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Un trío morboso

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Había llegado a la gran ciudad aquella misma tarde en el avión de las 16,45. Sin dilación, en taxi, se dirigió al hotel perdido en una de las arterias más concurridas de la urbe. Tras cumplimentar su reserva en recepción subió a su alojamiento, deseaba llamar a Malena y hacerla conocedora de su llegada. Tenía ganas de verla, de estar con ella nuevamente sumidos en aquella cálida penumbra en la soledad de la habitación al igual que había sucedido en ocasiones anteriores.

Malena, una vieja compañera de Facultad, seguía a sus cincuenta años siendo la misma mujer que había conocido casi treinta años atrás. Atractiva, morbosa, atrevida, espectacular en la cama. Se había casado con un pobre diablo incapaz de saciar sus apetitos sexuales, así se lo había comentado en casi todas las ocasiones que se habían citado a lo largo de aquellos años, en las que el tema saliera a relucir.

De aquel matrimonio habían nacido tres hijos, uno de los cuales ella aseguraba que no era siquiera de su marido pese a que él, en su ignorancia, estaba convencido de su paternidad, incluso lo consideraba el favorito por ser el más despierto de los tres. Eso a ella le producía, así se lo había dicho, un morbo especial ya que le hacía recordar a su verdadero padre, un joven de poco más de veinte años con el que mantuviera años atrás una salvaje relación sexual.

Tras abandonar la Universidad habían perdido el contacto; sin embargo, diez años atrás, por casualidad se la había vuelto a encontrar. Fue una noche tomando una copa en pub de la ciudad. Ella estaba con dos amigas. Provocativa como siempre, como lo era en sus tiempos de Facultad, se reconocieron y aquella noche compartieron cama en el hotel donde él se encontraba alojado, recordando aquellas otras citas en cuarto y quinto de Carrera.

Desde entonces, cada vez que él viajaba a la gran ciudad, su cita con Malena, sus polvos salvajes con Malena, constituían un punto y aparte en sus agotadoras jornadas de trabajo y reuniones. Aquella vez no tenía por qué ser diferente.

Una vez aposentado en su habitación, descolgó el teléfono y la llamó. No obtuvo respuesta a su llamada. Ciertamente ella no sabía su fecha de llegada pero eso ya había sucedido en otras ocasiones y sin embargo siempre había estado dispuesta a acudir a la cita.

Aquel primer intentó lo contrarió. Estaba excitado de solo pensar en volver a verla, en poseerla una vez más, en sentir como su lengua acariciaba su pene y en sus gemidos al ser poseída de forma salvaje tirados en el suelo.

Por una razón que no acertaba a comprender tuvo la sensación que en aquella ocasión nada iba a ser igual. No había razón aparente para pensarlo, sin embargo una especie de premonición hizo presa en él.

Encendió la televisión. En una de las cadenas retransmitían un tedioso partido de fútbol. Se sirvió un whisky del mini-bar y se dispuso a hacer un poco de tiempo para realizar una nueva llamada a su amiga.

Poco antes de las ocho descolgó el teléfono y volvió a llamarla. No tuvo que aguardar mucho tiempo, al tercer tono una voz de hombre, sin duda su marido, respondió a la llamada. Tras presentarse como un compañero de oficina, algo que entre ambos habían convenido para cuando se diese una circunstancia como aquella, preguntó por ella. Aquel individuo, muy extrañado por la llamada, le respondió que su mujer se encontraba en el hospital desde la tarde anterior aquejada de un ataque de apendicitis y que él mismo había telefoneado a la oficina por la mañana anunciando la imposibilidad de que pudiese acudir a trabajar.

Como pudo, tratando de salvar la situación, se excusó aduciendo que desconocía aquella circunstancia al encontrarse de viaje y que tan solo deseaba contrastar con ella unos datos del trabajo que necesitaba para presentárselos a un cliente. Luego, tras pedirle que la saludase en su nombre y deseándole una pronta mejoría colgó el teléfono, dando así la conversación por terminada.

Molesto por aquella inesperada contrariedad se recostó sobre la cama pensando en su amiga y los buenos momentos que habían disfrutado juntos en habitaciones como aquella. Por un tiempo sin medida fue evocando algunos de sus mejores encuentros con ella, con su sexualidad, con su morbo...

A eso de las nueve menos cuarto comenzó a pensar en el plan para aquella noche. No había quedado con nadie y realmente tampoco tenía muchas ganas de internarse por las calles de la ciudad en busca de una nueva aventura.

