Nuevos relatos publicados: 6

Amanda estrena a la sumisa Angela

  • 7
  • 20.322
  • 9,00 (5 Val.)
  • 1

Nunca antes me había sentido atraída por una mujer, pero quería experimentar lo que se sentía al dominar a una sumisa. Todas mis experiencias de dominadora habían sido con hombres y pensé que podría aprender algo con aquello, y ¿quién sabe?, a lo mejor me gustaba...

Una noche entré en una discoteca de ambiente lésbico, acaparé muchas miradas y más de una tuve que decirles que tenía pareja. Sólo sentí cierta atracción por una chica de unos 23 años, aquella cara de cría inocente, su larga coleta de pelo liso y aquella minifalda que a penas llegaba a cubrir por completo su respingón culito, despertaron mis ansias de dominarla. Ella también me miraba tímidamente, así que le hice un gesto para que se acercase. Me sonrió tiernamente y me dijo:

―Hola, me llamo Angela, ¿y tú?.

―Ama

―¿Ama?

―Sí, Ama, de... Amanda.

―Bonito nombre... encantada de conocerte... Ama

―Mira... bonita... Voy a hablarte muy clarito ¿vale?. Sólo he venido para encontrar una esclava sexual y tú me has gustado bastante. Bueno, por tu cara de sorpresa intuyo que no te va el tema...

―No... sí... perdona... es que... me has pillado in fraganti. ¿Me podrías explicar en qué consistiría exactamente?.

―Yo... sería Tu Ama... y tú serías mi esclava, estarías a mis órdenes y tendrías que hacer todo lo que yo quisiera, sin rechistar, serías mi sumisa y podría hacer contigo lo que quisiera, un mal comportamiento o tu desobediencia implicarían un castigo.

―¿Castigo? ¿Qué... tipo de castigo?

―Bueno... – respondí entre risas― mis castigos suelen ser bastante... placenteros... a menos que me cabreen de verdad... Por ejemplo... darte azotes con la mano, con una regla, con una pala de ping pong, con un cepillo... introducir consoladores, tapones... atarte... pincharte con alfileres... humillarte... insultarte.. ¿Qué me dices?

―La verdad es que... me provocas tanto morbo que... no estoy dispuesta a dejarte escapar... haré lo que me pidas... seré tu sumisa... tu esclava... Mi Ama... – al terminar su frase bajó la mirada a modo de sumisión.

―Vaya, qué pronto aprendes... perrita... ― le dije mientras acariciaba su cabeza―. Bien, tú primera prueba será la siguiente: Quítate el tanga y metetelo en la boca.

Angelo miró a su alrededor y muy discretamente hizo lo que le ordené. Aquel tanga era tan diminuto que no se le notaba que tuviese nada en la boca. La agarré del brazo y la llevé hasta el coche. Al entrar en mi apartamento le dije que se sacase el tanga de la boca y le ordené que se desnudase completamente. Le indiqué que se tumbase en la camilla que utilizo en mis sesiones, la cual obliga al sumiso a que tenga los brazos en cruz y las piernas abiertas gracias a las hebillas que tiene en cada extremo. La até y vendé sus ojos, acaricié su mejilla con la mano y ella la lamió como una perrita buena, su sumisión me excitaba cada vez mas.

―Te estás portando muy bien perrita pero... tienes el coño un poco peludo... tendré que afeitártelo...

―Gracias Mi Ama...

Saqué de un cajón la bandeja con todos los utensilios que utilizo en mis sesiones, unté su coño con espume de afeitar y se lo rasuré muy delicadamente. Quité los restos de espuma con una toalla húmeda y unté mis manos con una cantidad generosa de crema hidratante. Masajeé los labios de su coño y la sensación me encantaba, así que comencé a introducir los dedos en su agujero, los metía y sacaba una y otra vez y sentía su coño cada vez más mojado. Terminé introduciendo la mano completamente, su piel se estaba sonrosando debido a su excitación, jugué con la otra mano en su ano, introduje un dedo... dos... cogí un consolador de la bandeja y se lo introduje hasta el fondo de un golpe. Inmediatamente se corrió gritando como una loca.

