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Don José y las sumisas

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Cuando Pepe llegó a casa y abrió la puerta sintió los gemidos de su hermana. Pensó que se estaba masturbando. Fue a su habitación. Tenía la puerta abierta. Asomó la cabeza y lo que vio le puso la polla dura como una piedra. Entre las piernas de su hermana estaba una mujer con un tremendo culo. Al estar arrodillada vio su coño, mojado y rodeado de vello negro. Se dijo a sí mismo. "¡Esta es la mía!" Las dos estaban con los ojos cerrados. La que lamía, le sobresalía el culo de la cama. Sacó sus 22 centímetros, se acercó a la cama y le clavó la gorda verga hasta el fondo. La mujer gritó.

-¡Aaaaay!

Giro la cabeza y vio quien se había clavado.

-¡¡Pepe!!

-¡¡¡Mamá!!!

Pepe sacó la polla del coño de su madre. Su hermanastra tapó con la sábana sus grandes tetas. Andrea, la madre de Pepe, se tapó con la colcha. Sentadas las dos en la cama, le dijo la madre al hijo:

-Siento que te enteres así de que Paula y yo tenemos una relación. Es que desde que su padre nos abandonó estamos muy solas.

Pepe, que era un mocetón de 1,75m de estatura, moreno, de ojos negros, ancho de espaldas y con el culo redondito y prieto, guardó su gran cipote.

-Y yo siento habértela metido, madre.

Paula, colorada, por la calentura y por la vergüenza, no decía nada.

-Pensarás que soy una degenerada, hijo.

-No, Paula es muy guapa y tú eres una mujer muy atractiva.

Ambas eran preciosas. Paula era pelirroja, de 1,70m de estatura, de pelo corto, ojos color miel, tetas grandes y redondas, caderas anchas y cintura de avispa. Andrea era morena. 1,60m de estatura. Media melena negra, ojos negros, tetas medianas y un gran culo.

-Gracias por entenderlo, hijo.

Pepe se fue a la cocina e hizo un bocadillo. Andrea y Paula se vistieron. Pepe les haba jodido el polvo.

La vida en esa casa ya no iba a ser la misma. Por las noches, cuando madre e hija se comían vivas, ya no se cortaban. Sus gemidos se oían en la habitación de Pepe, y Pepe acababa tirando una paja, o dos, si en su imaginación follaba a su madre y a su hermana. Por la mañana, Paula, más de una vez, al ver la mancha de la corrida de su hermano se excitó y se masturbó pensando en él. Andrea, estando su hija follándola con los dedos, también más de una vez, vio la gran polla de su hijo e imaginando que la estaba follando, se corrió. Era cuestión de tiempo, tarde o temprano acabarían follando los tres.

Andrea y Paula, de día, siempre jugaban cuando Pepe no estaba en casa. Un día que estaba enfermo su profesor de FP, Pepe llegó a casa y oyó la voz de su madre. Venía de la habitación:

-¡De rodillas, puta!

Paula, le respondía:

-Como mandes.

Pepe, pensó: "Se acabó la historia de amor. Pobre Paula. Mamá cuando se enfada es la hostia. ¿Qué pasaría?"

Desde su habitación siguió escuchando. Su madre siguió mandando.

-¡Dame una de esas cuerdas!

-¿Qué me vas a hacer?

-¡Colgarte!

-¡No, por favor, déjame vivir! Haré lo que me mandes.

Pepe salió de la habitación. No iba a dejar que su madre cometiera una barbaridad. Cuando estaba al otro lado de la puerta de la habitación de su madre, que estaba cerrada, oyó:

-Bésame, perra.

-Tus palabras son órdenes.

-¡En la boca, no, en el culo, zorra!

Pepe supo en ese momento que estaban jugando.

-Hostias. Tienen una fiesta. Esta sí, esta es la mía.

Abrió la puerta y vio desnudas, de pie, junto a la cama, a su madre y a su hermanastra, Paula, en cuclillas le comía el culo a Andrea. Pepe, dijo, con voz enérgica:

-¡¡Qué coño es esto!!

Andrea, dijo, cortada:

-¡Hijo!

-¡Ni hijo ni leches en conserva! ¡¡Esta es una casa de putas!!

-¡Pepe!

Pepe, vio que encima de la mesita de noche había dos pequeños vibradores y encima de la cama unas cuerdas. Sacó el cinto. Con él en la mano, le dijo a su madre:

-Átale las manos a la espalda a la cerda.

-¡No llames eso a tu hermana!

Pepe le dio con el cinto en las nalgas.

-¡¡Ay, me ha dolido!!

-¡Y más que te va a doler si no le atas las manos a la espalda.

Paula le dijo a Andrea:

-Átamelas, mamá, átamelas.

