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El manitas, el cornudo consentido y su mujer (2ª parte)

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He seguido a la pareja que os dije, ella está muy bien, para ver si deciden contratar “mis servicios”. Me acerco en plan descuidado. Tropiezo con ella y me disculpo.

-Lo siento.

-No pasa nada, me dice ella.

Iban a sacar unas entradas en la máquina y les cedí el turno. Me levanté un poco para ver qué película iban a ver ellos y cuando se fueron, saqué una entrada para la misma película, justo a su lado. Compré unas palomitas y un refresco y me dispuse a entrar en la sala.

-Anda, que casualidad, la maquina me ha dado a su lado. Les mentí.

-Pues sí, vaya casualidad.

El marido era regordete, pero muy simpático. Ella parecía un poco más seria. Las luces se apagaron y comenzó la publicidad. Yo empecé a comerme las palomitas y en un momento, en que iba a coger el refresco, toqué sin querer a ella, que se había cruzado de piernas. La película empezó, y después de un rato, vi como la mujer ponía su mano en la pierna de su marido, pero este no parecía inmutarse. Se inclinó más tarde sobre su hombro, pero el hombre como si nada. Otra mujer falta de cariño, pensé. Para eso está aquí “el manitas”. Terminó la película y me levanté para irme, cuando se me cayó una de mis tarjetas sobre ella. Lo había hecho aposta.

-Se le ha caído esto, me dijo ella.

Se quedó mirando la tarjeta y se la enseñó a su marido.

-Mira, se ofrece para pequeños trabajos en casa y limpieza.

-Déjalo, llamaré a mi cuñado.

-Sabes que tu cuñado no tiene ni idea de fontanería, Carlos, le dijo ella.

-Pero será muy caro. ¿Cuánto cobra Ud.? Me preguntó.

-10 euros la hora. Decidí subir el precio.

-No está mal Carlos, no es muy caro.

-¿Es Ud. fontanero?

-Pues sí, tengo el carnet, así como el de electricista y se me dan muy bien otro tipo de cosas, dije mirándola a ella, que ni se inmutó.

Ya bajábamos las escaleras del cine y antes de salir de la sala, decidieron contratar “mis servicios”. Quedamos para el día siguiente. Ahora, solo me quedaba preparar mi estrategia. Al salir del cine, recibí una llamada de Clara y Antonio. Querían que les viera ese mismo día. Acepté. Cogí mi coche y me dirigí a su casa. Ya sabéis que Antonio estaba de acuerdo en que me follara a su mujer y con el viéndolo e incluso participando. Llegué como media hora después y me abrió Clara. Llevaba puesto un delantal, solo que no llevaba nada debajo. Pude verlo cuando se giró al abrirme la puerta y dejarme pasar. Su culo tenía un poco de celulitis, pero me encantaba. Me llevó hasta la cocina, donde me esperaba Antonio sentado a la mesa. Quería prepararme un plato en el horno. Pollo asado al limón simplemente. Se agachó a meter el pollo y claro, su culo se puso en pompa. Yo agarré sus caderas y sobé sus nalgas. Metí mis dedos en su coño y comencé a masturbarla. Se quedó así, inclinada, con la bandeja en el horno. Al final cerró la puerta, pero no le dio tiempo a ponerlo en marcha. Sus fluidos manchaban el suelo.

Su marido nos miraba fijamente. Me bajé el pantalón, saqué mi miembro erecto y me dispuse a penetrarla. Antonio se levantó y me pasó un preservativo. Me lo puse y penetré a Clara que se había incorporado. Follamos en esa postura durante un buen rato. Luego la giré y levantando su pierna izquierda, me la follé así, apoyados en el fregadero como aquella vez. Al cabo de un rato, Antonio se levantó y mientras me seguía follando a su mujer, le chupó las tetas. Yo me excité mucho y acabé corriéndome dentro. Me salí y entonces Antonio, besó a su mujer y acabaron follando también. Ahora era yo el que los miraba. Cuando acabaron, me pagaron por mis servicios y me despedí de ellos. Llegué a casa agotado. Decidí darme una ducha y ensayar mi estrategia para el día siguiente.

El nuevo día llegó y me dirigí a la casa de mi nuevo matrimonio. Me abrió la mujer y me guio hasta el baño. Me dijo que al parecer, el grifo del lavabo no funcionaba bien y que su marido se había empeñado en llamar a su cuñado y eso, pero que no tenía ni idea de fontanería y que al ver mi tarjeta se había alegrado mucho, porque yo podría repararlo. Le dije que sí, que no había problema. Ella me quitó una toalla que habían puesto en la cañería y me puse a trabajar. Después de un rato, abrí el grifo aposta y nos salpicamos los dos. Ella salió del baño y regresó cambiada con un vestido ligero que dejaba adivinar sus pezones. A mí me secó bien con una toalla y me sonrió. Al parecer su marido no estaba en casa. Terminé con el grifo, y no sabía que había pasado, porque aún no se había rendido a mis encantos. ¿Cómo podría dar el paso? Tenía que pensar rápido. Aunque fue ella la que me dio la idea.

-Deberías tomar una ducha. Me dijo. Estas sudando.

-Creo que es una buena idea. Si no le importa.

