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Abuso de autoridad

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Hola nuevamente a todos los lectores. En esta ocasión les contaré una experiencia que tuve años atrás junto a mi novio de ese entonces llamado Leonardo. 

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Él y yo solíamos irnos en su coche a las afueras de la ciudad, buscando zonas despobladas para beber, fumar porros (mariguana) y tener sexo. La verdad la pasábamos muy bien, nunca nadie nos molestaba, hasta esa noche.

Luego de llegar a un paraje que frecuentábamos, comenzamos con el alcohol y un par de porros. Esa combinación en particular me pone muy caliente, por lo que no tardamos en besarnos y meternos mano por todos lados. Al cabo de un rato, Leo estaba en el asiento del conductor con el respaldo inclinado hacia atrás, fumando lentamente un cigarrillo de hierba mientras yo le comía la verga que tenía fuera de su bragueta. Tenía su mano derecha hurgando por debajo de mi panty, alcanzando con sus dedos largos mi húmeda vagina. Todo iba de maravilla hasta que en un instante aparecieron las luces de 2 patrullas policiales tipo pick-up que invadieron velozmente la escena y nos interceptaron.

Saltamos como resortes del susto y Leo arrojó el porro por la ventanilla mientras que yo me traté de incorporar y ponerme los vaqueros. Todo esfuerzo por disimular fue en vano pues los oficiales ya iluminaban con sus linternas al interior del coche y evidentemente se percataron de lo que hacíamos. Leo y yo nos quedamos quietos cada uno en su asiento, deslumbrados por las luces que apuntaban a nuestros rostros.

Enseguida nos pidieron salir del vehículo, no teníamos escapatoria. En total eran 3 oficiales, muy difícil de distinguirlos en la penumbra. Comenzaron a interrogarnos, no recuerdo qué les dijimos, seguro una sarta de mentiras para tratar de evadir la justicia. Para colmo, uno de ellos encontró la colilla aun encendida del porro que mi novio trató de deshacerse y es que tampoco había que ser tan listos y detectivescos, el olor penetrante a mariguana invadía el lugar.

De momento los 3 policías se apartaron un poco de nosotros y comenzaron a hablar entre ellos en voz baja. Al regresar hacia donde estábamos nos pidieron terminar de arroparnos y nos esposaron, a mi novio con las manos sujetadas por detrás de la espalda mientras que a mí me las colocaron con las manos la frente. Uno de los oficiales sujetó a mí novio y lo ingresó a su patrulla.

Los otros 2 policías me llevaron hacia la otra patrulla y me hicieron subir quedando sentada entre ambos pues se trataba de una camioneta pick-up con una sola fila de asientos. La patrulla donde iba mi novio arrancó primero y nosotros detrás de ellos. Me dijeron que nos llevarían a ambos a la comandancia para procesarnos por delitos de narcóticos y no sé qué más cargos. Notaba que avanzamos lentamente con respecto a la otra patrulla, íbamos quedando rezagados y en un tramo los perdimos de vista. Unos metros más adelante giraron bruscamente el vehículo a la derecha para tomar una brecha y asustada comencé a cuestionarles.

El oficial que iba a mi derecha se enfureció, me tomó de la garganta y me explicó que si no quería que le pasara nada malo a mi novio debía callarme y obedecerles sin chistar. Me quedé helada, mis manos comenzaron a temblar, realmente estaba asustada. El policía que conducía estacionó la patrulla en una zona boscosa, apagó los faros exteriores y dejó solamente encendido el tablero y una tenue luz interna que iluminaba parcialmente el interior de la cabina.

Aún me encontraba con mi mente nublada y tratando de asimilar la situación cuando me doy cuenta que el policía a mi derecha comienza a abrir su cremallera y sin más se sacó la polla. Traté de quedarme inmóvil y hasta cerré los ojos, pero el tipo me toma violentamente de la cabellera y me jaló hacia su entrepierna.

-¡Chupa ya este pito perra! Y más te vale que lo hagas bien o verás lo mal que la pasará tu novio si te haces la difícil -me ordenó el oficial.

Temerosa y angustiada abro los ojos y noté su verga justo enfrente de mis narices. El sujeto era un hombre alto, moreno, de unos 40 años, pelo rizado oscuro, con una panza pronunciada y mucho vello corporal en su pecho. No era guapo, pero llamaba la atención sus brazos gruesos y fuertes. Su miembro era muy largo como de 25 centímetros, comparado con el de mi novio Leo era el doble de extenso, aunque en grosor quedaban empatados. Tenía justo frente a mí ese pedazo de carne oscura con la cabeza negruzca, su pene me recordaba la forma y color de un habano (puro cubano).

Al estar bajo el influjo del alcohol mi sentido del gusto y olfato estaban suprimidos, así que no tuve tanto reparo en mamársela. Titubeante y a regañadientes comencé a comerle, teniendo que encorvar un poco el cuello porque su panza estorbaba demasiado. No conforme con obligarme a practicarle sexo oral el muy imbécil sacó su bastón policiaco, lo extendió y con él me tomó de la nuca para hacerme tragar su larga polla hasta el fondo. Obviamente no pude engullírmela entera (a mi novio se la como completa sin esfuerzo) ya que el palo de ese tipo era demasiado para mí y me provocó varias arcadas cuando su cabeza tocaba lo más profundo de mi garganta. Al tipo no pareció importarle, nunca permitió que su verga saliera ni un instante fuera de mi boca.

Aún seguía preocupada y pensaba por instantes en mi novio Leo, eso me hizo poder aguantar toda esa humillación, así que traté de relajarme un poco y pensé que entre más rápido lo hiciera correrse todo terminaría pronto. Luego de haber fumado hierba suelo calentarme con facilidad y no puedo negar que comer polla es una de mis debilidades por lo que comencé a esmerarme y disfrutar ese palote.

