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Mi amiga Leticia

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Recibí un correo de una lectora de mis relatos en el que me decía que le gustaban mucho y que la excitan sobremanera. Me pide que siga escribiendo y le dije que sí, que en cuanto tuviera una historia la publicaría.

Su nombre es Leticia y, en su honor, mezclaré palabras utilizadas tanto en España como en México. Vive en Monterrey (México). Tiene 30 años, casada, morena de pelo y piel, de 1,60 de estatura y es lo que podríamos llamar una gordibuena. Nos enviamos unos cuantos mensajes por el Messenger de Facebook y posteriormente nos dimos los números de teléfono (celulares) y así mantener conversaciones por whatsapp e incluso mantener alguna vídeo llamada. Con el transcurso de los días nuestras conversaciones iban subiendo de tono y me pedía que le dijera qué le haría si estuviera conmigo, con lo cual, los calentones que ambos nos cogíamos eran tremendos.

Un día recibo un mensaje por Whatsapp y me dice que me va a dar una sorpresa. Lo que no me imaginaba era que iba a presentarse en España en breves días. Tenía familia en Valencia y por cuestiones familiares iba a venir a visitarlos.

Cuando llegó a Valencia, hablamos y quedamos en vernos. Me dijo que se desplazaría a Castellón y quedé con ella en recogerla en la estación de trenes sobre las 11 horas. Aproveché ese día y no fui a trabajar porque quería que pasáramos el día juntos.

Cuando la veo bajar del tren, la reconocí enseguida. Nos fuimos acercando hasta que nos paramos y nos quedamos mirando fijamente y sonriendo, pero sin atrevernos a acercarnos más.

Yo vuelvo a acercarme y Leticia corre hacia mí fundiéndonos en un fuerte abrazo. Nos separamos un poco y seguidamente nos miramos a los ojos. Su mirada profunda me traspasa y me hace sentir un deseo irrefrenable. Acaricio sus labios con mi dedo pulgar notando el calor de su aliento. Me acerco y sacando mi lengua acaricio suavemente sus labios. Primero uno y luego otro. La aprieto más contra mi e invado su boca, abierta y ofrecida, con mi lengua que comienzo a mover dentro de su boca haciéndome perder el sentido.

Me doy cuenta del sitio donde estamos y apartándonos un poco para evitar a la gente que pasaba, me dice:

- Nunca he tenido una cita como ésta.

- ¿Estás segura de querer seguir? Si dices que si no habrá marcha atrás.

- Si, lo deseo desde hace mucho. Quiero sentirme viva, quiero sentirme mujer de nuevo y quiero disfrutar del placer, pero esta vez, real, no como el que me has estado dando este tiempo atrás, a distancia. Quiero sentirte rico.

Salimos de la estación y nos dirigimos al coche, aparcado en una zona un poco alejada de la estación. Entramos y volvemos a besarnos, esta vez ya sin público. Nuestras manos empiezan a moverse por nuestros cuerpos en abrazos y caricias constantes.

- Ay papi, como me pones, tengo mi panocha toda mojada, quiero que me hagas tuya, que me penetres y me cojas rico, pero hazlo ya.

Esa respuesta me deja sorprendido, por donde estábamos y me enciende. Le digo que sí, pero que nos tenemos que ir de allí. Sin pensarlo más arranco el coche y nos dirigimos un hotel a unos pocos kilómetros de Castellón.

Durante el trayecto, casi no hablamos, solo nos tocábamos y acariciábamos cuando podíamos, teniendo en cuenta que iba conduciendo. En una ocasión, metí mi mano dentro de su camisa y su sujetador acariciando sus pechos. Umm, que ricos y calientes los tenía, Sus pezones estaban duros y prominentes. Qué ganas tenía de saborearlos.

Acariciaba también sus piernas cuando podía y cuando llegue a su “panocha”, tenía las bragas totalmente mojadas. Le pedí que se las quitara.

- Papi, ¿aquí?

- Sí, quiero sentir tu calor directamente y quiero que te acaricies tú y me mires mientras conduzco. Un poco más adelante le pedí que se pusiera de rodillas en el coche, se subiera la falta y me enseñara su culo desnudo, que aproveché para tocar, acariciar, darle un par de azotes y meter mis dedos en su vagina, con el morbo añadido que quienes nos adelantaban veían los que estaba sucediendo. Seguimos hasta el hotel, pero ya antes de llegar, mientras ella se masturbaba yo le acariciaba sus pechos y llegó a correrse, mojando el asiento.

Llegamos al hotel que había elegido. Un hotel muy discreto en el que todas las habitaciones disponen de garaje privado. De este modo, el acceso a la habitación es cómodo, fácil, privado y el pago se realiza mediante máquinas. Entramos en la habitaron preciosa, con jacuzzi y terraza privada.