Tras darle varias vueltas encendió su ordenador. Podía aprovechar el tiempo para preparar su intervención en la Junta de accionistas de la empresa del día siguiente, algo que ya había hecho con anterioridad en varias ocasiones pero que no vendría mal repasarlo todo una vez más.

Sin mucha prisa y menos convicción releyó aquellos folios, repletos de números, en los que figuraban los balances de la empresa. No tardó mucho en echarles aquel vistazo, así que a las nueve y media, satisfecho de su trabajo, ya había terminado.

Valoró la posibilidad de salir a cenar, sin embargo una lluvia pertinaz y torrencial que bañaba la ciudad le hizo desistir de la idea. Pediría la cena en el restaurante del hotel y se resignaría a quedarse en la habitación el resto de la noche.

Harto ya de aquel infame partido de fútbol y de las series que retransmitían las diferentes cadenas, apagó la televisión. Miró la pantalla del escritorio del ordenador; en aquel instante le vino a la memoria el recuerdo de aquellos meses, años atrás, en que se había convertido en asiduo a los chats; una costumbre que, sin embargo, abandonó totalmente poco después.

Recordaba perfectamente algunos de los contactos que había establecido merced a aquel medio. A su memoria volvieron los recuerdos de su breve pero intensa relación con Marta, aquella viuda de más de sesenta años que, pese a su edad, conservaba la lozanía y el encanto de una mujer de no más de cuarenta. Tecleó la dirección de aquel chat al que concurriera habitualmente durante meses y entró. Adoptó un nick de fortuna, de sonoros y elocuentes ecos, y accedió a la sala de sexo, al menos se divertiría.

Tras más de quince minutos de releer todas las tonterías escritas por unos y otros en la sala general y cuando ya estaba decidido a abandonar, alguien lo saludó en privado. Su nick, "mulata sensual", despertó su atención.

Se saludaron y comenzaron a charlar. Ella le dijo que era scort y que entraba para ofrecer sus servicios. No era amigo de pagar por sexo, jamás lo había hecho y no deseaba que aquella fuese la primera vez. Pese a todo, por mantener un poco más de tiempo aquella conversación, se interesó por la oferta de aquella mujer.

Tras satisfacer durante unos diez minutos todas sus dudas, evocando su profesionalidad y sus numerosos encantos, tratando de convencerlo, le hizo una confesión.

- Cariño - le dijo -, antes de seguir quiero que sepas una cosa. Soy cd.

Aquellas dos letras no tenían significado alguno para él, jamás las había leído ni oído en parte alguna, así que preguntó:

- ¿Que eres, que?

- Travesti, cariño, soy travesti.

Aquello le causó una extraña sensación. Nunca había estado con una travesti y tampoco entraba en sus planes probar tal experiencia, así que con educación declinó el ofrecimiento y se despidió, saliendo del chat.

Sin poder evitarlo comenzó a darle vueltas al asunto. Una travesti. Jamás había estado con una, ni tan siquiera lo había pensado. No le llamaban la atención. Sin embargo, aquella noche todo parecía dar un giro inesperado. Recordó todo lo que "mulata sensual" le había contado relativo a lo que hacía, como lo hacía y como era. Todo le pareció rodeado de un morbo especial.

Volvió a conectarse al chat y una vez en la sala de sexo buscó su nombre en la interminable lista de adictos, allí no estaba. Lamentó su indecisión y sobre todo no haberle dado una oportunidad para que lo convenciese.

Cuando ya se disponía a cerrar definitiva el ordenador nuevamente contrariado, se abrió una pantalla privada, en ella un nick automático, de esos que asigna el programa directamente, lo saludó.

- Perdona cari, soy "mulata sensual", me echó fuera el sistema y tuve que entrar con este nick. Creí que ya te habías ido.

Charlaron durante un rato. Supo que era colombiana, de treinta años, que poseía un cuerpo y unos ademanes muy femeninos, algo que le había dicho pero que le repitió nuevamente; que estaba totalmente depilada y que sabía muy bien como satisfacer a un hombre. Incluso le pasó una dirección web de su página personal donde se mostraban algunas fotos más que sugerentes.

El, pese a todo, no se sintió atraído por aquel cuerpo ni tampoco por la posibilidad de tener una cita con ella. Ya estaba comenzando a despedirse cuando ella proporcionó un giro a la conversación y a su propuesta.

