Nuevos relatos publicados: 13

Una noche de otoño con una travesti

  • 11
  • 11.866
  • 9,40 (5 Val.)
  • 0

Pasaban poco de las nueve de la noche cuando salió del hotel. Fuera hacía frío y una lluvia cansina y pertinaz lo estaba empapando todo. Aquel otoño estaba resultando mucho más desapacible de lo habitual, pensó para sí mientras se subía el cuello de su gabardina.

Prácticamente no conocía la ciudad, de hecho solo había estado en una ocasión anterior acompañado de aquella dominicana de piel negra con la que había estado viviendo algo más de un año hasta aquella noche en la que la sorprendió con un joven en su cama.

Aquella noche creyó que se le venía el mundo encima. Había salido de viaje tres días antes con la intención de regresar a finales de semana; sin embargo, en un esfuerzo supremo había liquidado su trabajo en tan solo tres días y decidió regresar a casa antes de tiempo.

Se maldijo por no habérselo anunciando aquel mismo día, tal vez con ello evitase descubrir su infidelidad, pese a todo al final comprendió que había sido lo mejor, al menos para él, al llegar a su conocimiento un hecho que era ya sabido por mucha más gente, incluso por alguno de sus amigos.

- Ten cuidado -le dijo Jorge- Mikaela te está poniendo los cuernos, lo sé de buena tinta.

No quiso escuchar aquella advertencia, convencido que tan solo se trataba de una bravata de su amigo celoso por tener una mujer como aquella con la que vivía. Finalmente lo descubrió aquella noche en que tras abrir la puerta de su casa escuchó aquellos escandalosos jadeos de Mikaela que en su cama era salvajemente follada por su ano por un individuo también de piel negra de no más de veinticinco años.

Quedó perplejo, incluso avergonzado. No supo cómo reaccionar, que decir. Se limitó a irse para la sala y dejar que terminasen. Luego, sin alterar la voz, sin aspavientos, una vez el joven hubo abandonado la casa, le rogó que hiciese las maletas y se marchase. Así acabó aquella historia.

Hoy, casi diez años después, se encontraba solo en aquella lejana ciudad donde había pasado con ella unos días memorables.

La ciudad era una gran desconocida para él. Había llegado aquella tarde y desde el aeropuerto se trasladó en taxi a su hotel de alojamiento. Tras deshacer las maletas y servirse una copa del mini-bar se planteó como disfrutar de aquella noche.

En la recepción le informaron de algunos sitios próximos para cenar, siguió aquellas indicaciones y tras la cena en un pequeño restaurante italiano se encaminó de nuevo hacia el hotel. La noche no acompañaba ni era la más propicia para perderse entre sus sombras.

Tal vez por un error de cálculo o simplemente por tratar de dilatar más el regreso a su habitación, se internó por unas estrechas callejas de la parte antigua de la ciudad. Las calles estaban desiertas. Mal iluminadas, silentes. Un lejano reloj desgranó, indolente, once campanadas.

Al girar una esquina la vio. Aquella mujer mulata de pelo negro, vestida con un pantalón vaquero ceñido y una cazadora a juego y zapatos de aguja, lo miró sonriendo hacia él. Quiso no darle importancia, sin embargo la mujer se le acercó.

- Cariño, estás muy solo -dijo- En una noche como esta necesitas una compañía como yo.

Se detuvo y la miró de pies a cabeza. No le desagradaba en su conjunto, pese a todo no deseaba aquel tipo de relación.

Ella insistió hasta el punto de despertar su curiosidad. En pocas palabras glosó todos sus encantos, así como sus especialidades sexuales.

- Amor, soy la mejor. Conmigo gozarás. Mamo de locura y me puedes follar hasta que te canses. Lo pasaremos genial. Te gustará cari. ¿Te animas?

Se limitó a preguntarle cuánto. Ella le informó las diferentes tarifas y las correspondientes contraprestaciones.

- Mira amor -dijo- con el frío que hace me quedo contigo toda la noche. Lo pasaremos muy bien.

El prosiguió su camino. No por el hecho de parecerle exagerado el precio por sus servicios, simplemente porque no se sintió con deseo de tener sexo con una desconocida.

Había caminado como quince pasos, dejándola a ella en la esquina donde le había descubierto, cuando giró la cabeza, la miró y con un gesto más que elocuente la llamó. De repente sintió el deseo de poseer a aquella mujer.

Una vez a su lado, cuando él ya le había indicado que lo siguiera al hotel, ella hizo aquella confesión.

- Amor, antes de seguir quiero que sepas algo. Soy travesti.