Nada más entrar la llevé de la mano hacia el cuarto de baño y allí, mirándonos en el espejo, con su espalda en mi pecho, empecé a besar su cuello y sin más, no pudiendo reprimir la calentura que teníamos, la apoyé contra el lavabo, levanté su falta hasta la cintura y sin más, la penetré. Estaba toda mojada y mi polla entró con suavidad, pero enseguida noté como su vagina se contraía aprisionándola. Desabroche su camisa y levantando el sujetador, le fui dando duro y fuerte mientras acariciaba sus pechos. De vez en cuando le daba alguna nalgada mientras me exigía que le diera más fuerte.

- Si, papi, dame duro, me gusta sentir tu polla dentro. Me haces mojarme. Que rico, sigue papi, sigue, es delicioso. Ummm, me gusta, hazme venir. Siii, que rico, delicioso.

Sigo golpeando mi pubis contra su culo grande y hermoso que me hace sentir un placer exquisito, mientras veo en el espejo su cara de placer y sus pechos balancearse. Llevando una mano a su boca introduzco cuatro dedos dentro de ella obligándola a abrirla y llenándome la mano de babas se corre en un orgasmo que me pareció interminable por el tiempo que le duró.

La abracé por detrás incorporándonos y esperamos a recuperar un poco el resuello. Acto seguido nos desnudamos y nos metimos en el jacuzzi con la pretensión, al menos por mi parte de relajarnos un poco, aunque yo no me había corrido aún.

Nos sentamos dentro del jacuzzi. Leticia entre mis piernas y yo abrazándola sin parar de acariciarla. Tenía unas tetas y un culo del que no podía despegar mis manos. No dejaba de besarle su cuello, hombros y espalda y de vez en cuando le giraba su cabeza y tomábamos posesión de nuestras bocas.

Leticia lleva su mano a mi polla que nota contra su espalda y la acaricia logrando una nueva erección. Sin más se gira y poniéndose frente a mí, se sienta en mis piernas, se inserta mi polla abrazándome como si se fuera a caer al vacío. Nos besamos con deseo y ella empieza a cabalgarme sin parar de jadear. Lo hace de tal forma que llega a asustarme un poco. Hago que se pare pero no me deja, me dice que le dé nalgadas fuertes y no pare de cogerla, cuando era ella en realidad quien mi estaba follando a mí.

Con mis nalgadas y nuestros movimientos logra llegar de nuevo a otro orgasmo, dando saltos sobre mí, sin dejar de jadear y gemir. Yo aguanté el mío porque quería que durara lo más posible, aunque me costó poder hacerlo.

La tumbé en el jacuzzi en la parte que hay menos agua y me lancé entre sus piernas a comerle su panocha. Una panocha con vello corto y negro. Hacía tiempo que no me comía un coño con vello y aunque me gustan más sin el, me agradó mucho. Era un vello suave que no me impidió lamer sus labios como un helado, besando de vez en cuando sus labios y mordiéndolos y estirando suavemente. Con mi dedo pulgar fui acariciando su clítoris y cuando no se me lo esperaba, con mi lengua empecé a acariciarlo, absorberlo y mordiéndolo con mis dientes estirar de el, mientras introducía mis dedos en su coño buscando y rascando su punto G, haciéndola venirse de nuevo.

Esperé que disfrutara de su orgasmo y seguidamente arrodillándome entre sus piernas, las llevé a mis hombros y se la metí de golpe. Necesitaba correrme y es lo que hice, dándole duro y pellizcando sus pezones, logrando en escasos minutos que nos corriéramos juntos los dos. Yo por primera vez.

Nos relajamos y pasamos a la ducha donde nos enjabonamos, aclaramos y después pasamos a la cama a tumbarnos y descansar un poco.

Pedimos de comer una ensalada, unos filetes de solomillo regados con un vino de Rioja que degustamos en la terraza privada. No pedimos postre porque Leticia me dijo que quería leche directa de mi polla.

Todo el rato permanecimos desnudos y nuestras manos siempre se nos iban a acariciarnos. Volvimos de nuevo a la cama y tumbándonos abrazados, ella dándome la espalda, con su culo en mi vientre. Así nos quedamos dormidos aproximadamente una hora.

Me despierto sintiendo como me acaricia y me lame la polla hasta que logrando ponerla dura, se la introduce entera en la boca. Ummm, como se la metía. Notaba su campanilla acariciando mi glande. Que gusto.

- Si nena si, sigue, le decía mientras con mis manos acariciaba su cuerpo. Notaba tanta excitación que le pedí que parara porque no iba a durar mucho.

- No papi, quiero el postre que no tomé antes, quiero tu leche en mi boca.

Mientras me la mamaba, me mojé un dedo y acariciando su ano, se lo fui introduciendo poco a poco.

- Ayyy papi, que gusto, sigue, sigue, dame más.

Volvió a seguir con su mamada hasta que finalmente me hizo descargar en su boca. Se lo tragó todo, sin dejar ni gota y luego me limpió toda la polla dejándome solo empapada de saliva.

