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La amorosa hija (Parte 13)

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Cuando se sentaron en la estancia, Estela se sirvió un vino blanco, desconcertando un poco a Tomás ya que nunca la había visto tomar alcohol.

Él se sintió con la libertad de servirse un whisky, y se sentó frente a ella.

“¿Y bien? ¿Cómo les fue a las hermanas?”, preguntó.

“¡Muy bien papi! Me decidí por Anne en lugar de mis amigas. Teníamos muchas cosas que platicar”, contestó con un notable entusiasmo y alegría, desconcertando un poco a Tomás, sabedor de la mala relación de sus hijas, por lo que Anne le contaba.

Platicaron sobre sus amigos que visitó durante un buen rato.

“Ahora cuéntame de tu plática con tu hermana. Notaba que no andaban muy bien las cosas entre ustedes”, dijo Tomás.

Estela dio otro trago a su vino y aclaró su garganta.

“No sé si sepas papi, pero yo tenía una inquietud que me estaba atormentando desde hace meses, y era básicamente que tú y Anne eran amantes… locuras mías pues, al verte tan bien”, comenzó.

Sería el alcohol, pero por primera vez, Tomás se sintió tranquilo, nada perturbado tras el comentario de su hija.

Estela quizá no sabía que Anne lo había mantenido al tanto durante las últimas semanas. Fue un gran error que asistieran a la boda Estela y Mark junto con ellos. ¡Tan fácil que hubiera sido no invitarlos!

“Eso, como te habrás dado cuenta, hizo que Anne y yo tuviéramos una serie de choques y malos momentos, incluso frente a ti”, continuó.

Tomás era todo oídos. Estela tenía pensado utilizar la misma estrategia que con su hermana: primero el alabo, luego la verdad.

“Es asombrosa la forma en que Anne te trajo de regreso. La verdad, papi, pensaba que no llegabas al año nuevo. Cuando nos fuimos en verano, te dejé muy deprimido. Lo comenté con Anne. Cuando comencé a recibir tanta foto y verte en Nueva York, me quedé… ¡guaaauuu! ¡que bruto! ¡Qué galán! ¡Guapísimo!”.

“Gracias Estelita”, simplemente dijo Tomás.

“No, es que de verdad papi, ¡qué cambio!”, prosiguió Estela, “¡vaya forma de arreglar las cosas Anne!, de veras, no tengo palabras para agradecérselo. Vaya forma de llenar el hueco de mami, literalmente, papi”.

Tomás se preocupó un poco al escuchar “literalmente”.

“Pues sí, ha hecho una magnífica labor”, dijo Tomás. “Para que yo lo reconozca, imagínate”.

“Pero el secreto de tu notable mejora”, continuó Estela, “es que te la estás cogiendo padrísimo, papi”, dijo sin rodeos.

Tomás sintió como una descarga de electricidad y se quedó mudo. Nunca se lo había ni siquiera insinuado. Fue tajante y certera.

La sonriente cara de Estela no cambió al ver la de su padre prácticamente desfigurarse.

“Lo sé todo papi, no te asustes. Anne me lo contó. Vine aquí a impedirlo, pero la verdad, ya nada puedo hacer. Al principio me escandalicé, muchísimo, dada mi forma de ser, pero después de platicar con ella…, me queda muy claro que, si esa es la receta por tenerte tan bien, que así sea… ¡y viva la paz!”, concluyó.

Obvio es que omitió el episodio lésbico vivido con Anne, pero la expresión de Tomás de no tener escapatoria la tranquilizó. Sabía bien que seguía una plática mucho más tranquila, más sincera e íntima, propiciando en momento que ella tanto deseaba: ser también suya.

Tomás contó, a su manera, su versión, sin abundar mucho en detalles, como Anne. Estela escuchó la versión corta. Pasadas las 10 de la noche, se despidieron. Estela recordó su insistencia de que durmieran en el hotel en habitaciones separadas, pero aquél romance ya estaba bien cimentado.

“Tu hermana está en su mejor momento y supo cómo hacerle para rescatarme, Estelita. Es mi amante y jamás renunciaré a ella. Estoy enamorado de ella.”, fue la frase con la que concluyó Tomás la noche. Estela no sintió ni celos ni coraje, solo envidia. Se despidieron de beso y abrazo.

