Nuevos relatos publicados: 11

Dulce y amarga amistad (10)

  • 25
  • 9.784
  • 9,55 (29 Val.)
  • 0

Historia de dos amigos: Jesús Alejando y Álvaro

Disfruté del día en familia, jugando con mis primitos, atendiendo a mis tíos, a mis padres que se sorprendían de mi entrega a la familia, y tuve tiempo para pensar y depurar la estrategia a seguir esos días, todo se iba acomodando a mis deseos, estudiados y meditados con la frialdad que el odio visceral me permitía.

Al día siguiente pasé por el Edificio Central Operativo de las empresas de mis tíos, ese inmenso y alto edificio de acero y cristal, el lugar donde yo mandaría indirectamente si mis planes salían como estaba previsto. Sabía que no estarían allí, no deseaba encontrarme con ellos y menos con mi tío, dejé los documentos bancarios ya firmados a la amable Paula, sin dejar de pasar la mirada por el retrato de Demian que brillaba con luz propia sobre su mesa, era hermoso e increíble, así como el ser maligno, el demonio que se había convertido para mi.

Sentía que me estaba haciendo mal tanto odio emponzoñando mi corazón, y a veces pensaba que era peor que ellos, y más desde que sentía este nuevo sentimiento de amor que renacía en Alvaro y me limpiaba.

-Tenéis que pasar por la Notaría, llámame cuando te venga bien para concertar la visita a la vez que la de Demian. -Me atendía con la misma amabilidad que la caracterizaba aunque era consciente lo que sufría sabiendo la enemistad que ahora nos animaba.

Cuando terminé la reunión con ella y al despedirme la abracé, lamentando en mi interior el mal que indirectamente iba a causarle sin que tuviera culpa alguna.

Aproveché para pasar por la Uni y entregar la documentación que me solicitaban y pagar los derechos de matrícula, allí encontré varios conocidos y me entretuve charlando hasta la hora de la comida. No quería parecer impaciente y preocupado y esperé a la tarde para llamar a Juan Carlos.

Su voz sonaba diferente, había tomado partido por una opción y ahora sabía que su destino y el éxito de su empresa estaban ligados a que yo saliera triunfante, había resultado un esfuerzo terrible vencerle y controlar su voluntad, para que cometiera esa deslealtad con la empresa que contrataba sus servicios y era su principal cliente, ¿por miedo a las consecuencias?, lo más probable, aunque no tenía que temer si yo llegaba a controlar la situación, tenía que decidirse y arriesgarse.

-¿Te parece bien si quedamos el miércoles?

-De acuerdo, en la cafetería de otras veces a la hora de comer.

A pesar de mi sangre fría me sentía nervioso, quizá asustado, yo no era tan malo, quería a la gente y era incapaz de matar una mosca, ellos me había hecho así, rencoroso y perverso, hasta por eso tenían que pagar, habían conseguido corromper mi alma.

Estaba solo en casa y me puse el bañador para bajar a la piscina, ¡coño de vida!, era un calvario, cada rincón y lugar de mi casa me traían los recuerdos más hermosos para mi desgracia. Cogí una limonada y la llevé a la hamaca donde me tumbe dejando el vaso en el suelo.

¡Cómo había comenzado todo? ¿Qué fue lo que cambió mi amor por odio? La vida ideal con Demian que imaginaba se fue a la mierda en un minuto.

Me dijo que iría a ver a su padre a la oficina a la mañana siguiente, y poder hablar tranquilamente sin que alguien los interrumpiera, que deseaba hacer público y oficial lo nuestro, me puso tan contento y además no tenía duda alguna de que todos se alegrarían, sabían que yo era homosexual, tenían que conocerlo, era obvio, y la relación tan estrecha de amistad que teníamos Demian y yo, el resto era fácil de suponer. Eso pensaba, deseaba que fuera así y que todos se alegraran por nosotros.

En ese momento sentía la mayor admiración posible por Demian, seguro que por mis padres no habría problemas, así se resolvían de una vez las inquietudes de mamá sobre lo que pudiera pasar con las propiedades de la tía, para papá sería el poder progresar en la sociedad y dejar de ser el invitado a los restos de la comida, la tía estaría de acuerdo, unía a los seres que más quería después de su marido, y el problema, al parecer de Demian estaba en el tío su padre.

Yo había olvidado sus toqueteos e insinuaciones, las había convertido en simples bromas de un tío hacia el sobrino consentido, el niño que saltaba sobre sus piernas, aquel al que tanto quiso, al final ese debía ser el resultado olvidando lo demás.

———————————————

Caminaba a la salida del metro con una alegría que me desbordaba, también un poco asustado sin saber el motivo concreto, llegué ante la alta torre de cristal y el corazón me comenzó a latir acelerado, presentía la cercanía de Demian, ya tenía que haber terminado de hablar con su padre y estaría todo resuelto.

