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El gran juego morboso

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A veces la imaginación vuela, huye de nosotros mismos buscando instantes de eterna evocación, de increíbles sensaciones no exentas de fantasía ilimitada. Buscamos, y no siempre encontramos, esa persona capaz de sublimar la vida llegando a extremos insospechados sin límites conocidos. Misteriosa búsqueda que casi nunca alcanza el conocimiento.

De repente, sin pensarlo, sin casi sospecharlo, en el camino de la vida aparece alguien con quien compartir secretos, confidencias, deseos ocultos, experiencias inolvidables. Alguien que se convierte, por la magia de lo posible, en un cómplice para llevar adelante las vivencias más insospechadas.

Cuantas veces, en el silencio de la noche, en la soledad de una cama casi sin deshacer, se fraguan las más trepidantes aventuras, las fantasías más extremas, aflorando los más ocultos e inconfesables deseos. Cuantas veces soñamos despiertos con la idea de agotar la vida hasta los últimos extremos capaces de alejarnos de un discurrir rutinario y monótono.

Pensar, por un instante sin posible medida, en el irrefrenable deseo que nos produjo aquella persona del sexo opuesto que, una mañana cualquiera de verano, tomaba el sol cerca de nuestra toalla en una playa de la que ya hemos olvidado el nombre. Ni siquiera la persona que estaba a nuestro lado supo jamás de aquellos pensamientos, ajena de todo a nuestros deseos.

Cuántas veces hemos desnudado a alguien con nuestra imaginación o simplemente hemos hecho nuestra aquella fantasía que alguien nos narró, en voz baja, un atardecer de invierno mientras la lluvia sacudía la ventana del salón cargado de viejos recuerdos de otra época.

Hay quien ha caminado muchos pasos en la vida dando rienda suelta a sus deseos más íntimos. Personas capaces de afrontar la vida como es, sin tapujos, con valentía, sin esa hipocresía que atenaza al mundo para eludir el sempiterno “que dirán”.

Cuantas noches, en la compartida soledad de tu cuarto, soñaste con experiencias salvajes, inauditas, mientras por tus piernas de deslizaban, sinuosos, los fluidos de tu cuerpo todavía joven y deseable.

Cuantas veces te miraste al espejo, desnuda, recordando aquella tarde en que por vez primera dejaste que un desconocido te hiciese suya. Como se disparó tu adrenalina cuando ibas camino de tu primera cita tras la obligada pausa impuesta por tu matrimonio. Habías tomado tu decisión y acudiste puntual a esa cita tras un puñado de conversaciones escritas con aquel hombre casi desconocido.

Aun seguirás recordando la tarde en que, aprovechando tu soledad, te desnudaste delante de tu cámara para aquel desconocido. No pudiste verlo, tan solo intuirlo. Cubierto tu rostro con el turbante te antojaste como la más hermosa esclava del harén, Una esclava de placer, de deseo, de sensual erotismo. Te corriste como jamás lo habías hecho hasta entonces, sintiéndote observada por unos ojos que miraban tu cuerpo, tus movimientos y gozaban con tu placer. Te retorciste sintiéndote propiedad de otros, no de tu voluntad. Le pediste ser su puta y fuiste su puta por un tiempo que no midió ningún reloj de la vida.

Pero nada acaba ahí, ese sería un final sin sentido, un final como otros muchos. Ahora deseas saber lo que aquel tipo pensó de la experiencia. Saber que sintió, que vieron sus ojos, como gozó de tu cuerpo, que sensación lo embargó cuando finalmente se hizo realidad el verte desnuda, de pie, llenado tu coño con esas bolas que te dan sumo placer y masturbándote como jamás lo habías hecho. Es otra de las partes del morboso juego, un juego que no tiene fin y cuyos límites tan solo quedan al arbitrio de la imaginación.

En pocos días vivirás la primera gran experiencia. Dos tipos a los que no conoces de nada, a los que jamás has visto, te van hacer suya. Pero no será un polvo de hotel de tercera, no, eso no tendría sentido. Ni tan siquiera te gustaría. Por varias horas te vas a sentir un objeto para que disfruten de ti, de tu cuerpo, para que salgan a la luz sus deseos más ocultos, más oscuros. Desnuda, de rodillas, atada con tus manos atrás y con los ojos vendados, serás ofrecida, entregada, para servir de disfrute a dos tipos que nada saben de ti. Serán instantes inolvidables cuando te sientas tocada, horadada; cuando sus pollas llenen tu boca y su semen riegue tu cuerpo o simplemente cuando decidan tumbarte sobre la cama o en el suelo para follarte salvajemente. Se sucederán, y tú lo sabes, tremendos orgasmos que te llevaran a otra dimensión a otro estadio. Ellos harán lo que quieran, como a ti te gusta, y tú solo podrás obedecer, ser esa sumisa que llevas dentro y cuyo rol te ha proporcionado los momentos de mayor placer.

