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Tres viejas y un sátiro

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Anoche Petra dijo en voz alta:

-Está cada día más lindo este nene…

-Sé que se llama Jorgito… -agregó Lola…

-Debe tener unos quince o dieciséis, me parece… -se sumó Herondina y entre las tres me cerraron el paso… Todos me dan esa edad, pero tengo dieciocho recién cumplidos…

-Buenas noches… -saludé buscando esquivarlas, pero me lo impidieron rodeándome, bien pegadas a mí…

-Déjenme pasar, por favor… -les pedí muy nervioso y también inquieto por algo muy raro que estaba empezando a sentir...

-Tranquilo, Jorgito, tranquilo… -dijo Lola y entonces intervino Herondina con tono firme mientras me sujetaba de un brazo:

-Metámoslo en casa…

Las otras dos aprobaron la idea y me vi arrastrado hasta la puerta de calle, después a través del estrecho jardín y por último dentro de la casa…

Yo ya estaba excitadísimo ante la rara situación que estaba viviendo, en manos de esas tres mujeres cuyas intenciones desconocía, aunque estaba claro que era para ellas una presa…

-¿Dónde lo llevamos? –quiso saber Lola.

-Por ese pasillo al dormitorio, la puerta de la derecha…

-Pero, ¿qué?… ¿qué quieren de mí?... ¿Qué me?… ¿qué me van a hacer?...

-Ya lo vas a saber, Jorgito… -me dijo Herondina y soltó una risita que me sonó perversa…

Cuando llegamos al dormitorio me soltaron y Herondina me ordenó desnudarme…

-¡¡¡Noooo!!! –Protesté… -¡¿Para qué quieren que me desnude?!...

Sin contestarme, Herondina abrió el cajón de la mesita de noche y sacó un consolador y un pote…

-Para darle de comer esto a tu lindo culito…

-¡¡¡NOOOOO!!!...

-¡Háganlo callar! –ordenó Herondina, que parecía llevar la voz cantante y entonces me tiraron de espaldas en la cama. Petra me sujetó tomándome de las muñecas, con los brazos estirados detrás de la cabeza. Lola se sentó sobre mis muslos y empezó a pegarme puñetazos en el estómago.

Yo apenas podía gemir y jadear hasta que Lola dijo: -¿Te vas a portar bien, putito?

-Yo… yo no… no soy eso… -protesté…

-Te hice una pregunta, putito… -insistió Lola con todo duro…

-Por favor… -supliqué y Herondina intervino: -Bueno, no perdamos tiempo, pongámoslo en pelotas… -y entre las tres me dejaron como vine al mundo, mientras yo, de pie junto a la cama, protestaba vanamente…

Cuando me tuvieron desnudo y temblando de miedo y ansiedad, Petra dijo:

-Tendríamos que castigarlo por el escándalo que hizo…

-Sí… -coincidió Herondina… -para que se dé cuenta de que le conviene portarse bien…

-¿Cómo lo castigamos? –preguntó Lola…

-Busco un cinturón que tengo y le dejamos color tomate ese lindo culito de nena…

-¡¡¡No tengo culo de nena!!! –protesté aunque esa frase de Herondina me había excitado un poco…

-Háganlo callar… -pidió Herondina mientras abría una de las puertas del ropero…

Lola y Petra me derribaron sobre la cama a bofetadas y Herondina volvió empuñando un cinturón de cuero negro, doblado en dos…

-Sujétenlo en cuatro patas… -pidió y después me amenazó: -Ahora vas a ver, putito rebelde…

-¡¡¡Noooooo!!! ¡¡¡Por favor, no!!!...

Pero no hubo caso, Lola y Petra me pusieron en posición y enseguida empezó la paliza…

Dolor a cada azote y mi gritos, gemidos y ruegos… Después, un oscuro e intenso placer que me iba revelando cosas de mí que yo desconocía, porque habían permanecido muy escondidas hasta esa noche…

No sé cuántos cintarazos habían recibido mis nalgas cuando Herondina interrumpió el castigo y me preguntó: -¿Sigo, Jorgito? ¿O te vas a portar bien?...

-No me… No me pegue más, señora… Me… me voy a… a portar bien…

-Sabés lo que te conviene, entonces…

-S… sí, señora Herondina…

-Bueno, ya vas a ver que te va a gustar, Jorgito…

-Ay, no sé, señora… Me va a doler… ¡Es muy grande eso!…

-Manténganlo así, en cuatro patas, como el perrito que es, y ábranle las nalgas… -pidió Herondina a las otras dos y así quedé, indefenso y listo para la inminente violación, que me tenía temblando de miedo y deseo al mismo tiempo…

(Continuará)

(6,00)