Paula estaba enfrascada en su papeles y me detuve un instante a la puerta para observarla detenidamente, no sabía el motivo pero la veía algo familiar con Demian, pensé que por haberle atendido tantos años se les hubiera contagiado algo, imaginaciones locas que me venían a la mente.

Presintió que alguien la observaba y levantó la cabeza. Era una belleza exótica, morena y ahora con el pelo blanco acaracolado más bajo de las orejas, con ese noble mirar detrás de las gafas con un leve marco, donde los cristales parecían suspendidos en el aire. Demian la llamaba tía, o Paula según como le salía.

Me dirigió su más dulce sonrisa.

-Tu tía no está.

-He venido a buscar a Demian, me dijo que estaría aquí, que vendría a hablar con el tío. -No quería seguir mirándole a los ojos, de color caramelo y brillantes detrás de los cristales. Húmedos, y eso me sacudió como un si fuera un mal presagio.

-Siéntate un momento, están hablando y no creo que tarden. -Obedecí y ocupé la silla que me señalaba enfrente de ella, los ojos de los dos se centraron en el retrato que tenía sobre la mesa, Demian con la toga y el birrete nos sonreía feliz, dichoso y alegre.

Primero eran voces lejanas, hablaban más allá del despacho, en la sala alejada donde el tío echaba las cabezadas, donde también le servían la comida junto con la tía cuando no podían abandonar su trabajo por asuntos urgentes. Y se iban aproximando hasta comenzar a entenderse lo que decían.

-Mira papá, yo le quiero y él también me quiere, no hay nada malo en ello.

-¡Cállate! Se va a enterar Paula.

-Que se entere, es lo que menos me importa, ella lo comprende y está de acuerdo. Me iré a vivir con él.

-¿Te vas a convertir en un maricón como tu primo? ¿Es eso lo que quieres? Pues no lo consentiré, me oyes, te retiraré mis aportaciones, despídete de tu asignación y te quedarás sin recursos, no lo podrás mantener ni vivir por tu cuenta.

Se acaloraban y ahora no hablaban, eran gritos y me tapé los oídos asustado, miré a Paula y las lágrimas le resbalaban por las mejillas, me quería morir, deseaba desaparecer de este mundo, no existir, pero Demian continuaba defendiendo nuestro derecho a tener una vida juntos y ser felices.

-No estoy dispuesto a ceder papá, le amo, ¿es que no puedes entenderlo? Creía que tú también le querías, que era tu sobrino preferido y que no te opondrías. -Escuché un hondo lamento que salía del pecho de Demian, estaba llorando y eso me trastornaba, pero no podía moverme de la silla, me sentía agarrotado.

-No llores hijo, no merece la pena, claro que quiero a Jesús, pero no voy a consentir que malogre tu vida, tienes todas las oportunidades a u alcance, mujeres que mueren por que las prestes atención, lo que puedas querer lo tendrás. pero será con una familia y unos hijos que te prolonguen.

Demian sollozaba, seguramente abrazado por su papá y escuchaba las suaves palmadas que le daba en la espalda para calmarle.

-No te pongas así Demian, se un hombre como siempre has sido, se valiente y corta lo que tengas con tu primo, tu eres un hombre no un puto como es él. Sentí que un escalofrío me recorría el cuerpo y como un autómata me pude de pie, avancé hacia la puerta de salida del despacho.

Paula también lo hizo y avanzó rápidamente para ir a cerrar la puerta que no tenía que haber estado abierta.

-Jesús, por favor. -Me di la vuelta para mirarla, Paula extendía los brazos hacía mi con las lágrimas fluyendo de sus ojos, escapé corriendo y salí al pasillo. Estaba ido, trastornado y sin saber lo que hacía.

Volví a tener conciencia de mi existencia sentado en uno de los retretes del personal de la planta, no sabía lo que estaba haciendo allí sentado, y entonces comencé a llorar entrecortado, con hondos gemidos que intentaba callar mordiéndome los nudillos de los dedos.

Un maricón, un puto, eso era según mi querido tío, indigno de compartir la vida con su hijo. lloré y lloré con inmenso desconsuelo sin tener a alguien que me consolara y quisiera, sentía a las personas que usaban los servicio hasta que fue haciéndose el silencio.

Salí del váter a los aseos y me lavé la cara, la imagen del espejo me mostraba con el rostro descompuesto y rojo, mi nariz eran un manantial de mocos y los ojos eran como los de un hombre vampiro inyectados en sangre.

Conseguí deslizarme a lo largo del pasillo, el personal de la limpieza me miraba caminar sin hablarme pero sin dejar de mirarme hasta llegar a la puerta principal, el cristal corría abriéndose automáticamente y puse el primer pie en la calle, entonces un fuerte golpe me lanzó al suelo.

