Nuevos relatos publicados: 6

Lorena, la hija de mi amiga (Primera parte)

  • 6
  • 13.672
  • 9,77 (13 Val.)
  • 0

Después de coger, estábamos en la cama con mi amiga Carla, cuando inesperadamente me pidió si podía ayudar a su hija Lorena en varias materias del secundario.

- Sólo te pido que la atiendas dos días a la semana; yo te la dejo cuando me vaya a trabajar, y así de paso es donde está…

Además de que no podía negarme por la relación con Carla, me atrajo la idea de estar cerca de Lorena, pendeja con la que tenía fantasías sexuales. Simulé dudar y pregunté:

- ¿Y ella que piensa?

- ¡Está encantada! Te quiere mucho…

Tuve que controlarme para no exclamar que yo la chuparía y cogería mucho más…

Deseo

Mi amiga tiene 36 años y es una flaca rubia, linda y sexy. Su hija, de 18, es preciosa. Morocha, delgada, en un metro cincuenta, su cuerpito es un álbum de curvas sabrosas, con tetas pequeñas, levantadas, firmes, con pezones que bajo las remeras ajustadas que usa sin corpiño siempre se ven duros. Luego, cintura estrecha, vientre plano, culito redondo de ensueño. Generalmente la veía usando calzas cortas, pegadas a su piel, o mejor digo: a su conchita carnosa.

La mayoría de las veces, al encamarme con Carla, mi excitación obedecía a su hija. Además, simulando mirar mi celular, había fotografiado a Lorena. Luego en mi computadora, amplié, recorté y mejoré las imágenes. También robé dos bombachitas de ella encontradas en el canasto de la ropa sucia. Así, con fotos y las tanguitas, disfruté pajeándome.

- Yo también la de… le deseo lo mejor… La veo como mi hijita… -dije a Carla.

Excitándome

Dos días después, Carla y Lorena entraron a casa.

- Bueno, te la dejo; disculpá como vino vestida, pero no me obedece… No quiero que salga a ninguna parte, cualquiera la va a violar… Vuelvo dentro de seis horas –dijo mi amiga y se marchó.

A mí me encantó la vestimenta de Lorena. Tanto que logró pararme la pija. Tenía un short de jean desflecado y roto, tan pequeño y ajustado que apenas cubría su vagina y la mitad de sus nalgas. Sobre sus pechos, una ajustada blusa blanca los resaltaban.

Para evitar que la pendeja advirtiese mi erección, le di la espalda y me senté en un sillón del living, colocando sobre mi entrepierna la notebook. Lorena siguió mis pasos y se plantó a un costado.

- ¡Al fin se fue! Ahora te saludo bien… - expresó Lorena, agachándose hasta mi rostro, poniendo sus tetas a centímetros de mi rostro. Y me plantó un suave y cálido beso en la comisura izquierda de la boca.

Sorprendido, confundido, sólo atiné a preguntarle si había traído sus carpetas.

- Si, pero decime, ¿te parece que vestida así parezco una puta, que quiero provocar hombres?

- No, no, ¡para nada!; yo te veo como cualquier chica… - respondí, mintiendo.

- ¡Uh… qué pena!; me gusta que me miren como putita… Y a vos, ¿no te gusto?

- Lorena, vos sos como mi hija…

- Pero no lo soy… Además, si me ves como tu hija, ¿por qué se te paró la pija? ¿Por qué, cuando mamá no está cerca, te gusta mirarme el culo, las piernas y las tetas?

Me dejó sin palabras.

Tras unos segundos, Lorena lanzó una carcajada, retiró la notebook, miró el bulto en mi pantalón y se sentó sobre mis muslos.

- No te preocupés, ¡me encanta! ¿Tenés Coca Cola? – requirió, cambiando de tema.

- Eh… no, no tomo esa gaseosa; tengo agua y jugo; ¿querés?

- ¡Que feo! Yo tomo Coca Cola cuando estudio. Entonces voy a comprar una…

- Tu mamá me dijo que no salgas…

- ¡Uhhh, cierto! Entonces, ¿Vas vos?

