Que tal a todos los lectores que visitan este sitio. Ahora les contaré mi experiencia con un señor ya mayor que resultó bastante pervertido. Para los que aún no leen uno de mis anteriores relatos me describo: soy una mujer morena clara, linda, ojos cafés y cabello largo color negro hasta media espalda, de complexión delgada, pero con un trasero firme y redondeado.
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Vivo en un complejo de apartamentos, en la planta baja vive Moisés, conocido como Don Moy. Se trata de un viudo de unos 65 años, alto y de complexión robusta, de esos viejos fuertes como roble, de escaso cabello pero con una barba larga y abundante en color gris, su piel es blanca y no es mal parecido el señor, su cuerpo bien conservado para su edad. Cada que me topo con él, su mirada lasciva y lujuriosa recorre mi cuerpo de pies a cabeza, siento cómo me desnuda con esos grandes ojos negros y penetrantes. Poco después del fallecimiento de su esposa comenzó a comportarse sospechosamente, cada que entro o salgo del edificio miro que las cortinas de su ventana se agitan, como si él estuviera viendo por una rendija, espiándome. Don Moy tiene el nombramiento de conserje y está al pendiente de los inquilinos para cuestiones como darle acceso a las visitas, inventario de llaves, servicios, etc.
Un fin de semana mi pareja andaba de viaje y para no aburrirme en casa decidí asistir a una reunión de amigos. Quería sentirme sexy esa noche así que me enfundé en un vestido negro muy corto y debajo me puse un conjunto de lencería con liguero todo en color tinto. Ya en el convivio cenamos, bailamos y bebimos, justamente ese fue mi problema porque me pasé un poco de tragos. Tuve que pedir un taxi para ir a casa, lo abordé y casi todo el camino fui dormitando. Al llegar a mi domicilio solo recuerdo que me bajé tambaleante y caminé hasta el portón del edificio. Busqué enseguida mis llaves más no logré encontrarlas por ningún lado y las únicas copias se las había llevado mi pareja que se encontraba a cientos de kilómetros de distancia.
No me quedó más remedio que tocar el timbre del apartamento de Don Moy. Luego de varios minutos de insistir contestó por el comunicador y pulsó el botón que abre automáticamente el portón principal. Una vez que entré al edificio fui a tocar a su apartamento, me observó por la mirilla y entreabrió un poco su puerta. Le pedí de favor que usara su llave maestra para abrir mi apartamento, enseguida salió refunfuñando, iba algo desaliñado vistiendo una bata a cuadros y unas pantuflas.
Lo primero que hizo Don Moy fue darme un sermón sobre irresponsabilidad, abuso del alcohol, seguridad personal y no sé qué tantas cosas más. Finalmente tomamos las escaleras rumbo a mi piso y Don Moy me seguía los pasos detrás de mí. Sin disimulo alguno el viejo iba viendo mis piernas y mi trasero, desde ese ángulo y con mi corto vestido no podía ocultar mucho que digamos. Subir tantas escaleras con alcohol en la sangre terminaron por provocarme vértigo, por lo que me detuve un instante apoyada del pasamano. Enseguida vino Don Moy en mi auxilio, me sostuvo del brazo para ayudarme a seguir subiendo. Varios escalones después, el habilidoso de Don Moy tenía ya su brazo rodeándome por la cintura y aprovechaba descaradamente para manosearme con el pretexto de estarme ayudando a permanecer de pie.
Llegamos a la puerta de mi depa y abrió con su llave maestra, literalmente tuvo que cargarme hasta el sillón de la sala y nuevamente abusó al sujetarme de las nalgas para levantarme. Me recostó en el sillón, caminó de nuevo hasta la puerta, la cerró por dentro y puso el seguro. Volvió a donde estaba recostada para sacudirme en un intento de hacerme reaccionar, hasta me trajo un vaso de agua para beber, aunque la verdad seguía bastante adormecida y me costaba trabajo mantener los ojos abiertos.
Mientras estuve ahí tendida Don Moy me devoraba con la mirada y rápidamente se comenzó a calentar al estarme observando las piernas con las medias color tinto que llevaba puestas. Suavemente sus manos comenzaron a acariciar mis piernas y poco a poco me levantó el vestido hasta la cintura dejando al descubierto el resto de mi conjunto de lencería, clavando su mirada en mi panty de encaje transparente que dejaba entrever mi depilado pubis. Sus manos recorrían lentamente mis muslos, mis pantorrillas, mis rodillas, luego me quitó los tacones y empezó a masajearme los pies con mucha dedicación para posteriormente hincarse y besarlos con dulzura. Tiempo después comprendí que Don Moy es un amante de los pies, de esos que los veneran, que fantasean con todo lo referente a esas extremidades, padece de ese fetiche.
Su siguiente movimiento fue desabotonar las medias del liguero y removerlas de mis piernas muuuy despacio, una a la vez. Cuando las quitó por completo tomó las medias en sus manos y las olisqueó, aspiraba su aroma como si fuera perfume. Después de eso le dio por besar y lamer mis pies, lo hacía con lengüetazos largos desde el tobillo por tooooda la palma hasta llegar a mis dedos. Se tomó todo su tiempo probando uno a uno los dedos de mis pies, introducía su lengua por entre las comisuras, mordía las uñas con sus dientes, chupaba el dedo gordo como si practicara una felación, en verdad que no escatimó en explorarles cada milímetro.