-Ten más cuidado con la escalera. -Escuché que alguien gritaba a la vez que me cogía la cabeza.

-¿Estás bien? -Abrí los ojos, era tarde, y aunque la noche caía, la luz de las farolas encendidas no me dejaba ver a quien me hablaba.

-Llamaremos a una ambulancia. -me dejó la cabeza apoyada en el suelo e intentó ponerse de pie.

-No, no es necesario, ayúdame a levantarme. -Unos brazos fuertes me elevaron y me apoyé en un pecho amplio, sentía como me abrazaba para sostenerme.

-Un poco de agua, ¿puedes darme un poco de agua? -Sentía el brazo por debajo de mi sobaco llevándome bajando las suntuosas escaleras del edificio acristalado.

-¿De verdad te encuentras bien? -Miré al hombre que preocupado se inclinaba hacia mi con los codos sobre la mesa.

-Estoy mejor, bien del todo, gracias por atenderme.

-Uno de nuestros operarios te golpeó con la escalera al entrar, llevamos el mantenimiento de seguridad del edificio y su vigilancia, no hay problema, si tienes algún daño nuestro seguro lo cubrirá, pero tú no parece que tengas edad para trabajar allí.

-Solo estaba de visita y estoy bien, no tienes que preocuparte.

-De cualquier modo te entregaré mi tarjeta, si surge algún problema me llamas, Cualquier cosa que necesites estamos para atender los accidentes que causamos. -Se rió con la esperanza de que le acompañara pero me puse en pie para marcharme.

-Lo siento, tengo que marcharme. -Guarde la tarjeta en un bolsillo por no tirarla delante de él.

-Podemos acercarte a tu casa, ahora hay varias furgonetas del personal que llega, hay que hacer cambios en las cámaras de grabación.

-Puedo ir en metro, no quiero molestaros pero gracias, eres muy amable. -le tendí la mano para despedirme, la cogió y la observó curioso.

-¿Sabes que eres un chico muy delicado? -A pesar de lo trastornado que estaba consiguió que me ruborizara por el cumplido.

——————————————-

Transcurrieron unos días sin tener noticias de Demian, aún peor, no respondía a mis llamadas y me decidí a llamar a Paula, no me dejó preguntar por lo que me interesaba, reconoció mi voz al instante y comenzó a hablar.

-¿Cómo te encuentras? Te marchaste con tanta urgencia y temí que fueras a hacer una locura. -Procuré mostrarme frío y precavido.

-Estoy bien Paula, solo quería localizar a Demian, no me coge las llamadas.

-Lo hará pequeño, me consta que quiere darte una explicación personalmente.

”Una explicación personalmente” ¿Pero de qué iba todo esto? Yo no necesitaba explicación alguna, precisaba que me dejara escuchar su voz, que estuviera a mi lado y me abrazara.

Me despedí y continué esperando hasta que se presentó en casa sin avisarme, me lo encontré en la puerta de mi habitación, levanté la cabeza al presentir que era observado y me puse en pie tirando algunos papeles del escritorio.

-¡Demian!, te estoy llamando todos los días, a todas horas, ¿qué sucede para que no me contestes? -Se fue aproximando con lentitud, estudiándome, enseguida adiviné que Paula no me había descubierto y Demian no sabían que estuve presente escuchando lo que hablaba con su padre. Me abrazó y comenzó a besarme la cara, el cuello haciéndome gemir y luego me cerro la boca con sus labios.

Me sentía herido y a la vez deseaba sus besos, estaba perdidamente enamorado y comencé a devolverle los besos y las caricias, caímos sobre la cama y seguimos abrazados hasta que habló, abrió la boca para conseguir que volviera en mi y recuperara la razón.

-Tengo que hablar contigo, tenemos que hablar los dos de los nuestro. -Empujé su pecho para que se apartara.

-¿Qué tenemos que decirnos? Yo solo quería saber lo que te sucedía para que escaparas de mi y no querer hablarme.

-He tenido el móvil averiado. -Era la más burda mentira que podía haberse inventado, sí, sabía desde ya que lo que escuchara no sería bueno.

-Se te habrá estropeado el móvil, no lo pongo en duda si tu lo dices, pero tienes otros teléfonos, muchos medios para comunicarte como ahora has hecho viniendo. -Se quedó sorprendido un momento y enseguida reaccionó.

-Luego te explico, ahora déjame follarte precioso, eso nos calmará cuando veas lo que te amo, necesito tu culito como tu necesitas mi verga, llevamos días sin vernos y no vamos a tirarnos las culpas a la cara, eso ya no importa, luego lo veremos de otra manea.

Era increíble su prepotencia, su descaro, en otro momento sus palabras me hubieran sonado a música celestial, ahora eran una declaración de que solo le interesaba para utilizarme como objeto sexual y desahogarse.

