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Dulce y amarga amistad (07)

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Historia de dos amigos: Jesús Alejando y Álvaro

Y el tiempo fue transcurriendo, sin detenerse un segundo, a veces sin esperarnos, iba más rápido que nosotros. Pasaron tres años como un soplo pero con muchos acontecimientos.

Después de que poseyera a Alfonso aquella mañana de mi inauguración como follador activo, hubo otras veces, bastantes, muchas. Realmente me quería como aseguraba o estaba hambriento de verga cosa que me impresionaba.

Con el tiempo supe de los dos muchachos, de cursos superiores, de los que se dejaba coger, con los que continuaba dejándose follar a pesar de jurarme su amor en cada momento, porque no se atrevía a negarse o porque mi verga no era suficiente para su culito hambriento.

Me lo confesó sin preguntarle, quizá para darme celos al ver que yo no respondía a su amor como él esperaba, y otro día me confesó quien era la otra persona de la que no me había querido revelar su identidad hasta ahora, y resultó sumamente excitante lo que me contó aunque en parte también triste, muy, muy triste hasta hacer que llorara.

Había faltado a clase dos días y le llamé alarmado. Su voz sonaba muy apenada y parecía haber llorado, y le dije que quería ir a su casa para verle, se negó diciendo que al día siguiente volvería a clase y que ya se encontraba mejor.

Llegó al colegio después de haber comenzado las clases, no había venido en el autobús como otras veces y llevaba puestas unas gafas de cristales reflectantes que le gustaban mucho, después de disculparse por el retraso el profesor le pidió que se las quitara y le respondió que tenía una fuerte conjuntivitis y que la luz le hacía llorar, así le permitió que las llevara.

Durante la clase le miraba desde mi asiento y le notaba muy raro, ni un momento se giró para mirarme y hacerme alguna seña como siempre hacía. Cuando salimos a un recreo entre clases, en el pasillo me acerqué a él ya que parecía rehuirme y le sujeté del brazo, se apartó dejando escapar una exclamación de dolor.

-¿Qué te sucede Alfonso? Solamente te he rozado. –Se alejó unos pasos de mí.

-Es que me he caído en casa y tengo dolorido el cuerpo, por eso no he podido venir estos días, ahora déjame tengo que ir al baño. –No me había fijado en que también parecía arrastrar algo la pierna izquierda y todo lo que veía me parecía sin sentido. Empezando por la disculpa de la conjuntivitis, el dolor del brazo y ahora su caminar cojeando, resultaba todo de lo más anormal.

Le seguí hasta los aseos a unos pasos de distancia, cada momento que pasaba le notaba que caminaba peor, entró en los aseos y se apoyó en un lavabo con la cabeza inclinada y los hombros le temblaban. Llegué hasta él pero no me atrevía a tocarlo.

-¿Pero qué es lo que te pasa? -Las lágrimas le resbalaban mojando la parte inferior de sus gafas y se las quitó para limpiarse.

Tenía el entorno de un párpado morado y el ojo completamente rojo inyectado en sangre, por poco me desmayo al verle pero reaccioné como no me creía capaz y le sujeté delicadamente del codo.

-Ven vamos al aseo de impedidos. –Se resistía pero conseguí que me siguiera.

-Déjame ver lo que tienes. –Se lo pedía elevando su mentón, las lágrimas ponían sus rojos labios mojados y se los besé con suavidad.

-Va a ser peor Jesús, no te metas en esto. –Volví a besarle en los labios y con el pulgar le quité la humedad que tenía en ellos, le llevé hasta sentarle en la taza del váter y me arrodillé a su lado, afloje la corbata y se la saqué por la cabeza, comencé a desabotonarle la camisa. Sentía una profunda pena por mi amigo notando su dolor, quizá más el moral que el del cuerpo.

Tenía el pecho con zonas amoratadas y resulto difícil sacarle las mangas para observar un enorme cardenal más arriba del codo y supuse que así debería tener el cuerpo entero, comencé a llorar con él, ¿quién podría haberle hecho semejante salvajada a un dulce y delicado niño como era él? Volví a realizar el camino inverso abotonándole la camisa.