Una vez que sació su fetiche con mis pies fue recorriendo con su lengua toda la extensión de mis extremidades, desde la pantorrilla, rodilla, espinilla, la parte trasera de la rodilla, muslos, ingles, en fin, se estaba dando un festín el viejo. Inevitablemente su boca se fue acercando a mi coño, Don Moy notó que mi humedad traspasaba la delgada tanguita de encaje que llevaba puesta esa noche, la hizo a un lado y miró por unos instantes mi coñito depilado que ya estaba mojado e hinchado. Luego hizo el mismo ritual solo que ahora con mis bragas, me las removió y la olisqueó. Creo que el aroma a coño que quedó impregnado en la prenda lo puso aún más caliente porque se puso de pie, tomó la tanguita con su mano derecha y se la metió por debajo de la bata, justo en la zona de su entrepierna. Poco después abrió se bata para maniobrar mejor, usando la tanguita para rodear su polla y pajearse con ella. Justo en ese momento comencé a recobrar un poco el sentido y la movilidad. Me percaté que Don Moy estaba parado junto a mí, prácticamente en pelotas y encima haciéndose una paja con mi tanga.
-¿Qué hace Don Moy? -alcancé a balbucear.
No recibí respuesta de aquel señor, él se limitó a seguirse pajeando. Cada que Don Moy sentía que su polla perdía firmeza, se llevaba de nuevo la tanga a la nariz, el aroma a coño era su afrodisiaco. Su verga iba creciendo notablemente, tardó un poco claro por ser ya era mayor el hombre, pero el viejo aún tenía potencia como para ponerla completamente tiesa. Debo reconocer que en ese momento tuve una reacción muy extraña, una mezcla de excitación por la escena tan morbosa junto con una sensación repulsión al verlo en ese trance en el que se encontraba.
Estuve pasmada de la impresión por unos instantes, de pronto reaccioné y me quise incorporar para sentarme y echarlo de mi casa, pero enseguida Don Moy me lo impidió. Con una de sus manos me tomó del cuello y me obligó a quedarme recostada, mientras que con la otra mano tomó su verga y me la metió en la boca. Forcejeamos bastante pues su verga aunque era de buen tamaño no me apetecía del todo, tenía un sabor extraño. Cuanto más me resistía más fuerte apretaba mi garganta para asfixiarme, obviamente no podía gritar por tener su polla dentro de mi boca, ni tampoco tenía fuerzas suficientes para liberarme de él.
-Esto te pasa por haberme molestado de madrugada -me dijo Don Moy con tono molesto.
Cada vez metía más adentro su verga en mi boca mientras yo me mantenía ocupada tratando de respirar, no podía evitar patalear y emitir quejidos ahogados de la desesperación cuando me la hundía hasta la garganta, las lágrimas se me salían porque sentía que me faltaba el aire. Don Moy ni se inmutaba, solo movía su pelvis para bombear mi boca con su pito y así me mantuvo como por 20 minutos, sin duda los viejos tienen mucho aguante. Por estar tanto rato así mi quijada me dolía bastante y abundante saliva me escurriría por las comisuras de mis labios ya hinchados.
Noté que su respiración se agitaba, me temía lo peor: que se corriera en mi boca. Y no es que no me guste tragar semen, pero si el sabor de su pija no era agradable, muy seguramente su leche tendría un gusto fatal. Los resoplidos de Don Moy se volvían más marcados y noté que su polla se endurecía, en cualquier momento se iba a descargar. Justo en el momento que estaba a punto de explotar sacó se miembro de mi boca, pensé por un momento que se había apiadado de mi o algo así, pero mi sorpresa fue mayor al ver que levantó del piso mis medias, ¡y comenzó a correrse sobre ellas! Soltó varios chorros sobre ellas, el semen tenía una tonalidad amarillenta y de consistencia viscosa muy espesa, qué suerte que no me hizo tragar esa leche de mal aspecto. Cuando terminó de deslecharse se limpió los restos de semen con mi tanguita y me dijo:
-Me llevo tus bragas y medias como recuerdo, por si acaso se te ocurre delatarme con el pelele que tienes por pareja -pronunció el viejo.
Don Moy se acomodó la bata, dio media vuelta y abandonó mi departamento. Tardé un buen rato en recobrar el aliento y cuando por fin recuperé todas mis fuerzas, me entraron unas ganas inmensas de masturbarme. En ese mismo momento me toqué sin descanso hasta acumular como 8 orgasmos. Por el resto de la semana anduve muy caliente recordando lo sucedido y tenía que pajearme varias veces al día, todo por culpa de ese viejo pervertido que se aprovechó de mí.
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Gracias a todos los que se toman el tiempo de valorar y comentar este relato, me alientan a seguir publicando más historias.
Saludos cordiales a todos,
Claudia.