-No, primero habla lo que venías dispuesto a decirme. -Me abrazaba mimoso besándome el cuello, en el lugar exacto donde sabía que me volvía loco, se había convertido en una máquina de besar, y sin poderme contener le seguía en su locura, se bajó la cremallera de la bragueta y sacó la polla dura y excitada al máximo, comenzó a empujarme la cabeza acercándola a su miembro viril hasta que percibí su prodigioso olor inconfundible, a macho, a testosterona, a presemen delicioso y de repente me encontré con su verga en la boca.

Se la mamé como nunca lo había hecho, esa verga era mía, me pertenecía por derecho, nadie me la quitaría y lucharía por ella. Me arrodillé entre sus piernas y le bajé los pantalones y el bóxer, quería tener también sus huevos para lamerlos y acariciarlos. Me cogió la cabeza con las dos manos y me la inclinó para que le mirara mientras le mamaba. Su mirada era de plena autosuficiencia y sonreía cono un cazador que dominaba a su presa vencida y derrotada.

-Mírame mientras la mamas. -Hizo saliva y la dejó salir, justamente cayó en el tronco de la verga y ansioso me comí todo el tronco para que la saliva no resbalara y se perdiera. Después me arrepentiría de mi extrema sumisión, ahora solo quería darle placer, demostrarle que no encontraría hombre o mujer que le hiciera gozar como yo lo hacía.

Soporté que me follara la boca salvajemente, con toda la polla en mi garganta, ahogándome a veces, pero todo era insuficiente para que él gozara, se corrió con tremendos trallazos de leche directamente en la garganta, sin sacar la verga a mi boca y luego se dejó caer de espaldas en la cama mientras terminaba de limpiarle la verga, lamiendo mis babas y el semen último que le resbalaba de la uretra.

Me senté a su lado observándole como respiraba fatigado, el trabajo lo había hecho yo y él era quien estaba cansado.

-Eres increíble, me la mamas como nadie lo ha hecho, eres delicioso mi muñeco. -Quería sonreírme pero estaba aún sin aliento.

-Ahora dime lo que tenías que contarme.

Hubiera sido mejor no saberlo, no haberle preguntado. Escuché la proposición más deshonesta que pudiera ofrecerme alguien, sentía que el pecho se me rompía de dolor. Pretendía que me convirtiera en su amante, en un puto a su exclusivo servicio, compartirle con una mujer quedándome con los peores momentos. La oferta más humillante que me podía haber hecho, y demás adornándola como excelente y natural para nuestra conveniencia.

Mi reacción ya la conté con anterioridad.

—————————————

Unos meses más tarde Demian marchaba a la capital para seguir allí sus estudios, durante esos meses las relaciones familiares continuaron como si no hubiera pasado nada. Demian y su padre no sabían que yo había escuchado su conversación, o parte de ella. Paula era una tumba y yo no iba a enseñar mis cartas.

A regañadientes aceptaba los besos de mi tío al encontrarnos o los abrazos de Demian, ahora fríos y a veces desdeñosos después de mi negativa a aceptar su oferta, ofendido por no ceder a sus pretensiones, todos disimulábamos, nada pasaba, pero la familia se había roto.

Volví a frecuentar mis amistades, a pasar más tiempo con ellos, haciendo las salidas nocturnas que en casa me permitían. Por entonces Álvaro había comenzado a salir con una muchacha, morena y linda, preciosa de rostro, pero algo rellenita, parecían felices y estarlo pasando bien.

Había veces que no aparecía en nuestro bar ni participaba en las reuniones, y sin saber el motivo me sentía molesto, egoísta de mi conveniencia, quería que ahora me atendiera porque me sentía solo. Había sido uno de mis primeros y grandes amigos al que descuidé como a los demás para atender en demasía a Alfonso y luego a Demian. No podía exigir más atención de la que yo había dado.

Ya le había explicado que lo mío con Demian había terminado, sin darle detalles innecesarios, fue una tarde en su casa, balanceándonos en los columpios que soportaba el gigantesco y viejo tejo en la zona más alejada del jardín. Era un lugar que me agradaba y donde tanto habíamos jugado de niños, en peligrosas escaladas rompiéndonos los pantalones.

Me estaba mirando fijamente con el columpio detenido, y fui disminuyendo los impulsos hasta quedarme detenido y con los pies en el suelo.

-¿Qué miras tanto, tengo acaso monos en la cara?

-Ya no me tienes confianza, ¿no me vas a contar que pasa con Demian? ¿No pensarás que soy tonto. -Le miré pero no podía verle la cara, tenía el sol de frente y solo le veía el aura rodeando y penetrando sus alborotados cabellos, parecía que estaba ardiendo y que el fuego le devoraba. Él si podía verme a la perfección, el sol me daba de frente en la cara forzándome a entornar los ojos.

-Se acabó, Demian ya no es importante, lo hemos dejado. -Entonces se levantó de la tabla y se acercó para agarrarme las manos que tenía en las cuerdas.