-¿Quién ha sido? Dime Alfonso, ¿quién te ha hecho esto? –Le imploraba con las palabras y mi mirada.

-He sido yo mismo, me caí por la escalera. –No podía creerle, su madre era una doctora reputada y lo tendría que tener en una clínica reponiéndose.

-Alfonso, no voy a dejarte, tienes que decirme la verdad, tu madre no puede saber lo que tienes, ella es doctora y creo que puedes tener algo grave interiormente, tiene que verte un doctor.

-Mamá está en un congreso y no vuelve hasta dentro de unos días. –Las palabras le salían con dificultad y casi no se le oía.

-¿Entonces, ese hombre, la pareja de tu madre…? –Asentía con la cabeza sin hablar.

-Pero es verdad que yo me caí por las escaleras, no me tiró ni me empujó, yo mismo caí sin darme cuenta. –Me confundía porque sabía que ahora decía la verdad, le conocía muy bien.

-¿Es él con quien te metías en la cama y no me lo podías decir? ¿Además de los chicos del colegio también era con él? ¿Verdad que era así? -Me abrazó el cuello dejando salir tiernos y doloridos gemidos de su boca, de lo más profundo de su alma.

Me sentía morir, habíamos sido…, éramos pareja, o novios como él prefería decir, yo también le había follado como los demás, había aprovechado su cuerpito para mi placer sin preocuparme ni darme cuenta de que era un muchacho abusado, creyendo que era él quien lo buscaba, ofuscado por mi propia búsqueda del placer y sin ahondar en lo que le sucedía, sin importarme en absoluto.

-Por favor Alfonso cuéntamelo todo.

-Con Eder comenzó todo y la culpa fue mía, lo siento Jesús, te quería tanto, te necesitaba y te veía tan lejano, imposible de alcanzar. Me estaba masturbando pensando en ti en el baño y Eder me sorprendió, siempre me estaba persiguiendo, él y su amigo Jon. Me obligó a que le chupara la polla, era la primera vez que lo iba a hacer, me negué en un principio y me golpeó amenazándome con contar a todo el mundo lo que estaba haciendo en el baño, que sabía que era maricón y que él me enseñaría.

-Toda la culpa no es de él, a mí también me gustó. Después del primer momento me sentí transportado a un mundo de sensaciones diferentes y nuevas que me gustaban, sentir la fina piel de su verga, el olor característico de macho joven pleno de testosterona, su pene que para mí era grande y tentador con sus huevos llenos de pelos, y mi instinto de zorra, porque eso es lo que soy, se disparó y se extendió como una mancha sin fin que cada vez me dominaba más, nunca había mamado una polla y parecía que no había hecho otra cosa en mi vida.

-Además me gustaba lo sucio que me trataba pasando la punta del glande por toda mi cara llenándomela de precum, y los golpes que me propinaba en los labios con la dura verga.

-Lo lamento Jesús pero fue así. Soy una sucia puta que ni tú has calmado. A partir de aquel momento me buscaba o era yo el que lo hacía, daba lo mismo, los dos sentíamos una atracción animal que nos guiaba, y escapábamos a un lugar donde pudiera chupársela hasta que me daba su leche y me quedaba con más ganas.

-Poco después añadió a su amigo Jon que resultó más brutal y exigente. En el colegio solamente se las mamaba, a uno después del otro, mientras uno vigilaba el otro me cogía por la boca hasta dejármela llena de semen que me comenzó a encantar comer.

-Y luego me hicieron ir a sus casas cuando las tenían libres, y allí sufrí y gocé mi primera desvirgada, uno después del otro me follaron hasta cansarse, y no soy inocente de todo lo que me sucedía, pude negarme afrontando lo que pasara, pero yo también lo deseaba.

Se interrumpió y aspiró por la nariz, el pobre Alfonso se responsabilizaba de lo que pudiera haber sido su parte de culpa, pero eso no les daba derecho a tratarlo mal por mucho que el insistiera en que le gustaba verse tratado como un trapo sucio. No podía soportar más arrodillado y me coloqué de pie, se abrazó a mis piernas para que no escapara de su lado.

