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Gusano 05 - El examen

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El tener que lamerle los pies a Jordan se me convirtió en una tarea casi diaria, que yo disfrutaba cada vez más y que al chico parecía causarle también un intenso gozo.

Claro que no todo era placer para mí, pues bastaba con que alguno de los otros chicos dijera que estaba tenso para que Jordan me enviara a lamerles los pies.

Con Philip no tenía problema en hacerlo, pues no solo era que sus pies eran muy lindos y suaves, sino que además le estaba agradecido por haber sido él el que me había hecho mostrarle a Jordan como podía usar mi lengua no sólo para lamerle sus zapatillas.

Pero con Andy y con Wil las cosas eran diferentes.  En el caso de Andy estaba el asco que me provocaban sus pies siempre sucios y descuidados.  Con Wil, aunque sus pies eran suaves y los mantenía limpios, me costaba mucho lamérselos, pues le había tomada al chico una aversión muy parecida al odio y el tener que verme en la obligación de repasarle mi lengua por sus plantas me hacía sentir demasiado humillado.

Pero no tenía opción, pues era hacer lo que Jordan me ordenaba o verme en la situación de ser apaleado por él para de todas formas tener que obedecerle gimiendo de dolor.  A esas alturas ya había encajado muy bien el hecho de que el chico rubio era mi Amo y yo no tenía más derecho que hacer sin chistar lo que él me mandaba y hasta recibir sus castigos con total mansedumbre, como había sido desde el principio.

Así nos estuvimos por algunas semanas, hasta que un día no volvimos a ver a Jordan.  Ninguno de nosotros sabía qué había pasado con él y cuando tratamos de averiguar en su casa, nos la encontramos cerrada sin que nadie pudiera decirnos nada.

Las cosas volvían casi a la normalidad sin la presencia de Jordan.  No obstante se habían suscitado algunos cambios, entre los que estaba el hecho de que Jeff ya no se metía con nosotros y el imbécil de Cuter – que era como la sombre de Jeff – parecía tenernos tanto temor que al vernos se iba casi corriendo.

Por mi parte, sentía un gran vacío sin la presencia de Jordan.  Me hacía mucha falta ese chico y el poder y la autoridad que ejercía sobre mí, sin mencionar que a cada instante extrañaba las veces que me hacía lamerle los pies y hasta me hacían falta sus insultos y sus golpes.

Con la desaparición de Jordan quedé como perro sin Dueño.  Andaba con tal desasosiego que hasta mamá se preocupó y me llevó a una revisión médica.  Para completar mi mal ánimo, Wil pareció querer tomar el lugar de Jordan y eso no me hizo ni la menor gracia, pues no iba a plegarme a ser el pelele de aquel chico al que tanto odiaba.

Pero sin resignarme a desprenderme del grupo empecé a tratar de recuperar mi antiguo lugar de liderazgo, sin que me valieran los esfuerzos ni las razones para convencer a los chicos, que parecían querer siempre ir a su bola y se mostraban más dispuestos a seguir a Wil que a hacerme caso a mí.

Una tarde, reunidos en el refugio, Wil y Andy se pusieron a hablar de pajas, que para entonces era algo novedosísimo para los chicos y que para mí era ya un tema de todos los días desde hacía al menos dos años.

Creí encontrar en ello una oportunidad de burlarme un poco de ellos y de impresionarlos con mi experiencia.  Así que con un tono de sabihondo les dije que ellos eran apenas unos críos, que ni pelos les habrían salido como para estar hablando de cosas de mayores.

―Serás idiota, gusano mariconazo… – me gritó Wil –…a poco que tú si tienes pelos…

―Pues para que veas que sí, idiota… – le respondí a los gritos –…ya me han salido pelos hasta en el culo…

―¡A ver, muéstranos! – me requirió Wil.

―Anda y dile a tu mamá que te muestre los de ella… – le grité.

Y tuve que salir huyendo de allí porque el chico se enfureció y se me lanzó encima con la evidente intención de apalearme.  De todas formas me quedé muy satisfecho al considerar que había humillado a ese pesado, sin imaginar que el haberme ido de la lengua sobre el desarrollo de mi anatomía iba a causarme a mí mismo una gran humillación.