―Aaaaaaaaaahhhhh... ooooooooohhhh... sí... sí...

Cuando terminó me acerqué a su oído y le susurré:

―Has cometido tu primer fallo... esclava... ¿te he dicho yo que tenías permiso para correrte?

―Lo siento Mi Ama... yo... no sabía...

Le di una bofetada, solté todas las hebillas y le ordené que se bajase de la camilla y se arrodillase. Le puse mi coño en la cara y le grité:

―Lame... perra... lame... has sido una perrita mala y voy a tener que castigarte, pero antes chupa... y más te vale hacerlo bien...

Angela hacer aquello perfectamente, disfrutaba con ello, ningún esclavo me había comido el coño también como aquella zorra. A la vez que chupaba acariciaba mis nalgas e introducía sus dedos en mi coño. Me estaba volviendo loca de placer pero no quería que se diera cuenta de aquello así que le estiraba de la coleta y le daba cachetes en las mejillas.

―Maldita zorra, tendrás que hacerlo mejor...

Al terminar de correrme restregué mi coño en su cara, le agarré de la coleta para que se pusiera de pie. Cogí una regla de plástico de 40 cm. y le golpeé con ella en las nalgas, no se lo esperaba y soltó un grito.

―Cállate zorra, cuanto más grites más fuerte te castigarré.

Continué azotando aquel culito respingón, cada reglazo dejaba una marca roja.

―No sigas... por favor Mi Ama... me duele... seré buena...

―He dicho que te calles – y le dí con la regla en su coño desnudo, la agarré de la nuca y le dije que apoyase las manos en la camilla – Abre las pierna, que voy a follar tu culito...

Angela obedeció sin rechistar. Cogí un poco de vaselina y la extendí por sus castigadas nalga, puse un poco más en su ojete y me coloqué el arnés con consolador que utilizo para follar a mis esclavos. Fui introduciendo la punta lentamente y cuando consideré que se había dilatado lo suficiente se lo metí hasta el fondo.

―Te gusta eh... perra...

―Sí Mi Ama, me encanta, dame más por favor...

La follaba salvajemente estirándole de la coleta hacia atrás.

―Quiero que gimas con cada embestida, que vea cómo difrutas putita...

―Sí Mi Ama, aaah... aaah... aaah... aaah... puedo correrme, por favor...

―Está bien, córrete puta.

Al correrse disfrutó tanto que se le escapó un poco de orina y manchó el suelo. Al ver aquello me enfadé y le di un par de azotes con la mano en sus nalgas aún calientes...

―Lo siento Mi Ama lo siento... castígame.. he sido una perrita mala...

―Quítate la venda de los ojos y recógelo con la boca, que no quede ni una gota.

Angela se tumbó en el suelo y lamío el pequeño charco como una perra muerta de sed. Cuando terminó la agarré de los brazos y la metí en la ducha, le di al grifo de agua fría y frote su cuerpo bruscamente con la esponja. Al terminar la sequé con una toalla y le dije que se tumbase boca abajo en la camilla, entonces até sus extremidades con las hebillas. A pesar del agua fría sus nalgas seguían calientes debido al castigo con la regla. Cogí un algodón empapado en alcohol y lo pasé por su culito. Abrí mi estuche de alfileres dispuesta a continuar con el castigo. Eran alfileres muy finos y cortos, con la punta muy afilada y una bolita roja en el extremo. Fui clavándolos uno a uno suavemente en sus nalgas, con cada pinchazo Angela apretaba el culo, pero no decía nada. A mi aquello me excitaba muchísimo, sentía como la punta del alfiler atravesaba su delicada piel y luego se deslizaba hasta el fondo suavemente. Coloqué 7 alfileres en cada nalga y su culito quedó con 7 motitas rojas a cada lado, como si tuviera sarampión. A pesar del castigo su coño estaba húmedo pero le dije:

―Éste es tu castigo por haber sido tan guarra, voy a soltarte las hebillas, te vestirás y te irás de aquí, no mereces que te de más placer. Mañana volverás aquí a las tres de la tarde y entonces te quitaré los alfileres. Tendrás que traer una película porno y venir con el tanga en la boca. ¿Has entendido?

―Sí Mi Ama.

(9,00)