-Resultó que al cabo de unos meses, un día en que querían follarme y no disponían de sus casas…, y mi madre estaba en uno de sus viajes, ya sabes que casi siempre está fuera y su novio estaba trabajando, les ofrecí el lugar, no lo puedo evitar Jesús, soy así y era una exigencia de ellos, como me diría Marcos, resulto una puta disponible a cualquier hora.

-Accedieron a la casa cuando les avise que estaba solo, en mi habitación nos desnudamos los tres y se repitió lo de siempre, chupe sus pollas hasta que les arranque la leche, siempre se trataba de darles placer a ellos, yo tenía bastante con degustar su semen y que me dieran por el culo hasta que se volvían a correr, y si se repetía varias veces para mí era mejor.

-Me olvidé de que estábamos en mi casa, solo pensaba que uno u otro me la metiera, no escuchamos abrirse la puerta de la calle, seguramente los gritos de placer de los chicos que me cogían ocultaban cualquier otro ruido hasta que ya era tarde. Marcos nos observaba desde la puerta que ni habíamos tomado la precaución de cerrar, miraba al hijo de su novia siendo penetrado por detrás y por delante. No dijo nada solo cerró la puerta con un golpe seco y Eder y Jon, sin terminar de vaciar sus huevos por tercera vez, se vistieron a todo correr, sin limpiarse, con las vergas aún rezumando de semen corrieron por la escalera dejándome solo.

-Tú ya conoces a Marcos y no es que sea malo pero me intimida por su gran tamaño, le veo tan masculino, tan hombre que me deja anonadado y no puedo hablar con él aunque me atraía como macho prohibido para mí. Intentaba hacerse mi amigo y acercarse, ¿por complacer a mi madre?, no lo sé.

-Me quedé solo después de escuchar cerrarse la puerta principal por mis dos folladores corriendo y asustados. Me duché para quitar todo rastro de semen y olor de mi cuerpo y luego me tendí en la cama esperando las consecuencias de mi acción. No tenía motivo pero estaba asustado pensando en la reacción de Marcos y de que mi madre pudiera enterarse de lo puta que era su hijo. Escuchaba sus movimientos por la plata baja hasta que se abrió la puerta de mi habitación.

-He traído comida para cenar, te espero abajo. –Si me hubiera comenzado a gritar no me hubiera asustado más que su silencio.

-No me apetece comer, no bajaré. –Ya se había dado la vuelta para bajar y volvió sobre sus pasos.

-No he venido a pedírtelo por favor, tómalo como una orden, no quiero que tu madre me culpe por verte tan flaco. –Era muy seco al hablar pero ahora sonreía.

-Me levanté y con lo que tenía puesto, la ropa de dormir, le seguí. Tenía encendida la TV y por lo menos así estaría entretenido. Comencé a comer sin ganas, mirándole cuando se levantaba para ir a buscar alguna cosa a la cocina. Se había puesto un viejo pantalón flojo y suelto que le llegaba a las rodillas de color gris y una camiseta sin mangas, de tirantes muy estrechos pegada a su fuerte cuerpo.

Su atuendo descuidado le hacía ver muy erótico y masculino, él lo sabía porque a mamá le encantaba verle así y se lo decía sin importarle que yo estuviera delante. Se le veía por el generoso cuello de la camiseta el frondoso vello de su pecho, moreno y ensortijado, los manojos que le salían de las axilas y los que tenía en sus brazos fuertes y poderosos igual que en sus piernas. Era un puro macho semental, mamá los sabía escoger muy bien.

-Alfonso, tú y yo no llegamos a simpatizar y ser amigos, ya no puedo ser tu papá, eres grande para eso, pero al menos podíamos llevarnos mejor y ser amigos, yo me esfuerzo. –Me miró levantando la cabeza y dejando el tenedor en el camino con la comida que llevaba a su boca. Su barba de dos o tres días hacía un bello contraste con el verde pálido de los ojos.

-Lo sé Marcos, pero…

-¿Pero qué?...

-No lo sé, me impones, casi me asustas. –Se echó a reír y tuve que sonreírle.

-Tenemos que hacer un esfuerzo, lo dos, quizá yo más, para ponerle contenta a tu madre viendo que nos llevamos bien.

