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Soy médico y mi paciente es mi mamá

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Hola soy Martin tengo 28 años y soy médico clínico, trabajo en un modesto hospital de la ciudad en donde vivo. Nací en esta pequeña ciudad de unos tres mil habitantes, casi nos conocemos todos, después de casarme tuve la oportunidad de ir a una ciudad más grande pero salió la oportunidad de una bacante en este hospital y lo tome, la verdad no me puedo quejar de mí trabajo.

Era un lunes por la mañana y golpean a la puerta de mi consultorio, le digo que pase, era mi madre, no me sorprende, muchas veces pasa a visitarme cuando tiene que venir por el hospital, se atiende desde hace años con una doctora que lleva años trabajando en el lugar, esa semana ella no iba a estar en el hospital, se tomó unos días de vacaciones que tenía atrasados.

-Hola Ma, ¿Qué haces tan temprano por acá?

-Hola Martín. Vine a ver a mi doctora, necesitaba que me recete alguna pomada.

-¿Necesitas alguna receta? ¿Te puedo ayudar?

-Pero, no sé qué crema puede ser.

-¿Cómo que no sabes? ¿No te lo había recetado antes?

-No la verdad que no, por eso quería que me revisará antes.

-Pero Ma, yo soy médico, te puedo ayudar

-Pero me da vergüenza, sos mi hijo.

-Dale Ma, me podes decir que te pasa, soy un profesional, no podes esperar a que llegue la doctora, recién viene la semana próxima.

-Pero es algo un poco íntimo.

-Dale Ma, no tengas vergüenza, ¿Qué te pasa? Por ahí te puedo dar algo sin revisarte.

-Bueno, tengo una irritación en el ano o eso creo. Me arde cuando voy al baño o me pica casi todo el tiempo, por eso quería que me recete alguna pomada la doctora.

-Bueno, pero no puedo recetarte cualquier cosa sin revisarte. Tengo que ver, no tengas vergüenza vas a ser una paciente más.

-bueno hijo, ¿Qué hago?

-mira sácate el jean y la ropa interior y acuéstate en la camilla. Mientras busco unos guantes y el espéculo que están acá al lado.

Yo no podía creer que iba a ver desnuda a mi madre, ella tiene 54 años, siempre fue muy linda y todavía lo es, tiene un cuerpo de infarto y desde que quedo viuda, hace unos tres años, está mejor. Yo tendría que ser profesional, pero también soy un hombre y siempre me calentó, tal vez un Edipo mal resuelto, no lo sé, pero esta era una oportunidad que no podía dejar pasar.

Regreso a mi consultorio, que no era muy grande, de unos dos metros de ancho por tres metros, donde hay una camilla a uno de los costados, un par de sillas, un pequeño escritorio y una balanza. Cuando abro la puerta la primera visión que tengo es la del culo desnudo de mi madre. Estaba acostada boca abajo sólo con una remera que le llegaba a la cintura. Yo trato de hacer como si fuera un culo desconocido, pero no veía la hora de empezarlo a meter mano.

-Bueno Ma, haber arrodíllate en la camilla y levanta la cola.

Me hizo caso y abrió bien el culo, la imagen era hermosa, estaba completamente depilada, el ano no era muy grande, diría que un pequeño ajito rosado, en esa posición podía ver sus labios vaginales brillosos, no sabía cómo hacer para no pasarle la lengua, trataba de pensar en otra cosa.

-vas a sentir un poco de frio, es un lubricante para meter el dedo. Avisa si duele.

A simple vista no se veía nada malo en el ano, al contrario, era un asterisco hermoso. Me pongo unos guantes de látex y me unto el dedo índice con un lubricante espeso, arrimo el dedo y comienzo a pasárselo por el ano. Sentía cada pliegue de ese arrugado agujero. Empiezo a presionar con el dedo y se lo meto dentro, empujo para que el dedo entre lo más profundo que puedo, cuando ya está todo adentro lo empiezo a mover de un lado para el otro, tocando las paredes del hermoso agujero. Suerte que ella me daba la espalda sino hubiese notado la tremenda erección que yo tenía, el delantal que llevaba puesto parecía una carpa.

-¿sentís algo?

-me arde un poco.

Me doy cuenta de lo excitada que estaba, le caían algunas gotas de su húmeda vagina. Con total normalidad y para que ella sepa que yo sabía que estaba excitada, tomo unos papeles absorbentes y le seco la vagina mientras sigo con el dedo de la otra mano hurgando dentro del culo.

-No siento nada malo, ninguna protuberancia, puede que tengas un poco lastimado. Voy a tener que mirar adentro con el espéculo.

Le saco el dedo y le paso un poco más de papel para limpiar la zona, luego le paso otra vez más lubricante en la entrada del ano.

-Te puede doler un poco, tengo que dilatar un poco para poder ver.

-bueno, yo aguanto.

