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La gatita sensual

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A veces tenemos experiencias mientras somos jóvenes, cometemos errores y sufrimos consecuencias, pero también es una época en donde podemos volvernos salvajes y disfrutar muchos placeres, podemos tener una noche magnifica con alguien y que no lleve a algo serio.

Hoy quiero hablarles de una experiencia que me sucedió en el bachillerato y principios de la universidad. Para ese entonces yo contaba con 18 años de edad y aún no había despertado sexualmente; había tenido una especie de experiencia con mi novia de secundaria, pero nunca habíamos llegado al final. Llevaba un buen tiempo sin pareja desde aquellos días, pero había algo con una amiga mía.

Su nombre era Karina. Media un poco menos que yo, tenía el pelo negro y ligeramente encrespado. Su cara era como la de una niña y tenía una sonrisa bastante bonita. Su cadera era avispada y unos bellos ojos cafés.

Al principio no me gustaba, es más, tenía novio y tampoco convivía mucho con ella, pero tenía un “no sé qué” que me hacía hablar con ella. Su personalidad era muy relajada y bastante humorística. Un día, mientras los amigos que teníamos en común habían ido por comprar algo a la cafetería, fue cuando me di cuenta de lo hermosa que podía ser Karina en realidad. En nuestra preparatoria había un lugar donde uno podía relajarse un rato entre clase y clase, como una especie de jardín. Karina y yo nos quedamos descansando bajo el árbol donde solíamos reunirnos con nuestros amigos, mientras iban por su comida, y ella para variar se había quedado dormida.

Yo estaba acostado junto a ella, escuchando música (heavy metal por si se lo preguntan) y su ligera respiración fue lo que me hizo voltearla a ver. Fue cuando vi por primera vez a la verdadera Karina, no era la persona que creí que era cuando la conocí: una persona que le gustaba la cultura asiática y se reía prácticamente de cualquier chiste, por malo que fuera. Acostada ahí, al lado mío, parecía un ángel dormido, con esa carita tan inocente y a la vez dulce de infante. Al verla, con sus ojos cerrados, note que realmente era una persona bella. Sus labios estaban ligeramente abiertos, dejando entrever un diminuto agujero entre ellos. Sentí que algo se encendía en mí, esos labios, ligeramente carnosos, me invitaban a besarla. No sé qué me controló, pero me acerque un poco más a ella, el olor de su champú me llegó a la nariz y me hizo estremecer. Sus mejillas redondas estaban ligeramente sonrojadas.

Me acerque un poco más, mis deseos por besarla aumentaba, al estar más cerca alcance a ver también un poco de su sostén. Era de un color negro, forrando sus pechos pequeños. Otro sentimiento subió por mi cuerpo además de querer besarla, bajó mi pantalón algo vibró. Me pregunte qué pasaría si la hubiera besado en ese momento, pero al final no lo hice, ella tenía novio y si la besaba lo seguro es que recibiría una cachetada.

Pase varios días así, de vez en cuando Karina se dormía a mi lado y siempre la contemplaba cada vez que nuestros amigos nunca estaban cerca. Realmente me comenzaba a gustar esa chica. Y un día, una oportunidad se me presentó.

Karina llevaba un par de semanas de haber terminado con su novio, por lo que vi una oportunidad. De nueva cuenta estábamos los dos solos en el jardín, esperando que iniciara nuestra clase. Poco a poco me estaba armando de valor para decirle lo que sentía por ella, pero no veía la ocasión para hacerlo, estaba nervioso. Llegó la hora de nuestra clase y comenzamos a caminar hacia el salón, se me acababa el tiempo, si llegábamos al salón nuestros amigos nos verían y mucho menos tendría el valor para decirle que me gustaba.

Mientras caminábamos por el pasillo me dije que era ahora o nunca, así que la tome del brazo y le pedí que esperara.

—Karina, estoy a punto de hacer algo, por favor no vayas a golpearme —le dije.

Sin pensarlo, la tome de la barbilla y la bese en los labios. Fue un beso corto, no un pico, pero tampoco un gran beso. Al separarme de ella note su cara de estupefacción y pensé que no le había agradado, o que yo no le gustaba. Sin darle tiempo de que contestara la tome del hombro y prácticamente la empuje para dirigirnos al salón. Creí que mi osadía había sido mala y sin sentido.

Pero vaya que ese pequeño beso desató algo en Karina que jamás olvidare.

