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Busco madura (2): La secretaria

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En un relato escribí lo siguiente: “Busco madura. Si estás dispuesta a investigar, experimentar, satisfacer y dejarte satisfacer en deseos y fantasías, estoy esperándote para darte tu lugar”.

Esta mujer encontró su lugar en la búsqueda, con su permiso, recreo esos momentos en el presente relato:

Este es el primer relato de la serie “Busco madura, Helen es la protagonista del relato a instancias de ella es que comenzamos esta aventura de contar las historias enhebradas por el origen de la convocatoria. Para entender el sentido del título que compendia el significado de la temática, sugiero ir a buscar en esta misma categoría en “busco madura” el inicio, ahora vamos al relato:

La secretaria

La primera respuesta a “busco madura”, fue de Helen, que asumió ser del club de las cuatro décadas, que se había sentido tocada por esa propuesta atrevida y en cierto punto hasta indecente… pero que sintió el deseo de buscar qué o quién había del otro lado de la solicitud.

Muy pronto, saltamos de lo impersonal del mail a un medio más cercano a lo personal, el whatsapp, que nos permitía tener la proximidad de la respuesta rápida y hasta poder incluir alguna foto que nos ponga en la cercanía de un encuentro.

La causalidad estuvo del lado de la búsqueda, sin mucho que hacer en la oficina y en ausencia de su jefe se puso a husmear en un portal de relatos eróticos y ahí dio con el señor que “busca maduras”… el resto de lo sucedido te lo digo por teléfono. Me llamó, propuse encontrarnos en un lugar concurrido, siempre les da seguridad.

El expreso fue la excusa para conocernos y reconocernos, hablar sobre la vida y poco del motivo que abundamos en los what, solo comenté que se permita diseñar el encuentro, que fuera algo muy especial, luego pregunté sobre su actividad principal. Se mostró receptiva, confiada, hasta esa última frase, en la despedida: me pareces un buen tipo, “quedo en tus manos”. Un beso, en la mejilla y… - Te llamó.

Acordamos que el miércoles se presentara a las 4pm en mi casa, debía venirse vestida como secretaria ejecutiva, portando un sobre color manila, conteniendo fotos, preguntó de qué tenor, fotos personales obviamente en… cuanto más explícitas mejor, puedes llevar antifaz en ellas.

El día y hora indicada, tocan el timbre. – Soy Helen, la secretaria. Tengo un sobre para entregar al señor.

- Puede dejarlos en la entrada.

- No, tengo órdenes precisas de que sea en mano.

Entró, cabello recogido, lentes con marco negro, piel muy blanca y labios muy rojo, traje sastre, con falda, camisa blanca, cuello salido sobre las solapas del saco, corbata con el nudo flojo, medías negras emergen de zapatos negros de tacón muy alto.

La dejo ir delante, hasta una parte del comedor, donde tengo una mesa escritorio, verla contonearse es todo un poema, los tacones embellecen aún más sus piernas, las caderas merecen mención especial por tamaño y presencia estelar.

Vestido de traje oscuro, sentado en el sillón de respaldo alto, me acerca el sobre, hago seña de que tome asiento en el sofá. Se cruza de piernas, la falda sube exhibiendo buena parte de carne blanca del muslo. Miro el contenido, fotos de ella en lencería erótica, sonríe y hace comentarios como si fuera una documentación importarte.

Pregunto si el original está tan bueno como la muestra impresa, dice que eso será un puto a considerar, jugamos el diálogo de una secretaria con su jefe, las sonrisas y mohines ponen la pimienta para condimentar el plato principal.

- Pues ante la duda, será preciso ir la explicación “in situ”

Descruza las piernas, sube bastante la falda, se levanta para subirla de atrás, hasta la cintura, la tanga blanca de encaje esta visible totalmente incrustada, “comida” por la raja y los vellos trigueños asomando por los flancos, acomoda para cubrirse, pero sola vuelve a dejarse comer por esa insaciable boca. Mientras ella, como si tal cosa, sigue hablando del documento, hago rodar el sillón hasta situarme frente de ella, junta las piernas, mi mano las separa, ahora tengo otra vez la visión privilegiada de su sexo peludo comiéndose la tanga.

Vuelve a tocarse y juntarlas, inquieta y excitada, todo su cuerpo dice que está caliente, sobre todo sus labios y los ojos, acaricia el vientre abre las piernas, habla y habla de trabajo. Abrí la bragueta, saqué el miembro, pajeándolo delante de ella. Se sube la falda un poco más allá de la cintura, gira para que vea todo el conjunto, sin perderse uno solo de mis movimientos, con tres cuartos de perfil izquierdo, engancha la cintura de la tanga en los pulgares y comienza a bajarla, despacio, hasta la entre pierna, un poco más y ofreciéndome el primer plano de su culo, inclina levemente para que vea los labios peluditos y el ano.