-¿Y no pensabas decírmelo? -Incliné la cabeza, no quería que me viera llorando, me había prometido no volver a hacerlo y aún me resultaba imposible aguantarlo. Me sujetó de los hombros y me abrazó contra él, seguía sentado y él de pie con mi cabeza en su abdomen, dejando que las lágrimas fluyeran mientras me sujetaba de los hombros sacudidos por los internos sollozos.

Así estuvimos unos minutos, él acariciándome la cabeza, a veces la bajaba para depositar los labios en mi pelo y yo abrazado a sus muslos y la cabeza enterrada en la parte baja del abdomen. Lentamente me calmaba con sus caricias en la cabeza y sus palabras de amigo cariñoso y comprensivo.

-No te preocupes, esto pasará y volveréis a estar juntos, él te quiere, tu también a él, un enfado no es nada, yo también discuto con mi novia y volvemos a empezar.

-No Álvaro, es definitivo, no volveremos a estar. -Fui consciente en ese momento de la situación en que nos encontrábamos, mis lágrimas había mojado sus pantalones, mi cara estaba apoyada en su abdomen, con la boca casi pegando en el bulto que se le había empezado a formar en la entrepierna y abrazado a sus nalgas apretándole contra mi cara.

Me retiré inmediatamente y elevé la mirada, Álvaro tenía la cara roja y la frente sudada, se estaba excitando con el roce de mi cara tan cerca de sus genitales.

-Perdona Jesús ha sido involuntario, no pienses otra cosa. -Había dado dos pasos hacia atrás y entonces tuve la perspectiva precisa del voluminoso bulto que intentaba cubrir con las manos. Siguió retrocediendo hasta caer sobre el asiento del columpio sin quitar las manos de su entrepierna y mirándome muerto de vergüenza.

Me levanté y entonces fui yo hacía él y le abracé igual que antes él a mi.

-No pasa nada Álvaro, no me voy a asustar por ver un pene, además el tuyo ya lo conozco. -Creo que eso le puso aún más nervioso, claro que se lo había visto pero en otras circunstancias muy distintas, cuando éramos más pequeños y no me fijaba tanto en esos detalles, el bulto que mostraba no tenía nada que ver con lo que yo conocía.

Consiguió controlar a su hermanito y pudimos seguir hablando.

-Puedes contar con nosotros, además todos estamos a gusto con tu vuelta al grupo, en realidad Demian te acaparaba demasiado.

-Eres el mejor amigo del mundo Álvaro, no te merezco. -Volvió a ponerse rojo y detuve la conversación.

-No me apetece ir a casa, puedes invitarme a quedarme a cenar. -Se le iluminó la cara y una franca sonrisa me dejó ver sus blandos y perfectos dientes.

-Mamá estará encantada, así tiene a alguien para hablar de su música y mi hermana lo está deseando lo mismo que papá, estás invitado.

Una vez terminada la cena, y caminando hacia mi casa, no muy alejada de la suya, no dejaba de pensar en lo distinto que hubiera sido si en lugar de enamorarme de Demian hubiera sido Álvaro el elegido, a Alfonso no lo consideraba importante, habían sido únicamente juegos y experiencias de niños.

Sonreí ante las tonterías que se me pasaban por la cabeza, a Álvaro no le gustaban los chicos, eso estaba claro, y solo había sido una sombra acompañándome, a mi lado sin que se le notara todos estos años.

————————————————

Pero el rencor y el odio corrompían mi corazón, me estaba volviendo frío y calculador, destrozando mi creencia en la bondad de los demás, hubiera sido mejor olvidar pero no podía hacerlo y comencé a maquinar, sin darme cuenta en un principio, como podría vengarme de ellos, de los dos, sobre todo de mi tío que me había arrebatado a Demian.

Fueron días dando vueltas en mi cabeza y aún no sabía lo que tenía que hacer, había pasado lo de la fiesta de inauguración en la casa de Román pero no había servido de mucho, no le dolió demasiado y enseguida recuperaron la amistad que yo intenté romper.

Ya desesperaba de poder encontrar una fórmula para sacar mis deseos de venganza adelante, y fue la casualidad que me la brindó inopinadamente. Estaba haciendo limpieza de los papeles que tenía sobre mi escritorio y entre ellos apareció una cartulina, la iba a tirar a la papelera sin mirarla cuando un sexto sentido me impelió a que la mirara. Entonces recordé el motivo de que estuviera allí, era la tarjeta que me entregó el señor cuando tuve el accidente al salir de las oficinas de mi tío.

Juan Carlos de Zúñiga

Director

Zúñiga y Asociados, S.A. Instalación y Mantenimiento de seguridad y vigilancia

Y se me iluminó la luz, todo se perfiló en mi cerebro y supe lo que tenía que hacer, sin detalle pero ya tenía la herramienta para llevar a cabo mi casi diabólico proyecto.

