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Isidoro, Marta, Carol y Aurora

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Corría el año 1979. Isidoro, gallego, natural de una aldea de Orense. Vivía ahora en Epsom, una pequeña ciudad en el condado de Surrey, Inglaterra. Llevaba dos meses casado con Marta, que era de su misma aldea. Marta e Isidoro trabajaban en turnos en el Manor Hospital, un hospital de subnormales. Vivían de alquiler en una habitación de la casa de la tía de Marta. Tenían derecho a televisión, baño y cocina. La tía de Marta, Aurora, estaba como un queso, tenía 38 años, era baja de estatura. Gastaba unas tetas más grandes que ella y tenía un culazo. El tío de su esposa, Braulio, un cuarentón, del montón, era un picha caliente para las inglesas, ya que Aurora pasaba más ganas de polla que Carpanta de pollo. Pero quien más llamaba la atención era la prima de Marta, Carol, que naciera allí y se consideraba inglesa, y como inglesa se follaba a todo lo que se movía. La chavala tenía 19 años, era de estatura mediana, morena, de ojos negros y grandes, larga melena negra. En tetas y culo saliera a su madre.

Paso a contar la historia en primera persona.

Tenía yo por aquel entonces 20 años y mi esposa Marta, 19. Una noche, después de acostarnos en la cama, me dijo mi esposa:

-Te tengo que contar algo.

-Cuenta.

-Carol me puso el trato.

-¿Qué trato?

-¿Que trato va a ser? El de follar conmigo.

-¡No jodas!

-No jodo.

-¿Cuándo te lo puso?

-Esta tarde. Mientras tú fuiste a jugar a la snooker

-Dame detalles.

-Estábamos en la sala de estar y me preguntó si ya me había comido el coño otra mujer, y cuando le dije que ni hombre ni mujer, me dijo si quería que me lo comía ella.

-¿Le dejaste hacer esa guarrada?

-No, pero después las cosas se complicaron.

-¿Qué pasó?

-Se me acercó y me metió la lengua en la boca.

-¿Para qué?

-Aquí dan los besos así.

-¿Vomitaste?

-No, me gustó, me gustó tanto que mojé las bragas.

-No sabía que fueras tan guarra.

-Ni yo. Al ver que me estaba poniendo cachonda salí pitando. Pero la cosa no acabó ahí. Al rato, estaba yo aquí, sobre la cama, vestida, y entró Carol por la puerta. Llevaba puesta una lencería blanca, transparente. Se le transparentaban las areolas marrones, los pezones y el pelo negro del coño. Estaba descalza y con el pelo suelto. A mí nunca me atrajeron las mujeres, pero ella no era una mujer, era un sueño erótico... Se acercó a la cama. Me preguntó si me quería correr y le respondí que la mujeres no nos corremos, que quienes se corren son los hombres.

-¡Bien dicho!

-Mal dicho. Las mujeres nos corremos.

-¡¿Te comió el coño y te corriste?!

-No soy una mujer que se deje fácilmente.

-¿Te lo comió a la fuerza?

-No, pero le llevó mucho tiempo comerlo. Tuvo que volver a besarme con lengua...

-Para eso tuviste que abrir la boca.

-Y acariciar su lengua con la mía y chuparle la lengua como me la chupaba ella a mí. Pura cortesía.

Mi esposa me había empalmado con su relato, pero me hice el ofendido.

-¡Puta cortesía!

-Por una letra no vamos a discutir. Tuvo que quitarme la blusa y el sujetador.

-¿No le ayudarías?

-Es que hacía mucho calor.

No lo podía creer. Mi esposa. La sumisa. La que creía una mosquita muerta, me estaba vacilando

-¡¡Calor lo tenías en el coño!!

-También. Tuvo que comerme las tetas...

-Te dejaste comerlas.

-Es que me tenía atada.

-¡¿Con qué?!?

-Con los besos que me iba dando.

-¡Serás cabrona!

-¡Hostias, Isi! ¿Quieres que te diga la verdad? ¡Estaba caliente como una perra. Iba a correrme por primera vez y mi cuerpo me pedía guerra. Aquellas tetazas... Aquel bosque negro... ¡Si estaba deseando comerla yo a ella!

