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Mi segunda vez (Capítulo II)

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En el primero de mis relatos, les conté someramente quien soy, y cómo fue que entregué mi virginidad anal gustosamente. Ahora voy a contarles lo ocurrido los días siguientes, y cómo el placer de lo desconocido puede llegar a confundirnos.

El lunes siguiente a nuestro apasionado encuentro, estaba él esperándome en el casino de la Universidad. No me llamó la atención, pero me incomodó un poco pensando que alguien podía darse cuenta de lo ocurrido entre nosotros. Durante casi toda la semana fue casi lo mismo. Me invitaba una gaseosa, pedía que me sentara con él y hasta a veces me sacaba de mi grupo de amigas y amigos. Lo entendía, era obvio que él estaba enamorado de mí, pero prefería que fuera más discreto.

Ese viernes en la tarde me invitó a encontrarnos al día siguiente en la noche en el mismo departamento. Me confesó que el dueño era un arquitecto egresado de la misma Universidad, que era gay, y que por eso nos cedía su lugar para que fuera nuestro refugio.

El día del encuentro, puse más atención en mi aseo, me puse una colonia, y partí ansioso al encuentro de él. Al llegar al departamento me recibió el Arquitecto con la misma amabilidad de antes, me invitó a sentar y me trajo un trago, bastante cargadito. Al rato llegó Lucho, abrazó a su amigo y a mí me levantó en el aire con su abrazo. Él era más alto que yo, y aunque no practicaba ningún deporte, era más fuerte y musculoso.

Nos sentamos juntos, y al cabo de un rato, el dueño del departamento nos anunció que tenía que salir, y que nos quedáramos todo lo que quisiéramos. La complicidad era abierta y la adrenalina se olía en el ambiente.

No más salió, Lucho empezó a besarme apasionadamente. Me llevó al sofá y me desnudó sin ninguna prisa. Después se desnudó frente a mí y me dijo: "esta vez vas a prender algo que seguramente hasta ahora no has hecho con nadie". Se arrodilló entre mis piernas, separó mis rodillas, tomó suavemente mis bolas con una mano y con su boca abierta envolvió mi glande, acariciándolo con la lengua, sacándome suspiros de placer. Siguió así hasta tener mi pene entero en su boca, moviendo su cabeza de arriba abajo.

Se detuvo, me tomó de ambas manos y me dijo "ahora es tu turno", cambiándome de lugar. Traté de copiar lo que me había hecho él. Su pene no era más grueso que el mío, pero si más largo, y extrañamente encorvado hacia arriba. Por más que trataba, no lograba tragármelo entero, pero sentía que él igual gozaba mucho. Me cambó de posición, me sentó en el sofá y estando él de pie delante mío, volví a meter su pene en mi boca, chupándoselo lo mejor posible.

Seguimos así un rato, hasta que él tomo mi cabeza con ambas manos, empezó a gruñir, e inundó mi garganta con su semen caliente y espeso. Eso fue otra nueva sorpresiva sensación para mi, pues no me lo esperaba. Me quiso dar una arcada, pero pude respirar profundo y dejar que su néctar viril se deslizara por mi garganta, hasta beberme todo. "Sigue chupando, mi amor" me dijo. "No dejes que se escape ni una gota".

Cuando se ablandó, me sacó el pene de la boca. Se lo había dejado limpiecito. "¿Qué tal te pareció? ¿Te gustó el sabor? "No lo sé" le dije. "No se puede comparar con nada que conozca, pero no era malo".

Estaba un poco defraudado, porque pensé que iba a ser todo por esa noche. Pero no. Él se puso de pie, rellenó nuestros vasos, puso música suave a y acompasada, encendió un lámpara que se encontraba en un mesita al costado del sofá y apagó la lámpara que colgaba del techo. Él se movía al compás de la música, con su pene colgando y bamboleándose como un badajo entre sus piernas. Me dio un poco de risa y me distendí completamente. No sé cuánto tiempo pasó, hasta que él me tomó de las manos y empezó a bailar conmigo. Ambos desnudos y abrazados, nos besamos y acariciamos al son de la música, hasta que sentí que su pene volvía a estar en forma y se endurecía contra mi vientre, mientras el mío seguía su ejemplo.

Tiernamente me llevó al sofá y me dijo: "acomódate como la otra noche", a lo que obedecí encendido de calentura, mientras él iba al baño en busca del lubricante. Esta vez se tomó su tiempo en prepararme, mientras yo movía mi culo suspirando. Cuando me sentí penetrado, mis suspiros cambiaron a gemidos. Esta vez fue más fácil que la vez anterior. Cuando lo tuve entero dentro de mí, levanté mi culo para sentir su vellos púbicos refregando mis glúteos, y sus bolas chocando con las mías.

Estuvimos mucho rato así, gozando cada minuto más y más, hasta que exclamé "me voy a correr, Lucho". Entonces tomó el pañuelo que tenía a mano, como la otra vez, y envolvió mi pene. Se alzó detrás de mí apoyado en sus brazos y comenzó un mete y saca frenético, hasta que con su ya conocidos gruñidos, se vació en el fondo de mi con temblores espasmódicos. Yo apretaba el tronco de su pene con mis esfínteres instintivamente. Se tendió encima mío con su pene enterrado hasta el fondo, mientras con sus piernas acariciaba las mías y mis pies con sus pies.

Se retiró sentándose en al sofá a mis pies, acariciando mis pantorrillas mientras recuperábamos el aliento. Al cabo de un rato, apretando mi culo para que no se saliera su leche, me fui a pasitos cortos y rápidos al baño. En la ducha dejé que todo su semen saliera, me sequé y salí desnudo del baño. Le dije "tengo que dejarte, se hizo tarde y si me quedo más tiempo no tendré en que ir a mi casa".

"¿Te ha gustado?" me preguntó. "Si mucho, como nunca lo hubiera imaginado. Es demasiado rico". En mis adentro me decía "Me estoy volviendo maricón, no puede ser, pero me gustó tanto que si sigo así, voy a ser un completo maricón".

En el bus de vuelta a casa, me repetía lo mismo. "No quiero ser maricón", me decía. "No quiero ser marginado, que mis amigos y amigas murmuren, se rían de mí, me dejen de lado". "Si no paro ahora, nunca más voy a parar. Es mucho placer"

Tomé una decisión drástica, pero no sabía que estaba muy equivocado. Pero de esto les contaré en otra ocasión.

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