Sucedió el día de Halloween, en nuestra preparatoria se acostumbraba que la mayoría de los alumnos fueran disfrazados y el lugar se llenaba de varios disfraces, tanto ridículos como unos bastantes atractivos. Aquel día estuve a punto de no ir, no tenía clase y vivía lejos de la escuela, así que pensé que sería una pérdida de tiempo. Pero, mientras me decidía, Karina me había mandado un mensaje, preguntándome si iría. Después de un buen rato de discutirlo, terminó por convencerme, ya que ella iría también disfrazada. Al ser un disfraz de último momento, busque en mi armario lo mejor que pude y termine usando un suéter negro, un sombrero con brillantes y un guante blanco; en pocas palabras, termine como Michael Jackson.

La verdad no sabía a qué iba, pero no me arrepentí. Llegue una hora antes que ella, me paseé de aquí por allá, contemplando los disfraces de los demás. Hasta que recibí una llamada de ella. Al llegar, note que no estaba disfrazada, llevaba tan solo una playera blanca y un pantalón negro, y eso me decepcionó un poco, hasta me había esforzado en buscar en mi armario el disfraz que traía puesto. Después de que la saludara le pregunte sobre su disfraz y el porqué no lo había llevado.

—Cúbreme —me pidió mientras bajaba su mochila.

Le hice caso, un poco confundido. Intente cubrirla lo mejor que pude, cuando se quitó la playera, debajo lleva un traje negro de cierre que solo le dejaba los hombros desnudos. De su mochila saco unas botas de tacón alto, una máscara de gatita y un par de guantes de red. Con rapidez se colocó el resto de su disfraz y note que en realidad estaba disfrazada de Gatúbela.

No era la primera vez que veía un traje de Gatúbela, de hecho el mismo disfraz lo había visto antes ya que otra amiga también lo tenía, pero cuando vi a Karina con él, se me cortó la respiración y de nuevo bajo mi pantalón sentí una vibración, se veía bastante sexy.

—¿Qué te parece? —me preguntó dando una vuelta para que la viera por completo.

Entendí que el pantalón que había visto cuando llegó también era parte del disfraz, la prenda resaltaba su cadera y su trasero, se había pintado también las uñas de negro para que quedaran con el disfraz. Cuando terminó de dar la vuelta, sentía que podía quedarme mirándola en ese atuendo todo el día.

—Me gusta —le dije con una sonrisa.

Ella también sonrió. Durante unas cuantas horas, caminamos por el plantel, a veces tenía que tomarla de la mano para evitar que se cayera cuando se cruzaba con una roca, debido a que le costaba caminar con sus botas de tacón. Cada que podía volteaba a verla de modo fugaz y la contemplaba, debajo de aquel sexy disfraz estaba la chica que tenía una cara de ángel cada que se dormía, mi deseo por ella crecía al sentir como esas dos facetas de ella se unían a la perfección, causándome suspiros de corazón y aumento de hormonas por igual. Recordé el beso que le había robado y me pregunté si realmente había sido una mala jugada, quizá ella no lo había tomado mal, quizá aún tenía oportunidad con aquella gatita.

Sin siquiera pensarlo, ni ella ni yo, terminamos dirigiéndonos a las gradas que había en la parte trasera de la escuela. Estábamos solos, si le iba a preguntar era en ese momento.

Me plante frente a ella, obligándola a detenerse.

—Karina —le dije con una voz firme que incluso a mí me sorprendió—. Quería preguntarte esto desde hace mucho tiempo, pero no había tenido la oportunidad, ¿qué sentiste esa vez que te robe el beso?

Karina me vio con ojos sorprendidos y tardó un poco en contestar.

—Sentí pánico, pero no fue porque no me haya gustado, sino al contrario, no me esperaba eso —dijo con una sonrisa y mi corazón dio un vuelco—. La verdad es que nadie me había robado un beso y fuiste el primero. Perdón si mi reacción no fue la que esperabas.

—Entonces…

—Creo que tú también me gustas.

Sin pensarlo más, la tome de la cintura y la atraje hacia mí. En esta ocasión ella me devolvió el beso. La apreté aún más hacia mí, nuestras lenguas danzaban en nuestras bocas, como si pelearan entre ellas. Baje un poco más mi mano, tocando aquella zona donde su cadera se convertía en sus piernas, sin poder controlarme, mi miembro se endureció y debido a que estábamos tan cerca, ella retrocedió un tanto sorprendida al sentirme. Yo me puse rojo de vergüenza, pero ella me tranquilizó con una sonrisa.