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Tomás se levantó aquel viernes como era su costumbre muy temprano. Se sentó en su escritorio y sacó la cámara digital, para deleitarse viendo a su hija mayor y él, en acción, y pasar las imágenes a su laptop y borrarlas, muerto de ganas, habiendo ya quitado a su hija menor de en medio. Al menos, eso creía.

Grande fue su sorpresa cuando se dio cuenta que era demasiado tarde y ver las fotos de Estela desnuda, mostrándole sus encantos. Era evidente que Anne y ella habían hecho más que platicar.

Se puso de pie, desconcertado y puso la cámara junto a la computadora. Tomó la cámara y revisó de nuevo las fotos. No, no se trataba de Anne; era Estela, y era evidente que Anne las había tomado.

Se preparó su café y salió a caminar, como era su costumbre, sin poder apartar su mente de las fotos: era demasiado.

Las fotos de Anne con él solo servían para hacer más difícil la espera de los jueves de papi, pero ahora Estela, posando desnuda y provocativamente, le había dada otro vuelco a su vida, ¿acaso Estela quería convertirse también en su amante, o simplemente fueron cosas de mujeres andarse fotografiando?

Era claro que Estela ya sabía de su amasiato con Anne, pero ¿Qué seguiría?

Su caminata fue más larga de lo normal, dándole vueltas al asunto. Dejó la cámara digital encima de su escritorio a propósito, por si Estela se levantaba antes de su regreso, para que la viera y se diera cuenta que ya estaba al tanto.

Comenzaba a salir el sol cuando regresó Tomás a su casa. Lo primero fue ver la cámara donde la dejó. Fue a la recámara de su hija y constató que aún dormía, pero en realidad, Estela ya estaba despierta. Albergando alguna fantasía, durmió mal, pero desnuda, por primera vez en su vida.

Nunca pensó que le haría falta ropa de dormir sensual, vaya, ni la tenía. Era algo en que Anne y ella no pensaron.

Decidió levantarse, más temprano que de costumbre, y se dirigió al baño. Tomó su pesada bata blanca de toalla y salió sin prenda alguna debajo.

Fue a la cocina, donde papi tomaba su segunda taza de café.

“Buenos días, papi”, dijo Estela en su habitual saludo, sin que su padre percibiera anormalidad alguna en su tono de voz.

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El habitual saludo de Anne a papi que cada mañana daba no obtuvo respuesta. Lo repitió y nada, solo silencio. Cerró la puerta sin hacer ruido. Caminó unos pasos por el vestíbulo y se detuvo al percibir silenciados gemidos que venían de la estancia.

Respiró hondo y con ardiente emoción. ¿Qué encontraría unos pasos más adelante? ¿A su padre y a su hermana cogiendo? ¿Estela sola, masturbándose?

Caminó sigilosamente, aunque lo más probable es que la hubieran escuchado llegar. Anne se puso tras la pared que daba a la estancia y se asomó con sigilo: papi estaba sentado y la negra cabellera de Estela subiendo y bajando por el enorme pene, con sus pantalones a las rodillas, produciendo el espumoso ruido con su boca, con su batona blanca abierta, mientras papi tenía su cabeza hacia arriba, recargado en el respaldo del mismo sillón en el que ella se expuso a él, meses atrás, corriendo sus dedos entre el sedoso cabello de su hermana.

¿Cómo pasó? Estela le debía los pormenores. Metió su mano debajo de su holgados pants deportivos y toalla sanitaria, y comenzó a frotar suavemente su clítoris.

Tras unos minutos, Estela levantó la mirada y vio la cara de su hermana mayor salir de la pared, con una cara de lujuria que no le conocía.

“Tenemos audiencia papi”, dijo Estela a Tomás. El volteó hacia Anne y le hizo con la mano una señal de que se les uniera.

Anne salió de su escondite. En el trayecto hacia el sillón comenzó a bajar sus pants, pero hoy si llevaba calzón por su menstruación.