Mira mi expresión y vuelve a subirla, sonríe todo el tiempo jugando al histeriqueo visual, bajarla nuevamente y deshacerse de ella con los pies. Reclinarse abriendo las piernas para que la vagina domine el escenario, los mohines y gestos son la vívida expresión de la lujuria, la mano separa los vellos, abre los labios para invitar con el rosado interior.

La gestualidad provocativa, sus boca da gemidos, los labios invitan, la boca vertical aletea desafía ser comida de un bocado. Acepto el reto, inclino sobre su sexo para un tibio beso, desafía, un segundo beso menos tibio, vuelve a desafiarme, entonces el beso abarca el clítoris y parte de los labios. Sigue incitando, me inclino para comérsela de un bocado, lamerla hasta dejarla sin aliento, con los ojos dados vueltas y boqueando para poder respirar, las manos aferradas al asiento para resistir el embate arrollador de mis lamidas sin solución de continuidad. Acosando su sexo, abriendo los labios, entrando la lengua hasta el límite.

De pie, entre sus piernas, masturbo la verga bien dura, con su palma sostiene los testículos, juega con hacerse rogar para que me lo bese. Un beso lánguido y la mirada seductora e incitante, las primeras lamidas fueron como de compromiso, haciéndose la difícil, para que se la apremie a tomar acción. Unas lamidas desde dentro de la boca, dan cierta entidad a esa tibia mamada.

Acata la orden de mamar, dócil, sumisa se arrodilla sobre la alfombra y se la mete en la boca sin dejar de mirarse en mis ojos, apretando la pija en la base del tronco. En todo momento los mohines, miradas y gemidos están en consonancia con la ardorosa mamada que ejecuta con la maestría que le dieron los años de haber probado vergas.

Chupa y mama, las dos manos toman la vega acarician los testículos, mira con esos ojos que dicen mucho de su entrega sin reservas. No puedo resistir a sacudirla, a tomarla de la nuca y mandársela hasta el fondo de la boca. El pene es un pincel para dibujar sus labios, esparcir su saliva en las mejillas, jugar con el glande sobre la lengua que asoma para recibirla.

Me hago hacia atrás para que ella vuelva a sentarse, abriendo las piernas, mostrándose impúdicamente obscena, abierta de par en par, sube los pies y apoya sobre el borde del sofá para que el ano también esté visible, abre los labios vaginales, comienza a masturbarse, frotándose el clítoris, los gemidos y estrujados los pechos son parte del espectáculo que me ofrece del placer en mano propia.

La cabeza echada sobre el respaldo la mirada perdida y las incoherencias son parte del espectáculo en primer plano de un orgasmo vivido como ofrenda al hombre que disfruta de esas sensaciones únicas como propias. No para de gemir y agitarse, las manos más activas, los gestos más provocativos, las intenciones más obscenas. Todo es parte de un delirio sexual atravesado por el orgasmo que domina la escena más erótica que fue capaz de representar para su macho.

Mientras transita el tormentoso orgasmo aproximo la verga a su chocho para frotar el glande en la jugosa almeja. Se desliza más al borde para quedar algo más elevada y ofrecida al hombre.

En medio del vendaval de sensaciones entro la cabezota en su vagina, su mano izquierda cubre el clítoris, tira hacia arriba para dar espacio a la penetración, con mano derecha hacia arriba se sostiene del respaldo para deslizarse lo más posible fuera del asiento y elevar el ángulo que me ofrece para ser penetrada.

Sigo arrodillado entre sus piernas empujando la verga en su conchita, sin dejar de visualizar los labios vaginales y la variedad de gesticulaciones eróticas, los gemidos se incrementan y aceleran en tiempo y volumen. Las piernas flexionadas se elevan sobre su pecho, las caderas colgando del sofá, la verga entrando agresiva y potente. Se toma un respiro para expresar sus sentimientos:

- Ayyy papi, me está gustando mucho. Qué bueno, qué bien me estás cogiendo señor, me gusta, gusta… muchoooo.

Siento cercano las ganas de venirme. Se la retiro, sin dejar de sacudirla, me tendí de espaldas sobre la moquette, ella viene al encuentro, abriéndose la vagina, separando los pendejos, acomoda su cuerpo, lentamente se coloca ahorcajada sobre mí, introduciéndose la pija en su conchita. Los pies firmes sobre el piso, apoya las manos en sus rodillas y produce el subibaja con total limpieza de movimientos puedo disfrutar ese maravilloso espectáculo de verla elevarse hasta el límite y ensartarse en la verga hasta el fondo, los pendejos enrulados dan un marco especial a la penetración.

