Nuevos relatos publicados: 13

La musa de la inspiración

  • 5
  • 6.834
  • 9,00 (7 Val.)
  • 1

Miré detenidamente la pantalla del ordenador. Una página en blanco se abría, ante mí, como un mundo cargado de expectativas, de posibilidades a la hora de plasmar lo que pensaba, lo que sentía.

Cerré los ojos, convencido de que la inspiración, esa musa capaz de escribir renglones con los dedos del alma, haría de inmediato acto de presencia tras meses de abstinencia, de no saber de ella, de no saborear su cuerpo cálido y sensual.

Me di cuenta que era tarde, que estaba cansado de tratar de buscarme a mí mismo; de buscar mis sueños, mis deseos, mi alma para trasladarla, plena de sentimientos, a aquel espacio donde escribir.

Por la ventana se colaron, tímidamente, los ecos de un lejano reloj que me devolvieron a la verdad de la madrugada y una sensación de completa impotencia se apoderó de mí. No sabía cómo comenzar, ni siquiera sabía que deseaba transmitir en aquello que trataba de escribir.

Recordé aquellos tiempos en que las frases, los renglones, se sucedían fluidos, a borbotones, llenando hojas y hojas de papel para transmitir los mensajes del alma. Tiempos en los que la musa de la inspiración, fiel compañera de tantos viajes, no me había abandonado.

Sabía que ahora, con el paso del tiempo, todo era diferente. Llevaba meses sin escribir, intentándolo cada noche sin poder llenar ni una sola cuartilla. ¿Cuántos folios con apenas dos renglones inconclusos terminaron sus días en la papelera de mi santuario de recuerdos?

De repente, como de la nada, una noche cualquiera de verano, sin querer o tal vez queriéndolo intensamente, apareciste tú, surgiste tú de entre una larga lista de rostros sin nombre, de nombres sin rostro y comenzaste a llenarlo todo, cada rincón, cada hueco, cada espacio infinito.

Tus frases, intensas y cargadas de extraño significado, se precipitaron absorbiéndolo todo. Tu sensibilidad, tu misterioso mundo de sueños, de deseos, de fantasías irrealizables, fueron, poco a poco, dando sentido a muchas cosas de mi vida, de mi existencia, haciéndome comprender que todavía se puede volver a otros estadios de la existencia aparentemente dejados muy atrás, muy lejos, recuperarlos para un hoy que se antoja eterno, un hoy de siempre.

Surgiste de la nada, silenciosa, oculta tras un nombre que me devolvió ecos de otros tiempos, tras una identidad de ficción que tu misma creaste y, sin embargo, yo te esperaba, sabía que solo podías ser tú, que nadie más era capaz de irrumpir con la fuerza que tu lo hiciste.

Me recosté sobre la butaca de tonos oscuros y pensé en ti. Te sentí cerca, a mi lado, sonriéndome y susurrándome al oído cosas que solo yo puedo comprender, que solo tu puedes contarme y de las que la noche, con su negro manto de gran dama, se ha hecho confidente.

Fue como si de pronto, todo aquel torbellino de ideas, aquel torrente de sueños ilusionados volviese a mi y con ellos, la musa de la inspiración, hiciese de nuevo acto de presencia, desnuda, sugerente, sensual.

Tu te convertiste en mi constante fuente de inspiración, en ese sueño lejano que tantas veces hemos anhelado sin lograrlo y por ti, solo por ti, de nuevo las palabras surgieron a raudales, los párrafos cobraron vida por sí mismos y fui capaz, una vez más, de escribir con los dedos del alma.

Que lento discurre el tiempo sin escuchar tu voz; que lento pasan las horas esperando que de una esquina del ordenador una pequeña pantalla azul delate tu presencia; que lenta pasa la vida deseando verte, estar a tu lado, tocarte, sentirte, acariciarte, besarte, desearte, soñarte.

Quizás nada sea como ayer o tal vez todo, absolutamente todo, sea igual que en aquellos otros tiempos que encarábamos la vida con más decisión, con más deseos de triunfo.

Por un instante, con la fuerza de mi mente, te traslado a otros instantes de mi vida que han ido quedando atrás. Me imagino de tu mano paseando por la pequeña rotonda en noche fría de temporal, acurrucados el uno con el otro, contándonos cosas, secretos al oído, haciendo planes para un futuro incierto, Me imagino a tu lado en aquel rincón de la boite de nombre evocador hablándote de amor, de sueños, de deseos ocultos, mientras mis labios besan suavemente los tuyos. Me imagino corriendo junto a ti por el gran arenal en mañana de verano, dejando que nuestros cuerpos sean acariciados por un sol que todo lo preside. Me imagino amándote con pasión en cualquier lugar, en cualquier rincón tenuemente iluminado y que, por la magia de la noche, convertimos en altar erigido en honor a la diosa del amor.

He saboreado tus labios; he bebido de tus jugos; he sentido tu carne fundida con la mía en un solo cuerpo, en una sola alma; he gozado con tus caricias cariñosas, cargadas de un amor ilimitado; he mirado a través de tus ojos buscando esa verdad eterna que tan solo tu escondes. Te he sentido conmigo, junto a mi, inspirándome, enseñándome el camino a seguir.

Cuantas veces me has acompañado en mi paseo por la vida; cuantas veces has sido, para mi, la mejor de las amantes, disfrutando de tu cuerpo con una pasión ilimitada, gozando de tus espacios infinitos, disfrutando de ti sin límites terrenales.

El folio se va llenado; de nuevo los renglones, nacidos del alma, van tomando forma, haciéndose presente en un hoy que todo lo puede, que todo lo sabe. Escribiendo de ti, de mis deseos, de los tuyos; de tus sueños, de los míos. Acercándome más a ti, tanto que casi puedo tocarte, tanto que soy capaz de sentir tu aliento en mi nuca, tanto que me embriago con tus aromas sensuales.

Has vuelto a mi, musa de la inspiración, has vuelto a mi para guiarme como tantas veces. Esta vez, por favor, quédate, no te vayas.

(9,00)