-Eres una zorra, Marta.

-De eso nada. No le comí las tetas hasta que se me aflojaron las piernas. Bueno, a lo mejor, algo zorra soy, ya que cuando bajó... Al lamerme el coño un par de veces ya me corrí, y después, claro, siguió lamiendo y chupando y me corrí dos veces más.

-¡¿Te corriste tres veces?!

-Cinco, me corrí cinco veces.

-Estás de coña.

-Te digo la verdad.

-¿Y qué te hizo para correrte tantas veces?

-El 69 y...

-¿Qué es el 69?

-Ella arriba y yo abajo, comiéndonos los coños.

-¡¿Le comiste el coño?!

-Y se corrió. Me encantó ver cómo le salía el jugo del coño.

-¡Solo faltaría que se lo bebieras!

-Hombre, me caía en la boca... Ella se estaba tragando el jugo de mi corrida... ¿Qué querías qué hiciera?

-Y tienes la santa almeja de decírmelo. ¡Tienes cara para decirme que soy un cornudo!

-No, te lo digo porque podría haber sido un hombre el que me hiciera correr por primera vez. Y la verdad, no sé qué pasaría...

Aquello me dio que pensar. Tenía que aprender.

-Tienes razón. ¡A saber lo que harías! Dame uno de esos besos.

Mi esposa me besó con lengua y mi polla se puso aún más dura.

-Me tienes que decir todo lo que hizo Carol para hacértelo yo

.¿Paso a paso?

-Y despacito.

Nos desnudamos, y paso a paso, y despacito, me dijo como le gustaba que le comiera la boca... Le gustaba que le chupara la lengua y chupar la mía, espadear con ellas mientras le magreara las tetas... Le gustaba que en las tetas le lamiera y le chupara las areolas y los pezones, que le diera pequeños mordisquitos en ellos. Le gustaba que le comiera el coño metiendo mi lengua en su vagina, que lamiera y chupara su enorme clítoris. (Un perfecto desconocido para mí hasta esa noche) que chupara los labios de su coño

Después de correrse dos veces, me dijo:

-Ya que estamos, fóllame y espera a que me corra para correrte tú.

Fue imposible. Yo estaba tan caliente y ella tan mojada que al ratito de metérsela ya me corrí dentro. Aunque después cantó las cuarenta, veinte en bastos, y no cantó veinte en copas porque me volví acorrer y se me bajó la polla.

Cuando íbamos a dormir, me preguntó:

-¿Te gustaría hacer un trío?

-¿Tú, Carol y yo?

-Sí.

-¿Y querrá?

-Fue mi prima la que tuvo la idea.

-¿A ti te gustaría?

-Sí.

-Pues dile que se prepare.

-Creo que mejor será que nos preparemos nosotros.

-¿Tan fogosa es?

-Es fuego puro.

A los diez minutos, más o menos, sentí un continuo "tic, tic, tic..." muy en bajito. Abrí los ojos y vi que mi esposa, con los ojos cerrados, se estaba rascando el coño. Pensé que le picaba y lo rascaba, pero pasado un minuto, ya era mucho rascar. Vi cómo se llevaba una mano a las tetas y se acariciaba, primero una y después la otra. Se apretaba los pezones... Carol le aprendiera a correrse y por lo visto había más de una manera. Poco más tarde, mi esposa rascó más aprisa. Sentí un "¡Oh!" Se encogió, y en posición fetal, se sacudió haciendo temblar la cama. Acabó de correrse. Me di la vuelta, Me echó una mano por la cintura, acercó sus tetas a mi espalda y se echó a dormir. Yo estaba empalmado, y no era para menos, había visto a mi esposa tirando una paja hasta correrse. No quise violentarla y hice como que no oyera ni viera nada.

Dos días más tarde fuimos al Derby de Epsom, mi esposa, Carol y yo. Aquello parecía los carnavales. Las mal llamadas damas llevaban unos sombreros que rozaban el ridículo, más que mujeres parecían espantapájaros. Ellos, caballeros y gente de la nobleza, con sus smokings a rayas y sus sombreros de copa no eran más que unos estirados. Lo único que me gustó de aquel lugar fueron los deportivos y los Rolls Royces en los que llegaban, y los caballos. ¡Qué preciosidades de caballos!