Se deshizo de ellos y se sentó al otro lado de su padre, dejándolo en medio de las dos. Cruzaron sus caras sobre su padre y se besaron en la boca sin darle importancia lo que él pensara. Luego, cada una besó a papi en la mejilla de su lado. Anne lo lamió, como tanto le gustaba.

“Ahora sí... ¡estoy en la gloria!”, dijo Tomás.

Sus hijas no hablaron. Anne simplemente bajó y tomó el ensalivado pene en su boca. Anne se enderezó tras un par de minutos. Mientras Estela le quitaba los tenis y comenzó a bajar su pantalón, Anne lo despojó de su camiseta. Ambas se pusieron de pie y se desnudaron por completo. Anne se quitó también la toalla sanitaria, dejándose solo el tampón puesto.

Ya desnudos, Anne y Estela comenzaron a tomar turnos para mamar su delicioso trofeo, llevándolo a otro nivel pasional. Ninguno de ellos había tenido la experiencia de un trío, aunque Anne confesó que una vez estuvo a punto con Raúl y un amigo cercano en una borrachera cuando eran novios.

“¿Ya te la cogiste, novio?”, preguntó finalmente Anne.

“En eso estábamos, cuando apareció una novia que tengo por ahí e interrumpió el ritual”, contestó Tomás, sonriendo.

“Pero lo podemos solucionar”, intervino Estela, poniéndose de pie. Anne se hizo a un lado, pero Estela se le acercó y comenzó a besarla con encendida pasión.

“No sabía que les daba por ahí, ni me disgusta”, dijo Tomás al observarlas unir sus bocas como si se tratase de una pareja heterosexual.

“Esta condenada me enseñó ayer”, dijo Estela, como queriéndole echar a Anne la culpa de su lésbica acción.

Anne sacó un condón y se lo puso a Tomás. Estela se paró frente a él, y lentamente dejó caerse, para sentir la penetración más deliciosa de su vida, tanto por el tiempo sin una, como por la longitud y grosor del miembro de papi.

Anne fue por la cámara al estudio y se sentó en el sillón opuesto a la pareja.

“Novio, le queda poca memoria a esta cosa. Las pasaré a tu compu ahora mismo”, sirve que los dejo solos un rato, dijo, dirigiéndose desnuda a hacer la transferencia

Los gemidos de Estela no se hicieron esperar cuando Tomás comenzó a darle igual que a Anne. Terminó rápidamente de pasar las fotos, y puso la cámara en modo de película. Se sentó de nuevo en el mismo sillón, y comenzó a filmarlos.

El largo pelo de Estela se agitaba vigorosamente tras cada embate de Tomás, mientras la tenía detenida de los senos, haciéndola gritar del placer.

Anne detuvo la filmación y comenzó a frotar su clítoris vigorosamente, sin que ninguno de los dos le pusiera atención, claramente llegando Estela a un escandaloso orgasmo. Tomás se pudo contener. Estela se desguanzó sobre él, cerrando sus ojos.

“Es mi turno sis. ¿Me prestas a mi novio por favor?”, dijo Anne.

Estela prácticamente se rodó al lado de papi. Anne puso sus nalgas frente a su cara, recibiendo los acostumbrados besos en cada uno y en su culo.

Exhausta, Estela vio detenidamente como se curveaban las nalgas de su hermana para sentarse exactamente donde tenía Tomás apuntado: su culo.

“Ahora lo verás en vivo, sis. Fílmanos por favor”, dijo, al entregarle la cámara.

Estela activó el cámara justo en el momento en que papi comenzó a penetrar analmente a su bella hermana sin quitarle el condón.

“¡Ooohhh, ahhh… sis! ¡Tienes que probar esto!”, dijo Anne al tenerla papi totalmente ensartada y comenzar a acariciar su clítoris, cuidando de no perturbar el tampón.

“¡Ay Estelita, se siente riquísimo en la macana el apriete de tu hermana!”, esbozó Tomás, “estoy seguro que el tuyo está más apretado”.

“¡Óyeme novio!”, dijo Anne, “¿Me estás diciendo guanga?”.