El conocimiento de aquella circunstancia cambió toda la situación. Se retrajo y sin articular frase alguna comenzó a alejarse de aquella mujer hasta perderla de vista al girar una esquina. No deseaba tener sexo con una travesti.

El ruido de unos pasos tras de él delataron la presencia de alguien que lo seguía.

- Cariño, espera, no te vayas. Te prometo -le dijo- que lo vas a pasar mucho mejor que con una mujer.

No replicó, sin embargo notó como su pene comenzaba a endurecerse. Jamás había estado con una travesti aunque en más de una ocasión, en la soledad de sus noches, se había deleitado recorriendo distintas webs donde se sucedían videos y fotos de travestis a cada cual más vistosa y provocativa.

Comenzó a dar vueltas a aquella idea en la cabeza y el deseo, un deseo casi irracional, vehemente, hizo presa en él.

Al verlo dubitativo, ella, le acarició su pene oculto tras la bragueta del pantalón. Aquello contribuyó a excitarlo mucho más, notando como su polla deseaba salir del pantalón cuanto antes.

Se limitó a decirle en que hotel estaba y cuál era su habitación; le pidió que lo siguiese y que entrase tras él para no despertar sospechas. Así lo hizo y en poca más de diez minutos ella estaba llamando suavemente a su puerta.

Una vez en la habitación, ella le pidió que la dejase entrar al baño para ducharse y retocarse. El no puso objeción. Transcurridos poco más de diez minutos aquella travesti de piel morena se presentó ante él.

No muy alta, con aquella melena negra, una cuidada silueta, con unos incipientes pechos de pezones pequeños, totalmente depilada, con su cuerpo mojado por el agua de la ducha y vestida con la mínima expresión de un tanga y un sujetador a juego, lo dejó sorprendido por su belleza y su sensualidad.

Sobre la mesa había dejado el importe convenido, algo que le hizo saber con un gesto. Luego le sirvió una copa.

- Cariño, ¿prefieres que me desnude? -le dijo.

El la miró y asintió con la cabeza. Ella, con movimientos cadenciosos se desabrochó el sujetador que cayó al suelo y luego desató su tanga que fue a parar junto al lado de la otra prenda, mostrando todo su esplendor.

Ella se acercó y lo besó. Su lengua cálida y húmeda penetró hasta su garganta en un beso largo, lleno de pasión. Luego comenzó a bajar sus manos acariciando su cuerpo hasta llegar a su pantalón. Desabrochó el cinturón, le bajó los pantalones y comenzó a acariciar su polla erecta oculta tras el calzoncillo. Luego pasó su lengua por encima de la tela lamiendo todo su pene.

Con sumo cuidado le bajó los calzoncillos y una vez el pene a la altura de su boca comenzó a lamerlo en toda su extensión. La columna, la cabeza, los testículos, todo lo acarició con su lengua hasta que finalmente le introdujo en su boca y comenzó a mamarlo con suavidad. Casi lo conduce al éxtasis. Jamás nadie le había hecho una mamada como aquella.

- Fóllame la boca, cariño, no te cortes -dijo.

El la agarró por la nuca y comenzó a introducirle su polla en la boca hasta el fondo mientras ella mamaba sin parar. Fue una experiencia única. Se sintió el amo de aquella puta, sabiendo desde aquel momento que podría hacer con ella todo lo que le diese la gana.

A punto estuvo de correrse pero lo evitó extrayendo la polla de su boca en un movimiento rápido. Ella se estaba pajeando y su pene aparecía duro y desafiante.

- Fóllame amor, fóllame -le pidió-. Quiero que me revientes, que me destroces, haz conmigo lo que quieras pero fóllame.

Con pocos miramientos la levantó y la tumbó sobre la cama. Ella le pidió que esperase. Fue a su bolso y extrajo un pequeño frasco de aceite mientras él se colocaba un preservativo. Tras aplicarse aquel aceite en su ano embadurnó su polla cubierta por el condón. Luego se tumbó nuevamente sobre la cama, se puso a cuatro patas, separó ligeramente su piernas y le ofreció aquel ano que palpitaba de deseo.

No lo pensó dos veces. La penetró con fuerza por aquel agujero dilatado y comenzó a follarla como un poseso. Jamás había follado a nadie con tanto deseo, con tantas ganas. Ella comenzó a pajearse.

Tuvo que detener el ritmo en más de una ocasión para evitar correrse antes de lo deseable. Finalmente ella se corrió entre jadeos manchando todas las sábanas con su semen. Él le siguió poco después, sacó la polla de su culo y se pajeó sobre su espalda. Luego los dos cayeron sobre la cama extenuados. Había sido un polvazo.

