Nuevos relatos publicados: 11

El descubrimiento de mi mayor placer

  • 2
  • 10.897
  • 8,78 (9 Val.)
  • 0

Aún lo recuerdo, fue un día magnífico. Yo sabía que me atraían pero no sabía cuánto. Yo sabía que me ponían muy caliente pero no sabía el poder que tenían en mí. Ella y yo llevábamos jugueteando por un buen tiempo. Bailábamos sexy juntos, salíamos a beber juntos y nos manoseábamos con mucho placer. No nos animábamos a llevarlo al siguiente nivel, tal vez a ella aún le daba pena su marido. Tal vez ella prefería sentir que si solo nos calentábamos no hacíamos nada tan malo.

Hasta ese día que decidió vestirse con ese hermoso vestido negro. Ese vestido con un escote que dejaba ver una buena parte de su pecho. Esos pechos firmes y provocativos. Recuerdo como cada vez que te recostabas no podía dejar de desear que se salieran y pudiera ver tus pezones. Estaba muy duro y mucho más cada vez que miraba hacia tus pies.

Tus pies adornados de unos tacones beige, unos tacones que dejaban ver tus dedos maquillados de rojo. Estaba muy caliente y tú lo notaste, me dijiste que fuéramos a un lugar más tranquilo donde nos besamos, donde te manoseaba de forma desesperada, donde te agarraba el culo, donde te manoseaba esas tetas y sobretodo donde tú decidiste quitarte las bragas y ponerlas en mi bolsillo. Luego regresaste donde tu marido.

Yo no podía más y al cabo de una media hora te saque a bailar y te dije al oído que fuéramos a mi carro. Ahí nos besamos y como tantas veces te masturbé y tú me chupabas la polla. De repente sonó tu celular y te sentaste para acomodarte el vestido. Mientras hablabas hiciste algo increíble, te pusiste cómoda con tus pies sobre mis piernas, el problema fue que rozaste mi polla y yo no pude más.

Gemí y sentí la necesidad de tocarme con tus pies entaconados, eso te calentó y empezaste a masturbarme. Era puro morbo, estábamos en el carro, con tu marido adentro, y tus bellos pies me daban placer mientras hablabas con alguien. No duré mucho. Me vine muy fuerte, tus pies, tacones, piernas y parte de tu vestido quedaron untados. Tú lejos de quejarte me besaste la polla para limpiarla y saliste del auto toda untada. Yo no lo podía creer.

Cuando por fin me recuperé, volví a la fiesta y ahí estabas tú, untada, caminado normal, untando el piso con mi leche. Mostrando tu vestido untado. Y al verme me sonreíste. Te acercaste a tu marido y le restregaste tu pie untado en su pierna.

Estaba a mil de nuevo y tú también. La noche apenas comenzaba…

(8,78)