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(8) Cuestión de bragas

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Un aplauso rugió en la sala de conferencias, en el mismo momento en que Ana Etxeberría subía al escenario. Aquí la esperaban miembros de las altas esferas del campus para dar la placa a la mejor estudiante 2017. Hermosa y con un conjunto de noche vaporoso, recibió el galardón entre vítores y felicitaciones. El discurso de Ana duró un minuto y fue emotivo.

A continuación, la celebración prosiguió en una recepción con champán, catering y música chillout que ambientaba para mejor el salón del hotel.

Ana era el centro de atención. Todos y todas querían estar con ella, y a veces era agobiante, pero ella aguantaba el tipo muy bien.

En menos de cinco minutos ya tenía una lista de 34 personas para ser follamigo, sumiso o putón. Varios empresarios le ofrecieron trabajos suculentos. Y representantes de 28 universidades la querían en su campus. Desde luego, Ana era la más deseada y solicitada.

Tampoco era cuestión de pillar allí una cogorza, pero Ana se atrevió con una segunda copa de champán francés. Lo saboreó y un cosquilleo en la nariz la hizo reír.

-¿Ana Etxeberría? –se aproximó un hombre canoso, muy elegantemente trajeado y con acento inglés.

-Sí, la misma.

-Me llamo Ian Henry Donovan y esta noche represento a Hugh Hefner.

-¿Me habla de Playboy?

-Así es. Esta es mi tarjeta. El señor Hefner te sigue desde hace mucho tiempo y anhela que seas playmate.

-¿Quiere que sea una conejita Playboy?

-Eso es. Un jet privado te espera en el aeropuerto para una sesión de fotos en Milán. Cuando tengas un hueco en tu agenda, te subes al jet. No se moverá de donde está.

-Wow… No sé qué decir.

-Di que sí y ya está.

-Digo sí tres mil veces si es necesario.

-Bien. Subamos a la suite presidencial. El señor Hefner quiere verte.

-¿Está aquí?

-No, pero podrás verle por skype desde California. ¿Me sigues?

-Claro.

Subieron unas escaleras hasta una suite de lo más lujosa donde esperaba un hombre guapo y desnudo, una secretaria con gafas y bloc, una chica encorsetada en negro y un ordenador HP dispuesto en una mesa.

-Pasa, preciosa –la animó Donovan extendiendo la mano.

-¿Qué es todo esto?

-Te desnudas y te lo explico.

Sin más dilación, Ana se limitó a desnudarse callada. Todas las miradas se clavaron en ella de modo lujurioso.

-Ven, cariño –la cogió de la mano la secretaria en minifalda y blusa satén, y la colocó frente al ordenador. En la pantalla un anciano aguardaba al otro lado de la línea online-. Date la vuelta, separa los muslos y pon las manos en el suelo.

Con esa postura, el señor Hefner degustó visualmente la vagina de Ana.

Dovonan dio la señal y la chica procedió a masturbar de rodillas al hombre.

La secretaria de Hefner abrió la vagina con los dedos para una mejor visión.

-Precioso –se relamía el señor Hefner.

La chica soltó varias chupadas…

-Ya está.

… y ya la dejó bien dura.

-Vamos allá –dio Donovan una palmada.

El hombre se colocó sentado en un tresillo frente al ordenador y Ana fue obligada a subirse a horcajadas. La chica que hacía de mamporrera la estimuló el clítoris antes de la penetración.

La secretaria se sentó al lado para coger datos y notas del coito.

-Venga, amor, métetela, yo te ayudo –agarró la mamporrera la verga con una mano y el culo de Ana con la otra-. ¿Preparada?

-Sí…

-A la de tres bajas el culo.

-Okay.

-Uno… dos… ¡ya!

El hombre le ayudó empujando hacia abajo desde los hombros. Todo ese kilo de carne entró mientras Ana gemía y se mordía la lengua del gusto.

La secretaria anotó en su bloc algo.

-Un poco más… eso es… hasta el fondo… muy bien, cariño… -la daba besitos la mamporrera por el cuello y el mentón-. Bueno, querida, tú ya sabes cómo va esto. No pares hasta que te corras. El señor Hefner te está mirando, así que debes de impresionarle. Dale ahí, zorrón –la palmeó en el culo y Ana propinó los primeros saltos. La secretaria iba tomando notas y la mamporrera controlando el coito pélvico.

-Más rápido, vamos…

Ana obedeció totalmente cachonda.

La secretaria, a veces, metía la mano, palpaba y anotaba. Toda su atención se localizaba en esa polla preciosa que salía y entraba con más ímpetu a cada segundo.

Donovan se encargaba del material fotográfico con una cámara Sony.

-Ahhh, coño… qué pollón… -brincaba Ana de menos a más.