- Pero a esta hora los almacenes están cerrados, solamente hay en el supermercado, y está lejos…

- Pero podés ir en tu auto, y yo espero…

Pese a darme cuenta que estaba siendo manipulado por una pendeja, preferí ir a buscar lo que quería Lorena y de tal modo recuperar mi compostura.

- Bueno, ya vuelvo… Y empezamos a estudiar…

Presionado

Poco más de media hora más tarde regresé con la Coca Cola. Lorena no estaba en el living. Fui hasta mi dormitorio para cambiarme de ropa y la encontré, recostada en la cama, mirando mi computadora portátil.

- ¿Qué hacés? ¿Estás en Internet? Te traje lo que pediste, vamos a la mesa… -dije.

- Ah, hola… Pero no quiero coca ahora, y no estoy en Internet. Estoy mirando las fotos que tenés acá… o mejor dicho, mis fotos…

- ¡Lorena! ¿Qué hacés con mi computadora? ¡Eso es algo personal, íntimo!

- ¡Qué lindas fotos me tomaste! Veo que te gustan las teen, las pendejas cogiendo con viejos, con otras chicas, pajeándose… ¿Cuántas veces te hacés la paja? ¿Te pajeaste conmigo?

- Lorena, ¡te ordeno que dejés mis cosas!

- ¿Y si no, qué? ¿Le vas a contar a mi mamá? ¿Le vas a decir que miraba las fotos a escondidas que me sacaste?

La pendeja me tenía acorralado. Intenté calmarme. Tal vez quisiera chantajearme por dinero.

- Bueno, decime: ¿Cuánta plata querés?

- ¡Tonto!, no quiero plata; sólo quiero que la pasemos bien…

- Explicate mejor…

- A vos te gusta pajearte mirando pendejas, sobre todo si se pajean y cogen. A mí también me encanta pajearme. Y a mis amigas también… Entonces, lo hagamos juntos, acá en tu casa…

Disfrutando juntos

Mientras pensaba la propuesta de Lorena, recorrí con mis ojos, lentamente, sus encantos. Ella había desprendido los botones de la blusa, dejando ver sus ricas tetas. También estaba abierto el cierre del pantaloncito, por lo que advertí el comienzo de su concha.

La pija erecta me dolía bajo el pantalón. Necesitaba hacer algo. Tal vez la ocasión era inmejorable.

Jugando con mi vacilación, Lorena sostuvo:

- No entiendo porque pensás tanto… La tenés redura, yo estoy recaliente… Es fácil…

- ¿Qué querés?

- Sacá la pija, mirame cuando me desnudo, quiero ver cómo te hacés la paja, mirá como me pajeo… Quiero ver si podés aguantar tu acabada hasta mis orgasmos…

Totalmente dominado por la calentura, me desprendí de pantalón y bóxer, dejé saltar la verga, y la tomé con la mano derecha, moviéndola lentamente.

- ¿Este pedazo querés? ¡Mirá entonces, mirá como me pajeo por vos!

- ¡Ay, si papi! ¡Me encanta! Mirá la paja que me hago con tu pijota… -expresó Lorena, en tanto bajaba su short y lo tiraba al costado.

Estaba sin bombacha. Abrió sus moldeadas piernas y mostró una vulva espectacular, carnosa, depilada, brillante por los jugos. Sus manos alternaron tocando y acariciando entre la concha y senos. La pendeja comenzó a gemir y retorcerse.

- ¡Dale putita pajera! ¡Acabá! ¡Mirá como muevo la pija por vos, puta! – exclamé.

- ¡Si!, ¡sí!, ¡soy tu putita, tu pajera! ¡Acabo, acabo, acabo…! ¡Aghhh…! ¡Largá tu lechaza!

Al darme cuenta de los orgasmos que arrebataron a Lorena, agité mi pinchila hasta sentir la llegada de la leche. Me acerqué a su cuerpo y los chorros fueron a sus tetas, vientre, concha, muslos.

(Continúa. Segunda parte: “Lorena, la hija de mi amiga: Llegan sus amigas”)

(9,77)