Pongo una silla cerca y me siento en ella, mi cara queda a pocos centímetros del culo, podía sentir el olor a perfume de su vagina y el calor que emanaba. Comienzo a dilatar su agujero con el espéculo y cuando puedo dilatar lo suficiente arrimo una linterna y miro su cavidad. No veo nada raro, un poco rojo, pero nada lastimado. Pero no podía decir eso, tendría que inventar algo para poder seguir tocando el agujero.

-Mmmmm, se ve algo inflamado. Puede que te hayas lastimado con algo. ¿Usaste algún consolador?

-¿Cómo me preguntas eso?

-Ma, soy doctor, no me tenés que ver como tu hijo. Por favor. Igual es algo normal masturbarse, no tiene nada de malo.

-Tenés razón hijo. Soy una mujer y estoy sola. Si me metí una cosa.

-¿Cómo una cosa? ¿Un consolador?

-No, use el envase de un perfume.

-No hay problema Ma, pero puede ser que te haya raspado y lastimado la pared. Te voy a recetar una crema y te la vas a colocar impregnando una gasa y la dejas hasta que tengas que ir al baño, en unos días vas a estar bien.

-Qué vergüenza.

-¿Por qué? Peor si te miraba otro doctor. Esto queda entre nosotros. Espera que te pongo la gasa con la crema y mañana paso por tu casa y vemos como sigue. Te voy llevar un regalo

-Gracias hijo sos muy bueno conmigo.

La cara de mi mamá era de felicidad, yo no podía sacarme la sonrisa de la cara. Impregno con una crema cicatrizante una gasa y se la meto en el culo, se la acomodo bien en el fondo, sólo le asoma un pedazo de tela de 5 centímetros del culo. Después se viste y se va. Cuando me da un beso siento la cara caliente, yo no aguanto más y en el mismo consultorio me tengo que hacer una paja.

Cuando termino de trabajar en el hospital voy directo a un sex shop, decido comprarle un consolador para el ano, sería la sorpresa para mi mamá. Ni lo bajo del auto, no quiero que mi mujer se entere de lo que iba a hacer con su suegra, siempre le tuvo un poco de envidia y si se entera de lo que iba a hacer me mata.

A la mañana siguiente decido pasar temprano por su casa. Casi no pude dormir pensando en ella. Toco el timbre y sale a recibirme.

-Hola ¿Cómo estás? Llegaste temprano.

-Sí, quería pasar antes de ir a trabajar

-Bueno, pasa.

Me da un beso en la boca, hacía mucho que no hacia esto. Estaba vestida con una bata y tenía el pelo mojado.

-recién termino de bañarme.

-quería ver como estabas, como tenías el ano.

-¿Querés revisarlo?

-Si, como quieras.

-Bueno. Vamos a la habitación.

La habitación está en la planta alta de la casa, ella camina delante de mí, yo voy detrás con el maletín en la mano. No puedo dejar de mirar como mueve el culo mientras sube las escaleras.

Entramos a la habitación y sin decir una palabra se saca la bata y queda completamente desnuda. Se sube a la cama se pone en cuatro y mirándome por sobre su hombro me dice.

-Así está bien.

-Sí, si ahora te reviso.

Me siento en la cama y sin ponerme guantes me unto el dedo con el lubricante y le meto el dedo.

-Se siente mejor o te duele.

-está mucho mejor.

-Mira lo que te compré.

Saco el consolador que llevo en el maletín y se lo muestro mientras sigo con el dedo en el culo.

-jajajaja, ese era el regalo. Que loco.

-es para que no uses cosas que te puedan lastimar.

-jajaja, gracias hijo, pero me vas a tener que enseñar a usarlo, no me quiero lastimar, parece grande.

-como no, es un gusto poder enseñarte, bueno relájate que voy a empezar.

Le saco el dedo y le tomo el consolador, el ano ya estaba lubricado, arrimo la punta y entra con facilidad, da un pequeño quejido que rápidamente se transforma en suspiros.

El consolador entraba y salía con facilidad, mientras aumentaba el ritmo, también aumentaban los gemidos, que eran casi gritos, comienza a eyacular con fuerza, parecía que se estaba orinando, pero no le importaba mojar toda la cama y a mí tampoco.

Entre gritos casi descontrolados me dice.

-dale métela por el culo, no aguantó más hijo, quiero que me rompas el culo.

Sin decir palabra me saco la ropa y mi verga erecta salta de mi pantalón como un trampolín. Le arrimo la pija al culo y se la meto con fuerza, estábamos poseídos, nunca cogí a alguien con tanta fuerza. A mi mujer nunca le gusto el sexo anal. Era una experiencia hermosa.

Acabamos juntos, saque la pija y le chorreaba el culo de leche, nos besamos con locura, no pasaron dos minutos que necesite metérsela de nuevo. Estuvimos hasta el mediodía cogiendo de todas formas posibles, pero el culo era lo mejor.

Desde ese día a mi mamá la visito una o dos veces por semana y nuestra relación está unida por ese hermoso agujero rosado.

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