo que quiera. –Volvía a llorar y tuve que consolarle con besos y palabras dulces.

Nos duchamos en mi cuarto de baño y cuando estaba vestido parar marchar llegaba el coche de mis tíos que venían a comer con Demian.

Aún no había salido de mi habitación cuando Demian entraba en ella, él y Alfonso se saludaron y este dijo que tenía que irse, se miraban como si fueran competidores de algo y se marcho sin hablar apenas.

No habíamos tenido tiempo de preparar la revuelta cama y la ropa de la misma caída sobre el suelo, Demian se quedó observando y aspiraba el olor del ambiente, por lo menos nos habíamos echado colonia y disimulaba los olores corporales.

-Parece que ha habido una batalla campal viendo como está tu cama. –No dijo más antes de salir para bajar al encuentro con los mayores, pero pude ver como apretaba con fuerza los puños y por primera vez sus ojos lanzaban chispas mirándome con rencor.

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Sigue…

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