- Cariño, por un poco más puedo ir con una chica, amiga mía, colombiana también que es muy dulce y los tres los pasaremos genial. Vas a disfrutar como nunca. Te digo más, si quieres nos quedamos las dos toda la noche contigo o si lo prefieres mejor una sola de nosotras.

Aquella nueva dimensión de la propuesta le produjo un fuerte estado de excitación y de deseo. Notó como su pene comenzaba a empalmarse. Realmente deseaba probar aquello que "mulata sensual" le estaba proponiendo.

Tras hacer unas breves consideraciones aceptó la propuesta. Pese a todo le indicó que buscaba total discreción y que por ello no quería que llegasen juntas a la habitación con el fin de evitar sospechas por parte de los empleados del hotel y mucho menos preguntas que exigiesen respuestas indiscretas una vez rebasada la puerta de acceso al establecimiento.

Quedaron de acuerdo en ello. Ella le indicó que llegaría primero y que lo haría vestida de chico, por lo cual, si no deseaba verla con esa indumentaria, le pidió que le franquease la puerta y sin verla la dejase entrar al baño. Una vez allí se ducharía, se arreglaría y media hora más tarde llegaría su amiga.

Le dijo que en menos de veinte minutos podría estar en el hotel ya que no vivía muy lejos. Él se limitó a pasarle el número de habitación, cerrando el chat seguidamente.

A lo largo de aquellos veinte minutos de espera su cabeza no dejó de trabajar. De una parte, la excitación ante todo lo que se avecinaba y de otra sus dudas a la hora de valorar si había sido la mejor opción, se mezclaron como un cóctel explosivo en su cabeza que no dejó de darle vueltas.

De repente, una leve llamada a la puerta delató la presencia de alguien. Se acercó y sin franquearla preguntó por la identidad de la persona que había tras ella. Una voz con tono de mujer se limitó a responder "soy yo, la mulata".

Entreabrió la puerta, se retiró del corto pasillo que daba acceso al dormitorio y dejó que accediese al interior del baño.

Durante el tiempo en que se duchó y se preparó, él se encargó de adecuar la habitación para la ocasión. Apagó la mayor parte de las luces dejando sumida la estancia en una penumbra agradable y sensual; se quitó parte de su ropa y aguardó sentado sobre la cama.

Diez minutos después "mulata sensual" hizo acto de presencia. Las fotos que le había mostrado no le hacían justicia. No muy alta, con un cuerpo espectacular, su larga peluca negra, aquel tanga de reducidas dimensiones, un sujetador pequeño y aquella pulsera tobillera hacían resaltar su atractivo de manera desmesurada.

Quedó mirándola con detenimiento no pudiendo evitar que su pene alcanzase el máximo de la erección, algo que no pasó desapercibido para ella que premió su actitud con una sonrisa. Luego se acercó y lo besó en la boca con un beso interminable pleno de sensuales evocaciones.

Comenzó a tocarlo y a punto estuvo de hacerlo correr, sin embargo logró contenerse. No deseaba que tal cosa sucediese al menos hasta que su amiga estuviese con ellos.

Le ofreció una copa que ella aceptó y se sentaron a charlar a la espera de la llegada de la visita que esperaban.

- Cariño - le dijo -, tanto mi amiga como yo somos un poco sumisas. Yo haré todo lo que me digas, tanto con ella como contigo, pero quiero que me lo mandes. Si quieres se la como, la follo, te la como a ti, me follas..., lo que quieras. A ella también mándale hacer cosas. Si quieres se la comes, la follas, la enculas. Vamos a pasarlo muy bien ya lo verás.

En aquel instante de su mente desaparecieron todos los prejuicios y prevenciones tenidas hasta entonces.

Minutos después, una nueva llamada a la puerta delató la presencia de su amiga. Ella misma se la franqueó tras haber preguntado él de quien se trataba.

No era muy alta; de algo más de treinta años; un cuerpo muy bien armonizado; aquella cabellera larga, lacia, negra como la noche al igual que sus ojos. La mulata y ella se besaron y lo miró sonriente antes de besarlo a él también. Luego entró en el baño, se desnudó y se duchó.

Pocos minutos después salió del baño completamente desnuda, ofreciendo una imagen atractiva que provocaba deseo.

A una indicación de él, la mulata se desnudó totalmente. Desnuda su cuerpo no desmerecía, incluso aquel pene de color canela que contrastaba con el resto de sus líneas, destacaba semi erecto.

Las agarró a las dos y las colocó una frente a la otra, mandándoles que comenzasen a tocarse. Así lo hicieron. Se besaron, se magrearon tumbadas sobre la cama. La mulata había alcanzado la erección al igual que él con solo ver aquel cuadro.