—Creo que alguien se emocionó un poco —dijo con una sonrisa.

—Quizá sólo un poco —contesté también sonriendo aun un poco nervioso.

Karina me tomó de la mano y se balanceó un poco de un lado a otro, como si estuviera pensando.

—¿De casualidad hay alguien en tu casa? —soltó de repente.

—No —fue mi respuesta automática.

—¿Por qué no me llevas a conocerla? —dijo ella tomándome de la mano y jalándome.

Antes de que mi mente reaccionara, ambos íbamos en dirección a mi casa. No nos besamos durante el trayecto, pero yo a cada momento la miraba y notaba que sonreía de forma picara.

Efectivamente no había nadie en mi casa y eso me agrado porque mis padres solían llegar tarde, por lo que Karina y yo estaríamos completamente solos. Quizá al principio había estado un poco nervioso con respecto a Karina, pero ahora que sabía que yo le gustaba y ella misma había dicho que quería venir a mi casa a sabiendas que íbamos a estar solos, sentí una inyección de seguridad.

Cuando llegamos tome su mochila (en donde había guardado su ropa mientras tenía su disfraz puesto) y la fui a guardar, cuando volví ella estaba acostada boca arriba con su cabeza reposando sobre el posa brazos del sillón. Me arrodille para tenerla de frente y ella me sonrió, ahora su cara estaba frente a la mía; sin detenerme a pensarlo me incline y ella no se resistió. Nos besamos lento y luego poco a poco metí mi lengua en su boca y comencé a jugar con la suya. Su respiración se hizo más rápida y la mía también, sus besos me devoraban como los míos a ella.

Me separe un poco de ella y la mire, aun sonreía.

—¿Quieres seguir? —le pregunte.

Ella asintió y se levantó. Me tomo de la mano y me pidió que me sentara ahora.

Obedecí sin rechistar y ella se subió en mí, colocando sus piernas ambos lados. Ahora no fueron besos lentos, mi lengua entró en su boca al primero. Ella bajo un poco más y sentí una presión sobre mi miembro y sobre toda mi pelvis. Me gusto. Nos comíamos en besos, mordió mi labio inferior y lo jaló ligeramente, me dolió, pero estaba tan extasiado que no me importó, de hecho, me agrado.

Debajo de mis pantalones mi miembro había comenzado a aumentar de tamaño y al estar ella encima de mí debió de sentirlo porque se separó un poco y me miró.

—Mmmm, alguien tiene calentura…

—No me digas —fue lo único que logre contestarle—. Verte en ese disfraz me puso un poco loco.

—¿Y ya se te paro? —preguntó riendo.

Su comentario me tomó desprevenido y no pude responderle más que con la verdad.

—La verdad… si

—Entonces si te dio la calentura —volvió a reír.

Sin esperármelo, ella se levantó y poco a poco se fue desabrochando las correas que sujetaban la parte de arriba de su disfraz y luego bajo el cierre para que pudiera ver por completo sus pechos, eran algo pequeños, pero eso no evitó que mi respiración volviera a aumentar. Con tranquilidad se quitó las botas de su traje y también el pantalón, luego se volvió a poner las botas, dejándola completamente desnuda frente a mí a excepción de los guantes y su máscara.

—¿Te gusta? —me preguntó.

Comencé a sentir mucho calor y solo atine a asentir.

Karina sonrió satisfecha y entonces comenzó a tocarse sus perfectos pechos con una mano y bajó la otra para alcanzar su pelvis, sus caricias hacían que mi temperatura aumentara y mi miembro creciera un poco más. Se dio la vuelta para que pudiera ver su espalda por completo y comenzó a masturbarse para mí.

Se veía tan hermosa y sexy y me encantaba verla mientras hacía lo que estaba haciendo. Se detuvo unos segundos y se dirigió al sillón que estaba enfrente y se puso en cuatro y continuó estimulando su entrada. Inesperadamente comenzó a gemir. Yo seguía sentado contemplándola, no podía parar de verla. Se dio media vuelta y se acostó en el sillón y continuó.

—¿Solo vas a mirar o vas a ayudarme?

