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Sara: el camino de la sumisión (2 de 6)

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(Sara:) Dejo de teclear. Por un momento los personajes cobran vida en mi mente. Ya no veo el ordenador frente a mí, ya no estoy en el cyber. Estoy en la celda del psiquiátrico, cual creador observando su obra. Me concentro en la muchacha rubia, atada en la cama, mientras mi mano se desliza junto a mi mojado coñito, frotándolo sin cesar. Como en un espejismo, cuando se me ocurre qué escribir a continuación, despierto de mi letargo, hallándome de nuevo frente al ordenador. No puedo teclear y masturbarme a la vez, así que opto por hacer presión con mis muslos a intervalos regulares, provocándome un leve placer, y sigo con mi relato…

"El maníaco había decidido que lo primero que la rubia probaría sería el sabor de su polla, pero no podía arriesgarse a un mordisco en esa zona, así que sacó un hilo de la bolsa y inició la tortura de su presa. Desabrochó la bata blanca y le rompió las bragas, con gran habilidad unió ambos pezones con el clítoris, y todo con el mismo hilo hasta el cuello. Con este sistema, tensando un poco el hilo del cuello se cerraba el nudo que ataba sus partes más delicadas, ocasionándole un dolor insufrible. Cuando terminó, L.S. tiró un poco del hilo y Vero cerró los ojos por el dolor. Lo soltó, cogió un cuchillo de la bolsa, y otro objeto que Vero no alcanzó a ver, y volvió a su lado. Le puso el cuchillo en la garganta y le quitó la mordaza. La chica agradeció desprenderse de aquella tela pestilente, pero no sabía lo que venía a continuación. El pervertido le avisó, poniéndole su gran y sucio miembro en los labios:

-"Si muerdes tiraré de la cuerda, y cuando te haya hecho sangrar te cortaré a pedacitos, muy lentamente, así que se una niña buena y lame el caramelito"

Y de un golpe ya tenía su polla incrustada en la garganta. Era realmente asqueroso. Su sudor olía muy mal, y sentía arcadas cada vez que la embestía. Mientras L.S. disfrutaba de esa mamada forzada, cogió el objeto que había traído (un hermoso pepino de grandes dimensiones, del tamaño de su polla) y se lo metió sin más en el seco coño. Vero dio un respingo, las cuerdas se tensaron por aquel movimiento brusco y el dolor se apoderó de su cuerpo.

El maníaco, disfrutando de la humillación de su carcelera le dejó el pepino incrustado hasta el fondo, le cogió la cabeza con ambas manos y empezó a bombear frenéticamente, hasta acabar descargando borbotones de leche caliente, espesa y amarga directo al esófago. Vero creyó morir de asco, pero no tenía más opción que tragar o si no se ahogaría, y así lo hizo. Hasta la última gota. Y terminó de limpiarle el aparato mientras él decidía cuál sería el siguiente agujero que penetraría. Como no se decidía, le cambió las ataduras a su presa, uniendo con cuerdas las rodillas lo más cerca que pudo de los antebrazos.

Ahora vista de frente tenía a su disposición tetas, coño y culo. Se embadurnó la polla de aceite, y sin sacar el pepino que tenía ensartado en el coño, le metió la polla en el culo, y gracias al aceite y a su brutalidad, de una sola embestida se la clavó hasta los huevos, a pesar de lo pequeño que era ese orificio. L.S. empezó a bombear de nuevo, disfrutando al máximo de cada quejido de la rubia. Acababa de correrse, pero quería dejarle un regalito en ese agujero, así que en el momento de mayor placer soltó su vejiga y se le meó dentro.

La tripa de la enfermera se hinchaba y le ardían las entrañas. El pervertido no quería que el regalito se despilfarrase, así que con mucho cuidado sustituyó su polla por el pepino, a modo de tapón, y lo aguantó anudando sus bragas rotas a sus muslos para que no cayese. Ya solo le quedaba el coño por probar, pero tenía la polla sucia, se sentó encima de de ella, metiendo el trabuco con restos de su orín y defecaciones de ella entre sus majestuosas tetas y cogiéndola del pelo la obligó a hacerle la segunda mamada de la noche. Esta vez con cubana incluida.

Vero quería morir. Tenía el orificio anal destrozado por las embestidas, además del esfínter inundado con la meada del sádico, que la quemaba por dentro, sin posibilidad de salir, por el pepino y las bragas que lo sujetaban. Además lo tenía sentado encima, estrujándole las tetas contra su polla tan bestialmente que los primeros morados ya surgían en su blanca piel. Y ahora le tenía que limpiar los restos de meada y su propia mierda con la boca. Pero no iba a morir, aún le quedaba por hacer.

Nuestro amigo llevaba muchos meses sin disfrutar de la "compañía" de una mujer, por lo que no tardó mucho en descargar por segunda vez un chorro de esperma directo a la boca de la hermosa vigilante, que tuvo que tragárselo, deseando salir pronto de aquel infierno. Se sentía asqueada y humillada, dolorida y aún mareada por el calmante".

