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Elena, mi profesora del colegio (II)

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Después de lo sucedido en mi casa, con Elena seguimos en frecuente contacto. Ya transcurrido más de un mes de aquello, mi calentura por ella, alimentada por las imágenes grabadas en mi mente, empezaron a ponerme loco. Quería poseerla nuevamente. Solo me atajaba el hecho de pensar que por ser impaciente podría arruinar eso que con tanto golpe de suerte conseguí.

Entre mensajes y mensajes, por fin Elena me dijo para vernos nuevamente, mi paciencia había tenido resultado. Se acercaba un feriado, por ende ella no trabajaría ese día. Me propuso vernos en su departamento. Lo cual me vino como anillo al dedo, ya que en mi casa iba a ser medio imposible, por la presencia de mi madre y de mi hermana. Pero llegado el caso haría las artimañas necesarias para concretar lo que había esperado tanto.

El día acordado para verla fue un miércoles, a las 5 de la tarde. Con ansias, esperé a que pasaran los días y las horas. Ya no aguantaba más el deseo de disfrutar su cuerpo entero. Tenerla solo para mí. Mi cabeza dio vueltas todos esos días anteriores. Así llego el bendito miércoles, a la hora indicada le pedí a Elena que me mandara la dirección de su departamento, una vez la obtuve, me subí a mi moto y fui.

Cuando llegue al lugar, pude verla, me estaba esperando en la vereda. Hacía bastante calor, ella tenía puesto un vestido largo, muy apretado, blanco con rayas negras, de esos que usan las mujeres en verano, que supongo deben ser muy frescos y marcan muy bien la figura. Sobre todo las caderas y la cola; en fin, se la veía espectacular con ese vestido puesto. Yo estaba en bermuda y remera, adaptándome al calor que como dije, era mucho.

Bajé de la moto, me quité el casco y nos saludamos normalmente, como dos amigos, no queríamos que nadie nos viera comiéndonos la boca en la vereda. Llavee la moto y subimos a su departamento. Una vez adentro me dio un beso apasionado.

-¡Me hiciste esperar mucho!- Dijo. Retándome por el tiempo que había transcurrido para que nos viéramos de vuelta. Yo solo me reí. No iba a decirle que no quería parecer un pendejo “cargoso”. Y que si fuese por mi calentura, nos hubiéramos visto más seguido.

Me tomó de la mano y me llevo hacia el pequeño living que tiene su departamento. Mientras me sentaba en un sillón, Elena ofreció traerme un jugo de naranja para tomar, lo cual acepte, nos venía bien para aplacar un poco el calor, hasta que el fresco del aire acondicionado calmara la temperatura de nuestros cuerpos o por lo menos bajara un poco. Se sentó al lado mío y comenzamos a charlar un rato.

En un momento se levantó para ir al baño, sin disimular gire la cabeza para verla completa de atrás, pude ver como las costuras de su tanga se marcaban en el vestido. Estaba mucho mejor formada, me había contado por mensajes que había arrancado con dieta y entrenamiento más intenso. Sin dudas sus esfuerzos se notaban, yo, encantado con esa figura. Iba a tener sexo con una excelente madurita.

Cuando volvió del baño, la atrape agarrándola de la mano, trayéndola hacia mí, se sentó sobre mi regazo. Comencé a acariciarla mientras hablábamos y nos besábamos de a momentos. La toque de abajo hacia arriba, cada centímetro sobre su vestido. Mi pene empezaba a ponerse inquieto. Sentía como de a poco se iba apretando contra mi bermuda. Elena me detuvo, invitándome a ir a la habitación.

Entrando a la misma, ella encendió el aire acondicionado. Poco a poco el fresco se iba sintiendo allí. Parados frente a frente nos seguimos besando. Elena me empujó haciéndome sentar sobre la cama. Encendió la t.v. en algún canal, yo solo estaba hipnotizado en su cuerpo. Se puso frente a mí, y de a poco fue quitándose su vestido, comenzando desde arriba. Hasta que quedo completamente en el piso.

Quedó a la vista un conjunto blanco. El brasier apretaba y levantaba sus hermosos senos, haciéndolos lucir increíbles. Debajo. La tanga blanca. Con dos pequeñas cintas a los costados. Y para completar, sus sandalias con plataforma, muy sexis, que no se los había quitado, de color azul. Toda esa imagen me dejó atónito. Mi calentura era extrema. Mi pene estallaría en cualquier momento de lo duro que lo tenía. Elena abrió su ropero y sacó un aceite de bebé.

-¿Me haces unos masajes amor?- Me dijo. Sonriendo.

-¡Si profe!- Le dije.

Con lo que me vuelve loco tener sexo con aceites. No pude soltar otra palabra. Elena se acostó boca abajo en la cama. Me quité la remera y me acomode al lado de ella. Apoyándome con el codo izquierdo en la cama. Con mi mano derecha tome la botella de aceite y comencé a derramarlo por el cuerpo de Elena. Primero por sus piernas. Las acaricie y masajee de abajo hacia arriba. De arriba hacia abajo.

