Nuevos relatos publicados: 11

Laura: Trabajo a domicilio

  • 12
  • 20.576
  • 9,67 (27 Val.)
  • 11

Mi nombre es Laura, tengo 35 años, soy una mujer humilde y de escasos estudios, divorciada, con una hija de 9 años, me dedico desde hace años a la limpieza de casas (sirvienta). Soy pequeña de estatura (1.60), delgada, de tetas y nalguitas pequeñas, pero ambas, bien paraditas. Actualmente vivo con mi madre en un pequeño cuarto para nosotras tres. Mi vida sexual no ha sido fácil, abusada sexualmente por mi hermano cuando era apenas una chiquilla, dejándome embarazada, situación que termino en un aborto, producido por la golpiza que el mismo me propino.

Mi siguiente hombre, fue mi ex esposo, al que conocí en una de las casas donde prestaba mis servicios, él trabajaba de jardinero, al principio fue pura ternura y amor, los días de descanso, pasaba por mí, y me llevaba a pasear, a comer, o al cine, poco a poco se fue ganando mi confianza y mi cariño, hasta que un día en vez de irnos de paseo, nos fuimos a encerrar a un hotelito. A pesar de mi mala experiencia en ese tema, no puedo negar que aquello fue diferente, no fui forzada a hacer nada, aunque tampoco fue algo que haya disfrutado enormemente, algunas caricias, medio desnudarme, abrir las piernas, sentir como metía su verga entre ellas, verlo como loco cuando me penetraba una y otra vez hasta que descargo toda su leche en mi interior, sin importarle o tomar en cuenta si yo sentía algo. Como resultado, quede embarazada nuevamente y el recriminándome al percatarse que yo no era virgen. Cuando se retrasó mi periodo y me informaron que estaba embarazada, espere la primera oportunidad para hacérselo saber, su actitud fría y seca no me gustó mucho, pero me dijo que me iba a cumplir como hombre y que se casaría conmigo, por lo que renuncie a mi trabajo y me fui a vivir con él, a casa de su familia. La felicidad no duro mucho, es más, no duro nada, antes de nacer mi hija, me canse del abuso por parte de él y su familia, que me trataban peor que a una sirvienta, además de contar con muy poca atención por parte de mi esposo, quien se había vuelto violento y alcohólico, de esta manera, en menos de 7 meses y a término de mi embarazo, finalizo mi vida matrimonial y regrese a vivir con mi madre.

Después de haber dado a luz a mi pequeña, volví a trabajar, haciendo limpieza en diferentes casas, y de ahí resulta esta historia.

Hace aproximadamente 6 años, una o dos veces a la semana, iba a trabajar a casa de un matrimonio. La señora Carolina y su esposo Gustavo, rondaban los 50 años, tenían dos hijos mayores, ya independientes que no vivían con ellos. A pesar de la edad, ambos se conservaban físicamente bien, pues acostumbraban hacer ejercicio en varios aparatos que tenían en su casa. Después de algún tiempo de trabajar con ellos, la señora empezó a platicarme sobre la relación con su esposo, la cual, ya no era muy buena, el señor diariamente salía a trabajar y la señora aprovechaba para irse casi diario con sus amigas y en algunas ocasiones, aprovechaba para verse con algún amigo. No comprendía como teniendo a diario a un hombre como el señor Gustavo, buscara compañía con otro hombre, pero entre platica y platica, también supe que ella estaba convencida de que su marido, andaba con otra mujer.

El señor Gustavo, era un tipo grande y atlético, con una personalidad sumamente atractiva, cuando iba entre semana, siempre lo veía vestido elegantemente, y cuando me tocaba ir los fines de semana, lo veía vestido con ropa deportiva. No me sorprendería, que el señor se liara con otras mujeres, con esa personalidad y con su fuerte olor a macho y perfume, solo de verlo, me causaba cierta excitación que provocaba, se humedeciera mi cuquita.

Un día, fue el señor Gustavo quien me hablo, para pedirme que fuera a hacer el aseo de la casa, había pasado toda la semana solo (pues su esposa se había ido de vacaciones) y no deseaba que ella, al llegar, la encontrara sucia y desacomodada. Me cito un sábado, y acordamos que llegaría a las 8 de la mañana.

Al llegar, me recibió en la puerta, vestido con unos ajustados shorts de licra y una playera de tirantes, se encontraba totalmente sudado, pues estaba haciendo ejercicio. Solo verlo me impacto, la cara se me debe haber puesto de mil colores, ante mi tenia a un verdadero apolo y no podía dejar de observar su cuerpo y mucho menos su entrepierna, donde se notaba el bulto largo y prominente de su verga, mi cuquita inmediatamente reacciono, empezando a generar bastantes líquidos, “No vas a pasar, Laura”, fueron las palabras que me sacaron de mi asombro, solamente pude devolverle la sonrisa y pasar a su casa.