Un par de veces apoya sus manos en mi vientre para volver a retomar ese movimiento de alejarse y bajarse a tope. Los gemidos se incorporan como parte esencial de la ornamentación de este polvo que nos estamos regalando.

Detuvo sus movimientos, se impulsa con las manos sobre sus rodillas, desenvaina la verga, se eleva, mirándome desde el cenit, subida a esos tacones tan altos. Moviéndose como artista del striptease para disfrute del hombre tendido en el piso, meneándose alterna la postura, dándome la espalda vuelve a bajarse, ahorcajada sobre mi pelvis, ofreciéndome la visión de su magnífico trasero. Desde atrás el espectáculo adquiere la dimensión de épico, sacudirlo es desafiante, inquietante y provocador de las palmadas aplicadas en sus blancas nalgas que no dejan de moverse arriba y abajo, con ritmo, soltura y potencia física.

Cambió el soporte de los tacones por arrodillarse, inclinada sobre mis rodillas, el ángulo mejora por la visión del ano, sus evoluciones en los movimientos permiten aplicarle unas vibrantes nalgadas que excitan sus evoluciones. Las sacudidas se hacen tan vehementes que en una de ellas se inclina tanto que el miembro sale del jugoso estuche, en mi mano sirve para azotar su nalga.

Aprovechó esa pausa, para cambiar de postura, venirse de frente, gateando, para meterse en la boca el trofeo masculino, en su mano se maneja con más soltura para poder chuparlo. Atrapé su cabeza entre mis piernas, solo su cara emerge de entre mis piernas, con la mano pongo la verga en su boca, sus manos tomadas a mis muslos sirven de sustentación para la cogida bucal que le estoy dando, moviendo mi pelvis me elevo para introducirme dentro de su boca. Postura difícil, de corta duración, liberé su cabeza, pajeo la verga, ella lame los testículos y se mira en mis ojos todo el tiempo. La pija agitada delante de sus labios sirve para azotar sus mejillas.

Se pone de pie, desde la altura de su deseo, recoge la falda, bien arriba de la cintura para exhibir la firmeza de sus nalgas, moverlas incitando y meneándolas, abriéndose de piernas, ofreciéndose en el escaparate de la lujuria, el frondoso vello púbico ofrece el paisaje bucólico de la voluptuosidad más excitante para quien disfruta de este juego del arte erótico.

Me levanté para atrapar a esta hembra, inclinada hacia adelante, las manos en sus rodillas, voy desde atrás, buscando ese oscuro objeto de deseo entre los enrulados vellos. Comencé a bombear desde el inicio, apretadita jugando con el equilibrio de sus tacos y mi calentura, las entradas se hacen bien profundas, los sacudones nos estremecen, la inestabilidad manifiesta.

De rodillas, sobre la alfombra, gira la cabeza, espera mientras me pajeo, la ansiedad le urge que se la meta, juego con sus ganas, desespera agitándose, inquieta, moviendo las caderas como mueven las perras. – Muévete perra, mueve el culo, putita.

Se arrodilla, sumisa, sometida, sacando la cola bien arriba, abriéndose los cachetes con una mano mientras pide que se la ponga ya mismo. En posición de perrita recibe la estocada a fondo, siente los testículos golpear los muslos en cada envión, las carnes blancas y opulentas incitan a ser nalgueadas más de una vez, el golpe suma excitación a las intrusiones compulsivas y hasta salvajes, tomada de la cintura se debate entre el placer de la cogida y el de la dominación. Separo los cachetes, me gusta ver como entro en ese chocho peludito, como sonríe el ano en cada bombeo, tanto como para abrir ese aro fruncido con el pulgar ensalivado, moviendo al compás de la penetración. De fondo escucho la desafinada armonía de los gemidos y jadeos de la hembra hincada de rodillas aguantando a su macho.

Echa el trasero hacia atrás, vociferando palabras obscenas y procaces que gustan decir muchas mujeres cuando el placer extremo hace tabla rasa con su calentura y las emociones la desbordan. Comienzo a nalguearla con mayor continuidad.

- Sí, sí, mi señor, castiga a tu putita por mala, por perra, por muy puta. Dame, dame, más fuerte, soy mala…

Las nalgas bien echadas hacia atrás, sentadas sobre mis muslos, mientras la nalgueada y los jadeos ahogan los efectos del orgasmo que la domina, la agita sacudiéndose toda. Convulsiona hasta no poder contener las vibraciones internas, exaltada al máximo pide clemencia.