Tire más sobre sus nalgas, allí me detuve un rato largo. Elena gemía de placer con cada arremetida de mi mano por sus nalgas blancas. El pequeño triangulo de su tanga quedó empapado de aceite. Coloque más sobre su espalda, emprendiendo viajes desde allí hasta sus piernas. Corrí un poco hacia un lado su tanga y empecé a acariciar su vagina lentamente, Elena estaba ya mojada. Gimiendo con cada caricia de mis dedos en su vagina.

Me saque la bermuda y el bóxer, me puse un preservativo y me coloque sobre ella, a la altura de sus nalgas. Con el glande de mi pene ahora acariciaba su vagina, hasta que no aguante más, metí completamente mi verga dura. Sin resistencia su vagina recibió la extensión de mi pene. Ambos gemimos del placer, mientras me movía dentro de ella, cada vez más rápido y profundo, aferrándome por su cintura completamente aceitada.

Elena se aferraba a la sabana, mientras sin piedad, ahora, ya castigaba su vagina. Entre gemidos me avisó que se iba a venirse. Sentí como apretó mi pene hasta que me suplicó que quitara mi verga de adentro. Así lo hice, mientras ella se recuperaba del orgasmo me incline a besar sus nalgas. Para luego besar su vagina, completamente mojada. Era una delicia. El pene me temblaba pidiendo que la volviera a penetrar.

Estire su cuerpo hacía atrás, colocándola de perrita. Penetrándola de nuevo. La tomé fuerte del cabello y comencé con las embestidas. Sus nalgas golpeaban y temblaban contra mi pelvis. Su tanga se corría hacia adentro. Rozando el tronco de mi pene, provocándome un ardor en ese momento placentero. La cama rechinaba con los movimientos de nuestros cuerpos. Todo era increíblemente erótico.

Saqué mi pene y me acosté. Ella se colocó sobre mí. Tomo el tronco de mi pene con una mano y con la otra se corrió un poco la tanga, para luego meterse mi verga. Subía y bajaba sobre mi pelvis. Le solté el brasier, sus senos blancos y redondos quedaron al descubierto. Los amasaba mientras Elena seguía con sus movimientos, su vagina me apretaba cada vez más el pene, hasta que se vino, esta vez con más flujo que ya no podía sentirme dentro de ella.

Su cara estaba roja, ambos estábamos transpirados y agitados. Ella sacó mi pene de su vagina. Quitándome el preservativo con una mano y con la otra acomodándose el cabello. Podía sentir como el glande me temblaba. Se dio vuelta, de modo que quedó dándome la espalda, acomodándose de manera que sus nalgas quedaron sobre mi pene duro. Aquella vista era grandiosa. Podía ver el pequeño orificio de su ano rozándome el glande.

Elena tiro un poco de aceite sobre todo mi pene.

-¡Quiero que me des tu leche en la cola!- Me dijo.

¡No lo podía creer!- No creía como ciertas aquellas palabras. Quería tener mi verga en su ano.

-¡Pero solo la puntita!-.- ¡Por ahora!-. Me dijo rápidamente.

-¡Si amor!-. -¡Metela vos hasta donde puedas!- Le dije.

Tomo mi verga por el tronco y acomodó la punta en la entrada de su ano. Jugando con mi pene poco a poco iba probando. Metiendo de a milímetros. Eso me torturaba. No podría aguantar muchos más sin largar el semen que tenía acumulado. Se lo hice saber a lo cual ella, dejándome tranquilo me dijo que no sería la última vez. Pero yo quería que entrara por lo menos la punta.

De a poquito su ano cedía ante los juegos, Elena se mordía los labios cada vez que probaba más adentro. Tire más aceite por la zona, empapando todo. La mitad del glande estaba adentro. Mis ganas de eyacular estaban superando el control que tenía. Por fin, después de un rato largo la cabeza de mi pene estaba dentro de su ano. Ambos festejamos riendo de la situación, tomándolo como algo natural.

-¡Ahora si podes darme todo!- Me dijo Elena.

Entre dolor y placer Elena comenzó con pequeños movimientos hacía adelante y hacia atrás, cuidando que el glande no salga de su pequeño agujero. El ardor que sentía era terrible. Tenía la cabeza de mi verga ahorcada por su ano. Ya estaba al borde de la eyaculación. Podía sentir como los espasmos comenzaban a llegar. Era una tortura que no quería que finalice jamás.

Los chorros de semen empezaron a salir, Elena gemía mientras seguía con los lentos movimientos. Parecía que nunca dejaría de largar mi semen dentro de ella. Podía ver su cara de dolor. El glande me había crecido aún más dentro de ella, pero quería asegurarse de que yo largara hasta la última gota allí. Fue una de las mejores eyaculadas de mi vida. Sin dudas. Ella no aguanto más y corriéndose hacia adelante dejo salir mi pene de su ano.

Mi verga cayó de lado con semen cayendo del ano de Elena. Rápidamente ella tomó una toalla para secarse. Para luego ir al baño. No sin antes darme un beso apasionado. Todo aquello le había gustado y mi ni hablar. Fue increíble e impensado para mí. Cuando ella salió del baño, entre yo. Me limpié muy bien el pene después de orinar. Me dolía pero había valido la pena.

Cuando salí, Elena había cambiado las sabanas. Fuimos al living a mirar un poco de t.v., mientras hablábamos de lo que había sucedido. Todavía habría un premio más para mí...

-Alexander0022-

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