-No le respondí y solo afirme moviendo la cabeza de atrás adelante dando mi acuerdo a lo que decía.

-Mira Alfonso, a mi no me molesta que traigas a tus amiguitos a casa, que además es tuya, pero creo que debías pensar que no es normal traerte a dos y dejarte follar aprovechando cuando tu madre no está en casa.

-¡Ayyy! Me puse tan rojo que pensé que mi cara quemaba. En algún momento saldría el tema y ahora Marcos hacía de padrecito aconsejando a su hijo marica para que no se deje coger por cualquiera.

-Tampoco me importa lo que seas y que te gusten los chicos, todos hemos tenido aventuras de jóvenes, nos gusta experimentar hasta decidir nuestras preferencias, o al menos fijarlas hasta un cierto punto.

-¿Quieres decirme que tu también has estado con hombres?

-No tengo por qué negarlo y eso no es malo siempre que se guarde un respeto hacia las personas que te rodean y viven contigo. –Estaba comenzando a pesar que había juzgado mal a Marcos, no era un ogro y me entendía además de estar muy bueno.

-Habíamos terminado la cena y se puso en pie, no pude evitar ver el bulto que se había formado en su entrepierna, claramente visible al no llevar ropa interior y solamente la blanda tela de su pantalón corto.

Se dio cuenta de que le miraba y me ruboricé aumentado el calor de mi rostro.

-Ya ves hablando de estas cosas puedo llegar a excitarme. –Comenzó a reír intentando ocultar, recolocando, el bulto con la mano. A mi me sucedía lo mismo que a él y me daba vergüenza que lo notara.

-¡Vamos!, ayúdame a recoger para poder ir a dormir. –Me decidí y me levanté, traviesamente sonrió cuando me vio en el mismo estado de calentura que él. Recogimos los platos y la mesa sin hablarnos pero se respiraba otro ambiente de calentura y deseo mutuo.

-Gracias Marcos, me alegro de que nos hayamos conocido más y sincerado, ahora me voy a la cama. –Se aproximó y me pasó la mano por el pelo, luego me sujetó del mentón para que alzara la cara.

-Eres un chico muy guapo. –Escapé subiendo de corrido las escaleras nervioso y sonrojado, no esperaba esas palabras de Marcos y si hubiera continuado a su lado terminaría besándolo. Escuchaba a mis espaldas su risa fuerte y viril.

-Me lavé la boca y me encerré en mi habitación, me tumbé sobre la cama sin dejar de pensar en lo que había hablado con el novio de mamá, escuchaba los ruidos que me llegaban del piso inferior, los silencios, el sonido de la TV, el fuerte pisar de sus pasos al subir las escaleras y como dejaron de oírse unos segundos al detenerse ante mi puerta.

-Mi corazón latía a un ritmo muy rápido, sentía que la puerta se abriría, lo deseaba y lo temía a la vez. Los pasos se volvieron a escuchar en el silencio total de la casa y suspiré aliviado y defraudado, todos resultaban sentimientos contradictorios, deseos insatisfechos sin determinar lo que eran y luego el sonido de la ducha preparándose para ir a dormir. Al parecer había vencido la sensatez y Marcos asumía su papel sin dejarse guiar por sus deseos evidentes hacía un momento.

-Lentamente me iba relajando y los ojos se me cerraban, debía sentirme híper sensibilizado para escuchar el caminar de unos pies descalzos por el pasillo, un leve crujir de la madera que volvió a ponerme en guardia y acelerar mi respiración. Abrí los ojos solamente una rendija para ver la tenue luz que se metía entre la hoja y el marco de la puerta.

-Se fue abriendo lentamente y su sombra se dibujó contra la luz encendida del pasillo, solamente tuve tiempo de ver su perfilada silueta y un clic metálico interrumpió la corriente, la oscuridad volvió a reinar envolviéndolo todo, solo se veía el ligero y blanco resplandor de la luz de la fachada exterior que entraba por la ventana.

Tenía el corazón en un puño sintiéndome desfallecer al sentirle avanzar hacia mi cama.