Mientras yo iba por las cosas para empezar la limpieza, él se retiró a continuar con su ejercicio.

Cuando limpiaba la habitación principal, de manera sorpresiva, encontré una pequeñísima tanga color negra, tirada en el suelo junto a la cama, también note que las sabanas de la cama presentaban algunas manchas amarillentas, justamente en la parte de en medio, inmediatamente imagine lo que había pasado ahí, seguramente el señor había tenido visita y está, por error, había olvidado parte de su ropa. Solo de pensar en esto, volví a humedecerme y a excitarme, fui al cuarto donde se estaba ejercitando, y enseñándole la pequeña prenda, le pregunte si deseaba la pusiera en la ropa sucia, ante la sorpresa de verse pillado, dejo de hacer su ejercicio y me pidió le entregara el calzoncito, también lo lleve a su recamara, para enseñarle la ropa de cama y preguntarle si quería que lavara las sabanas y el colchón. Ahora era el quien estaba de mil colores, y me pedía que limpiara todo.

Ese día yo vestía con una playera desgastada por el uso y un pantalón de mezclilla deslavada, que me quedaba entallado y dejaba ver mi colita más parada de lo normal. El me observaba detenidamente, seguro de sí mismo, parecía que me desnudaba con su mirada, mientras, por primera vez en mucho tiempo, me encontraba totalmente excitada, me sentía cachonda solo de ver a este hombre semidesnudo y pensando en ese bulto entre sus piernas, que no podía dejar de observar, mientras él lo mostraba impúdicamente. Después de un rato de jugar conmigo, regreso a su gimnasio, al tiempo que yo trataba de serenarme para empezar a limpiar su cama.

Al poco tiempo, lo escuché entrar al baño y abrir la regadera para bañarse, por lo que proseguí con el tallado del colchón, empinada sobre las rodillas y las manos, sin parar de imaginarme al señor Gustavo y a su amante en plena faena, mi coño no daba tregua, sentía como emanaban jugos de él, sin darme cuenta, empecé a moverme sensualmente hacia adelante y hacia atrás, buscando darme placer mientras paraba mis nalguitas.

Así estaba, cuando sentí que alguien me miraba fijamente. Al girar mi cabeza, vi al señor Gustavo, vestido solamente con unos boxers y con su pija totalmente erecta dentro de ellos, formando un bulto descomunal entre sus piernas. Por lo visto llevaba algunos segundos observándome empinada y moviendo el culo de un lado al otro. Después de muchos años, y a pesar de mis malas experiencias, mi cuerpo y mi mente, rogaban por sentir aquello que veía e imaginaba dentro de su ropa interior y que parecía en cualquier momento saldría de su escondite.

Don Gustavo, se acercó a mí, “Perdón Laura, no pensé que estuvieras todavía en mi recamara”.

Dio otro paso hacia mí, agarrándose descaradamente la polla, “Y menos pensé verte así”.

Yo continuaba paralizada, vi cómo se acomodaba justo entre mis nalgas, mientras me tomaba de la cadera, y diciendo, “Ve Laurita, ve como me has puesto”.

Con una de sus manos, don Gustavo se sacó aquel tremendo garrote y lo puso justo entre mis piernas, que involuntariamente se acomodaron y se abrieron para sentir aquello, rápidamente sus manos, desabrocharon y empezaron a bajar mis pantalones, justo a las rodillas, mientras su miembro, buscaba el acceso a mi cuquita, me pregunto sensualmente, “¿Puedo?” , “Te incomoda”.

Cual incomoda, todo lo contrario, y me sentí todavía mejor al sentir como ya sin ropa de por medio, mi húmeda cuquita, quedaba literalmente expuesta al calor de su miembro, “Vaya culito mi niña”.

Su mano bajo directamente a mi cuquita húmeda y deseosa, con cariño, me acomodo para abrir más mis piernas y poner mi cara sobre el colchón. Ofreciéndome deseosa, esperaba sin oposición, lo que yo sabía continuaría, fue mágico sentir, como aquel fierro empezaba a insertarse entre mis piernas, a diferencia de mis anteriores experiencias, ahora gozaba cada centímetro que lentamente se incrustaba en mi sexo, yo sentía que nunca terminaba de entrar, creí desmayarme de placer a cada empujón que daba y en el cual entraba otro pedazo más de ese enorme tronco, sentí como aquel instrumento tocaba por fin el fondo de mi vagina, y aun así, don Gustavo seguía empujando, como queriendo insertar hasta los huevos.