Charly, un amigo mío, inglés, que trabajaba en el Manor, que fuera jockey y se arruinara con las apuestas, me dijera que si algo tuviera lo apostaría todo a Troy. No me fie de él, Troy estaba 7 a 1. Llevaba conmigo 50 libras para apostar, pero le aposté 1 libra. La hostia es que Troy, ganó, y yo me quedé con un palmo de narices.

Después de la carrera, mi esposa, Carol y yo, fuimos a dar cuenta de la tortilla de patatas y de la botella de vino tinto que lleváramos para la ocasión. Comimos y bebimos. Era un día primaveral de la primera semana de junio. Al acabar de comer, Carol, que llevaba puesto un short, camiseta blanca que marcaba sus pezones, y unas zapatillas de deporte, sentada en la yerba, con un dedo, le rozó una pierna a mi esposa, que llevaba un vestido verde que le daba por encima de las rodillas. Y le preguntó:

-¿Se lo dijiste?

Mi esposa, que era una morenaza con todo muy bien puesto, como buena gallega, aun sabiendo por lo que le preguntaba, le respondió con otra pregunta.

-¿Lo qué?

-Lo de hacer un trío.

Yo, que estaba al loro de todo, le dije a Carol.

-Cuando quieras. Marta y yo estamos dispuestos,

Carol no quería perder el tiempo.

-Mis padres tienen long day (día largo) y no llegan hasta la noche.

Recogimos. Subimos a mi viejo Ford Cortina. En unos minutos estábamos en casa. Ellas se fueron mientras aparcaba el coche. Cuando entré por la puerta vi a mi esposa y a Carol dándose un morreo. Parecía que se estaban comiendo vivas. Al llegar yo subieron las escaleras. ¡Qué par de culos! Mi polla, que ya se empalmara al verlas morreándose, latía una cosa mala.

Al llegar a nuestra habitación, sin decir palabra, mi esposa empezó a desabotonarme la camisa y Carol me bajó el pantalón y los calzoncillos. Aún mi esposa no acabara de quitarme la camisa y ya Carol, en cuclillas, tenía mi polla en su boca. Mi mujer la miraba, extrañada, ella nunca me la había mamado. Al quitarme la camisa, le dijo Carol.

-Ven y chupa.

Mi esposa se agachó, la metió en la boca, y para ella fue el premio gordo. Me corrí en su boca. Se apartó escupiendo la leche y poniendo cara de asco. Quien no le hizo ascos fue Carol, que la volvió a meter en la boca y se tragó la leche del final de mi corrida.

Acabé de quitar el pantalón. Quité los zapatos y los calcetines. Carol le quitó la blusa y el sujetador a mi esposa, y me dijo:

-Una teta para ti y otra para mí.

Hice lo mismo que hacía ella. Si ella lamía, yo lamía, si ella chupaba el pezón, yo chupaba el pezón, si ella magreaba, yo magreaba, si ella besaba a mi esposa yo la besaba y si me besaba a mí la besaba a ella... Se quitó la camiseta. Quedaron al aire sus tremendas tetas, y me dijo:

-Una para ella y otra para ti.

Yo ya sabía cómo mamar con propiedad y por lo que vi, mi esposa, también. Cuando Carol estaba caliente, se le escapó un gemido, y dijo:

-Vamos al lío. Quita la falda y las bragas y échate en la cama, Marta.

Carol era la que llevaba la batuta. Había que dejar que dirigiera la orquesta. Mi esposa se desnudó y ella hizo otro tanto. En la cama, Carol se arrodilló a los pies de mi esposa, cogió un pie, y me dijo:

-Ven y haz lo que haga yo.

Chupamos el dedo gordo como si fuese una polla, después fuimos chupando dedo por dedo. Lamimos entre los dedos. Besamos los pies. Masajeamos con las dos manos la parte superior y las plantas de los pies. Mi esposa comenzó a gemir. Volvimos a chupas los dedos gordos. Lamimos las plantas de los pies. Chupamos y lamimos los talones...

