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Serie Rosa (Relato 3)

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Vete a tomar por culo, cerdita. Te dejo. Me tienes harto.

Y acto seguido la bloqueó en el whatsapp. De ahí los sollozos de Irene Martínez en el cuarto de baño de su facultad. Era hora de clase, pero tuvo la suerte que apareciera Olga Sarmiento. Nada más ver las lágrimas de Irene se preocupó y se acercó con suma delicadeza.

-Hey, ¿estás bien?

-Sí, no es nada.

-¿Cómo que no es nada? Estás temblando. A ver, coge aire y cálmate, ¿vale? Hinchas los pulmones y sueltas. Así varias veces. Eso es. ¿Mejor?

-Sí, mejor.

-Pues ahora cuéntame qué te pasa.

-Mi novio. Me ha dejado por whatsapp y luego me ha bloqueado.

-Vaya, no me sorprende. ¿Y qué motivo ha puesto?

-Que no tengo buen culo y que mi cara es de cerdita.

-¿Cómo? Si eres una belleza. Solo hay que mirarte un segundo.

-Pues él no lo ve del mismo modo.

-¿Y quién es ese hijo de puta?

-Toni Menéndez.

-¿Toni? ¿El escolta del equipo de baloncesto?

-¿Le conoces?

-Claro, es una polla dura andante. Las cheerleaders saben lo baboso y pesado que es. Has tenido suerte de quitártelo de encima.

-Sí, pero es tan guapo.

-Lo de guapo lo tiene de gilipollas. Anda, sécate las lagrimitas y vente conmigo.

-¿Adónde vamos?

-A tu nueva vida. Conozco una fiesta que lo peta y vamos a ir tú y yo.

-¿Aquí? ¿Ahora?

-Cariño, debes de estudiar menos y bajarte las bragas más. Ese Toni te tenía controlado, ¿a que sí? Te cogía el móvil. Te pedía la contraseña de tu facebook. No te dejaba salir con las amigas. No salgas así que pareces una puta. Eres mía y de nadie más. ¿Me equivoco en algo?

-En nada.

-Anda, sígueme –la cogió Olga de la manita y así pasearon por los pasillos hasta quedar frente a una puerta de la residencia universitaria-. ¿Confías en mí?

-Totalmente.

-¿Lista?

-Vamos.

Al entrar, Irene presenció una fiesta ambientada con música de Ozuma, luces de neón, litros de alcohol y mucho baile al son de la música marchosa. Lo curioso es que solo había chicas, unas en bragas, otras desnudas y el resto morreándose en sofás y rincones. Irene se quedó boquiabierta al ver a Lorena Sánchez intercambiando lengua con otra chica.

-Joder… ¿Lorena es lesbiana?

-Hasta las bragas. ¿Quieres ponche de macedonia?

-Vale.

Se acercaron a una mesa cubierta de canapés, botellas, patatas fritas y vasos vacíos. Dos chicas se cruzaron desnudas y hermosas, y la mirada de Irene siguió sus apetitosas carnes.

-¿A que están buenas? –río Olga.

-Sí… quiero decir, no sé…

Sin más, Olga se fue desnudando.

-¿Qué haces?

-¿No lo ves? Es una fiesta de chicas. Aquí solo se permiten feromonas y úteros, lo demás le pateamos el culo.

-¿Tengo que desnudarme?

-Yo sí. La ropa me molesta. Despelotada me siento más libre y mejor.

-Bufff… -Irene tuvo que reconocer el cuerpo gimnástico de Olga. Mientras servía los ponches, Irene creyó ver visiones-. No puede ser. ¿Esa es Sonsoles Ramos?

-Sí, con dos pibones desnudas encima.

-¿Desde cuándo es lesbiana?

-Desde que su novio intentó violarla. A él le enviamos a urgencias y a ella la acogimos como una hermana. Ahora mírala. Feliz. Despreocupada. Y con todo el sexo que desea. ¿Te gustaría hacer lo mismo?

-Pero yo soy hetero.

-Dejemos los ponches para luego. Sigue el movimiento de mi culo.

Y vamos que lo siguió. Irene ni siquiera sabía por dónde iba. Solo tenía ojos para ese culazo duro que se contoneaba con estilo.

Olga la hizo sentarse en un tresillo junto a una tercera chica desnuda y preciosa; ella a la derecha y Olga a la izquierda.

-Olga, te agradezco lo que haces por mí, pero… -Irene no pudo seguir hablando. La chica de la derecha la besó con lengua apasionada.

-Hey, ahora yo –pidió Olga.

Irene cambió de boca y buscó la lengua de Olga.

La tercera chica se arrodilló frente a Irene y fue bajándola la falda y luego las bragas. Como un deseo irresistible, Irene abrió los muslos casi espontáneamente y la lengua de la chica entró hasta las entrañas vaginales.

-Uuuuuy, coño… -soltó Irene un respingo de placer.

Olga rio satisfecha y empezó a chuparla los lóbulos de las orejas. ¿Cómo sabía eso? A Irene le encantaban dos cosas: los gatitos y que le chuparan las orejas. Y Olga parecía persistente y muy eficaz.

-Madre mía… me muero de placer… mmmmm… -entre los chupetones de Olga en las orejas y los de la chica en el coño, Irene sintió abandonar el cuerpo y alcanzar las mieles celestiales. Los susurros de Olga al oído le decían las cosas más bonitas que había escuchado. Irene se enamoró de ella mientras se corría en la boca de la otra chica.

-Ya te puedes ir, Yoli –la despidió Olga.

-Mmmmm, eres un amor, Irene –la besó Yoli con carantoña en el mentón incluido. Tanto Olga como Irene la vieron alejarse desnuda y tan linda como una ninfa.

-Joder, y yo me estaba perdiendo esto… -Irene alucinaba.

-Cuando te corras, me avisas y la saco.

-¿Cómo?

Pero Olga ya tenía la boca adherida a la vulva de Irene, que pegó un grito placentero. Despatarrada en el sofá, ella misma acabó de desnudarse quitándose la blusa casi a tironazos. La lengua de Olga exploró durante diez minutos y a la tercera corrida, Irene se sintió por primera vez en sus 21 años de vida feliz y dispuesta a todo y por todas.

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