Pasados unos minutos y ya recuperados se ducharon juntos, enjabonándose mutuamente mientras no dejaron de besarse. Al salir, como mejor pudo limpió la cama de los restos de semen todavía visibles.

- Cariño -le dijo- me ha encantado, me has hecho gozar. Si quieres me quedo contigo pues hasta la seis no tengo que irme. Si me dejas quedar a dormir estaría encantada.

Él sonrió con un gesto de aceptación. Se cubrieron con las sábanas y se quedaron dormidos poco tiempo después, primero abrazados y después cada uno en su lado de la cama.

Poco antes de las cinco notó como ella jugaba con su polla. Se despertó, estaba destapado y ella no paraba de lamerle el pene, de chupárselo, de mamárselo. Estaba totalmente empalmado. La cogió por la cabeza y la subió hasta que su boca estuvo frente a la de ella. Se besaron, follándose con sus lenguas.

- Amor, lámeme los pezones, mordisquéalos -le dijo- eso me pone muy cachonda.

Comenzó a hacerlo. Con su lengua bajó por su cuello hasta llegar a uno de sus pezones que lamió y mordisqueó durante un buen rato. Notó como ella comenzaba a arquearse. Sin pensarlo, con su mano comenzó a acariciarle la polla que todavía estaba flácida. Pronto comprobó cómo comenzaba a crecer en su mano.

Le lamió el otro pezón. Su excitación cada vez era mayor. Con suavidad comenzó a empujarle la cabeza para que esta se deslizase más abajo de sus pechos. El siguió lamiendo su cuerpo, trazando sinuosas curvas de saliva por su vientre, su ombligo, sus ingles. Ella lo fue aproximando cada vez más a su polla ya erecta y con un último empujón lo invitó a mamársela. Tras unos instantes de duda comenzó a lamerle la polla, primero fueron los testículos, metiendo incluso alguno en su boca, luego el tronco y finalmente la cabeza que introdujo entera en su boca.

Ella se arqueó de placer mientras el pene se ponía a reventar dentro de su boca. En un delirio de placer, le agarró la cabeza y le hizo mamar sin parar. Casi se atraganta. Aquella polla erecta llenaba su boca. Ella comenzó a moverse con más rapidez, jadeando, gimiendo, pidiéndolo que no parase. Él le hizo caso y siguió comiéndose aquella polla erecta.

Tras unos minutos aquella felación causó su efecto. Como pudo extrajo la polla de su boca pero sin embargo no pudo evitar que nada más hacerlo se le provocase un tremendo orgasmo ayudada con su mano y que todo su semen empapase el rostro de él.

El quedó sorprendido, sin saber muy bien como refaccionar, con su cara llena de leche que se deslizaba lenta hacia abajo. Ella se excusó y con su lengua comenzó a limpiarlo, a lamerle toda la cara recogiendo en su boca todo su semen que seguidamente tragó.

Aquello lo puso a tope. Jamás había visto nada más morboso. De un brusco empujó la colocó de espaldas sobre la cama, le levantó las piernas y sin pensarlo la penetró tras ponerse un condón, ella no puso objeción. Comenzó a follarla con furia, a la brava; ella volvió a tocarse.

- Por favor amor, no te corras en la goma -dijo- quiero que me la des en la boca. Necesito saborear tu leche.

Siguió follándola hasta que finalmente cuando sintió que el orgasmo estaba al llegar, sacó su polla de su culo, la extrajo del condón y se la dio en la boca. Ella comenzó a succionar sin permitir que él la retirase de su cavidad bucal. Aquella mamada fue increíble. Le llenó la boca de lefa que se tragó sin dudarlo, incluso con un dedo recogió un poco de leche que se le escapó por la comisura de los labios.

Volvieron a quedar exhaustos sobre la cama. De nuevo se besaron. Ella se levantó de la cama y se fue a la ducha. El quedó pensativo recordando todo lo acontecido aquella noche. Había sido increíble, inolvidable.

Diez minutos después la travesti salió del baño vestida. Él le recordó que sobre la mesa tenía lo acordado. Ella buscó un papel y le anotó su teléfono.

-Cariño, llámame -le dijo- me ha encantado y la próxima vez si me deseas todo correrá por mi cuenta.

Luego, salió de la habitación con sigilo y él volvió a sumirse en el mundo de los sueños.

Aquella misma noche volvió a llamarla.

(9,40)