(Sara:) Joder, ya no puedo escribir más. Tengo el pantalón completamente mojado con mis jugos. Necesito liberarme. ¡Necesito un orgasmo! Me asomo un poco para ver que el encargado del cyber sigue ocupado chateando, vuelvo a mi sitio y registro el bolso, a ver si encuentro algo útil para mi propósito. Tabaco… no, mechero… no, subrallador… no… ¿no?... puede servir, no es muy largo pero si bastante grueso, y eso es lo que necesito. Con disimulo, me bajo la cremallera del pantalón, y tumbándome un poco sobre la silla, me meto el rotulador en el chorreante coño.

Cuando vuelvo a sentarme una oleada de placer me invade. Ya había hecho esto antes, cuando trabajaba en una oficina como auxiliar. No necesito que sea largo porque el pantalón presiona ese objeto hacia mi interior, además del roce que el tensado tanguita hace sobre mi clítoris. Con cada leve movimiento el subrallador se me inserta un poco más, hasta sentir cierto dolor, y el roce de mi tanga se incrementa. Me siento en la gloria, ya puedo segur con la historia…

"L.S. decidió cambiar de nuevo la postura de su presa. Esta vez puesta boca abajo, con la cabeza colgando fuera del colchón y los brazos atados a la altura de los codos. Ató también cada pie a un extremo de la cama, y situó el cojín doblado bajo su estómago, teniendo ella las rodillas dobladas.

Con tanto movimiento el pepino dejó escapar unos chorretones del líquido que mantenía aprisionado en su ano, que fue resbalando hasta su coño. Por esto, y por el aceite antes empleado, cuando le metió la polla en ese agujero sin explorar literalmente se le resbaló dentro. Dio un par de embestidas pero no sintió ningún placer. Esto no estaba bien. La zorra debía sufrir. Volvió de nuevo a la bolsa y sacó un segundo pepino, de tamaño parecido al primero.

Volvió a aquel coño peludo y resbaladizo y le metió el pepino entero, mientras con la otra mano abría con fuerza el agujero. Puso su polla en la entrada y se la ensartó de nuevo. Esta vez la rubia se quejó y el violador se excitó aun más. Metía y sacaba frenéticamente su polla y el pepino del coño de la chica. Con los golpes, el otro vegetal amenazaba con salirse de su sitio, pero no llegó a hacerlo. Justo en el momento de la corrida, cuando tenía su polla metida hasta los huevos, empujó con toda su rabia ambos vegetales dentro de sus respectivos orificios, hasta verlos desaparecer. La rubia gritó, el orín salía a chorros de su culo, y el paciente L.S. consiguió el mejor orgasmo de su vida."

(Sara:) Cuando termino de teclear esta frase, la ilusión vuelve. Estoy de nuevo en la habitación, con Vero y L.S., siento la humillación, el dolor, el placer… mi mano baja de nuevo a mi chochito, esta vez para pellizcarme el clítoris. Y en este momento llega el tan ansiado orgasmo… se me endurece la barriga y siento la liberadora ráfaga de jugos que escapan de mi coño, entre los palpitantes labios vaginales, pringando el rotulador, el tanga, los pantalones y hasta la silla. Pasan un par de minutos antes de que recobre el sentido de la realidad. Me saco el subrallador del pantalón, lo limpio y me enciendo un cigarro. Este ha sido de los buenos.

Ya no me apetece seguir escribiendo, pero toda historia necesita un final. Me pongo a ello mientras me acabo el cigarro.

"A modo de agradecimiento el violador dejó que la rubia le limpiase una vez más la polla con la boca. Se volvió a correr y ella se lo volvió a tragar todo, casi inconscientemente, sin saber qué hacía.

Más tranquilo tras cuatro corridas gloriosas, decidió que antes de irse tenía que finalizar su obra. La chica no paraba de gemir y lloriquear, cosa que solucionó amordazándola de nuevo con sus calzoncillos sucios. La dejó como estaba, boca abajo y con los pepinos perdidos en la profundidad de sus recién abiertos agujeros. Cogió una naranja de la bolsa y presionó en su coño hasta encajarla, cosa que le costó bastante por el pepino que ya tenía dentro. Vero sentía muchísimo dolor con todo aquello dentro de ella, que se le clavaba hasta las entrañas. Pero lo peor fue cuando intentó hacer lo mismo en su culo. La naranja no entraba. Pero para el paciente L.S. no había nada imposible. Se untó la mano de aceite y le presionó en el agujero posterior hasta que el puño entró con un "plop" desgarrador. La rubia se desmayó. Apartó su puño y metió el cítrico sin mucha dificultad.

Ya no volvería a calentarle la polla a nadie. Sonrió y se fue."

(Sara:) Con estas palabras el relato ya está finalizado, lo revisaré una vez más antes de colgarlo en la red, y me iré a dormir.

(8,50)