Mi esposa abrió las piernas y se empezó a pajear. Al rato, Carol, le cogió los dos pies, los juntó, y me dijo:

-Mete la polla entre los pies.

La metí y mi esposa me pajeó con ellos mientras se pajeaba ella.

Nuestros gemidos avisaron a Carol que nos íbamos a correr.

-Parar, parar, que cuanto más se aguanta más gusta.

Mi esposa, nos dijo:

-Besarme lo dos.

Las tres lenguas se encontraron y nos las comimos. Luego me dijo Carol:

-¿Sabes comer un culo?

-No soy marica.

-No hace falta ser marica para comer un culo.

-Sí tú lo dices...

Carol, le dijo a mi esposa:

-Échate boca arriba en la cama con las piernas abiertas, prima.

Marta hizo lo que le dijo. Carol, le abrió las nalgas, y le pasó la lengua por el periné y el ojete. Yo no era, ni soy marica, pero al ver como lamía Carol y como gemía mi esposa, la polla se me volvió a poner tiesa como un palo. Carol, a cuatro patas, lamiendo y follando con su lengua el culo de mi esposa, me preguntó:

-¿Has visto como se hace?

-Sí.

-Pues házmelo a mí.

Le comí el culo del mismo modo que ella se lo comía a mi esposa. Carol, comiendo el culo a mi esposa, metió dos dedos en el coño, los sacó y frotó con ellos el clítoris.

Ya eran dos las que estaban gimiendo. Cuando Carol sintió que se acercaba al orgasmo, le dijo a mi esposa:

-Date la vuelta, prima.

Mi esposa se dio la vuelta. Al comerle Carol el coño, sus gemidos ya eran de pre orgasmo. Entonces, me dijo a mí:

-Métemela.

Puse mi polla en la entrada de su coño, y me corrigió.

-Por ahí, no. Métemela en el culo.

Se la metí, apretada, pero sin ninguna dificultad. Mi esposa, le dijo a Carol:

-Yo ya, yo yaaaa.

Se corrió aguantando la respiración, para acabar diciendo:

¡¡¡Morrro!!! (Muero)

Los gemidos de Carol, mientras le daba caña en el culo, fueron acelerándose, más, más y más, hasta que exclamó:

-¡¡¡come!!! (Me corro)

Yo, corriéndome en su culo, con el gusto que estaba sintiendo, pensé que algo de marica tenia.

Acabamos de corrernos y sentimos la voz de mí tía.

-¡Carol! ¿Estás en casa?

Mi tía Aurora se había cortado un dedo y venía del médico.

Al día siguiente, Braulio, tenía long day y mi esposa y Carol estaban trabajando. Yo estaba sobre la cama, escuchando música con los auriculares puestos, en calzoncillos y con los ojos cerrados. Una mano se metió dentro de mis calzoncillos y me cogió la polla. No podía ser más que Aurora. La sacó, me la meneó y me la chupó. Me empalmé. Cuando mi polla ya echaba aguadilla preseminal, me dio un cachete en el glande. Abrí los ojos y vi a Aurora, sentada en el borde la cama, con la blusa abierta y sus tremendas tetas al aire.

Quité los auriculares, me senté en la cama, y le pregunté:

-¿Por qué hiciste eso?

-¡Por qué me salió del coño, capullo!

-¿Vienes a follar o a insultar?

-Dime una cosa. ¿Te follaste a mi hija, cabrón?

Mentí

-No.

-¡Te la follaste, desgraciado! Tú y la puta de mi sobrina. Os oí cuando os corríais.

-¿Si ya lo sabías para que preguntas?

-¡Por qué me sale del...!

No la dejé acabar.

-Del coño, ya, y tú lo que vas a hacer es follarme a mí.

-Lo que voy a hacer es decírselo a mi marido, paleto. ¡Te va a castrar!

-¿Y también le vas a decir que me la mamaste y que me enseñaste las tetas?

-No, le voy a decir que me violaste, desgraciado.

Me alarmé, y le pregunté:

-¡¿Qué buscas, Aurora?!

Se levantó, y me dijo:

-Vas a hacer todo lo que te mande si no quieres que me vaya de la lengua.

-Vale.

-Ven y chúpame las tetas.

