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Busco madura (4): Señora N.

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En un relato escribí: “Busco madura. Si estás dispuesta a investigar, experimentar, satisfacer y dejarte satisfacer en deseos y fantasías, estoy esperándote para darte tu lugar”.

La señora N encontró su lugar en la búsqueda, con su permiso, recreo esos momentos en el presente relato…

La señora N, respondió a la búsqueda de Nazareno Cruz, primero un escueto mail diciendo que me había leído y que le interesaba la propuesta, como era de Buenos Aires, todo se simplifica.

Un par de mensajes y unos llamados previos al encuentro, compartir un café y una copa, sin promesas ni compromisos, quedamos en que si le había agradado la propuesta y se sentía cómoda, le dejaba el tiempo suficiente para responder, que lo evaluara e hiciera lo que más y mejor le agrade.

Dos días después recibí su llamado aceptando y acordando tiempo y forma para un encuentro con la comodidad del tiempo libre y la disponibilidad de… lo que surja.

Entendiendo lo coqueta y presumida que se veía, lo cual me agrada mucho, le propuse que jugáramos el juego del amo y la sumisa, acordó encantadísima, y me parece que puso en marcha el reloj de sus fantasías. Llegó el momento, para comenzarlo dije que le enviaría un auto para recogerla.

Sonó el timbre del apartamento, y la señora N ingresó en él, ahora comienza el juego y el relato.

Es tiempo de poner orden, de que sepas y comprendas quien tiene el mando, en adelante seré tu señor y tú la putita. Debes aprender a jugar tu rol de putita y sumisa, mis gestos serán suficiente para que entiendas tus obligaciones, desde ahora serás… - Su putita, señor. –dilo más fuerte, con más ganas!

- Su putita SEÑOR.

- Así está mejor…

Le indico con un gesto que tome asiento en una butaca, que tenía preparada, tapizada en gamuza roja, las piernas juntas y las manos sobre el regazo, mostrando actitud austera, de alumna de instituto religioso esperando un correctivo del director.

La miro, sonrío, palmeo el brazo de la silla, no necesito repetir la orden, ella entiende lo que espero.

Levantó las piernas una en cada brazo de la silla, se recuesta sacando el culo bien hacia adelante, los ojos bien abiertos, atenta al menor gesto. Indiqué que deslice el trasero más al borde.

Me arrodillo entre sus piernas, descalzo su pie izquierdo y comienzo a masajear la planta con los pulgares, tengo en claro el efecto sedante y seductor, recorriendo la planta hacia arriba y hacia abajo, luego los acaricio los dedos, volverá bajar a la planta y nuevamente subir a los dedos, por cada uno, separarlos y explorar con caricias el espacio intermedio.

Se deja estar en mis dominios, la siento concentrada en cada caricia, en cada roce, cerró los ojos para sentir la intensidad del beso en su pie, chupar y lamer cada dedo, en movimientos circulares, produce divina sensación de confort físico y placer que asciende a la sensación de erótico deleite.

Solo la mujer que ha recibido este tipo de masaje podrá comprender esa sensación inexplicable de erotismo que la identificó con un viaje al paraíso, recorrí la cara interna de sus piernas para leer en las yemas de mis dedos la textura cremosa de su piel, seguí leyendo hasta encontrarme en su entrepierna, palpar el papo abultado de su sexo, acariciarlo por fuera de la tela, reptar discretamente bajo de la tanga, el índice y el pulgar discretos separan los labios vaginales, empapada, húmeda, viscosa y caliente, en el contacto digital.

Levanto la falda, la tanga de ser la protección para quedarse en mi cuello como trofeo de la conquista, sus labios trémulos, aletean deseo, acosando con lenguaradas intensas y firmes, apoyé mi rostro sobre el clítoris, empapé mis sentidos del lujurioso aroma de mujer en celo, froto de arriba abajo con la nariz, la lengua hurga dentro de la conchita, lamiendo, chupando y succionando el jugo del goce eterno.

Navego dentro de su raja, sondeo y exploro como nadie sus sensaciones más eróticas, los gemidos escapan de su boca, desplazó las caderas hacia adelante, ofreciéndose a la codicia de mis labios, mi lengua se pierde, ensartada en la búsqueda del punto filosofal de todos los placeres.

Se regala a la tarea seductora, pero aún no es tiempo, me retiro para dejarla con las ganas, ansiosa y expectante.

Tomé sus piernas en mis manos, las junto y levanto hasta llevar los pies por encima de su cabeza, la conchita expuesta, húmeda e inflamada por la calentura, rodeo las piernas con mis brazos, dominada y sometida, una mano acariciando el muslo, con la otra una palmadita rápida sobre el abultado papo. Este gesto le roba un sorpresivo grito, acto reflejo por la palmada, repito la palmadita, profundo suspiro y el gemido termina por centellar en vibraciones que la sacuden con intensidad en el clítoris cuando retiro la mano que palmea su raja.