“¡De ninguna manera amorcito! Lo que pasa es que con las mil veces que te la he metido por ahí, se te va facilita, sin mucho esfuerzo”, precisó Tomás.

“La verdad sis, es que me culea tanto este viejo cochino que tiene razón. Mi culo ya dio de sí”, dijo Anne riéndose.

“¡Va para las dos pues! ¡Quiero sentirlas a las dos por el culo!”, dijo Tomás determinado, pero sintió en ese momento no poder ya más: tenía que eyacular.

Estela detuvo la filmación. Anne le quitó el condón.

Anne se agachó pronto, tomando la casi palpitante reata de su padre en la boca, la sacó y la escupió, mientras Estela se acercó. “Es riquísimo sis, dijo Anne, ¿gustas una probadita?”.

Puso cada una su cabeza al lado del moreno instrumento de placer y comenzaron con sus lenguas a lamer sus lados.

No tenía ni 24 horas Tomás de haberle hecho su última entrega a Anne, pero su carga fue abundante, embarrando sus hermosas caras. Anne y Estela gemían golosamente. Anne comenzó a tragar lo que pudo, dejando algo siempre en su boca, mientras Estela solo lamía su mejilla, no muy animada a probar semen por primera vez.

Anne quedó recogiendo con su lengua los restos que pudo. Estela se apartó, pero su hermana le tenía una sorpresa. Levantó su cara con el semen de papi por todos lados mientras de cerca Estela la veía, y se acercó a su boca. Si Estela no cedía, la jalaría, pero no. Deseosa de compartir con su hermana la leche de papi, unieron sus bocas, poniéndose de pie frente a él para darle un mejor espectáculo, pasando de una a otra su vital fluido, gimiendo y suspirando sin recato alguno, lamiendo sus caras después de besarse, hasta que lo único que quedó en ellas era su saliva.

Al fin, quedaron ambas recargadas en los hombros de su padre al sentarse de nuevo, una a cada lado. Papi: el nuevo héroe de Estela.

Tras unos minutos de silencio, Estela por fin habló.

“No sé cómo pude perderme de esto. Cuando sospeché que papi te estaba tirando, debería de haber encontrado la forma de venir y que nos lo hiciera a las dos, sis, en lugar de andar con mis inútiles sospechas”.

“Tus sospechas”, contestó Anne, “fueron como una especia de aderezo a nuestro romance, sis. Lo hicieron más intenso, especialmente en Nueva York, cuando me tenía ensartada en el jacuzzi o en donde fuera”.

Estela respiró hondo.

“Me quedan todavía más de 12 días aquí. Quizá decida quedarme por un tiempo más, so pretexto de investigarlos más”, dijo, soltando la carcajada los tres.

“O venir a visitarnos cada mes, sis. Tendré jueves de papi y sábado de sis y papi, ¿qué tal?”, propuso Anne, “pero recuerda que es mi novio. Yo lo vi primero”.

Ambas rieron. Tomás acarició sus desnudos cuerpos.

“Novia, vayan a comprar más Cialis. Esto se va a poner bueno”.

“Sis, déjame ver lo que filmaste, ¿sí?”, pidió Estela. Anne le pasó la cámara y se puso a ver la secuencia donde papi se la estaba cogiendo, dándole la espalda a la cámara.

“Papi, ¿Cuánto puede filmar esta cosa, cuantos minutos?”, preguntó Estela.

“No sé. Casi no la uso en modo de filmar, pero yo diría que unos 10 o 15 minutos, quizá”, contestó Tomás.

“Sis, quiero que me filmes todo mañana, desde la desnudada hasta la cogida”, dijo misteriosamente Estela.

“Tengo una loca y caliente idea”, comenzó, “y es que Mark me vea con papi, a ver si eso lo excita y despierta. Total, ya sabe lo de Anne”.

“Yo te filmo y tú decides”, dijo Anne. “Eres peor que yo”, dijo. Los tres se rieron.

Cuando se vistieron salieron las dos hermanas alegremente. Subieron al auto de Anne y se dirigieron a una farmacia apartada donde no las conocieran ni las volvieran a ver.

Papi necesitaba al menos un día de descanso.

CONTINUARÁ…

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