A los pocos días de aquello volvió Jordan y su regreso me llenó de mucha alegría.  Lo recibí con más sumisión y servilismo que antes, volví enseguida a mi oficio de limpiarle sus zapatillas con mi lengua, a lamerle sus hermosos pies y, en fin, a ser su esclavo, su pelele, su juguete, su asiento, su mandadero, su criado, su mascota y su costal de boxeo.

La tarde que regresó al refugio me tuvo un buen rato lamiéndole y chupándole sus pies, mientras les contaba a los chicos que había tenido que viajar con toda su familia al sepelio de una vieja tía y que como su viaje había sido tan inesperado y urgente no tuvo tiempo de avisar.

Yo le lamía, le chupeteaba y le besuqueaba sus pies con todo deleite mientras él hablaba con Wil, con Andy y con Philip y les preguntaba cómo habían ido las cosas esos días sin su presencia.  Y como Jordan nunca me dejaba intervenir en sus conversaciones, pues no tenía que preocuparme de darle ningún informe y más bien estaba muy concentrado en mi tarea de atenderle sus bonitos y olorosos pies.

Así me estuve un buen rato hasta que me ordenó que dejara de chuparle, refregó sus pies sobre mis pelos y mi camisa para limpiarse mi saliva y me mandó que lo calzara.  Le obedecí y pretendí enseguida dedicarme a lamerle sus zapatillas, pero para mi desgracia, el pesado de Wil le dijo que estaba muy tenso porque yo no había querido masajearles los pies en todos esos días.

¡Cabrón hijoputa ese Wil!  ¡Cómo lo odiaba yo con toda mi alma!  Pero cuando Jordan me pateó para castigarme mi descuido para con los pies de los chicos y me ordenó ir a chupárselos a aquel pesado, no tuve más remedio que obedecerle con la misma mansedumbre de siempre.

Me arrastré por el suelo hasta donde estaba sentado Wil y mientras lo descalzaba oí que Jordan y los chicos seguían hablando de sus cosas.  Tratando de superar mi odio y mi humillación, me dediqué a chuparle los pies lo mejor que pude a aquel pesado.

Iba lambisqueándole por las plantas y por el empeine y entre los dedos, tratando de evitarme que el cabrón fuera a quejarse con Jordan de que yo no hacía bien mi trabajo y aquello me costara una paliza.  Hasta que en un momento dado el muy hijoputa me obligó a abrir la boca y me metió su pie izquierdo hasta las amígdalas, al tiempo que me ordenaba.

―¡Chupa, gusano!

Los ojos se me llenaron de lágrimas y me sentí atorado con los dedos del pie de Wil en mi garganta.  Pero no tuve más opción que seguir lamiéndole y chupándole como él me había ordenado.  Y entonces fue cuando vino de nuevo el tema de las pajas y el muy cabrón le contó a Jordan el desplante que yo les había hecho.

Hablaron por algunos minutos del tema, planteando hipótesis sobre mi anatomía, sin que creyeran realmente que yo estuviese más desarrollado que ninguno de ellos.  Entre tanto yo seguía chupándole los pies a Wil y esta vez lo hacía con verdadero empeño, pues me imaginaba para dónde iba la cosa.

Pero no pude evitarme lo que estaba temiendo, pues interesado de verdad en el tema, Jordan me ordenó que dejara los pies de Wil y fuera a ponerme de rodillas ante él.  Y sin ningún preámbulo, me obsequió un buen par de bofetones para castigarme por haber sido tan grosero con los chicos y enseguida me ordenó:

―¡Ahora te vas quitar la ropa y te vas a quedar en cueros, gusano maleducado!

Ni siquiera tuve el valor de implorarle algo de clemencia a Jordan.  Él y los otros chicos se mostraban expectantes así que con torpeza y temblando de vergüenza, me fui quitando la camisa, luego desabroché mi cinturón y antes de empezar a bajarme los pantalones me saqué mis zapatillas y mis calcetines.

