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Conociendo a mi tía más íntimamente

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Cuando cumplí los 18 años, mis padres y yo fuimos a ver a mi tía, a la que hacía años que no veíamos. Esta, acababa de divorciarse y ya en su nuevo piso, quiso darnos una fiesta. Quería celebrar que por fin estaba libre del capullo de su ex-marido, que le había dado una vida de disgustos, y maltrato también. Yo no quería ir y le preguntaba a mi madre, que porque después de tanto tiempo sin verla, ahora le había entrado la prisa por quedar con nosotros.

-Pues porque ha tenido sus problemas en su matrimonio. Ya eres mayor para saberlo, y además es que tu tía también es tu madrina, me dijo mi madre.

-Ya, ¿y por eso le entran las prisas ahora?

-Anda no seas quejica y disfruta. Vamos a pasarlo bien.

Llegamos mis padres y yo a la casa de mi tía. Era un bonito piso en el centro, grande para ella sola, pero no era yo el que pagaba, así que me daba igual. Tras las presentaciones, nos sentamos en el salón, amplio y espacioso, a tomar algo y charlar. Esperábamos a mis primos, que todavía no habían llegado.

-Bueno, me dijo, veo que eres un jovencito muy guapo.

Yo me puse colorado y solo me salió un: gracias.

-Y todavía recuerdo cuando eras un bebé y te di un tiempo de mamar.

Me puse aún más colorado y me hundí en el sofá. Al parecer mi madre estuvo mala después de nacer yo y como mi primo Alfredo nació casi a la vez, mi tía me había dado el pecho. Pero ¿por qué tenía que sacarlo ahora, después de tantos años?

Cuando llegaron mis primos nos presentó mi tía. Eran Alfredo y Mónica. Tenía un vago recuerdo de ellos, ya que aunque teníamos la misma edad, solo nos habíamos visto cuando éramos muy pequeños. Nos pusimos a comer y beber, mientras ellos hablaban de cosas triviales. Yo no tenía confianza con mis primos, pues apenas nos conocíamos y me dediqué a observarles en silencio.

Más tarde mi tía puso música y nos pusimos a bailar. Para entonces mis padres y mi tía estaban un poco pedo. Yo no bebía alcohol y parecía que mis primos tampoco. Bailamos de todo. Rock, pop, hip hop, ritmos latinos. Al final de la noche, mi tía puso música lenta. Mis padres bailaron juntos y mis primos también. Así que no me quedó otra que bailar con mi tía. Ella se agarraba fuerte y yo la cogí de la cadera como me había dicho. Cuando acabó la canción nos separamos. Se acercó de nuevo a la cadena y puso el “You can leave you hat on” de Joe Cocker. Para entonces mis primos y mis padres se habían sentado. Solo quedamos en pie mi tía y yo, y ella bailó sensualmente como Kim Basinger en la película.

Después del baile, estábamos cansados, aunque yo no hubiese bailado esa vez y nos unimos a mis padres y primos en el sofá. Un rato más tarde, mis primos se fueron y nosotros nos quedamos a ayuda a mi tía a recoger todo. Yo estaba dejando unos platos en el fregadero y al girarme, me choqué de frente con mi tía. Toqué su entrepierna con la mía al chocarme.

-Uy perdona tía, me disculpé.

-No pasa nada sobrino.

Me dispuse a irme y ella me dijo:

-Todavía recuerdo cuando de pequeño te lavé el pene y se te puso tieso en mi cara.

-Tía, por dios, no digas eso.

-No pasa nada sobrino. La tenias grande para ser tan pequeño.

Salí de la cocina rojo de vergüenza. Nos despedimos de mi tía y nos fuimos de allí como a las dos de la mañana. Como mis padres estaban bebidos como os dije, decidieron coger un taxi, ya que yo tenía carnet de conducir, pero me lo había dejado en casa. Al día siguiente volvería a recoger el coche. Amaneció un nuevo día y después de ducharme y desayunar, me fui a por el coche a casa de mi tía. Lo habíamos dejado aparcado en su garaje. Llamé al portero y ella me abrió. Me dijo si podía subir a su casa. Al llegar me comentó si podía ayudarla a bajar unas cajas del trastero que seguían allí desde su mudanza. Yo le dije que sí y subimos al último piso. Cada vecino tenía su trastero. Ella abrió la puerta y entramos. Olía a moho. Sacamos cuatro cajas, dos cada uno y bajamos a su piso. Ya en su casa me dijo que tenía que dejarlas en un altillo. Colocó una escalera y se subió a ella. Yo le pasé una caja. Ella llevaba el pantalón corto de ayer. Le pasé las otras y con la última se inclinó para ponerla al fondo del altillo, y entonces puso su culo en pompa. Yo me excité un poco. Para tener 48 años mi tía estaba muy bien. Me pidió que agarrara sus piernas mientras bajaba. Las tenía turgentes, pese a su edad. Cerró la escalera y me dio un beso en la mejilla y las gracias por ayudarla. Me invitó a desayunar, pero le dije que acababa de hacerlo. Le di las gracias y me fui. Volví a casa con el coche y seguí con mi rutina.