Fui fraguando mi plan lentamente y sin descanso, estudiando todos los pros y los contras, analizando cada detalle y previendo los fallos y sus posibles alternativas, me absorbía de tal forma que olvidaba mis otras obligaciones, todo mi esfuerzo se centraba en diseñar la estrategia del plan. Luego vería que no resultaría tan difícil.

—————————————

-Buenas tardes, el señor Zúñiga por favor. -????

-Sí, don Juan Carlos Zúñiga, correcto. -????

-Puede decirle que le llama el chico al que sus operarios atropellaron. -????

-No, él ya entenderá, gracias. -Esperé unos instantes al teléfono hasta que escuche su voz.

-Sí, ¿quien es?

-¿Ya no me recuerda? -Hubo un molesto silencio.

-Me entregó una tarjeta por si le necesitaba.

-¿Tienes alguna molestia?, ¿ha surgido algo? -El hombre parecía preocupado y de alguna manera aun me recordaba, eso me alentaba en mis propósitos.

-No tiene que preocuparse, en realidad estoy muy bien, solo quería que nos viéramos, no le robaría mucho tiempo, me pareció usted muy amable por como me atendió aquel día. -Le hablaba en tono suave y suplicante, no olvidaba como me había mirado y retenido la mano, estaba seguro de que le gustaba a aquel hombre y que no se negaría a recibirme y la respuesta llegó al instante.

-¿Te invito a comer? No tengo con quien estar al mediodía.

-Espero no molestarle demasiado, pero de verdad se lo agradezco. -Mi vocecita sonaba dulce y hechicera, entregada.

-Pero trátame de tú, es un favor que a cambio te pido, me haces parecer mayor, en una hora dejo el trabajo para atenderte. ¿Puedes acercarte a mi oficina?

-Tu puedes llamarme Jesús y por descontado qué sí. -Saltaba de alegría por dentro, el primer paso estaba dado. Quedamos en vernos en un bar restaurante cercano a su empresa, yo le esperaría a que saliera, no quería hacerme visible ante sus empleados.

J. C. serviría maravillosamente a mis propósitos, su empresa de componentes electrónicos y de vigilancia sería esencial e imprescindible para llevar a cabo mi proyecto.

Estaba sentado en la terraza, tomando un vino blanco con el que apenas mojaba mis labios cuando lo vi avanzando por la calle, camino del bar donde le esperaba, venía con el paso apresurado, elegante enfundado en su traje de verano, las perneras de los pantalones se amoldaban a sus poderosas piernas, movida la tela, que parecía seda, por el viento al andar.

Según se acercaba estudiaba sus varoniles facciones, su nariz un poco aguileña y boca de labios rojos sobre el fondo oscuro de su piel. Un hombre en su pleno esplendor, me doblaba la edad y eso era lo mejor, sabía lo que él quería y no me exigiría más de lo que yo pudiera darle, sexo que estaba seguro que lo deseaba y un poco de compañía y charla.

Tomó asiendo a mi lado simplemente sonriéndome sin hablar e hizo una seña al camarero para que se acercara. Pidió su bebida y vi como repiqueteaba los dedos sobre la mesa.

-Me alegra que me hayas llamado y quieras comer conmigo. Miré sus ojos de color caramelo, el cabrón era guapo, resultón, varonil, y lo sabía.

-Y si tú quieres algo más, tengo la tarde libre. -Los ojos se le abrieron como platos, seguramente no esperaba una oferta tan concisa y rápida. Parecía una puta ofreciéndome.

-Tengo que ir a la tarde a recoger a mis hijos pero unas horas estará bien para estar juntos y escucharte, me extrañó que, así de primeras, me hablara de sus asuntos personales. Pero continuó con su monólogo que no me interesaba. Juan Carlos tenía dos hijos, niña y niño en ese orden, de siete y cinco años a los que sin duda adoraba.

Seguramente me hablaba de ellos para que cogiera confianza, sin terminarse de creer que un chico como yo se le hubiera ofrecido a la primera de cambio.

Noté que quería cogerme la mano e iba acercando los dedos sin atreverse a establecer el contacto. La retiré de sobre la mesa donde la tenía y entonces se quedó cortado.

-Vamos a comer, ¿prefieres en el interior o que nos sirvan aquí? Me estaba envalentonando, me sentía poderoso al ver que podía controlar y dominar a aquel macho, además él se sentiría mejor en el interior para evitar en lo posible que alguien pudiera vernos y le pedí que entráramos.

Nos pusieron en una mesa discreta alejada de los grandes ventanales y arrinconada, al sentarnos metió la mano debajo de la mesa para acariciarme el muslo subiendo mi pantalón, me había puesto uno de pata corta a propósito, para enseñar mis torneadas y doradas piernas, tocó mi piel con suavidad y luego hizo presión sobre ella. Iba con solamente el pantalón muy ceñido marcando mis duros glúteos, un tanga de cintura y tiras en las nalgas, servía para contenerme la verga.