Cuando se sintió totalmente adentro, empezó a bombearme lentamente, sin prisa, haciéndome sentir totalmente llena en cada arremetida, sacaba aquel falo y luego volvía a penetrarme, aquello no terminaba, durante minutos no cambio de posición, recargándose en mi espalda y con ambas manos, me quito la blusa y el sostén, para después magrear mis bubis, dentro de mí crecía un volcán que por primera vez, iba a hacer erupción, jamás había sentido nada parecido, pensé que la vida se me iba entre las piernas. Y así fue, disfrute aquel orgasmo, primero en mi vida, como una puta consumada. Por fin supe, por qué a las mujeres les encantaba el sexo, siempre me había sentido abusada por los hombres, hoy era todo lo contrario, me sentía consentida y atendida por este caballero.

Después de tranquilizarme de ese primer orgasmo, don Gustavo saco aquel estoque de mi cuerpo y me recostó boca arriba sobre el colchón, termino de sacarme toda la ropa, y tomando con sus brazos mis piernas, doblo mis rodillas hasta la altura de mi pecho, abriendo totalmente mi coño, mientras su tumefacta, larga y gruesa verga, se volvía a insertar dentro de mí. Mientras me cogía, sus labios y su boca, se dedicaron a mamar y morder mis bubíes y mis pezones, que, para ese momento, se encontraban hinchados y bien paraditos, y de vez en vez me decía cosas como, “Vaya Laurita, eres una putita bien hecha, se nota que te encanta esto”, “Muévete puta, goza de mi verga”.

Me sorprendió la forma en que me hablo, pero la verdad me gusto sentirme tratada de esa forma, tal vez el señor Gustavo, tenía razón, y yo era en realidad una puta reprimida que por fin se liberaba.

Después de otro rato, volvió a sacar aquello de mi chocho, me impresiono, que después de tanto tiempo, su verga se mantenía totalmente erecta y brillosa por mis jugos. Me ayudo a levantarme, mientras era el quien se acostaba boca arriba, sin pensarlo, me puse encima de él, con mis manos acomode aquel tremendo falo en la entrada de mi panocha y de un solo golpe, tomándome de mis caderas me inserto nuevamente. “Vaya con la zorrita, muévete sobre mi verga, cabálgame hasta que me venga dentro de ti”, entre más duro me hablaba, más disfrutaba como me cogía, no podía dejar de moverme, mis caderas y mis nalgas actuaban como como verdaderas expertas, después de otro buen rato, nuevamente sentí que me iba a vaciar, entonces con mayor velocidad y euforia me moví para llegar a otro orgasmo, “Vaya con la gran PUTA, desde hoy solo soñaras con mi verga clavada entre sus piernas”, “No te detengas zorra, que estoy a punto de llenarte toda con mi leche”, Las manos del señor Gustavo, estrujaban mis senos dándome a entender su inminente orgasmo, “No te detengas PUTA, estoy a punto de venirme, muévete, muévete”.

Yo sentía que aquel pedazo de carne estaba hasta el fondo de mi cuquita, sabía que si se vaciaba dentro de mí, seguro me dejaría embarazada, pero no había forma de detenerme, deseaba con toda el alma que me llenara de su leche, y cuando me tomo de la cadera para insertarme hasta el fondo, empecé a sentir la tibieza de su leche y los potentes chisguetes de su venida, uno tras otro, y otro y otro, hasta vaciarse por completo.

Me deje caer sobre su pecho, sentía su verga caliente y hasta el fondo de mí, no podía liberarme del fierro que tenía encajado, todavía otros 5 minutos pasaron, hasta que por fin sentí que su polla se desinflamaba en mi interior, me saque aquello y por fin pude recostarme a descansar, mientras de mi irritada cuevita chorreaban todos mis jugos revueltos con su leche, manchando nuevamente el colchón recién limpiado.

Don Gustavo se levantó y se metió a bañar nuevamente, un poco más tranquila, me vestí lo más rápido posible, limpie nuevamente el colchón y me baje a la cocina, para terminar de serenarme y reiniciar la limpieza.

A los pocos minutos bajo don Gustavo, totalmente vestido, me aviso que iba a salir, y que me encargaba que cerrara cuando me fuera. Me entrego tres cosas con sus respectivas instrucciones:

Primero una pastilla color rosa, “Te la tomas, mañana en la mañana, con esto seguro no quedaras embarazada”.

Después, un sobre con dinero, “Aquí esta lo acordado por la limpieza, más una gratificación por el excelente servicio que me diste, espero que ahora sea con mayor frecuencia”.

Y por último, la tanguita negra de hilo dental que encontré bajo su cama, “Lávala en tu casa y guárdala para cuando te llame nuevamente, quiero que cada vez que nos veamos, te bañes bien, te pongas ropa limpia y sexy y uses esta tanguita, pues ahora, serás mi PUTA y siempre buscaras la forma de estar conmigo sin que se entere mi esposa”.

(9,67)