Pepe le dio con el cinto en las nalgas a su hermana.

-¡Habla cuando yo te lo diga, putón verbenero!

Madre e hija se miraron y sonrieron. Habían encontrado el amo con el que soñaban. Andrea le ató las manos a la espalda a su hija.

-¡Besaros, guarras!

Se besaron.

-¡Lámele los areolas a tu madre, pilingui!

-Si, amo.

-¡Don José!

-Si. Don José.

La lengua de Paula giró alrededor de las areolas de su madre, Los pezones se pusieron duros y erectos.

-Chupa y magrea.

-Sí, don José.

Chupó y magreó.

-Coge un vibrador y méteselo en el coño.

-Sí, don José.

Paula le metió el vibrador en el coño a su madre y le dio el mando a distancia a Pepe.

-¡¿Qué mierda es esto, tortillera?!

-El mando a distancia para el vibrador, don José.

Pepe le dio a unos botones y al ponerlo a tope, Andrea, exclamó:

-¡¡Ooooooh!!

Lo dejó al mínimo.

-Átala por las rodillas y por los tobillos.

-Sí, don José.

Paula ató a su madre. Pepe la cogió en brazos y la echó sobre la cama. Después, le dijo a su hermana:

-Sácame la polla, y mámala.

-Sí, don José.

Paula sacó la tremenda verga de su hermano, y agachada, comenzó a hacerle una mamada. Andrea, le dijo:

-Yo también quiero, don José.

Pepe, subió otra marcha en el vibrador.

-¡Calla, ramera, no se hizo la miel para la boca de una burra!

Unos minutos más tarde, Pepe, puso a su madre boca abajo sobre la cama, y le dijo a su hermana:

-¡Cómele el culo, perraca!

-Sí, don José.

Paula, separó las nalgas de su madre. Estaban mojadas de jugo. Hizo círculos con su lengua sobre el agujero negro. Pepe le rozaba a Paula el clítoris y el coño con su verga empalmada, pero no se la metía. Paula le folló el culo a su madre con la punta de la lengua. Andrea gemía sin parar. Le folló el culo con un dedo, con dos, con tres... Andrea estaba en la gloria. Pepe le dijo a su hermana:

-Aparta que la puta necesita algo más.

Pepe acercó su gran verga al ojete de su madre. Andrea echó el culo hacia arriba, Pepe empujó y se la fue metiendo hasta el fondo. Andrea le dijo:

-¡Duro, don José, fólleme duro!

Pepe le dio caña y puso el consolador a tope. Andrea, pegó un grito ensordecedor.

¡¡¡Aaaaaaaaa!!!

Se corrió con tanta fuerza que dejó la colcha, la sábana y el colchón para la basura.

Al acabar de correrse, Pepe, apagó el consolador, y le dijo a su hermana:

-Desátala, puta, que eres más puta que las gallinas.

Paula desató a su madre, que le dijo a su hijo:

-Eres un cielo.

-¡Soy don José, cabrona! Lavarme la verga con la lengua.

Le respondieron al unísono.

-Sí, don José.

El lavado de lengua iba a ser una mamada en toda regla. Paula gemía cada vez que metía la polla en la boca. La necesitaba dentro de su coño como un borracho necesita bebida. Pepe, al verla desesperada, le dijo:

-¡Manos contra la pared que te voy a hacer un cacheo, ladrona!

-Sí, don José.

-Abre las piernas y echa el culo para fuera.

Sí, don José.

Paula hizo lo que le dijo. Pepe le apretó las tetas, le pasó la mano por el coño mojado... Hizo un simulacro de cacheo. Luego le dijo a su madre:

-Vete buscar una zapatilla y dame en el culo como me dabas cuando era un niño, abusona.

Andrea cogió una zapatilla debajo de la cama. Era una de esas zapatillas que se compran en el mercado, que duran toda la vida, de color gris con rayas negras y de piso de goma amarillo.

Se iban a intercambiar los papeles. Pepe le clavó la polla a su hermana en el pequeño coño... Entra apretada, pero Paula estaba tan mojada que a la tercera o cuarta embestida ya la empezó a disfrutar. Andrea, dándole a su hijo con la zapatilla en las nalgas, le dijo:

-¡Así que follando a tu hermana, hijo puta¡ ¡¡Toma, toma, toma, toma, toma, toma por malo, toma, toma, toma...!!

Paula deshaciéndose en gemidos, le dijo a su hermano:

-¡¡¡Me corro, Pepiño, me corro!!!

Pepiño, no le iba a hacer un feo a su hermana. Le llenó el coño de leche.

Menos mal que había pastillas para el día después, porque Pepiño también le iba a llenar de leche el coño a su madre... Y es que la tarde se iba a juntar con la noche.

Se agradecen los comentarios buenos y malos.

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