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En manos de tía Julia

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-Qué linda nena sos… -solía decirme y yo me ofuscaba:

-¡No soy ninguna nena!...

-Ay, Jorgito, mirate… -insistía ella… -Tenés la carita de una nena, el culito de una nena, la cinturita de una nena, las piernas de una nena ¿y decís que no sos una nena?...

De pronto las cosas se desencadenaron dramáticamente cuando papá y mamá murieron en un accidente en la ruta cuando iban a Mar del Plata de vacaciones…

En el entierro, ante muy pocas personas compañeras de trabajo de papá, porque no tenemos familia, salvo ella, me cayó encima sin perder tiempo…

Me agarró de un brazo y me dijo mientras íbamos hacia la salida del cementerio:

-Bueno,Jorgito, te venís a casa a vivir conmigo…

-Ay, tía, no sé…

-No importa lo que sepas o no sepas, querido… Entendé esto, Jorgito, sos un chico de dieciocho añitos, estás por terminar la escuela secundaria, no trabajás, ¿cómo creés que vas a mantenerte?...

-Y, no sé, tía, voy a buscar un trabajo…

-¡No seas ridículo! No se hable más, nene, te venís a casa y punto, ¿entendido?

Su tono severo me intimidó y no tuve fuerzas para resistirme… Sentí que las cosas se me facilitarían, aunque de pronto recordé sus toqueteos y que decía que yo era una nena y entonces me dio miedo, pero no tenía vuelta atrás…

Desde el cementerio fuimos a casa, puse mi ropa en una valija y tía Julia llamó por teléfono al dueño, don Ernesto, le contó lo ocurrido y quedaron en que ella se ocuparía de dejar la casa libre en una semana…

Cuando llegamos a casa de tía Julia me encontré con que había un señor mayor, de unos sesenta años, y eso me inquietó todavía más…

-Bueno, Aldo, acá tenemos al nene… -anunció tía Julia y el tal Aldo se nos acercó mientras me miraba de arriba abajo…

-¿Qué te parece? –le preguntó tía Julia…

-Mmmhhhh, es más lindo de lo que me imaginé…

-¿Viste?... ¿No es casi una nena?...

-¡Ay, tía! ¿¡qué… qué pasa?!...

-Tranquilo, Jorgito, no hagas un escándalo…

-¡No, tía Julia! ¡No quiero!... –exclamé al imaginar lo que me esperaba…

Fue entonces que tía Julia me sujetó los brazos en la espalda y el hombre fue acercando su carota…

-Dame un besito, linda…

-¡Déjenme! ¡Por favor, déjenme!... supliqué desesperado…

-Oíme, Julia, supongo que nadie sabe que lo tenemos acá, ¿cierto?...

-Tranquilo, Aldo…

-Bueno, Jorgito, ¿te vas a portar bien o tenemos que amansarte?... me amenazó Aldo…

-No quiero que me hagan nada… -murmuré al borde del llanto mientras el sátiro refregaba su verga ya dura contra mis muslos…

-Ay, Jorgito, ¿creés que nos importa lo que quieras o no?... –se burló tía Julia… -Oíme, tontito, nadie sabe que te tenemos acá… Así que o sos buenito o lo vas pasar muy mal, ¿soy claro?... –agregó Aldo…

-Bueno, bsta de charla, nene, ¿te desnudás o querés que te desnudemos nosotros?... –dijo tía Julia y me puse a llorar, incapaz de aguantar tanta dolorosa tensión…

-¡Ay, llora la mariquita!... se burló Aldo mientras tía Julia, después de darme dos fuertes cachetadas, empezaba a desvestirme… Cuando estuve desnudo Aldo y tía Julia me llenaron de elogios obscenos mientras me toqueteaban todo…

-Qué lindos pezoncitos… -dijo Aldo retorciéndomelos hasta hacerme gemir de dolor…

Tía Julia se ocupaba de sobarme las nalgas y de meterme varias veces un dedo en el culo después de empaparlo con saliva…

Yo no dejaba de rogarles que me dejaran, que no me hicieran nada, pero esas súplicas, lejos de conmoverlos parecían excitarlos más…

De pronto tía Julia dijo: -Bueno, Aldo, dale pija de una buena vez…

-Claro que sí, ponelo en cuatro patas…

Tía Julia me agarró como si yo fuera un paquete y con violencia me puso en la posición que Aldo quería…

-No, por favor no, tía, soy un chico…

-Un chico muy lindo sos, Jorgito… Y a Aldo le encantan los chicos lindos… ¿Cierto, Aldo?...

-Claro que sí… -contestó él mientras terminaba de bajarse los pantalones y el calzoncillo y, para mi horror, dejaba ver su pene ya bien duro y erecto…

Me estremecí de miedo pensando en que esa cosa enorme iba a entrarme en un agujerito tan pequeño… ¡Y me entró!... El hombre mojó abundantemente la verga con su propia saliva, se arrodilló entre mis piernas y después de algunas intentonas fallidas me la metió… ¡Ay, qué dolor sentí!... Tanto que grité y grité mientras esa cosa dura entraba por completo en mi pobre culito… Y me di cuenta de que me la había metido toda porque sentí los huevos contra mis nalgas…

Entonces ocurrió algo que yo no esperaba… Ya no me dolía mientras la pija iba y venía por dentro de mi culo… ¡Al contrario!... Sentí, alarmado, que ese ir y venir empezaba a gustarme… Y me gustaban las manos de tía Julia aferrándome por las caderas… ¡Me gustaba la situación de sometimiento en la que me tenían!...

Aldo jadeaba y tía Julia lo alentaba:

-Bien, Aldo, así… ¡Muy bien!...

Yo gemía de placer y tía Julia se dio cuenta de que aquello me gustaba:

-Ay, ay, ay, mi nene… Te gusta, ¿eh?... Claro que te gusta porque sos un nene putito… Siempre supe lo que sos, Jorgito...

-Ay, tía… -intenté protestar, pero no tuve fuerzas para negarlo…

Aldo jadeaba cada vez más fuerte hasta que de pronto se corrió y me llenó el culito de semen… Enseguida se deslizó lentamente y quedó de espaldas en el piso, siempre jadeando…

-Dentro de un rato se la vas a chupar y vas a tragar toda la lechita, ¿sabés, Jorgito?...

Traté de imaginarme cómo sería eso, pero pensé que mejor sería probarlo y dije, ya totalmente entregado al deseo de ellos:

-Sí, tía Julia…

(continuará)

(8,50)