-Por supuesto. Te traeré una toalla seca.

Volvió y yo me había quitado la camisa. Estaba desnudo de cintura para arriba. Iba depilado y se me quedó mirando.

-Se te marcan los abdominales. Me dijo. Estas fuerte.

-Pues sí, me gusta cuidarme.

-No como mi marido, que está cada día más gordo.

-Parece majo.

-Sí, es buena persona, pero... a veces parece que no me quiere.

-¿Y eso?

-Hacemos poco el amor. No sé si debería contarte esto, jeje. No tengo confianza contigo, pero bueno, ya que estas aquí, permíteme que me desahogue contigo.

-Pues eso, siguió, que hacemos poco el amor y mal. Tengo que aguantarle encima de mí y encima no dura nada. Empezamos a hacerlo y enseguida ha terminado.

-¿Quieres decir que se corre enseguida?

-Sí, no quería decirlo así, pero se corre enseguida. No quiere ir al médico, dice que los hombres no tardan nada y que así es.

Me acerqué a ella y miré sus labios.

-Deberías ducharte. Y me pasó la toalla.

Yo volví a mirarla y ella se enrojeció.

-¿Cuánto tiempo hace que no tienes un orgasmo?

-Masturbándome hace un mes, pero haciéndolo con el mucho más. Y encima me siento mal cuando me masturbo y no lo hacemos.

Dejé caer la toalla y la besé. Ella no opuso resistencia. Tras besarnos un buen rato, le subí el vestido. Como suponía no llevaba sujetador. Acaricié sus pezones y luego besé sus pechos. Ella me bajó el pantalón y el calzoncillo. Yo estaba erecto.

-Es toda tuya, le dije.

Se agachó y empezó a chupármela. Pobre mujer insatisfecha. Mientras subía y bajaba por mi polla pensaba en su marido, en el egoísta de su marido, que no sabía o no quería darle lo que ella necesitaba. Entonces le bajé sus bragas y le hice un cunnilingus. Le comí su coño como nunca se lo habían hecho, apoyada contra la pared del baño. Ella me agarraba la cabeza mientras se moría de placer. Sus fluidos empaparon mi boca mientras se corría.

Después de recuperarse, le pregunté:

-¿Cuánto tardará tu marido en volver?

-Una hora por lo menos.

-Tiempo de sobra. ¿Tenéis condones?

-Sí, creo que no estarán caducados.

Volvió con una caja y aún estaban bien de fecha.

Saqué uno y abrí la ducha. La cogí de la mano y la metí dentro. Yo la seguí. El agua caía sobre nosotros. Me miró con pasión y eso hizo que mi polla se pusiera más dura aun. Me ayudó a ponerme el preservativo.

-Ahora vas a disfrutar como hace meses que no lo haces. Te mereces disfrutar y si tu marido no te da placer, aquí estoy yo.

Después de decir esto, la penetré.

-¡Aaaaah! gimió.

Empecé a bombearla bien fuerte, quería que disfrutara como una loca con mi rabo.

-¡Ah, ah, ah!

Yo seguía y seguía, aguantándome los gemidos.

-¡Ah, ah, aaaaaah!

Ella se agarraba a mi espalda. Luego la cogí de las piernas y la alcé y así seguí follándomela. Seguimos un buen rato más, hasta que ya no pude sostenerla más y acabamos sentados en el suelo. Ella entonces me cabalgó a mí con las pocas fuerzas que nos quedaban. En poco tiempo llegó al orgasmo. Yo estaba a punto, pero quería retrasarlo para que tuviera otro. Me corrí enseguida, pero seguí dándole duro, pese a que estaba perdiendo la erección, y tras unos minutos, ella volvió a correrse. Mi pene estaba ya en reposo. Se salió de mí y me dio un beso y las gracias por haberla hecho disfrutar tanto. Me dijo que su marido estaría a punto de llegar. Se vistió, secamos la ducha y yo me puse a hacer que arreglaba el grifo, porque en ese momento oímos las llaves en la puerta. Era su marido que entraba en casa.

-¿Qué tal el grifo? Le pregunto.

-José Luis está terminando ya. Ha quedado perfecto, pero le falta una cañería.

Entró su marido en el baño.

-Era la cañería, que estaba un poco corroída, expliqué. Pero la he tapado bien. Mañana vendré con una nueva para cambiarla.

-Ah, muchas gracias. ¿Cuándo le debo?

-No se preocupe, págueme mañana, que tengo que volver.

-De acuerdo, está bien.

Recogí las cosas y antes de despedirme les dije:

-¿Tienen mi numero? Pero en realidad solo la miraba a ella.

-Sí, lo tenemos.

-Cualquier cosa, ya saben, me llaman.

Salí de la casa y me monté en el coche. Cuando llegué a casa tenía un whatsapp de un número desconocido:

-Me has hecho el amor como nunca me lo habían hecho. Ha sido maravilloso. ¿Mañana puedes venir cuando no esté mi marido y follamos otra vez?

Sabía que era ella y la respondí enseguida.

-Por supuesto. Iré cuando tú me digas y te volveré a follar como nunca. Besos.

Sonreí para mis adentros. Otra mujer satisfecha gracias al manitas.

Continuará...

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