Me levanté y le di tal repaso a aquellas maravillosas tetas que mi tía acabó gimiendo. Gimiendo estaba, cuando me apartó la cabeza, y me dijo:

-¡¿Abusando de tu anciana tía, degenerado?!

¿Anciana? ¿Abusando? Por un momento pensé que se le fuera la olla. Se volvió a sentar en el borde de la cama.

-Ponte en mis rodillas que te voy a castigar, guarro.

Definitivamente, Aurora estaba jodida del coco, Trabajar entre locos la debiera trastornar, pero si no la obedecía me la iba a liar. Me eché sobre sus rodillas. Me bajó el calzoncillo. Mojó un dedo en la boca y comenzó a acariciar mi ojete. Aquella familia tenía fijación por los culos. La hostia es que me gustaba lo que me hacía, y cuando me metió el dedo gordo dentro de agujero, más. Cerré los ojos. Y me dispuse a disfrutar, cuando siento un golpe en el culo. "¡Plas!" Abrí los ojos y vi a mi tía con una zapatilla roja en la mano, una zapatilla de esas acolchadas que tienen espuma en el piso. Me preguntó:

-¡¿Me vas a volver a follar la hija?!

-Depende de ella.

Me largó: "¡¡¡Plas, plas, plas, plas!!!"

-¿Que has dicho?

¿Acolchadas? ¿Espuma? ¡Por los cojones! Dolía de hostia. Le dije:

-No, no volveré a darle por culo.

-¡¿Qué le has dado qué?!

-Por culo.

Me volvió a largar, con menos fuerza: "¡¡Plas, plas, plas!!"

-Eso no se hace. ¿Me vas dar a mí por culo?

-No.

-¡¿Cómo qué no?!

Me volvió a largar, con menos fuerza: "¡Plas, plas, plas, plas!" Ya me estaban gustando la tunda de la loca. Volvió a jugar con el dedo en mi culo.

-Haré lo que quieras.

La hija puta me volvió a dar con la fuerza del principio: "¡¡¡Plas, plas, plas, plas!!!"

-Vamos a ver si te gusta esto, maricón.

Me cogió la polla, empalmada, y la llevó hacia atrás en el sentido de los huevos. Al ponerla al revés se ponía más y más tiesa. Me metió un dedo en el culo y me lo folló mientras me la meneaba como si me estuviese ordeñando.

-¡¿Te gusta, maricón?!

No iba a negar lo obvio.

-Sí, puta.

Quitó el dedo del culo y ya vi venir la zapatilla, pero esta vez me dio en las nalgas con la palma abierta. "¡¡Plaaaaas, pllaaaaas, plaaaaas!!"

-¡Sí, soy puta, una putona! ¡Pero ningún maricón me lo llama!!

Aurora me estiraba la polla y sentí que me venía.

-Me voy a correr, bruja.

-¡Quítate de mis rodillas!

Me levanté. Se levantó. Subió la falda y se quitó las bragas. Abrió las piernas, y con la falda levantada, me dijo:

-Cómeme el coño.

Me agaché delante de ella. Aquel coño peludo ya tenía los labios abiertos esperando mi lengua, No se la di. Lamí su clítoris. Aurora no estaba con esas. Me cogió la cabeza y puso mi boca en su coño, que estaba chorreando. Se lo comí y me encantó. Al rato gemía como una posesa. Me agarró la cabeza, me separó de ella, y me dijo:

-Siéntate en el borde de la cama.

Me senté. Aurora se levantó y después cogió mi polla, la puso en la entrada de su coño, y dándome la espalda, se sentó sobre ella. La cogí por las tetas. Ella me folló a toda mecha. No tardó en comenzar a correrse. Sus gemidos eran los de una fiera herida. Su coño se cerraba, apretaba mi polla y soltaba jugo... Sentí como me iba empapando los huevos con su torrente de jugo caliente y ella sintió como la llenaba de leche mientras le apretaba las tetas.

Al acabar de correrse vi que tenía los huevos y los muslos llenos de flujo vaginal.

La loca se volvió cuerda, y me dijo:

-Cuando mi sobrina no tenga ganas de follar ya sabes dónde estoy.

Se agradecen los comentarios buenos y malos.

(9,05)