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El tatuaje de mi espalda

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Me enamoré de Carlos cuando ambos teníamos 15 años, en ese entonces yo era una niña rara que prefería pasar desapercibida, él, era un tipo alegre que tenía mucha suerte con las chicas. Teníamos muchos gustos en común y cuando hablábamos había una innegable atracción, acabamos el bachillerato y nunca pude decirle que lo deseaba, que cada noche yo misma tocaba mi vagina imaginando que él me arrebataba esa virginidad que a mi cuerpo le estorbaba.

Pasaron los años, por un tiempo no supe de él, ningún hombre había causado el efecto que el causó en mi cuerpo, algunas veces lo encontré en la calle, el siempre acompañado de alguna mujer, no me hablaba pero su mirada se posaba sobre mí.

Cumplí 20 años, ese día decidí tatuarme la espalda, era magnifica la sensación de las agujas traspasando la piel de mis caderas, era un dolor tan erótico, tan embriagante, mi cuerpo hacia un esfuerzo enorme para no mostrar el placer que sentía. Semanas después fui invitada a una reunión, ahí estaba Carlos, sentado entre mis mejores amigos y sin la compañía de su novia. Lo vi, pero no me atreví a saludarlo, me senté al otro extremo de la sala, un amigo tenía un regalo para mí, era una foto enorme de mi espalda que el había tomado el día que terminaron mi tatuaje, todos la miraron y pidieron que se los mostrara tímidamente alcé un poco mi blusa y deje que vieran una pequeña parte. Ya entrada la madrugada la mayoría de los presentes ya estaban dormidos por tanto alcohol, yo salí a el jardín y me senté en una pequeña banca, pasaron unos minutos y Carlos apareció sentado a mi lado, me saludó y sin más pidió ver mi tatuaje, me puse de pie, alce mi blusa, el tocó mi espalda con un dedo, sentí escalofríos recorriendo todo mi cuerpo, después posó sus manos en mis caderas, lentamente las bajó y toco mis nalgas, mi cuerpo se humedeció, él tomó mi mano y me jalo hacia él, me sentó de espaldas sobre sus rodillas, me inclinó un poco hacia el frente, sentí entonces su enorme verga pegada en mi cuerpo, mi vagina ansiosa comenzó a palpitar, rogando que ese pene se enterrara hasta el fondo de su estructura.

El tocó entonces mis senos, sus manos ágiles sacaron mis tetas del sujetador y comenzaron a jugar en mis pezones, su lengua se movía en mi espalda, pequeños besos en mi tatuaje que me llenaban de placer, me levanté un poco para que el pudiera liberar su enorme verga, el subió mi falda y movió a un lado mi tanga, aprovechó para introducirme sus dedos y hacer que me mojará aún más... Abruptamente me ensartó en su verga, mis gemidos interrumpieron la tranquilidad de la noche, su pene me daba un placer indescriptible. Me moví cadenciosamente arriba y abajo, mientras el mordía mi cuello, con una mano estrujaba mis tetas y con la otra tiraba de mi cabello, el ritmo aumento y de repente un incontrolable orgasmo se apoderó de mí, mis fluidos inundaron su pene y sus testículos...

Agitada, me levanté tome su imponente verga en mis manos y la jale rápido, disfrutando de su firmeza, la metí en mi boca, sentía como se habría paso en mi garganta, sentí como mis ojos se llenaban de lágrimas. Chupe ávidamente su miembro, el seguía jalando mi pelo, marcando con el ritmo deseado, acaricie sus bolas a la vez que mi lengua jugaba con la cabeza de su pene, succione con fuerza, saboreando cada lamida, hasta que estuvo listo para estallar, Carlos se corrió en mi boca, su delicioso semen se vacío dentro de mí, lo miré sonreímos juntos, y casi simultáneamente ambos confesamos que por muchos años deseamos que esto pasara.

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