A partir de ahí la ordenes comenzaron a sucederse. La mulata comenzó a comerle el coño a su amiga de forma insaciable mientras él la besaba y la lamía por todas partes. Luego fue ella quien empezó a mamar la polla de la travesti en tanto que esta se la mamaba a él colocado de rodillas sobre su cara.

Durante casi una hora se besaron los tres, se tocaron, se acariciaron, se comieron por todas partes. Fue increíble. Finalmente la mulata comenzó a follar a su amiga, primero de pie, luego tumbados en el suelo, todo ante su atenta mirada. Un polvo salvaje, con un ritmo intenso que provocaba los constantes gemidos y el arqueo del frágil cuerpo de aquella mujer poseída por el falo de la travesti.

Fue entonces cuando la mulata sensual le dijo en baja voz:

- Cariño, fóllame ahora y así nos follamos los tres.

Estaba muy excitado, a punto de reventar. No lo dudo. Ella le pasó un frasco con aceite corporal para que untase el preservativo una vez puesto mientras ella, sin dejar de follar a su amiga, que gemía y se retorcía de placer, tomaba un poco en sus dedos y frotaba con él su ano. Luego siguió follándola, invitándolo, con un gesto hecho con la mano, a que la penetrase.

Así lo hizo. No tuvo mucha dificultad para introducírsela. La travesti estaba muy excitada. Su amiga ya la había comenzado a dilatar antes con una larga sesión de beso negro. Una vez dentro comenzó a follarla alcanzado entre los tres un ritmo cadencioso que poco a poco fue en aumento. Fue un polvo salvaje, increíble, primitivo. Jamás había follado como aquella noche.

Casi al unísono se corrieron. La mulata fue la primera en hacerlo sobre el pecho de su amiga; él, sacando su polla del condón, se corrió sobre el ano de la travesti. Finalmente la mujer terminó, entre gemidos, pajeándose con el cuerpo totalmente arqueado sobre la cama. Apoteósico.

Quedaron exhaustos, tumbados, indolentes, sobre la cama, con sus cuerpos empapados en sudor y de semen. Él se acercó a la chica y la besó sin recató, ella lo abrazó; la travesti los abrazó a los dos. Todos habían gozado aquel polvo salvaje.

Él se levantó y las invitó a tomar una copa, algo que ninguna rechazó. Preparó tres combinaciones y juntos las bebieron sentados sobre la cama. Comenzaron a charlar. Durante más de media hora, desnudos, hablaron de ellos mismos, cada uno contó algo de su historia personal. Finalmente, tras mirar el reloj y comprobar que pasaba un poco de la medianoche preguntó a sus invitadas quien de ellas se quedaría a dormir. Ninguna de las dos puso objeción alguna, al día siguiente no tendrían que madrugar.

Los tres se dirigieron al baño y se ducharon para limpiar sus cuerpos de los restos que quedaban de sus fluidos corporales. Una vez de vuelta al dormitorio se metieron en la cama y pusieron la televisión.

El quedó situado en el medio de las dos, la mulata a su izquierda y ella a la derecha. En unos minutos las dos estaban profundamente dormidas.

Siguió durante un rato atento a la serie que retransmitía una de las cadenas hasta que finalmente, cansado de aquel aburrido programa, apagó la televisión y las luces de la habitación dejándola sumida en una completa oscuridad. En breve se quedó dormido.

A eso de las dos de la mañana notó que alguien le acariciaba su pene comenzando lentamente a masturbarlo. Tras comprobar de quien se trataba, dejó que la mulata siguiese poniéndolo nuevamente a tono, algo que en muy pocos minutos logró. Se giró, la abrazó y la beso con desenfrenada pasión. Ella no se recató a la hora de entregarle su boca. Luego en baja voz le propuso.

- Cari, ven conmigo.

Ella se levantó de la cama y cogiéndolo de la mano lo llevó al cuarto de baño. Una vez allí se puso de rodillas y comenzó a mamarle su pene erecto. Ella también estaba empalmada fruto de la excitación. Se dejó hacer, ella siguió chupándole tanto su polla como sus testículos, incluso su ano. Lo hacía de una forma como jamás se lo había hecho nadie. Mientras le mamaba comenzó a masturbarse.

Cuando ella consideró llegado el momento le entregó un preservativo y le dijo:

- Cariño, fóllame. Fóllame otra vez. Reviéntame, necesito tu polla dentro de mi ano. ¡Fóllame!