-Alfonso, ¿estás dormido? -Su voz sonaba cariñosa, varonil y en tono muy bajo.

-¡No! –Debió notar el temblor de mi voz.

-Tampoco yo puedo conciliar el sueño, ¿te molesta si me tumbo a tu lado?

-¡No! –Creo que mis nervios eran patentes ahora. Me aparté un poco para dejarle sitio. El peso de su cuerpo hundió el colchón, sin llegarnos a tocar notaba el frescor de su cuerpo recién duchado y el olor de su colonia que se había echado, ¿para ir a la cama simplemente?

-Parece increíble, estoy sintiendo frío. –Se aproximo a mí haciendo como si temblara. Los pelos de su pierna rozaban con la mía y su cadera aprisionó mi brazo, me di cuenta de que estaba completamente desnudo y me quedé en suspenso sin respiración. Por el rabillo del ojo veía el brillo de sus negros vellos del pecho.

-Aunque no lo creas siempre te he apreciado y me has interesado, más de lo que puedas imaginar. –Había girado la cabeza y su aliento me llegaba al cuello. Entonces sujetó mi mano agarrándola fuertemente con la suya.

-Pienso que podemos entendernos, me gustas Alfonso, eres un chico dulce y bello. -Colocó mi mano sobre su abdomen y la aplastó frotando los vellos hasta llevarla hasta su tetilla y allí me la aplastó contra ella.

-¡Pero!...

-También se que tú sientes algo por mí, te sorprendo mirándome a menudo. –Tenía mi mano muerta sobre su fuerte pectoral y comenzó a frotar mi mano contra su tetilla hasta se le puso erecta.

-Marcos, no debemos, tu eres el novio de mi madre. –No sabía de dónde sacaba fuerzas para seguir resistiéndome.

-Y la quiero, la sigo queriendo, a los dos os quiero mucho. Ella viaja demasiado, cuando no está aquí, la extraño y tú…, tú puedes sustituirla.

-¡Por favor Marcos, no!, ¡por favor! -Su ardiente boca estaba besando mi oreja y mordía mi lóbulo haciéndome estremecer.

-Alfonso tú también lo estas deseando, no lo niegues. Puedo darte más placer que cualquiera de tus amigos. –Se giró y se pegó completamente a mi cuerpo, su duro falo se unió con mi pantorrilla y suspiré comenzando por mi cuenta a acariciarle el pecho.

-Dime que tú también me deseas, dímelo. –Me di la vuelta y coloqué mi cara sobre su peludo pecho. Mi chaqueta se había abierto y Marcos agarro mis glúteos aplastándome su dura y húmeda verga en la tripa, apretaba su rigidez como si quisiera traspasarme y agujerearme el vientre.

-Sí, sí que te deseo Marcos. –Me besó la naricita lamiéndola y luego colocó los labios sobre los míos.

-Vas a ser mío desde ahora, mi bebito hermoso, y papá te va a cuidar y darte lo que necesitas, tendrás lo que deseas dentro de casa, sin que tengas que buscarlo en la calle como un puto.

-No podía responderle excitado al máximo y dominado por aquel hombre mayor que comenzaba a volverme loco, mis manos buscaban en cada rincón de su cuerpo para notar la dureza de su carne madura, acariciaba los pelos de su axila duros como escarpias, su fuerte espalda llena de músculo, la dureza de su barba que no había afeitado.

-Marcos…, Marcos…

-Dime preciosa. –Dejó de chuparme el cuello para responderme.

-Me gustas, me encantas Marcos.

-Llámame papá bebita mía, serás mi mujercita desde ahora, mi pequeña hembra tan rica, yo cuidaré de las dos mujeres que la suerte me ha entregado, tu mamá y tú bellas criaturas. -En lugar de molestarme lo que me decía, lo que hacía era enardecerme más y hacerme sentir lo que me decía que sería para él.

-Me iba quitando el pantalón hasta bajarlo a mis rodillas, allí lo dejó para meter la mano en la raja de las nalgas y acceder con los dedos a mi anito. Hice movimientos para deshacerme totalmente del pantalón que retiré con los pies y abrí las piernas para que metiera bien la mano.