- Basta, basta ya! no puedo… no puedo seguir, me matas, me matas. Bastaaaa! Déjame, suéltame, no pueeedooo…

No tuvo otra opción que salirse ella misma, tomarse del sofá, trepar hasta derrumbarse sobre él, echar la cabeza hacia atrás, jadeante, respirando a bocanadas. Se soltó el cabello, agitó la cabeza haciendo flamear el cabello, cumplía uno de los tips clásicos, cuando la secretaria deja la formalidad para jugarla de “feme fatale”, realmente ese detalle y conservar el trajecito sastre constituía el vivo ejemplo de la lujuria.

Recostada con el aspecto desaliñado provocado por el potente orgasmo, agitada y jadeando no para de vociferar que la pasión alteró sus sentidos, la mano izquierda enredada y agitando sus cabellos, la derecha en afiebrados movimientos circulares sobre el clítoris para sobrellevar los efectos del orgasmo que la tiene aferrada a las sensaciones que atenazan sus entrañas.

No para de gemir y retorcerse, tomado de sus caderas la saco hasta dejarla bien al borde, levante las piernas que sostiene pasando los brazos por detrás de los muslos, hasta sostenerlas elevadas agarrándose de los tacones altos como, introducirme entre sus piernas y comenzar a lamer los agitados labios de la vagina, aspirar el afrodisíaco aroma, cálido y dulce, sentir en la lengua el delicado sabor salado que desborda en el profuso orgasmo.

Paleteo frenético de la vagina para sosegar los estertores, comiéndole la conchita y lamiendo en toda la extensión y adyacencias, sin despreciar “el marrón” de las caricias linguales. Los gemidos y jadeos se intensifican en potencia y volumen, toda ella es un estremecimiento y agitar continuado. La calentura nos invade y descontrola por igual, solo somos esclavos de nuestra pasión y descontrol.

Dejo las caricias bucales y voy con la verga en mano a entrarle a fondo, de una, con toda la prisa y contundencia de un arrebato de lujuria, mientras ella se desespera echando la cabeza hacia atrás, los ojos en blanco, boqueando y diciendo incoherencias, lanzo los empellones más vibrantes y salvajes desde que comenzó este acto, apoyado en su muslos recargo todo el peso de mi cuerpo en el pene, punto de apoyo para horadarle el chocho.

La pausa para el cambio de postura es la excusa propicia para controlar, demorar y prolongar este polvo que nos estamos regalando.

- Voltéate, apoya las manos en el respaldo que te voy seguir abriendo.

- Más? Me abriste como nadie. –entre jadeos y gemidos.

Ni falta de ponerla con la mano, solo abrí los cachetes y me lancé con el miembro, si hasta parecía más grueso y más erecto. Tomado de sus caderas me arrojé sobre su trasero, los salvajes empellones se replican e incrementan en cada envío, los testículos flamean durante el bombeo, rozan y se humedecen con los jugos vaginales que se filtran entre los labios, me tiento a seguirla nalgueando y su efecto multiplica y acelera los gemidos.

El ímpetu de la salvaje penetración y la velocidad, sobre todo estando de pie, es algo cansador. Me retiro del sexo, se derrumba sobre el sofá, de costado, agitada espera que llegue con la verga para darle unas suculentas mamadas, mi mano mantiene la boca vertical agitada en la caricia de mi mano.

Nuevamente las excusa para suspender la penetración, esta vez para desprender los botones de la chaqueta y de la camisa, las pequeñas y apetecibles tetas estrujadas entre mis manos, asediadas en suculentos besos, intento infructuoso por succionar el lácteo que alguna vez ocupo este recipiente natural, goloso intento por degustar el sabor que ya no está.

Con la chaqueta y la camisa a mitad del brazo hacen las veces de sujetador de movimientos, se tiende sobre el sofá, arrodillada, con el culo apuntando al hombre que va con la pija en la mano a entrarle con el ímpetu violento de otras intrusiones, afirmado en su cintura me lanzó en la penetración áspera y vehemente. Nuevamente de pie, agarrado de las prendas que sujetan sus brazos me impulso para unas frenéticas penetraciones, meciéndonos en balanceo de difícil estabilidad, tomada fuertemente del cuello no para de gemir. Nos giramos tan solo para seguir en el furioso bombeo de pija en la conchita, siempre tomada de las ropas que sirven para sostenerla con firmeza.