La deje continuar unos momentos, procesando lo que acababa de decirme. Todavía no tenía el conocimiento para lo que me pedía, casi quería decirle que solo iba a verla, pero decidí actuar bajo mi instinto; me levante, me dirigí a ella, me arrodille y sin pensármelo dos veces comencé a lamer su zona.

—Mmmm

Seguí lamiendo unos cuantos segundos más cuando note como su botón comenzaba a asomarse, había aprendido lo suficiente en clase de educación sexual como para saber lo que tenía que hacer. Sin dejar de lamer su entrada, con mi mano izquierda comencé a sobar su pequeño botón, sus gemidos aumentaron de nivel y eso me ayudo a conseguir más seguridad, sin pensarlo, metí mis dedos índice y medio de mi mano derecha en ella. De nuevo el gemido se intensificó. Karina comenzó a mover su cadera de arriba abajo para hacer que mis dedos la penetraran más profundo.

Mi mano seguía estimulando su botón y así seguimos unos cuantos momentos hasta que ella retiro mi cabeza de su entrada y pidió que me levantara. Sin ningún remordimiento me quitó la playera que llevaba, seguido por mi pantalón y terminando con mi ropa interior. Mi miembro finalmente estaba libre de su encierro y ella lo miró y sonrió.

Sin pedirme permiso lo tomó entre sus manos y comenzó a masajearlo. Ahora fui yo quien comenzó a gemir, era increíble la sensación. Baje la mirada hacia ella y vi como abría su boca lista para que ella me hiciera sentir placer, pero no quería que ella hiciera eso; pensé que al ser mi primera vez, no quería que hicieran eso conmigo, al menos no aun (una tontería mía)

En vez de eso, la tome de la mano y me acosté en el sillón. Era claro que ella no era virgen, así que podía estimularla un poco más. Con delicadeza le pedí que pusiera su pelvis sobre mí; tenía que admitirlo, me había gustado lamer su entrada, así que una vez que estuvo sobre mí, saque mi lengua e hice lo mío.

De nuevo volvió a gemir, ahora más fuerte y desde donde estaba lograba ver el rojo de sus mejillas, quizá estaba avergonzada de que hubiera escogido seguir estimularla que ella a mí. A cada momento aumentaba mi calentura y mi seguridad, estaba casi seguro de que me dejaría hacer casi cualquier cosa. Con esto en mente me levante y la tome de la mano para llevarla hasta la mesa de la sala y la coloque contra ella. Le di la vuelta para que quedara a espaldas de mí y la masturbe un poco más, me gustaba oírla gemir.

En mi mente no podía creer que estaba haciendo todo esto, tan seguro de mí mismo, quizá era la calentura y la excitación la que movían, no podía estar del todo seguro; pero en ese momento solo un pensamiento me llenaba la mente: debido a que no deje que ella me saboreara, me tocaba la primera posición.

Tome su pierna derecha y la coloque sobre mi hombro, había visto varias veces esta posición en libros, incluso un amigo que había dicho que era una muy buena posición para la pareja, en mi opinión me quede sorprendido de que Karina pudiera levantar tanto su pierna.

Agarre mi miembro y con él me puse a buscar su entrada, al encontrarla no lo pensé y lo introduje lentamente hasta que por fin estaba dentro por completo.

—Que rico —susurró Karina con una cara de placer que me volvió loco.

Con este estimulo, comencé a meter y a sacar mi miembro, primero lento y luego, guiado por mi excitación, más rápido y más fuerte. Lleve una de mis manos a sus pechos y lo apreté suavemente.

—Dame más duro —me pidió.

Sin pensarlo, la obedecí. La mesa se movía con cada penetración y ella gemía más fuerte.

—Baja mi pierna, por favor —me pidió entrecortado y casi gritando.

Solté su pierna, toda su cadera golpeaba mi pelvis una y otra vez. Karina bajó su pecho hasta donde la mesa se lo permitía y pude ver que arañaba su superficie. Continuó sus gemidos hasta que por fin se volvieron gritos de placer.

—Jala mi cabello —me pidió.

Sin rechistar lo tomé y lo jalé, seguí penetrándola y ella continuaba gimiendo y gimiendo. La miré, aun con su máscara de Gatúbela puesta. A cada momento su placer y el mío aumentan, pero la posición comenzaba a ser un poco incomoda. Me salí de ella y la coloque sobre una silla para que me mirara. Abrí un poco sus piernas para tener más libertad y volví a entrar. Sus gemidos se reanudaron y mis movimientos comenzaron a ganar velocidad. Baje un poco para poder besarla.