Es tiempo de volver al acoso de su sexo, la boca sobre la raja, abriendo y clavando la lengua con firmeza, alrededor del clítoris, chuparlo aspirando en mi boca, mamando con dedicada fruición, golpeando con la punta de la lengua, sitiando el capuchón, soplando en él, volviendo a sorber, comerlo a lametones como un helado de fresa. El asedio es por rondas, cada una finaliza su ciclo con la serie de aspirar, soplar, morder y lamer, cada pausa crea la incertidumbre de no saber qué sigue en el menú del maestro. Siente que su cuerpo ya le pertenece a su amo y señor, solo puede expresar su agradecida entrega, sucesión de pequeños jadeos y rítmicos gemidos.

Se entregó sin luchar al dominio de su señor, mis dedos se mueven como pez el mar de su sexo, tanto mar que rebasa, deslizándose hasta el hoyo anal. No hay tiempo que perder, deslizo los dedos fuera para retener la suave elevación que rodea al clítoris, nuevamente chupado y succionado, los dedos otra vez dentro de la vagina, bombeando, adelante y atrás.

Se conmueve y agita, acompaña el movimiento digital, conozco esa sensación que la hace vibrar y sacudir, las convulsiones la superan, percibo los latidos de ese hormigueo que la somete a la ansiedad de no poder dar respuesta a tantas sensaciones contrapuestas, el shock eléctrico de sus nervios y tendones recorren su cuerpo, vuelve sacudirse, convulsionar, la vagina parece un dragón que me quiere comer con su boca de fuego, se frota contra mis dientes, mi lengua, presiona mis labios; más empinada apoya el clítoris para estrujarlo en mí.

En plena convulsión, introduje el pulgar, enjugado, en el ano. El golpe de efecto la derriba de su vuelo astral, sus ojos bien abiertos interrogan, asombro, decepción y desconcierto, suspendido el vuelo triunfal por el dedo inoportuno. No es novata, sabe la importancia del dedo pulgar, dejó su zona de confort para complacerme, entregarse al dominio de su señor, aceptar las reglas que el señor le impone: disfrutar cuando el señor lo dispone.

Cambiamos, me siento en la butaca, ella se encarama en los apoyabrazos, se inclina para acomodarse la verga en su conchita. La posición tan vulnerable y súper húmeda, que se dejó caer y se la entró toda, hasta quedar con los pendejos pegados en el mismo mar.

Entendió el juego, ella debe hacerme viajar al mundo del placer. Elevarse con mis manos en sus nalgas y dejarse caer, empalada hasta la base del pene. La vagina rebosa de jugos, en el vaivén del subibaja, se escurren por el tronco de la verga hasta pegarnos en el vello púbico.

Nos puedo sustraerme al deseo, moverme, elevo la pelvis para bombearme dentro de ella, intenso y febril agitarme dentro de su sexo, persiste en apretar el miembro entre sus entrenados músculos vaginales, me siento gemir, inaudible y ahogado, indicios de que va por el buen camino.

El vaivén del coito la pone ansiosa e incómoda, baja para acomodarse bien la verga en su interior, inclinándose hacia adelante, los pechos fuera del soutién fregados en mi rostro, mis manos asidas a los apoyabrazos dan sustento firmeza para que ella pueda evolucionar y acomodar su culo ligeramente hacia arriba y en ángulo tal que puede apretar y hacer tracción en la verga.

Va alternando los giros lentos de las caderas y balanceo hacia atrás y adelante. Me está dando un garche de película, se me escapan esos gemidos que pretendo disimular como suspiros, para obligarla a exigirse en la puja por conseguir el disfrute de su señor.

Lucha, se debate y esfuerza por la fe que la empecina por conseguir llevarme al paraíso, resbalando hacia atrás y hacia adelante, con la pija pivoteando dentro de sí, acompañando el movimiento de su pelvis, ejecutando un “solo” concha a todo dar. Su postura ofrece el ángulo justo para estrujarle los pechos, exprimir en las palmas mientras con el pulgar e índice aprieto fuertemente los pezones.

Comienza a gemir sin dejar de agitarse, prioriza el trabajo con su hombre mientras deja correr dentro suyo las sensaciones de su propio orgasmo, entrega esos latidos como ofrenda al señor que la posee.