Durante todo ese tiempo que había transcurrido, el otro policía que estada detrás del volante de la patrulla solo miraba la escena y se frotaba su miembro por encima del pantalón. Era un tipo joven, de unos 26 años, de complexión delgada, moreno de cabello al ras tipo militar, nada fuera de lo común.

Tampoco le pude prestar mucha atención por estar arduamente trabajando la pija de su compañero que luego de 15 o 20 minutos no parecía tener intenciones de correrse aún. Me ordenaba que se la escupiera, que se la mordiera, que le comería las bolas negras, me tapaba la nariz cuando le tenía hasta el fondo, me jaloneaba la cabellera, me abofeteaba también, en fin, me forzó a hacerle de todo el muy hijo de puta.

En eso sentí como el policía que se había dedicado a contemplarnos me tomó de las manos aún esposadas y las jaló hacia él. Yo no podía verle porque estaba ocupada con la tranca de su compañero y no me dejaba voltear ni que se la dejara de tragar, mis quijadas ya me dolían de estar tanto rato en eso. Sentí que mis manos fueron a dar a la bragueta de aquel sujeto que por fin daba señales de querer participar. Entendí de inmediato que pedía mi ayuda para sacar su polla fuera del pantalón, por lo que mis manos buscaron a tientas su cremallera para abrirla y liberar su verga. Aunque no podía mirarla, sí podía palparla, era cortita pero suficientemente gorda como para compensar la falta de longitud.

Ya a esas alturas del encuentro yo estaba recaliente al pensar que inevitablemente haríamos un trío, lo que generó varias imágenes en mi mente de cómo sería. Se la pajeaba lo mejor que podía pues mi boca estaba secuestrada y al cabo de un minuto me quitaba ya los vaqueros que llevaba puestos. Entre ambos oficiales me giraron de modo que quedé en cuatro sobre el asiento, mi trasero apuntando hacia la izquierda de la cabina donde se encontraba el policía conductor y hacia la izquierda mi cabeza que aún succionaba el mástil del otro policía. De un momento a otro noté como la punta de una verga frotaba la entrada de mi coño. Como una cascada, mis fluidos vaginales resbalaban por mis ingles y muslos, realmente me encontraba súper excitada. Luego sentí como la cabeza de su pene abría camino para que el resto de su hinchada barra se fuera incrustando en mi interior. Una vez que mis paredes vaginales se acostumbraron al grosor de su instrumento, el policía inició con sus embestidas, cada vez más brutales.

Ambos oficiales disfrutaban de pronunciar comentarios obscenos y degradantes hacia mí:

-Esta puta resultó muy obediente. Se hizo la víctima, pero mira ahora el gusto que le da tragarse mi verga jajaja -comentó el oficial que invadía mi boca.

-Y este coño está que escurre a chorros jajaja -mencionó el otro al tiempo que me azotaba violentamente las nalgas con su cinturón.

-Seguro el niñato de su novio no sabe violarla como la puta que es -le contestó.

Extrañamente sus palabras altaneras y burlonas me calentaron aún más. La situación era altamente morbosa para mí: estar ahí en un lugar desolado a merced de esos desconocidos, sometida y sin poder huir, con las manos esposadas y recibiendo dos vergas al mismo tiempo. Una extraña mezcla de temor y lujuria invadía mi cuerpo y mi mente, la verdad para ese entonces ya ni pensaba en Leo, solamente me dejaba llevar y violar por esos tipos.

Disfrutaba aquella gorda verga en mi coño que me taladraba sin piedad, sentía sus bolas rebotar en mis nalgas, mi vagina se sentía llena de carne caliente. Tuve un par de orgasmos acompañados por gemidos muy sonoros que se ahogaron por tener la boca llena de aquella tiesa polla alargada. El dueño de aquella pija que se deslizaba en mi garganta comenzó a emitir quejidos y tensar su cuerpo, era el anuncio de su corrida que no tardó en salir a borbotones directo a mi boca. Como mencioné anteriormente, no pude percibir el sabor, lo que sí es que el tipo llevaría semanas sin correrse porque arrojó litros de líquido que se me salían por comisuras de los labios. El otro oficial que continuaba empalándome el coño no tenía el aguante de su compañero, enseguida aceleró el ritmo a mil por hora, me tomó fuertemente de la cintura y comenzó a llenar mi agujero con chorros calientes de semen.

Los tres quedamos agotados, recobrando el aliento. A ellos les tomó un instante recuperarse, a mí me dolía la mandíbula, las nalgas me ardían de tanto azote y sentía el resto del cuerpo entumecido por lo incómoda que había sido toda esa faena en una cabina tan reducida.

Breves instantes después se comunicaron por radio con la central y con la patrulla donde se habían llevado a Leo. Nos condujeron de nuevo a donde estaba el coche de mi novio, nos dejaron ahí sin más y se marcharon. Leo y yo regresamos presurosos a la ciudad sin pronunciar palabra alguna en el camino, tratando de asimilar las cosas. Tiempo después Leo aún estaba inquieto y quería saber qué pasó exactamente aquella noche. Le dije que no se preocupara, que lo importante fue que nos salvamos de ir a la cárcel o de que nos hicieron daño. Ya luego les platico cómo fue que le conté todos los detalles ya Leo y en lo que terminó aquella confesión.

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Gracias a todos los que se toman el tiempo de valorar y comentar este relato, me alientan a seguir publicando más historias.

Saludos cordiales a todos,

Claudia.

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