- Papi, nunca me han dado por detrás. Me ha gustado mucho sentir tu dedo dentro del culito y casi he llegado a venirme de nuevo. Quiero que me hagas el culito, pero suave, papi, quiero que me lo estrenes. Hazme tuya de nuevo.

Fui al cuarto de baño, cogí un botecito de gel de baño y volví a la habitación. Ponte boca abajo, le dije. Le estiré bien las piernas y le abrí las nalgas, no sin antes acariciarlas y morderlas, porque ese culo me volvía loco de excitación. Empecé a lamerle su agujerito mientras de vez en cuando se lo acariciaba con mis dedos en forma circular. Noté como se tensaba y se le escapaban los gemidos, al principio, luego ya no los reprimió y me pedía que siguiera. Al principio solo lo hice con saliva, hasta que le eché un chorrito de gel de baño en el culo y empecé a extenderlo e introducírselo en el ano. Mientras lo hacía, con la otra mano, le acariciaba su clítoris y su panocha haciendo que moviera su culo en un baile sin fin.

Poco a poco su esfínter se iba abriendo cada vez más, logrando meter hasta tres dedos que giraba de un lado a otro, relajando sus paredes que ya se notaban predispuestas a aceptar algo más.

- ¿Estás preparada Leticia?, le pregunte.

- Si papi, sí, quiero que me rompas el orto, dame por el culito amor, méteme tu polla, hazlo ya que este calor me quema.

- Ponte a cuatro, de perrito, le dije.

Así lo hizo y volví a meter mis dedos, con más gel, dentro de su culo. Era increíble, porque solo con los dedos no dejaba de jadear, dejando entrever que lo que se avecinaba iba a ser apoteósico.

- Papi, méteme la verga ya, no puedo más. Dame verga, dámela.

Me unté un poco de gel en mi polla y, apuntando a su esfínter, empuje metiendo poco a poco la punta. Paré para que se adaptara y empujé algo más. Volví a parar buscando que se adaptara, pero de golpe Leticia empujó su culo contra mi polla y se la metió toda. Pegó un grito que me asustó. Me retiré un poco pero agarrando mis nalgas con sus manos, me lo impidió y empezó a moverse ella misma sin parar y con una gran velocidad. Sentí como las paredes de su esfínter apretaban mi polla dándolo un rico calor.

En esa posición mientras la follaba el culo, ella se acariciaba su clítoris y yo mordía su espalda y no dejaba descanso a sus tetas, de las que estaba agarrado para bombearla mejor.

- Papi, papi, ¿qué me haces? Que rico mi amor, que rico me follas. Sigue, dame más duro y dame en las nalgas fuerte. Fóllate este culo. Me gustaaa. Me voy a venir papi, no aguanto más. Quiero que te vengas dentro de mi culo, quiero tu leche dentro y verla correr luego por mis piernas.

- Aguanta le dije, me falta un poco.

- No sé si podré me gusta mucho, mucho. Ayyy que rico.

- Córrete ya si quieres, luego iré yo.

De repente empieza a correrse y yo sigo bombeándola, sin que Leticia deje de gritar de gusto. Mi sorpresa es mayúscula cuando de repente grita que se corre otra vez.

- Papi, otra vez, otra vez, me vengo, me vengooo.

- Sigue corriéndote que me voy a ir yo también.

Sigo follando ese impresionante culo, sin que dejara de gemir y cuando le digo que me voy a correr yo, vuelve a gritar de nuevo:

- Papi, otro, otro, ayyy que rico, me vengo de nuevo. Me vengooo. Que ricooo mi amor

Ya no aguanto más y descargo toda mi leche dentro de su culo soltando latigazos de semen como no había hecho nunca. No recuerdo haberme corrido tan abundantemente y eso que era la tercera vez.

Nos volvimos a quedar abrazados en la cama y me confesó que nunca había disfrutado tanto y que había descubierto un nuevo placer del que tenía ganas de probar.

- Papi, me has roto el culo, pero ha sido rico y ya tengo ganas de que me lo vuelvas a romper.

- Yo tampoco me había corrido tan abundantemente como esta última vez. No soy joven y correrme tres veces ya es un éxito. Tú lo has conseguido. Tienes un culo matador.

- Sabes papi, mi deseo era que un hombre maduro me lo hiciera. No quería que fuera con ningún joven ni con mi marido. Me alegro que haya sido contigo. Has cumplido mi deseo.

Cuando nos dimos cuenta ya eran las ocho de la tarde. Habíamos estado ocho horas a solas.

- Papi, me gustaría que me hicieras tuya de nuevo antes de irme a México.

- Claro que sí. Estaré encantado. Si no me lo hubieras dicho tú, yo te lo habría propuesto. Quiero hacerte aún muchas más cosas ricas y alguna que otra cosita guarra.

Espero que os haya gustado y si queréis dejarme algún mensaje ya sabéis mi dirección: [email protected].

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