Enseguida me puse en pie y traté de sacarme los pantalones, pero estaba tan azorado que me enredé y caí al suelo empezando a gimotear y encogiéndome sobre mí mismo, tratando de evitarme la vergüenza que me suponía quedarme en pelotas en frente de Jordan y de los chicos.

Pero no obtuve ninguna tregua a pesar de mi evidente malestar, pues Jordan me estampó una patada por el culo y a los gritos me ordenó que acabara de ponerme en cueros de una puta vez o iba él mismo a arrancarme los pantalones.

Tirado en el suelo como estaba, acabé de sacarme los pantalones y con los ojos más que lacrimosos me fui bajando los calzoncillos con toda parsimonia, para terminar sacándomelos y de inmediato cubrirme mis vergüenzas con las dos manos.  Me quedé allí, encogido en el suelo, en posición fetal intentando disimular mis sollozos y tratando de cubrirme al menos un poco.

Viéndome tan abatido y lloroso, Jordan y los chicos se soltaron en carcajadas, lo cual me permitió mantenerme unos instantes al amparo de sus escrutadoras miradas.  Pero una vez se recuperaron de su risa, el propio Jordan me propinó una patada por el culo y me ordenó tenderme en el suelo boca arriba.

Sin más remedio que obedecerle, me giré un poco sobre mismo y aun tapándome el vientre con las manos, quedé como Jordan había indicado, con los ojos cerrados para evitarme al menos la humillación de verlo a él y a los chicos a la cara.

Sentí como los otros tres se ponían junto a Jordan rodeando mi cuerpo y quise que la tierra me tragara.  Pero nunca tendría ese consuelo.  En cambio de ello, los chicos empezaron a quejarse de que tapándome mi entrepierna con mis manos no podían ver nada y entonces mi Dueño me estampó una nueva patada por los muslos y me ordenó que levantara mis manos.

Quedé de esa manera al descubierto y entonces los chicos pudieron observar la incipiente matita de pelos que coronaba mi vientre y se dedicaron por algunos instantes a hacer comentarios sobre ello con cierto tono de asombro.

Sería por la humillación que mi polla se había encogido más de lo habitual y al notarlo, los chicos se reían mientras comentaban entre ellos el ridículo tamaño de mis vergüenzas y lo comparaban con el evidente crecimiento de mis huevos, que ya descolgados debían parecerles desproporcionados en relación con mi menguada verga.

En esas sentí que Jordan metía uno de sus pies entre mis piernas al tiempo que me ordenaba abrirlas.  Y obedeciéndole de inmediato, tuve que abrir mis ojos para comprobar cómo se dedicaba a sopesar el tamaño de mis pelotas con la punta de su zapatilla.  Me aterré imaginando que quisiera patearme los huevos y dejé escapar un sollozo que hizo las delicias de los chicos que volvían a torcerse de risa.

Pero en cambio de patearme las pelotas, Jordan deslizó su pie hacia mi entrepierna y se dedicó a pisotearme la polla, refregándome con fuerza la suela de su zapatilla y causándome un fuerte ardor en mi glande descapullado y expuesto.

Sin poder contenerme, me solté a llorar con todo descaro mientras Jordan y los chicos se torcían de risa y cada cual pisoteaba alguna parte de mi cuerpo.  Andy me puso uno de sus pies en la boca obligándome a chuparle los dedos, Wil asentó uno de sus pies descalzos sobre mi pecho tratando de rascarme las tetillas con sus uñas y Philip intentaba ponerse de pie sobre mi barriga, al tiempo que Jordan seguía refregándome la suela de su calzado sobre el vientre y de tanto en tanto sopesaba mis pelotas con la puntera de sus zapatillas.

En esas oí que Andy le contaba a Jordan cómo era que yo el otro día les había dicho que ya me habían salido pelos hasta en el culo y decididos a hacer que aquel examen fuese lo más completo posible, mi Dueño me ordenó que les mostrara mi raja para ver si lo que le había dicho a los chicos era verdad.

