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El primer orgasmo de Rocío

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Era verano. Estaban debajo de un roble, echados boca arriba sobre la hierba, enamorados hasta la médula, pero su amor era una bomba. Si sus padres se enteraban de que estaban juntos empezaría una guerra en la que habría sangre, ya que sus familias se llevaban a matar. No eran Romeo y Julieta, ni sus familias eran los Montescos y los Capuletos, la de él eran los Jaranas y la de ella los Mata Mulas.

Rocío, rubia, de pelo largo, ojos azules, delgada, de tetas pequeñas y carita angelical, besaba a Fermín, que era delgado, moreno, de ojos azules y muy guapo, y después le decía:

-Hagamos el amor, Fermín.

-¿Estás segura?

-Sí, quiero quedar embarazada. Y que sea lo que Dios quiera.

Roció cogió la mano de Fermín y la puso sobre su teta izquierda. Con su mano cerró la de Fermín para que la acariciara. El joven, con un empalme bestial, acarició aquella pequeña teta, suave como la seda y dura como un limón. Los besos se volvieron apasionados. No eran besos con lengua. Ni siquiera sabían que se podían dar así, eran labios con labios. Rocío llevó la mano de Fermín la otra teta. La acaricio, diciendo:

-Podríamos escapar juntos de este pueblo maldito, Rocío.

-Nos encontrarían. Debemos enfrentarnos a ellos.

Rocío llevó la mano de Fermín con la suya por debajo de la camiseta hasta una teta y después hasta la otra. La polla de Fermín, al sentir las tetas calentitas, quería romper el pantalón. Rocío siguió hablando.

-¿Tienes miedo?

-Ahora mismo tengo más miedo de hacerte daño a ti que miedo de tu padre.

Roció le llevó la mano hasta su chocho y con su mano apretó la de Fermín contra él por encima de las bragas, bragas que estaban mojadas. Comiéndose a besos, Roció, metió la mano de Fermín con la suya dentro de sus bragas. Fermín acarició su coño empapado. Rocío comenzó a gemir.

-Hagámoslo ya, Fermín.

Fermín le quitó la camiseta. Rocío le llevó la cabeza a sus tetas. Fermín se las chupó. Rocío quitó la falda y las bragas. Le quitó a Fermín la camisa, los zapatos, el pantalón y los calzoncillos. Vio la polla empalmada y no supo qué hacer con ella. Se echó sobre la hierba. Fermín se echó sobre Rocío. La muchacha era virgen. Al meterle el glande le rompió el himen. Rocío se mordió los labios y los ojos le lloraban con el dolor. Fermín, que también era virgen, al tener el glande dentro del pequeño chocho, se corrió.

Rocío, sintiendo como la llenaba, le dijo:

-Sigue, amor, no pares.

Fermín siguió metiendo su gorda polla muy despacito en el estrecho chocho hasta llegar al fondo. Luego le preguntó:

-¿Te dolió mucho?

-Sí, pero más me dolería que no fueses tú quien me desflorara.

Media hora más tarde, cuando ya Fermín se corriera tres veces dentro de Rocío, la joven, le dijo:

-Si las mujeres se corren, creo que me voy ¡Ohhh!

Rocío tuvo su primer orgasmo. Fermín, al ver a Rocío correrse, gimiendo, sacudiéndose y con los ojos en blanco, vio tanta belleza que quedó asombrado. En aquel momento supo que valía la pena morir por ella.

A acabar de correrse Rocío, y de limpiarse, le dijo Fermín:

-Voy a hablar con tu padre. Le voy decir que nos queremos.

-Te puede pegar un tiro, y si eso ocurre moriría de pena.

Rocío besó a Fermín.

-A tú padre le gustan los hombres sin miedo, ¿no?

Rocío volvió a besar a Fermín.

-Los admira.

-Tengo una idea. Si me falla, tu padre me mata, si no me falla, convencer a mi padre de que me deje ser feliz no será difícil.

-¿Cuándo vas a hablar con él?

-Cuando volvamos al pueblo

-Entonces hagamos de nuevo el amor. Para nosotros puede que no haya mañana.

Fermín volvió a subir encima de Rocío. La polla, entraba y salía apretada del pequeño chocho, pero ahora ya no había dolor, todo era placer.

Unos quince minutos más tarde, Rocío, a punto de correrse, subió encima de Fermín. Lo folló con una dulzura exquisita... Cuando sintió que iba a tener su segundo orgasmo, besó a Fermín, y le dijo:

-Córrete conmigo, amor.

Fermín, sintiendo como el chocho de Roció le apretaba la polla y la llenaba de jugo, se lo llenó de leche. Rocío, estremeciéndose, le susurró al oído:

-Te quiero.

Al volver al pueblo, Fermín fue a su casa, cogió una pistola. Volvió a encontrarse con Rocío, y juntos, fueron a casa de la muchacha. Enrique, el padre de Rocío, estaba en el jardín en una hamaca, al ver venir a su hija cogida de la mano del hijo de su peor enemigo, se levantó de la hamaca. Antes de que dijera nada, Fermín, a su lado, quitó la pistola, y le dijo:

-Su hija me ama y yo amo a su hija más que a mi vida. Si no me va a dejar que siga con ella -le dio la pistola- quíteme usted la vida, sin ella no la quiero para nada.

Enrique cogió la pistola, miró para su hija y para Fermín, y le dijo:

-¡Vaya par de cojones que tienes! -le devolvió la pistola- Dile a tu padre que venga a hablar conmigo. Es tiempo de enterrar el pasado.

Dicho y hecho, el pasado fue enterrado

Se agradecen los cometarios buenos y malos.

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