-No dejaba de besarme y penetrarme con la lengua profundamente hasta llegar a mi garganta con ella, resultaba poderosa como todo él y vencía a la mía en la lucha desigual que mantenían. No olvidaba mi entrada inferior y no cesaba de pasar los dedos humedecidos por mi culito hasta sentirme receptivo, y lograr que mi culito se abriera queriendo atraparle los dedos, empujó uno, me penetró, gemí a pesar de tener la boca ocupada por su lengua.

-Ábrete lindo, deja que tu culito me reciba. –Me incliné para sacar más la cola como me pedía y comenzó a jugar con el dedo dentro del culito haciéndome suspirar y gemir en su boca.

-Quiero metértela pequeño, que tengas esto dentro de ti. –Llevó mi mano para que le cogiera la verga. ¡Waaaw! Temblé al sentir que mi mano no conseguía abarcarla. Nada comparable a lo de Jon y Eder, y la longitud era prodigiosa, caliente hasta quemar y húmeda destilando jugos. Deslicé la mano por toda la largura hasta llegar a sus peludos testículos, los apreté en mi manita y Marcos se reía.

-¿Te gusta lo que tocas bebe?

-Es muy grande, como en las películas. –No podía abandonar sus pelotas y quería tenerlas en la boca, y volvía a pasar la mano a lo largo de la descomunal verga hasta llegar al capullo que no era más grueso que el tronco, que ya lo tenía bastante y más que suficiente.

-Vas a disfrutar de una polla como te mereces bebé, tu culito es bastante tragón. –Sin dificultad había llegado a meter dos dedos en mí y los aprisionaba apretando el puño metiéndomelos hasta el fondo. Sus dos dedos representaban el tamaño de una verga de mis juveniles amantes.

-No me hagas daño papi, nunca me han metido algo parecido. –Seguía envolviendo el glande en mi mano con la suavidad que proporcionaba el riego de su néctar que no dejaba de fluir, y sin ver corrí el pellejo para dejarle todo suelto y al aire.

-Lo sabes hacer muy bien, pero deja de tocarme o conseguirás que me corra, me tienes muy caliente pequeño y quiero estrenar tu culito con mi verga. –Interrumpí mi manoseo en sus partes viriles para acariciarle la cara y dejar los rastros de su esencia pegada.

-Hazlo, pero ten cuidado, por favor papi, quiero gozarlo. –Él seguía abriéndome el culo y preparándolo para lo que iba a llegar, ahora intentando meterme tres de sus dedos logrando incrementar mi gozo y suspiros.

-No tengas miedo bebito, he abierto culitos sin estrenar y lo han pasado bien, donde ha entrado una polla puedo meter la mía y en tu culito ya puede entrar. –Encendió la luz de la mesita y pude verle en toda su grandeza y magnitud. Desnudo y lleno de pelos como un animal mitológico, la cara más roja que la larga y gorda verga reposando y moviéndose sobre su muslo con pequeñas sacudidas.

-¿Puedo tocarla un momento? -No podía apartar los ojos de aquella culebra gigante que me iba a penetrar y horadarme el vientre como una perforadora.

-Solo un besito o me harás correr, te veo ansioso. –Si supiera cómo se me contraía el culito deseando albergar al monstruo. No fue solamente un besito, resultaron varios recogiendo la esencia de macho que no dejaba de manar hasta que cruelmente me la quitó de la boca.

-Había venido preparado y en la mesita tenía una caja con crema, me colocó como quería, arrodillado y las nalgas para arriba aplastando con la mano mi espalda para que empinara más el culo y se situó detrás de mí, tiró de las nalgas para separarlas más y sentí venir el cielo cuando colocó su boca sobre mi anito, comiéndolo todo él y dándolo un profundo beso que sonó como un estampido.

-¡Waaaa! Qué rico culito tienes pequeño mariconcito, hubiera preferido que estuviera sin estrenar, haber sido tu primer y único macho, pero sabe a gloria. –Y me empezó a comer, a chupar como un cerdo en una charca sorbiendo mis jugos y penetrando con la lengua. Ahora era yo el que me iba a correr si continuaba de esa forma chupando y lamiendo sin parar.