-Te estás follando a Mister Toledo, querida –susurraba la mamporrera con dulzura-. Madre mía… estás bien rica, Ani…

-Ahhhhh… uuuuuuy…. Jodeeeer…

El hombre gozaba mientras saboreaba los pezones de Ana en su boca. Botaban como globitos de agua y daban ganas de morderlos.

-Vamos, Ani, eres una puta campeona… -la alentaba la mamporrera.

-AHHHHHH… COÑOOOOOO…

-Demuestra lo que vales…

La secretaria seguía todo el proceso coñal con excitación pero sin perder su profesionalidad.

El sexo se convirtió en golpes salvajes con el coño.

La mamporrera se abrazó al culo de Ana en un intento de no perder el control de la situación.

Tres minutos más y Ana alcanzó un orgasmo, grito, otro más, grito más alto y un tercero que hizo eyacular a Mister Toledo.

-Así, así, así, cariño –se recreó la mamporrera en la cara orgásmica de Ana.

La secretaria es cuando cogió más apuntes y el bolígrafo escribía con rapidez.

Otro minuto más y por fin Ana se relajó, entumecida y embadurnada de sudor. Se giró, miró al señor Hefner en la pantalla y le envió un besito con un I LOVE YOU.

-Chicas, una sonrisita –las fotografió Donovan.

Ana sacó la lengua obscenamente y la mamporrera no fue menos. Donovan tuvo que reírse.

-Coño corrido –palmeó la mamporrera el culito de Ana y se bajó del tresillo.

-Eres increíble –alucinaba Míster Toledo-. Quiero tus bragas y tu whastapp.

-Vale, pero a cambio quiero tu zurullo.

-¿Cómo?

-Lo que sueltas por el culo cuando tienes un apretón.

-Ya sé lo que es. ¿Me pides mi mierda?

-Guárdamela en ese bowl de ahí y me lo llevo. O si no no hay bragas ni whatsapp.

-Dame un beso.

-Que te de un beso tu puta madre, cabrón –se la sacó Ana y se bajó-. Como vuelvas a pedirme eso te mato, ¿me oyes? ¡Te mato!

-Vale, vale.

-Gilipollas…

-¿Qué pasa? –se preocupó la secretaria.

-Este imbécil de turno, que se ha enamorado de mí.

-¿Te ha pedido un beso o qué?

-Como todos. Son escoria. Ven un chochito bonito y ya se matan entre ellos.

-¿Le fastidiamos?

-Claro. ¿Cómo?

-Hey, tú, gilipollas, mira. –Y la secretaria besó apasionadamente a Ana durante dos minutos. Al minuto el hombre se levantó furioso…

-Putas de mierda.

… y se visitó.

Al tercer minuto, ambas separaron sus lenguas entre babas que colgaban del mentón.

-Mmmmmmm… ¿follamos? –se calentó Ana otra vez.

-Este es mi whatsapp. Llámame en una hora y seré tuya –enseñó la secretaria su tarjeta personal. Ana quiso cogerla, pero ella lo retiró un momento, como jugando. Ana lo volvió a intentar y esta vez sí la dejó. Ambas rieron.

La secretaria y Donovan se sentaron frente al HP para concretar con el señor Hefner.

-Ya eres Playmate de Málaga –la informó la mamporrera.

-¿En serio?

-Claro. Así se consiguen los puestos de trabajo. De rodillas y con la boca abierta. Ellos mandan y hay que adaptarse a lo que la polla dicte. Es la ley patriarcal. Todas mis amigas tienen un sueldo de dos mil euros no por su eficacia laboral sino porque tienen a sus jefes bien contentos, tú me entiendes, ¿no?

-Totalmente.

-¿Quieres un ascenso? Mamada al jefe de sección y a vivir de puta madre.

-¿Tú eres Playmate?

-Sí, claro. Seis pollas tuve que mamar para serlo, entre ellos mi manager.

-¡Choca!

-¡Yeahhh! ¿Nos duchamos juntas?

-Vale, genial.

-Y luego follamos, ¿te apetece?

-Me apetece mucho.

Y ambas corretearon riendo hasta el cuarto de baño.

-Hey, Ani, echa el pestillo a la puerta. No me fío de ese Donovan. Es capaz de entrar y violarnos a las dos.

-¿Tu crees?

-Ya lo hizo en el Ritz de París y en el de Londres. El muy cabrón a una le metió sus bragas hasta la tráquea y casi la ahoga. Ya te digo. Donde hay ley hay polla.

-Ven aquí, so puta –se abalanzó Ana encima y la besó con ardor.

-Mmmmmm, cómo besas, cabrona…

-Pues al lío –la agarró Ana por el culo y la llevó al plato de ducha. Abrieron el agua caliente y ahí empezó una hora de sexo lésbico frenético.

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