Cuando amaina el frenesí de la penetración, tomo respiro, abrazándola, encerrando sus pechos uno en cada palma para besar y lamerle el cuello.

Me dejé caer en el sofá, arrastro en la caída, tumbados de lado, el cóncavo encastra en el convexo, el miembro encuentra por sí solo el camino húmedo y resbaladizo hasta refugiarse en el estuche que lo recibe, cerrándose entorno de su apreciable grosor y dureza permanente. Mi mano izquierda por debajo de su cuerpo estruja su teta, la derecha sostiene su muslo derecho para poder entrarle y moverme cómodo en la penetración urgente.

Los labios vampirizan el cuello, esparciendo saliva en las profusas lamidas y los besos suelen encontrarse en este frenético y vibrante agitar de los cuerpos en pugna por satisfacer la necesidad de contacto, enardecidos y febriles por el acaloramiento que nos trastorna, haciéndonos decir y vociferar frases sin demasiado sentido, Helen mezcla y confunde jadeos agotadores con risas nerviosas, agitados movimientos con rigideces propias de la evolución de un nuevo orgasmo que transita por sus arterias y electriza sus tendones.

La salida ocasional por los movimientos acelerados me lleva a elevarme por encima de su cuerpo y llevar el testimonio de mi calentura para ofrecérselo como mamadera. Agito y masturbo si parar la verga, frotando sus labios, recibiendo el lametazo obligado en cada roce.

Los gemidos intensos, y calenturientos no aflojan, agita el vientre y frota su sexo con urgencia y frenética insistencia, habla, pide, ruega por su leche. – Hmm, hmm, quiero, quiero, quiero mi leche, dame mi leche, hmmm…

Hincado casi sobre su cuerpo, la cabeza de ella sobre mi muslo izquierdo, esos ojazos mirándome, la boca abierta totalmente para poder dar cabida a los movimientos del glande en la ardorosa, rápida y furiosa masturbación que estoy haciéndome, la cabezota de la verga agitada, rozando con los dientes y frotando su lengua.

Los mohines y los “AHHH” monocordes son el ansioso reclamo de esa eyaculación en ciernes que está asomando del “ojito” para lanzar el chorro de esperma espesamente caliente sobre la lengua, agitada vibrante no todo el contenido es fácil de embocar dentro, parte de los chorros posteriores se esparcen en los labios y la barbilla. Apura a tragarse cuanto puede, el resto queda adornando el rostro, frotándole el miembro con los restos del naufragio de semen en las fauces de esta mujer que se come mi energía hasta la última gota, también lame ese último hilito de semen que se quedó colgado del prepucio.

Los restos de semen esparcidos fuera de la boca los recojo con la verga a modo de limpiador y se los llevo para que termine de deglutir todo, el resto lo hace con el dedo índice limpiando la mejilla y la barbilla para terminar de saborear la ambrosía producida por la abundante eyaculación producida luego de más de una hora de continuada acción. Haber demorado tanto el momento supremo tiene la gratificación de una más abundante y generosa eyaculación, y tan espesa. Haciendo equilibrio me bajo del sofá, ella se incorpora, el pelo desgreñado, con la sonrisa más grande que su rostro, rastros de semen en la comisura del labio como las heridas de guerra de los sexos.

Se pone de pie, sigue con los zapatos de tacón alto, sin dejar de sonreír trata de acomodarse las ropas enrolladas en sus brazos y la cintura, recompone algo la indumentaria del clásico vestuario de la secretaria.

Me adelanto a su intención de tomar del piso la tanga para ponérsela…

- No, no, esto se queda, tal vez cuando vuelva se la lleva.

- Tengo que limpiarme antes de retirarme.

- De ningún modo, quiero que se retire así, con mis marcas en tu cuerpo.

Tomé el teléfono y pedí un auto a la empresa de confianza para que traslade a una persona especial.

El bip bip del potero eléctrico: - El remís, señor.

- Sí, gracias! Ya baja mi empleada.

La secretaria me besó en la mejilla, pasó el dedo índice por su vagina y lo puso sobre mis labios.

- Le dejo mi aroma, hasta que me llame para traerle otro sobre señor.

Este fue nuestro juego erótico-sexual, jugado y disfrutado, acordamos que estaría bueno contarlo en forma de relato para ver si encontramos a la próxima madura, en [email protected] estaré ansiosamente esperándote. No te demores mucho.

Nota: El presente relato fue escrito entre los dos, apoyados en las emociones vividas y en la memoria del video que hemos grabado para el disfrute personal, algo extenso pero minucioso y verosímil en todas sus partes.

Nazareno Cruz

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