Totalmente vulnerable, entregada, desaforada, húmeda y dispuesta, entregada. La eyaculación se produce cuando el de ella esta menguando los latidos, los chorros de semen se disparan, gruesos y calientes, espesa energía que la agitan y conmueven.

Sostuvo la eyaculación, silencio y adoración, descargar el semen recibido por el tronco del miembro, desmontar y recibir en su boca el producto de su señor. Sonríe agradecida.

Sabe que debe responder a su amo y señor, está desatada, húmeda y dispuesta a responder a la orden de su señor. Entre las condiciones está la de ser “mujer de servicio” (sexual), también entiende que no son necesarias la palabras, un gesto es suficiente como para comprender que debe servir, que la quiero compartir con quien se le ordene.

No es necesario explicárselo, debe aprender a entender, obedecer sin preguntar. De pronto se vio rodeada por varios hombres, desnudos y con máscara en su rostro. Se miró en mis ojos, no siente miedo.

Cuerpos masculinos, tensos y ansiosos la rodean, acariciándola, ofreciéndole sus miembros para que los masturbe. No siente miedo, sus ojos se cruzan con los de su señor, sabe que soy el amo protector, que debe entregarse a ellos, que se alternaran en el uso de su carne, cuando uno se retire otro ocupará inmediatamente su lugar. Está dispuesta, cuánto más se entregue mejor se verá a los ojos de su amo.

No le importa cuántos rostros enmascarados y pijas anónimas se le acercan, inclinando la cabeza para mamarlos a medida que avanzan buscando el cobijo de su boca caliente, implorando atenciones.

Manos y labios dispuestos para atender a todos los machos, se abre a todas la exigencias, cuanto más prueba más revela sus ganas de seguir proando, cuanto más tiene, más quiere, ahora es ella quien exige, quien impone la acción.

Cada experiencia es más ardiente que la anterior, se revela sexualmente insaciable. Sus orgasmos se tornan más intensos, parece que alcanza el límite, pero se reinventa a sí misma, el próximo la lleva aún más alto, no quiere parar, incita, propone, exige continuar dándole sexo, rabiosamente intenso. Es la viva imagen de la lujuria, ese cuerpo de apariencia frágil parece estar sacudido por la electricidad, no es necesario que el orgasmo para hacerla vibrar, solo tocar sus zonas erógenas sirven para activar los resortes del erotismo, la libido alcanza niveles máximos, el placer que manifiesta como doloroso, la adrenalina satisface y anula la sensación del tiempo y el espacio.

Nada la satisface, nada colma sus necesidades eróticas, supongo que se han encendido los motores del deseo, que si tuviera machos disponibles podría seguir indefinidamente dando placer y recibiendo orgasmos, no para de pedir y ofrecerse a tomar y ser tomada como objeto de placer sexual.

Pero no hay tiempo que no se acabe ni cuerpo que lo resista, la fatiga muscular no puede sobre la resistencia erótica, su mente está concentrada en seguirle el juego, rodeada por esos hombres anónimos con miembros erectos rendidos en la admiración por la entrega de la señora N.

También he perdido la noción del tiempo, el espectáculo alucinante de esta muestra de lujuria y erotismo nos ha sorprendido a todos, el espectáculo y el goce han llegado a su fin, uno a uno los hombres fueron dejando su esperma y el gusto de haber disfrutado de su cuerpo, retirándose con el mismo sigilo y discreción con que hubieron llegado.

En un momento nos quedamos nuevamente solos, ella siente el cuerpo dolorido por el trajinar de todos los hombres en sus carnes, dice que siente punzadas como si hubiera trepado una montaña gateando para llegar a la cima. Se dice vigorizada por la energía trasfundida, exhausta pero feliz.

Tal como está babeada, con rastros de una increíble sesión de sexo, la llevé al servicio, baño de inmersión, agua tibia con sales aromáticas, velas con aroma de jazmín, distribuidas alrededor de la bañera. Permaneció sumergida, el agua caliente relaja, el vapor penetra sus poros, el sudor recompone y gratifica.

El prolijo maquillaje disimula y esconde los enrojecimientos, magullones, moretones y manoseos producidos en el fragor de la exigencia sexual. El cuerpo cansado no puede ocultar la exacerbada excitación que la domina, se nota que desea entregarse al rigor de mi sexo, someterse a mis caprichos y deseos más extremos.

La señora N respondió a la búsqueda, nunca había imaginado que “su señor” la despertara de sus noches de ignorancia con este amanecer de nuevas apetencias y necesidades eróticas. Agradecida, nos despedimos, sin promesas, solo debe esperar el llamado de su señor para acudir presurosa a él.

Te sientes una señora N o fantaseas, dímelo: [email protected], te comprendo, espero tu mensaje.

Nazareno Cruz

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