-Era distinto a lo que Eder y Jon me hacían. Marcos era un macho estrenador de culos y que quería y sabía proporcionar el placer que no había experimentado. Me pasó la mano por la pollita que brincó. Yo respiraba agitado y temblando de emoción sin dejar de suspirar y gritar muchas veces ante el placer que me daba.

-Depositó un montón de crema con la mano en la entrada del culo, y entre mis piernas vi como se la ponía en su larguísimo rabo.

-Te la voy a meter, no tendrás dolor pero si es así me avisas. –El glande resbalaba cuando apretaba y lo sujetó con los dedos en la entrada de mi ano. Me dio un par de nalgadas en el culo que me contrajo.

-Ahora relájate para que pueda entrar, lo vas a disfrutar nene. –Agarró fuerte mi cintura, antes de las caderas y apretó con fuerza logrando meter el glande, coloqué las manos tirándolas por detrás en sus muslos para contenerle y que no entrara de golpe.

-Marcos no era un bruto y si un experimentado follador de culos, se detuvo cuando sintió que me había penetrado exhalando un ahogado quejido.

-Estás rico pequeño, casi sin usar. –Dejé de sujetarle los muslos y él entendió que le pedía que siguiera entrando, y comenzó a empujar lentamente deteniéndose y avanzando, metiendo su largo rabo, era tan lento que hasta sentía las venas del gordo tronco resbalando por los anillos de mi ano.

-Se tomó su tiempo, me gustaba que fuera delicado, increíble con su habitual rudeza en el trato y resultó que tenía razón, donde entra una polla también lo podía hacer la suya, la sentía en la boca de mi estómago empujando, sin dolor alguno, solo la presión de aquel enorme pedazo de carne caliente anchando mi culito y rozando las paredes del recto.

-Todo resultaba placentero, y más cuando sus cojones hicieron tope acariciando la entrada del culo con los pelos, era todo un palpitar loco de mis carnes y de su verga hincándose en mi vientre, se agachó para cogerme de los hombros y elevarme para posar el pecho peludo y sudado en mi espalda pasó los brazos para abrazar todo mi cuerpo.

-Me mordió el hombro hasta hacer que me quejara de dolor y luego besó la carne lacerada.

-Quiero que me sientas en tu cuerpo y recuerdes quien es a partir de ahora tu macho, tu dueño, voy a preñarte en lo profundo del vientre como no te han hecho, para marcarte por dentro y no olvides jamás a quien perteneces.

-A partir de ese momento es difícil rememorar mis sensaciones sensoriales que no me permitían pensar, solo sentir, disfrutar de sentirme dominado y poseído como nunca había sido hasta que sin necesidad de tocarme derramé la leche de los huevos sobre las sábanas y el hombre mayor me llenaba con la simiente de sus testículos en chorros largos y violentos al principio y luego más calmados.

-Esa noche no dormimos, ligeras cabezadas con mi cara sobre su pecho o su vientre, me penetró cuatro veces como no creía que fuera posible, dejándome en todas las ocasiones su simiente en el vientre y repitiendo en todo momento al eyacular.

-No olvides quien es tu macho, tú único hombre desde ahora.

-Finalizamos cuando me permitió que jugara con su polla y sus cojones en mi boca, saboreándolos por toda la superficie, y aunque lo intenté no pude contener los dos testículos dentro de mi boca a la vez, su verga sí que la tuve, forzó mi garganta para que entrara toda ella.

Ya había amanecido, ese día no vendría al colegio ni él fue iría a su trabajo. Durante el día volvería a tomarme varias veces hasta que se durmió rendido de tanto follarme, y yo terminé con mi cara sobre sus testículos vacíos, y aún así seguían muy gordos.

-Alfonso me miraba avergonzado y entre gestos de dolor se confesaba.

-Ahora lo sabes todo, a partir de ese momento fui suyo, hasta que no pude contenerme y confesarte mis sentimientos hacia ti. –Volví a acariciarle y darle pequeños besos en la cara y en los labios.

-Todo no, te falta decirme como te has causado estas heridas, me lo vas a decir y luego iremos a la enfermería para que vean los daños que tienes.

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Sigue…

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