Su mano acariciaba mi muslo y fue ascendiendo debajo de la tela, hasta llegar a mi entrepierna y alcanzar el borde de la tela que guardaban los testículos con la punta de los dedos. –Ahí se detuvo sorprendido y me reí al ver su cara.

-No me toques mucho, no quiero manchar el pantalón, déjalo para después.

-No sé si me podré contener. -Ya estaba claro a lo que jugábamos los dos.

Retiró la mano para ni tranquilidad y pidió la comida al camarero.

-Me van a regalar un apartamento y quiero instalar un sistema de seguridad y a la vez poder grabar lo que suceda en él cuando no estoy, ¿cómo lo ves? -Jugaba por adelantado esperando que lo que tenía previsto con mi tío no fallara.

-Eso es muy fácil, mis técnicos hacen maravillas que nadie puede notar ni ver. ¿Pero no tendrá algo que ver con la empresa donde nos conocimos, verdad? -Le cogí la mano y se la apreté con una dulce sonrisa.

-Indirectamente, pero no tienes que preocuparte, lo que me instales no te comprometerá y sabré agradecértelo Juan Carlos, vas a hacerme un gran favor. -De momento era suficiente, después iría añadiendo exigencias a los servicios que deseaba de él. Como se había quedado en suspenso seguí para que dejara de pensar en lo que le había pedido.

-Lo que quiero es divertirme, que sea como en una peli de espías. -Nos reímos los dos de mi ocurrencia tan tonta. Ya tenía quien se encargara de ese punto tan importante para lo que deseaba cuando llegara el momento.

No tardamos en comer y montamos en su coche, me abrió la puerta para que entrara como todo un caballero, acercándose en exceso cuando me deslicé en el interior. No pregunté por el lugar donde me llevaba, me resultaba indiferente.

-Iremos a un hotel cercano que conozco, allí podremos hablar con tranquilidad y sin ser molestados. -Debía ser conocido en el lugar y sin preguntar le entregaron una llave, me dejé llevar hasta la habitación, sin hablar durante el trayecto hasta que el ascensor nos dejó en la planta que buscaba, no era algo del otro mundo, pero estaba limpia y ordenada, tenía cuarto de baño y una televisión que puso inmediatamente en funcionamiento, como era de prever proyectaban una película porno.

Sin más se quitó la chaqueta y la camisa, me asombró lo que dejaba a mi vista, un cuerpo bien formado, tonificado por el ejercicio. Y el resultado final, cuando se bajó los pantalones, fue plenamente satisfactorio, resultaba de una virilidad que apabullaba por lo hermoso y sensual en su madurez, totalmente apetitoso, me gustaba, hacía tiempo que no disfrutaba de un macho y ahora se me brindaba y bien hermoso, la verdad es que el cuerpo masculino me atrae sin poder remediarlo y veo muy pocos defectos en ellos, sobre todo si son fuertes y grandes al revés de lo que yo soy.

Se había quedado con solo sus slips blancos, un hermoso bulto lo ocupaba y se veía la punta de la polla brillante de humedad por arriba de la tirilla que lo sujetaba. Comencé a quitarme la ropa como el había hecho.

-Deja que yo te desnude. -Antes de comenzar a quitarme la ropa, una simple camisa y el pantalón corto, me abrazó como si fuera un oso, sus velludos brazos atrapaban los míos impidiendo que me moviera.

-Se te ve más hermoso que aquella noche, eres una monada precioso, me encantas. -Buscó mis labios inclinando la cabeza y hurgó para que los abriera invadiéndome la boca con su lengua caliente y esponjosa, le abracé el cuello besándole a mi vez. Besaba muy bien, todo era muy caliente y sentía la dureza de la verga en mi tripita, su calor a pesar de la tela que nos separaba.

-Estás riquísimo precioso. -Y comenzó a lamerme el cuello y darme chupetones logrando que comenzara a gemir. Había olvidado que yo aún permanecía vestido y sin esperarle comencé a desabotonar mi camisa, no le importó y le sirvió par empezar a lamerme las tetitas.

-Precioso, pareces una nena, estas tan rico. -Me arrebató la camisa sin terminar de soltarla y dos botones saltaron al aire, luego tiró de mis breves pantaloncitos quedando desnudo a su vista, con el simple trapito del tanga sujetándome la verga y los testículos.

-¿Qué maravilla? -Me miraba extasiado y pasaba las grandes manos por mi piel dorada y muy fina del abdomen ligeramente marcado, hasta llegar a mi pubis, entonces me retiró la breve tela hasta los pies, y me tiró del vello del pubis arrancándome un quejido.