Sé que has soñado con ello varias veces, has soñado despierta recreando en tu mente esta morbosa situación mientras no podías evitar que tu mano acariciase tu coño hasta correrte, llevándote a un nuevo orgasmo.

Poco a poco, cada día que pasa, cada vez que se acerca la fecha elegida, notarás como los nervios se desbordan, como la adrenalina va subiendo a cada paso, como tu coño se humedece de solo pensarlo. Y así llegará el día. La primera llamada de contacto. Oirás su voz, será muy breve pero la escucharás. Luego la tensa espera, quizás una hora. Los últimos preparativos. El reloj irá corriendo tal vez más lento que otras veces, pero correrá. Comenzarás a desnudarte, a perfumarte para él. La hora se acerca. Sentirás como ato tus muñecas, como tus manos quedan inmovilizadas a tu espalda, a merced de lo que suceda. Falta ya muy poco, casi nada. Te arrodillarás. Notarás como el ritmo de tu corazón sube, como el deseo incontenible se adueña de tu cuerpo. Vendaré tus ojos, no podrás ver nada de lo que suceda a tu alrededor y aguardarás. Ya no serás tú, tu voluntad ha dejado de pertenecerte y al final, casi sin darte cuenta, escucharás los golpes en la puerta. El habrá llegado y nada tiene ya vuelta atrás. Quizás en ese instante tu grado de excitación alcance límites absolutos, tal vez el solo hecho de tocarte provoque tu primer orgasmo.

Eso solo será el principio. A partir de ahí todo puede ser posible.

Cuantas fantasías, cuantos sueños, cuantas vivencias, cuantos deseos ocultos pueden aflorar si dejamos que lo hagan con plena libertad.

Comprar una minifalda; buscar un antifaz o una máscara; preparar un viaje a otro lugar; abrir una nueva cuenta en el msn; poner un anuncio en internet... Son actos que por sí mismos nada significan si los extraemos del contexto. Pero sin embargo, si en ese contexto hay otra persona con la que se desea vivir una nueva vida llena de experiencias; alguien para quien no existen secretos; un cómplice en toda la extensión de la palabra, sin duda todo adquiere un significado distinto.

Preparar una nueva prueba durante semanas, día tras día, esperando que llegue el momento de llevarlo adelante, el momento en que los dos protagonistas de la historia se reúnen, se besan y más tarde hacen suyo el mundo.

Ella entra sola en un cine x, uno de esos cines sórdidos, que tantas veces nos han recreado algunas películas. Va vestida de forma muy provocativa: falda corta; zapatos de aguja; maquillada; muy atractiva. Entra sola, detrás, como si no se conociesen de nada, va él, la observa. Ella ocupa una butaca, sola y se centra en la película.

¿Cuantos de aquellos hombres que ocupan las butacas del cine se han percatado de su presencia?, ¿cuántos la estarán deseando como locos? De repente, uno de ellos, el más echado para adelante, se acerca, se sienta a su lado. Ella no protesta, no se inmuta. El tipo dice algo en baja voz y, casi sin darse cuenta, deja que su mano se pose en una de las piernas de ella. Sube la adrenalina. El observa desde atrás, controla la situación.

El tipo sigue tocando, su mano se cuela debajo de la falda. Ella nota como los fluidos comienzan a deslizarse. Arde de deseos en aquella situación morbosa. De repente, se levanta y se va, sale del cine. Él también se levanta y va detrás, mientras el tipo queda solo en su asiento. Fuera, los dos se ríen, se besan, se abrazan.

¿Cómo pagar ese subidón de adrenalina? Es una situación increíble, llena de lujuria, llena de morbosidad. Es el juego, un juego entre dos donde otros u otras entran a jugar, no como protagonistas, sino como instrumentos, meros instrumentos para dar placer a los que de verdad protagonizan el juego.

Ese es el juego; un juego diabólico, extraño, misterioso. Pero en él se encierra una buena parte de la salsa de la vida. En él se encierra la complicidad entre dos personas, entre confidentes incapaces de no hacer del otro el secreto más íntimo. Ese es el juego, un juego que rompe la monotonía, el tedio del siempre igual, Ese es el gran juego.

Ven a jugar, te espero en nuestro gran juego.

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