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Fue la perra en una orgía gay (Parte 1)

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Esta es una historia de esas que podemos considerar raras, ya que se sale fuera de lo que son las prácticas sexuales habituales.

Sucedió unos meses antes de quedarme embarazada, cuando aún acudía a la universidad y era puta para pagarme los estudios. Una noche de fin de semana, en lugar de mis ya tradicionales citas con caballeros mayores que me pagaban con mucha generosidad, me ofrecieron una buena cantidad de dinero que no pude rechazar por acudir como asistente a una fiesta a modo de orgía para hombres gays.

El relato en sí no tiene como foco principal el sexo gay, sino todas las guarrerías que aquellos hombres, probablemente de los más perversos que he conocido, me obligaron a hacer.

Como os podéis imaginar, en una fiesta gay una mujer es lo último que importa, ya que no es el foco de atención de ninguno de los presentes, los cuales lo único en lo que piensan es en llevarse una polla a la boca o ser penetrados por una del tamaño de un caballo. Ello hacía que las mujeres allí presentes, contratadas como asistentas, y cuyo mandato era el de cumplir con las órdenes hombres de la fiesta, fuésemos vistas como simples perras callejeras.

La fiesta era en un local no muy grande, donde habría un total de 30 invitados. Además, éramos 4 mujeres, las cuales para ser fácilmente reconocidas llevábamos la misma ropa (Un traje de sirvienta), y una peluca rosa. Al fondo había unas habitaciones, cada una de las cuales tenía un baño individual, y a las cuales las parejas podían acudir a mantener relaciones.

Mientras la fiesta se desarrollaba, nosotras estaríamos esperando en la sala de baile hasta que algún hombre nos solicitase realizar algún servicio. Para ello llevábamos una correa al cuello con una cadena atada, y portábamos un maletín con toda clase de juguetes sexuales.

La fiesta comenzó, y pasó mucho rato hasta que un hombre tirando fuertemente de la corre me tiró al suelo.

-Vamos perra, a la habitación -Tirando de mí, el hombre acompañado de su pareja me condujo hasta la habitación. Eres dos hombres de aproximadamente la misma edad, unos 40 años. Uno de ellos era algo más alto, fuerte, y calvo, y llevaba puesto unos pantalones vaqueros y una camiseta banca ajustada. El otro, algo más bajo y un poco menos musculoso, llevaba gafas, pelo corto y algo de barba.

Nada más llegar, el fuerte de los dos, cogiendo de mi cadena, me condujo hasta el baño. Allí, frente al retrete, saco su enorme miembro delante de mí.

-Perra cógelo y apunta.

Obedeciendo, sostuve su miembro, el cual era de un gran tamaño y pesaba mucho, mientras el orinaba. Antes de terminar, quitó mi mano bruscamente, y moviéndose apuntó a mis pechos terminando de orinar ahí, tras lo cual restregó su pene en mi cara.

-Ven conmigo, que vas a ver cómo me follo a esa putita que me espera fuera.

Al llegar, el hombre que me acompañó me dejo en el suelo, y abrazando a su compañero comenzaron a besarse. A los pocos instantes, el débil de ellos (A partir de ahora digámosle el sumiso), se puso de rodillas, y agarrando el pene ya erecto de su compañero, empezó a mamársela como si fuera lo último que haría en su vida.

-Eso es puta mama antes de que te folle -Dijo el mayor mirando su cara sonriendo.

Mientras chupaba, el sumiso interrumpió por un momento la felación y le dijo con una especia de gemido:

-¿Me vas a follar el coñito?

-Claro que si pedazo de guarra, como a una perra en celo.

Tras esto, y aparentemente sin ningún esfuerzo, el hombre fuerte tiró al otro sobre la cama, y acto seguido desabrochó su pantalón para quitárselo por completo. El hombre sumiso llevaba lencería de mujer, un pequeño tanga de color. Además, por fuera del tanga asomaba un pequeño cordón de hilo, por lo que me di cuenta de que en su ano llevaba puesto un tampón de mujer para la regla.

-Ponte a cuatro patas puta, y tú perra ven aquí.

El sumiso obedeció quedando a cuatro patas. Yo obedecí y acudí hasta la cama. Miré hacia arriba y vi el culo del hombre en posición de cuatro patas, contrastando enormemente la gran cantidad de pelo negro que tenía y el tanga rosa que llevaba.

-Perras, vas a hacer una cosa mientras me preparo, lámele el coño a mi puta.

Obedeciendo, y sintiendo algo de asco y repulsión por lo que me habían ordenado hacer, aparté el tanga rosa de aquel hombre, y metiendo ligeramente la cara entre sus glúteos (Percibiendo el olor que deprendía su ano, mezclado con el olor a pene), comencé a lamerle la entrada de su culo, tras lo cual este comenzó a gemir. En el momento en el que comencé a chupar su ano, comenzó a gemir, no sé si por placer o para excitar al otro hombre. Simultáneamente, sentí como su pequeño pene (Era insignificante al lado del otro hombre) se ponía erecto.

Tras unos minutos, el hombre mayor se acercó, apartó mi cara de su culo y, tras untarle un poco de lubricante, empezó a hundir su pene dentro de su culo, a lo cual el sumiso contestó con un fuerte quejido.

Comenzó a embestirle, agarrando por detrás sus glúteos y dando fuertes y secos golpes. En aquel momento me imaginé lo mucho que debería estar doliéndole la follada de aquella polla tan grande (Aunque también me excité al pensar lo mucho que me gustaría ser yo).

Nuevamente, recibí otra orden:

-Chúpale a mi puta la mierda de clítoris que tiene- Me ordenó el hombre mayor.

Obedeciendo, me subí a la cama, y tumbándome boca arriba, me introduje debajo del hombre que se encontraba a cuatro patas, quedando su polla sobre mí. Esta se encontraba completamente flácida. Supongo que el ser penetrado analmente hacía que el hombre perdiese toda su masculinidad y no pudiese tener erecciones.

Así pues, me metí en le boca todo su pene flácido, teniendo que sujetarlo para mamar mejor, para lo cual me bastaba con usar dos dedos a modo de pinza. Por más que mamaba el pene del hombre no se endurecía, y este continuaba gimiendo a voces.

Al cabo de un rato, el hombre que estaba penetrando y jadeando terminó de correrse, para lo cual sacó su pene del interior de su compañero y vertió todo su semen en el orifico anal de este. El semen comenzó a fluir hacia abajo, recorriendo primero sus testículos y terminando por llegar a su pene.

Como podéis imaginas, la última orden de estos hombres fue que le lamiese u limpiara el semen, lo cual tuve que hacer y tragármelo.

La noche fue mucho más larga, pero para no alargar en exceso este relato, dejaré el resto para otra ocasión en la que contaré como termino la noche para mi. Si alguien tuviese demasiado interés y no puede esperar, no tengo problema en contárselo por mail en la dirección [email protected].

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