-Me haces daño, cálmate.

Me abracé a él haciendo resbalar mi torso sin un vello por el suyo poblado de una densa y frondosa manta de pelo, mi delicado cuerpo se estremecía ante las sensaciones sesoriales al notar la aspereza de sus pelos rozando mi suave piel. Me besaba apretándome muy fuerte contra él y estrujándome las nalgas con sus grandes y fuertes manos, abarcándolas en su totalidad hasta llegar con sus largos dedos a la entrada de mi ano.

-¡Jesús! ¡Bebé! Deseaba tenerte, me encantaste aquel día. Me soltó el pelo dejando que cayera sobre mi espalda.

-Eres bellísimo, deliciosamente apetecible bebito.

-Y tú muy varonil y muy macho, me gustas Juan, me gusta todo de ti.

Nos acariciábamos besando nuestros cuerpos, a él le encantaba mi boca y mis tetitas donde reiteradamente besaba y lamía, a mí me encantaba su abdomen duro y peludo y su tremenda verga ahora mostrando su enorme magnitud sin que la tela pudiera contenerla. Con dificultad conseguí bajarle el slip y la polla saltó furiosa golpeándome el vientre, encharcándome del presemen que le brotaba en abundancia.

Deslicé la mano, acariciándole el vientre lentamente hasta apoderarme de esa barra de carne caliente que golpeaba en mi abdomen. Me dejé caer de espaldas sobre la cama y le arrastré en mi caída. Abracé su espalda y le susurré al oído.

-Fóllame ya cabrón, lléname con tu verga, dame por el culo, quiero que me des tu leche ya. -Sentía su enorme excitación y como si yo fuera una pluma me dio la vuelta y tiró de mis caderas abriéndome las nalgas.

Su aliento hizo vibrar mi anito y pasó la lengua por el hoyo de mi culo empujando en mi ano. Lo lamió hasta que le dije que lo dejara o haría que me viniera la leche, y sin preguntarme como quería ser cogido, de golpe me la metió hasta la mitad haciendo que lanzara un desgarrado grito de dolor.

No era normal que sintiera a estas alturas dolor, pero no tenía dilatado el ano lo suficiente a pesar de mi deseo tan fuerte de verga, sabía que volvería a dolerme y por eso prefería que la entrada fuera rápida y me cogiera enseguida, tiré hacia él mis nalgas y la verga se me enterró entera en el culo consiguiendo que boqueara buscando aire. Se detuvo acariciando mi cintura con sus grandes manos, besándome la espalda y susurrando lo bonito que me veía.

-Ya va a pasar el dolor bebé, lo siento pequeño, aguanta un poco. Hasta dos lágrimas me salieron y apreté los dientes, necesitaba más tiempo de dilatación pero no podía aguantar cuando sentía una verga cerca de mi culo y la quería en mi vientre.

Unos minutos después movía con alegría mi culo pidiéndole que me empitonara hasta el final y me llenara. Estuvimos follando más de dos horas y me dejó el culo lleno de semen que desbordaba manchando la cama, me cogió como él quiso y yo deseaba en ese momento, olvidado de mi primordial interés y entregado a ese estupendo y varonil macho, él, como un excelente semental, llenó de dulce simiente el vientre de su hembra.

Nos habíamos duchado y hubiéramos continuado follando pero él tenía que recoger a sus pequeños y antes llevarme donde habíamos dejado mi coche.

-¿Te ha gustado? -Me miraba con una sonrisa gloriosa esperando la respuesta que ya conocía, pero se la cambié.

-Eras tú el que tenía que quedar contento, pero si, sabes follar delicioso aunque el culo me duele. -Soltó una carcajada mientras me abrazaba

-¿Necesitas dinero?, no llevo mucho conmigo. Sacó unos billetes y me los alargó.

-No tienes que pagarme, ya lo harás con tus servicios en su momento. -Se los cogí y los guardé a pesar de todo, por no despreciárselos.

-¿Nos veremos pronto?

-Cuando tu quieras, quedaremos para adaptar los horarios y no olvides lo que hemos hablado de la instalación de seguridad.

-Descuida, se que ese es el trato.

Así entró J.C. en mi vida y en mi culo, sabía que no estaba bien lo que hacía, era plenamente consciente, pero tampoco lo había pasado mal, resultaba un hombre estupendo para que me follara y me calmara las ganas de verga, y me ayudara en proyecto.

Nuestros encuentros se sucederían con una o dos folladas a la semana, dependiendo de nuestros tiempos, intimamos, simpatizamos, él quería ir a más y yo solo pensaba en la meta que me había trazado, y gozar de él y su verga aprovechando. Como era natural para él que lo deseaba, un día llegó a presentarme a sus hijos, no tenía que haberlo hecho, hizo que me sintiera culpable y a veces me aborreciera a mi mismo.

—————————

Sigue…

(9,55)