No me lo podía creer que llegaran a tanto, pero ante la amenaza de Jordan de pisotearme los huevos hasta hacérmelos explotar si no le obedecía rápido, temblando de miedo y llorando de humillación, me di la vuelta sobre mí mismo y me puse en cuatro patas abriendo mis piernas lo más que podía, de tal manera que los chicos pudieran observar mi culo a placer.

Los oí reírse a carcajadas y comentar algo que no entendí muy bien.  Y no supe lo que estaban tramando hasta que sentí un dolor demasiado agudo, que inició en mi ano y se me extendió por todo mi cuerpo hasta sacudirme la cabeza y acabar de llenarme los ojos de lágrimas.

Intenté suplicarle a Jordan que no fueran a torturarme, pero ninguno pareció oír mis súplicas y en cambio de ello se dedicaron a comentar entre carcajadas como era que el perverso de Philip había metido sus finos dedos entre mi raja para agarrar algunos de los pelillos que coronaban mi esfínter y halar hasta arrancármelos.

Y como lo acusaban de guarro por haber llevado su mano a mi culo, el chiquillo se desquitó metiéndome los dedos en la boca y obligándome a chupárselos, mientras yo seguía hipando en medio del llanto y rogando en silencio que aquello terminara de una vez.

Sin embargo, aquellos cabrones parecían no tener asomo de clemencia y optaron por continuar con aquel examen tan humillante de una manera que me puso aún peor de lo que ya estaba.

―¡Que el gusano diga cómo es hacerse una paja! – propuso Andy entre risas.

―¡No! – le respondió Wil – ¡Mejor que nos haga una demostración!

Yo estaba lo suficientemente acojonado y lleno de vergüenza como para pensar siquiera en machacármela enfrente de los chicos.  Pero la propuesta del hijoputa de Wil había sido aclamada por tales carcajadas de parte de los otros que tuve por seguro que no iba a poder salvarme de aquella nueva humillación.

Y en efecto, al ver mi poca disposición para aquello, Jordan se encargó de recordarme cuál era mi puesto en el grupo y endilgándome una patada violenta por los muslos, me ordenó que me pusiera de rodillas y empezara a demostrarles cómo era correrse una paja en condiciones.

Adopté la posición que me había indicado el chico y sin tener más opción agarré mi polla y empecé a sobármela despacio, pero sin el menor resultado, pues mi abatimiento y mi humillación eran tales, que no lograba ni una mínima erección.

Me solté a llorar con descaro sin atreverme a dejar de sobarme la polla y ello causó que Philip y Andy se torcieran de risa insultándome con lindezas como “mariconazo”, “nenaza”, “llorón”, “putilla”….

Jordan por su parte parecía observar con interés los manejos que yo hacía de mi polla y tan solo sonreía con los comentarios de los otros chicos.  En cambio Wil, que parecía impacientarse por mi llanto, se encabronó y levantando su mano me obsequió un bofetón que me hizo voltear el rostro y soltar un sollozo que hizo las delicias de todos.

―¡No que eras muy mayor, gusano hijoputa! – me enrostró Wil.

Y viendo cómo yo no respondía más que agachando la cabeza, me abofeteó de nuevo instándome para que hiciera mi trabajo con más entusiasmo.  Pero al ver que mi polla no daba señales de vida y que yo no paraba de llorar, le propuso a Jordan que dejáramos las cosas así.

―De todas formas este gusano mariconazo no sirve ni para correrse una paja – comentó Wil –.  Mejor sería que lo dejemos aseando el refugio y nosotros nos vamos al parque.

Jordan acogió de buen grado la propuesta de aquel hijoputa de Wil y aunque los bofetones que me obsequió avivaron mi odio hacia él, no tuve más remedio que agradecerle interiormente que me salvara de aquella humillación que me estaba consumiendo el alma.

Aquel fracaso mío en mostrarles a los chicos lo que era correrse una paja, pareció quitarles el interés al menos por algunos pocos meses.  Aunque no me salvé de que a cada rato alguno de ellos tuviera la idea de hacerme ir en pelotas, solo para poder reírse de mí a sus anchas o para obsequiarme algún castigo que les pareciera divertido.

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