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Diario íntimo de un putito

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Me gustan los hombres, pero no cualquier hombre, solamente los señores mayores e incluso viejos… ¡Ay, sí!.. Tengo ese morbo…

En la preparatoria, que acabo de terminar, había compañeros que me acorralaban en los pasillos para manosearme y tenía que defenderme de ellos, porque los jovencitos no me interesan…

Llámenme Jorgito, sepan que hace unos días cumplí dieciocho años aunque no represento más de quince o dieciséis y que, bueno, todo el mundo me dice que soy un lindo chico…

¿Me permiten que me describa?... ¿Puedo hacerlo?... Gracias…

Tengo un cuerpo delgadito y esbelto, con ciertas insinuantes curvas casi femeninas…No tengo vello, solamente una suave pelusita apenas perceptible en los muslos largos, mórbidos, bien torneados.. Tengo el pelo castaño y enrulado, ojos grandes y oscuros y mi cara es un óvalo perfecto, de pómulos altos y marcados… Colita empinada, redondita, dura y siempre hambrienta de una… Ay, me da vergüenza… ¿lo puedo decir?... ¡Gracias!... de una buena verga…

Me vuelve loco de goce tragar una verga por la colita y por la boca… ¡Es indescriptible el placer de sentir la boca llena de lechita y tragarla toda, hasta la última gota…

No hace mucho que me desvirgaron y ya les comento cómo fue y quién…

Resulta que con papá y mamá alquilamos una casa en la que también vive la dueña y, en el fondo, un señor mayor, de unos setenta años…

La dueña es una solterona de 60 años, según nos dijo hace mucho… Nosotros la llamaos “señorita” María y a mí siempre me dio un poco de miedo con su cara de bruja, su nariz ganchuda y sus orejas grandes y salientes… Sí, miedo pero también excitación… Ay, sí, era raro…

Siempre me miró de una forma extraña, como devorándome con los ojos… Una tarde, cuando yo salía del baño después de darme una ducha, me interceptó en el estrecho pasillo que comunica ambas parte de la casa… La saludé y ella me dijo, para mi asombro: -¿Sabés una cosa, Jorgito, a mí me gustan las mujeres, pero vos, de tan lindo que sos, parecés una chica y por eso me gustás tanto…

-Ay, “señorita”, ¿qué dice?... -yo llevaba encima sólo un shorcito celeste de jean y ella me miraba una y otra vez de arriba abajo…

-Lo que oíste, lindo…

Papá y mamá trabajan, salen de casa a eso de las once de la mañana y no vuelven hasta las ocho de la noche… En ese momento, la una de la tarde, yo estaba solo con ella y con don Abelardo, el viejo que vive en el fondo… Para colmo la “señorita” me dijo: -Nos tenés locos, Jorgito, al viejo Abelardo y a mí nos tenés locos…

-Déjeme pasar, “señorita”… por favor… -le pedí nervioso y excitado a la vez… De pronto escuché pasos a mis espaldas, me di vuelta y lo vi venir a don Abelardo con una sonrisa lasciva… Se acercó a nosotros, saludó a “la señorita” y dijo: -¿Vio, María, lo lindo que está Jorgito?...

-Hermoso está… Llevémoslo a mi habitación…

-Sí, vamos, Jorgito, caminá…

-Pe… pero, ¿qué… qué me quieren hacer?... –murmuré temeroso y con ganas al mismo tiempo… Lo del temor era porque, según imaginaba, iba a ser mi primera vez…

-No me hagan nada, por favor… -supliqué cuando estuvimos en la habitación, pero mi ruego era fingido, porque en realidad yo quería que me hicieran de todo, que me abusaran a fondo y sin piedad…

-Sacate el pantaloncito, nene… -fue la orden de la “señorita” mientras don Abelardo se desvestía…

Yo ya no quise fingir más que me resistía, estaba tan caliente que preferí gozar sin disimulo de la situación…

-Sí, “señorita”… -y me saqué el shorcito ansioso por verle la pija a don Abelardo…

-Qué colita tan linda tenés, Jorgito… Es para darle unos buenos chirlos… -me dijo la vieja y sus palabras aumentaron mi excitación… -Ay, “señorita” ¿eso le gusta?...

Era muy fuerte lo que yo estaba viviendo, con un viejo a punto de cogerme y una vieja que me estaba haciendo descubrir que soy putito y sumiso…

-Sí, Jorgito, y a vos también te va a gustar… -me aseguró y no sé por qué intuí que sí, que me iba a gustar que la muy perversa me calentara la colita… ¡y me encantó!... Les cuento que se sentó en el borde de la cama y me hizo tender boca abajo sobre sus piernas… Ya el sólo hecho de estar así hizo que me excitación aumentara hasta niveles increíbles… Para mejor, miré a don Abelardo, ya desnudo, y vi su pija bien parada… ¡Ay!...

La “señorita” no empezó enseguida a pegarme… Antes estuvo un rato acariciando mis nalgas, pellizcándolas, haciéndome sentir sus uñas en mi carne estremecida de deseo... Y un momento después, el primer chirlo…

Me es difícil explicar lo que siento cuando me pegan en la colita… Es como una corriente eléctrica que me recorre entero a partir de mis nalgas… Es un ardor delicioso, un dolorplacer, un placerdolor…

Yo gemía y jadeaba moviendo mis caderas y entonces la “señorita” se dio cuenta…

-Mmmmhhh… Te gusta, ¿eh, Jorgito?...

-Por favor, “señorita”… -murmuré avergonzado…

-¿Te gusta o no te gusta, Jorgito?... –insistió ella… -Porque si no te gusta no te pego más… -y emitió una risita burlona…

-S… sí, “señorita”, me… me gusta… -admití aterrado ante la posibilidad de que cumpliera su amenaza…

-Oiga, usted, María… -intervino don Abelardo… -Siga pegándole un poco más, quiero que me lo entregue con el culo bien rojo…

-Bueno, usted dígame hasta cuando le doy…

-¡Siga, María, siga!...

Y la “señorita” siguió con la paliza mientras yo no podía quitar la vista de la pija de don Abelardo… ¡tan hermosamente erecta!...

(continuará)

(8,13)