Desperté tarde al día siguiente y vi que mis padres ya habían desayunado. Me preparé leche con cacao y cereales y me dispuse a desayunar. Cuando me llevaba la primera cucharada a la boca, sonó el teléfono. Lo cogió mi madre y me pasó el teléfono. Era mi tía, que me pedía que la volviera a ayudar en su casa, ya que tenía que colgar unas cortinas en su dormitorio. Me pagaría diez euros por ayudarla, y yo le dije que sí. Total, aun no trabajaba y aunque mis padres me daban una buena paga, el dinero de mi tía no me vendría mal. Termine los cereales y me vestí para irme.

-¿Te llevas el coche? Me preguntó mi madre.

-No, le dije. Cogeré el autobús.

-Aprovecha para conocer más a tu tía. Dijo mi padre. Es buena gente.

-Eso haré. Contesté.

Cogí el autobús 39. Me senté al lado de la ventanilla. Una chica rubia no me quitaba ojo de encima. Era muy guapa. Cuando me bajé, me sonrió y me guiño un ojo. Quizá la volviese a ver a la vuelta, pensé. Me bajé en la parada que estaba justo al lado de la casa de mi tía. Toqué el portero y tardó un rato en abrirme. Subí y me abrió la puerta. Llevaba puesto un vestido corto de color rojo. Volvió a invitarme a desayunar y le dije que acababa de hacerlo.

-Anda, tomate algo. Me insistió.

Le dije que si para que no pensara que era un desagradecido. Me tomé unas galletas y un poco de leche. Hablamos un poco en la cocina y me fijé en que se le notaban los pezones. No llevaba sujetador. Me excité como ese día. Después de hablar, me llevó a su habitación. Me dijo que tendría que ayudarla a poner una cortina, que solo era eso, pero que me pagaría los diez euros igual. Cogimos la escalera y se subió a ella. Yo sujetaba la cortina y cuando se subió arriba del todo, pude ver las curvas gemelas de sus nalgas. No llevaba bragas. Con el movimiento de ella, su culo se movía en todas direcciones. Tenía un culo hermoso, que había adivinado cuando llevaba el pantalón puesto. Viendo eso, tuve una erección de inmediato. Terminamos y le dije que tenía que ir al baño. Eché el pestillo y me mojé la cara con agua fría. Estaba cachondo y pensé: ¿Me la meneo en casa de mi tía o espero a que se me baje el calentón?

En eso estaba, cuando oí dos golpes en la puerta. Mi tía me preguntaba si estaba bien. Yo le dije que sí, pero en eso la puerta se abrió. Vaya por dios, no debí haber echado bien el pestillo. Ella estaba en el umbral de la puerta y me ayudó a salir del baño. Entonces vio mi erección. Yo estaba colorado porque estaba excitado y además ella se había dado cuenta de porqué estaba así. Pero mi tía no me dijo nada, ni que guarro eres ni nada por el estilo. En lugar de eso, me llevó a su habitación. Me bajó el pantalón y me quitó la camiseta. Mi pene ardía. Cogió y sin que pudiera decir ni mu, me bajó el calzoncillo también. Yo agaché la cabeza todo cortado. Ella me subió la barbilla y me sonrió. Con sus dedos se subió los tirantes del vestido y se lo dejó caer. Se quedó desnuda delante de mí.

-Que, me preguntó. ¿Te gusta tu tía?

Me quedé mirándola fijamente. Sus pechos eran hermosos, no excesivamente grandes, aunque se habían empezado a caer un poco. No tenía tripa y su pubis estaba parcialmente depilado. Estaba muy buena para sus años, como os dije. Como apenas la conocía, no la veía como un familiar, sino como una mujer. Estaba muy excitado.

-¿Has estado alguna vez con una mujer? Me preguntó.

Pensé en Mónica, una novia que había tenido, pero nunca nos habíamos acostado. Solo me salió girar la cabeza negativamente. Con suavidad me tumbó en su cama, mi pene apuntaba a su cara. Se subió en la cama y cogió mi mano derecha y empezó a masturbarse con ella. Echaba la cabeza hacía atrás. Estaba como loca. Entonces paró y agarró mi pene y se lo clavó. Se la metió sin protección. Me dijo que no podía quedarse ya embarazada.