La giró, le colocó las manos sobre la pileta, le mandó separar las piernas y arquear ligeramente el cuerpo hacia delante, luego introdujo su pene en el condón, escupió sobre su ano y la penetró con fuerza, con un golpe seco. Ella comenzó a jadear mientras con una de sus manos se pajeaba ostensiblemente. El orgasmo se produjo a la vez. Fue brutal. Los gemidos, incluso los gritos amortiguados, llenaron aquel cuarto de baño. Ella cayó de rodillas al suelo que se había manchado con su semen; él no lo dudó:

- Lame tu semen, puta, no me vas a dejar todo esto así - le ordenó -.

Ella no rechistó, agachó la cabeza y comenzó con la lengua a lamer todas las gotas de semen esparcidas por el suelo. Realmente en ese momento se dio cuenta que era mucho más sumisa de lo que había pensado.

Una vez terminó de limpiar todos sus restos, la cogió de un brazo y la introdujo en la ducha obligándola a tumbarse. Se puso de pie encima de ella y comenzó a regarla con sus orines; cara y cuerpo pronto estuvieron empapados de aquel fluido. Ella comenzó nuevamente a masturbarse.

Al terminar, él se lavó y abandonó el baño dejándola sola sobre la bañera mientras ella seguía masturbándose. Aquella imagen con su cuerpo cubierto de orines mientras con furia se pajeaba se le antojó lo más morboso que había visto jamás. Cerró la puerta tras de sí y volvió a la cama para abrazarse a la mujer que yacía dormida.

Quince minutos después la mulata regresó a la cama. Lo besó en la nuca y dejó que el sueño hiciese presa en ella nuevamente.

A las ocho, el estridente sonido del despertador de uno de los móviles les despertó. La mulata dijo que tenía que marcharse. Antes de introducirse nuevamente en el baño para vestirse y abandonar el hotel con la misma indumentaria con la que había llegado, lo besó de forma apasionada.

- Cariño - le dijo -, lo he pasado muy bien. Espero que tu también y que me vuelvas a llamar, vendré encantada.

Luego se dirigió al baño y diez minutos después, sin hacer ruido abandonó la habitación. La mujer seguía durmiendo a su lado.

Quedó sumido en un sueño ligero del que en más de una ocasión despertó a lo largo de la siguiente hora y media. Finalmente, a eso de las nueve y media ya estaba totalmente despierto mientras la mujer dormía a su lado plácidamente.

Comenzó a lamerle la nuca y pasar la lengua por su espalda. Ella empezó a retorcer su cuerpo. Despacio le introdujo sus dedos en la vagina para lentamente comenzar a pajearla. En unos segundos ella reaccionó, se giró y lo besó mientras con sus manos acariciaba su pene todavía flácido. Luego de se deslizó bajo las sabanas y sus labios iniciaron un suave masaje a lo largo de su polla. La introdujo en la boca y comenzó a mamar, a comérsela toda con una suavidad mágica que pronto provocó el efecto deseado. Su pene de nuevo se empalmó y unas ganas incontenibles de follarla se adueñaron de él.

- Amor - musitó ella -, fóllame a pelo, no te importe preñarme, dame toda tu leche dentro, la deseo.

Él no lo dudó. Separó las sábanas. Cogió sus piernas, las colocó sobre sus hombros y de un golpe seco la penetró. Ella gimió. Ambos comenzaron a moverse, a jadear. El deseo más primitivo y salvaje se había adueñado de ambos.

Follaron durante más de diez minutos hasta que al final los dos se corrieron. Entre gemidos y gritos de placer, él descargó su carga vital dentro de aquel coño depilado y ardiente. Jamás había follado a nadie como aquella mujer.

Empapados en sudor y abrazados se volvieron a quedar dormidos.

Pasadas las doce se despertó. Aquella mujer ya no estaba a su lado. La habitación estaba recogida. Se levantó y se dirigió al baño en su busca. Tampoco estaba, se había marchado. Sobre la mesilla una breve nota: "Amor, he gozado mucho, me encantaría volver a estar contigo" y después los dígitos de un teléfono.

Fue entonces cuando se dio cuenta que no había satisfecho los honorarios de ninguna de las dos. Quedó extrañado pues nada le había pedido ni nada se habían llevado. Sonrió, haciéndose firme promesa que aquel olvido involuntario no podía quedar así, tendría nuevamente que llamarlas y aquella misma tarde sería un buen momento.

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