Quería decirle algo, pero mi mente está en una nube, ahora estaba al mando otro yo, alguien a quien quería a esta gatita. Y al parecer también había otra Karina, una que no conocía ya que me pidió algo sorprendente.

—Me gustaría que me amarres y me penetres muy duro.

Mi sorpresa solo duro un momento, pero de nuevo mi otro yo se impuso y obedecí su petición. Sin perder tiempo agarre la playera que me había quitado y la lance contra el sillón, la coloque en cuatro y amarré sus manos a su espalda.

Una vez listo, y sin darle tregua, volví a entrar y sin perder tiempo comencé a embestirla sin piedad. Volvió a gemir y a cada momento quería aumentar mi velocidad, no podía contenerme, pero a ella parecía gustarle. Salí y le di la vuelta para colocar sus piernas de nuevo en mis hombros y entré. Comenzó a gritar de nuevo, quizá mis vecinos estarían preguntándose qué estaba pasando en mi casa, pero yo solo pensaba en Karina.

—¡A ESTE PASO TE VENDRÁS! —me dijo gritando.

Quizá era cierto, pero también recordé que, por las prisas, no había usado protección. No es un método infalible, pero me salí de ella para evitar tener problemas. Estaba a tan solo un empujón para que alcanzara el orgasmo, pero realmente no quería terminar dentro de ella, fue cuando tuve una idea. Tal vez mi primer yo, con el que empezó todo esto, no quería que ella saboreara mi miembro… pero ahora estaba al mando mi otro yo, el completo desconocido que estaba teniendo relaciones con Karina.

Pues fue él quien tomó el mando y acercó mi miembro a la boca de Karina, ella de nuevo pareció no importarle y abrió su boca, lista para recibir su “recompensa”. Al estar amarrada, le era casi imposible moverse, por lo que fui yo quien tomó su rostro e introduje mi miembro.

La sensación que me causaba era increíble y a cada momento deseaba más. Aumente un poco la velocidad, pero no demasiado para no causarle problemas, aun había un poco de mi viejo yo en esto. Es entonces cuando sentí que algo quería salir de mí, empezó desde el punto de mi cabeza y bajaba rápidamente dirigiéndose a mi pelvis. Karina aún tenía puesta su máscara de Gatúbela y tuve la infantil idea de que no quería ensuciarla.

Saque mi miembro de su boca justo cuando la sensación finalmente llegaba a mi pelvis y termine en sus pechos. Mientras sentía los efectos del orgasmo, sentí como mi otro yo comenzaba a remitir, pero aun quería hacer una última tarea.

Una vez que la última descarga terminara de salir, sabía que tenía unos cuantos segundos antes de que mi otro yo desapareciera, así que no perdí tiempo y me dirigí a su entrada de nuevo. Con una mano estimule su botón, metí mis dedos de la otra y con mi lengua jugué en las orillas.

Karina volvió a gemir y a gemir. Con mi último esfuerzo aumente la velocidad de mis movimientos hasta que ella también llegó al orgasmo con un espasmo que la deja exhausta.

Lo que sucedió después no es tan importante, nos quedamos un rato acostados intentando recuperar el aliento, luego nos vestimos y después ella se fue a su casa.

Repetimos dos veces más Karina y yo, pero nunca fuimos novios, sin embargo esa aventura que tuvimos fue especial para ambos. Tiempo después me contó que el día que le había robado el beso ya había regresado con su novio, pero que gracias a mí, se dio cuenta de que él no era el indicado (ya que habían peleado varias veces), ella me ha dicho que no se arrepiente de lo que hicimos y que nunca lo hará, yo puedo decir lo mismo. Aun mantengo contacto con ella y de vez en cuando sacamos el tema (más yo) y siempre concordamos que lo que hicimos, lo hicimos con amor y no solo por tener relaciones, a pesar de lo que pueda pensar otras personas.

En algunas ocasiones aun pienso en Karina y deseo que hubiéramos sido pareja, pero quizá nuestro destino no era estar juntos, pero al menos tuvimos nuestros momentos. Y la verdad quisiera repetirlos.

Aun en día me sorprendo que descubrí ese otro Yo que está oculto dentro de mí y que sale en ocasiones “especiales”, quizá todos tenemos otro ser esperando salir en los momentos oportunos.

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