-Ugghhh, gimió.

Comenzó a cabalgarme. Yo empecé a gemir como un loco. Nunca había estado dentro de una mujer y aquello era lo más. Ni pajas, ni nada. Me di cuenta de que no iba a durar nada, así que se lo dije a mi tía.

-No te preocupes sobrino. Córrete dentro de mí.

Dio un par de cabalgadas más y me corrí. No pude aguantar más. Como ella no se había ido aun, continuó follándome como unos diez minutos más, hasta que no pudo más y echando el cuerpo hacia atrás, se corrió con un grito.

-¡Aaaaah, sobrinooo!

Se salió de mí. Yo la miraba con cara de idiota. No podía creerme que perdería la virginidad con mi tía, a la que apenas había visto en mi vida. Pero aquello no había terminado aún. Me levantó de la cama y en pelotas como estábamos, me llevó al baño. Apenas me había fijado antes en el baño. Tenía bidé todavía. Abrió el grifo y pulo su culo en pompa en mi cara. Yo di un respingo. Me estaba volviendo a poner cachondo. Cuando se llenó, me sentó en el y me lavó el pene con el agua y jabón. Ella subía y bajaba por mi pene para dejarlo limpio, pero eso me la puso tiesa otra vez. Al verme empalmado de nuevo, me levantó del bidé y me sentó en la taza del váter. Yo tenía el culo mojado, porque no me había secado. Ahora se lavó ella, y después de hacerlo, todavía mojada como yo, se sentó sobre mí y volvió a metérsela.

-Ahora mojados todo irá mejor, me dijo. ¿Te gustó antes, sobrino?

Que si me gustó, preguntaba, era mi primera vez y había sido increíble.

-Claro que si tía. Anda, fóllame como antes.

Volvimos de nuevo a hacerlo, bueno solo me lo hacía ella. Era mi segunda vez y yo quería disfrutar. Ya tendría tiempo de follármela yo. Estaba como loco mientras mi tía me follaba. Pese a que tenía el culo frío por estar mojado y el roce con la tapa del váter, estaba disfrutando como nunca. Mi tía aceleraba y me empujó contra la cisterna, pero no me importó. Seguíamos con el sube y baja, como acababa de correrme aguantaba un montón, cuando sonó el teléfono.

-Vaya, que oportuno, dijo mi tía con un hilo de voz.

-No te pares tía. Tú sigue.

El teléfono seguía sonando. Ella paró un momento.

-¿Quién será?

-No sé, tía. ¿Lo coges o seguimos follando?

En ese momento dejó de sonar.

-Va, ya volverán a llamar.

Justo empezó a cabalgarme otra vez, cuando volvió a sonar.

-Vaya por dios, que oportuno. Anda espérame aquí.

Se salió de mí y fue a cogerlo.

Volvió con el inalámbrico en la mano.

-Es tu madre, me dijo.

Y me lo pasó.

-Mamá, ¿qué te cuentas? Intenté que no se me notara que estaba jadeante.

-Oye, que se me olvidó decirte que habíamos quedado a comer con los Sánchez y quería saber si te quedaba mucho en casa de tu tía, porque les dije que tú también vendrías.

Era verdad, se me había olvidado. Los Sánchez tenían una hija muy guapa y querían presentármela. Después de dejar a Mónica me había quedado un poco plof y querían que me echase una nueva novia.

-La tía me está enseñando unas fotos de los primos, mentí y se nos ha ido qué hora era. Enseguida termino y voy.

-Vale cariño.

-Chao mamá. Hasta ahora.

Le pasé el teléfono y le dije que ya podíamos seguir. Lo dejó sobre el lavabo y me volvió a follar. Tardamos como diez minutos más en corrernos. Fue fantástico de nuevo. Después de acabar, ya secos y vestidos me dijo:

-Sobrino, voy a necesitar tu ayuda los próximos días. Cosas de la mudanza y eso.

-Claro que si tía. Estoy disponible cuando quieras.

Le di un beso en la boca como despedida y salí de su casa tan contento. Bajé las escaleras de dos en dos. Había perdido la virginidad con mi tía y era feliz.

Volví a encontrarme con la rubia guapa en el autobús 39, pero ya me daba igual. Solo tenía ojos para mi tía.

Ahora a comer con los Sánchez, y mañana con mi tía de nuevo. ¡Un plan genial!

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