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Las hijas de Afrodita (Capítulo 1)

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-Hey, hey, hey, por fin llega la noche del sábado. Hoy puede ocurrir cualquier cosa, te lo asegura tu Mister Mix. No te quedes en casa. No te comas el coco. Elige tu ropa más chachi, sal ahí afuera y zámpate la ciudad. Únete a las aventuras de la ciudad…

Frente al espejo de su tocador, Brenda Martínez de 18 años ultimaba sus últimos retoques de maquillaje. Braguitas Calvin Klein. Conjunto de Zara. Bolsito Loewe. Y su mejor perfume francés. Consultó su reloj Marea de 59 euros. Nueve y cuarto de la noche. ¡Mierda! Ya iba tarde. Sin despedirse del cabrón de su padre, Brenda se dirigió al garaje a por su Daewoo Matiz. Un minuto después cruzaba la autovía a cuarta marcha.

En ese momento, sonó su móvil conectado al Bluetooth.

Era su amiga Noa Salinas.

-Dime, pesada.

-¿Dónde coño estás?

-Ya estoy llegando, tranqui.

-Se me está helando el culo, así que date prisa.

-Uy, qué pena. Con lo bonito que lo tienes.

-Vete a la mierda –tuvo Noa que reírse.

Brenda colgó y metió quinta.

Toda una amalgama de luces de neón y flashes decoraban la entrada de la discoteca. Debía de verse desde varias calles más allá. La gente se agolpaba a las puertas, creando una muralla humana.

Pendiente del reloj, Noa se impacientaba engalanada con su mejor vestuario.

Por fin apareció Brenda, casi corriendo.

-¿Qué pasa? ¿No te entraba el tampax? –la regañó Noa.

-He pillado tráfico.

-Pues venga, que tengo ganas de fiesta.

-Uuuuh… -aulló Brenda con las consiguientes risas de Noa.

Abriéndose paso entre empujones, Noa y Brenda alcanzaron la puerta principal. Un portero rapado y musculado, vigilaba serio.

-Hola, buenas noches. Venimos a una fiesta privada –le habló Noa con su mejor sonrisa.

-¿A qué nombre? –habló el portero con voz casi ronca.

-Elsa Vaquero. Celebra su cumpleaños.

El portero escudriñó la lista.

Noa y Brenda se miraban emocionadas.

-No, no veo a ninguna Elsa Vaquero –torció el portero sus facciones.

-¿Cómo qué no? –Noa no daba crédito.

-Busque bien. Estamos invitadas –insistió Brenda.

El portero lo intentó otra vez, pero…

-Pues no.

-No puede ser. Debe de haber un error –se lamentó Noa.

-En mi lista no hay ninguna fiesta a nombre de Elsa Vaquero.

-Pruebe con nuestros nombres. Yo soy Brenda Martínez y ella es Noa Salinas.

El portero resopló pero volvió a mirar el folio de su carpeta.

-Tampoco.

-¿Tampoco? –Brenda no se lo creía.

-¡Joder! –El cabreo de Noa iba de menos a más-. ¿Podemos pasar? Elsa lo aclarará todo.

-Lo siento, pero no podéis pasar si no estáis en esta hoja.

-Brenda, ¿qué hacemos?

-Oiga, tiene que haber una confusión. La fiesta de Elsa Vaquero era esta noche. Igual no ha mirado bien. Pruebe otra vez.

La paciencia del portero se iba acabando, pero para sorpresa de las chicas volvió a estudiar la dichosa lista.

-¡Oh! ¡Ya entiendo! Aquí está Elsa Vaquero, pero sale en la lista de mañana.

-¿Cómo que mañana? ¿Eso qué significa? –La cara de Brenda era de recibir una bofetada en toda regla.

-Que la fiesta es mañana noche, no hoy.

-¿Qué? –Noa pensó que aquello era una cámara oculta o una broma.

-Venid mañana y podréis pasar. Ahora despejad la entrada. Hay más gente que quiere entrar.

Con desánimo, Noa y Brenda se alejaron de la zona, como zombies, sin saber a dónde ir.

-Esto es una auténtica putada –Noa echaba chispas.

-Joder, cómo no me di cuenta…

-¿Qué gilipollas celebra un cumpleaños el domingo por la noche?

-Son las cosas de Elsa.

-Te juro que mañana le arranco el clítoris a mordiscos. ¿Y qué hacemos ahora? Tardé cuatro horas en arreglarme.

-Busquemos otra fiesta.

-¿Conoces alguna? Porque yo no.

-Vamos, Noa, es sábado por la noche y habrá docenas de fiestas.

-Bueno, pues busquemos un cartel luminoso que diga “fiesta aquí”. No te jode.

-No sé tú, pero yo no pienso volver a casa.

-Mierda, qué mala suerte…

-Demos una vuelta a ver qué encontramos.

-Da lo mismo, Bren. Esta noche pinta mal.

De repente y como si fuese un buen presagio, apareció al fondo un grupo de chicas canturreando y formando lío. Tanto que la gente cercana se quedó mirando. Y Noa y Brenda no fueron menos.

-¡¡Nos vamos de despedida de soltera!! ¡¡Eah… eah… eah…!!

Noa y Brenda se miraron pensando lo mismo.

-¿Nos metemos? –Se atrevió Brenda-. La mitad de ellas no se conocerán. Nadie se dará cuenta. Sígueme.

Ambas se mezclaron en el conglomerado por detrás.

¡El plan funcionaba!

Una jauría femenina jaleaba y aplaudía a los doce boys que se contoneaban en doce stages del club.

El grupo de chicas entraron armando más follón que en la calle. Noa y Brenda seguían en su papel de fiesteras invitadas.

-Brenda, te debo una –reía feliz Noa.

En una sala privada, un musculoso boy regalaba un baile erótico a la novia de la despedida de soltera.

Las demás aplaudían y vitoreaban alrededor, entre ellas Brenda y Noa.

A los diez minutos, todas chillaron de alegría cuando aparecieron diez boys en tanga de hilo fino y pajarita al cuello. Servían copas de champán en bandejas.

Brenda rebosaba tanta belleza desnuda que al cabo de cinco minutos, no más, dos boys se peleaban por follársela. Ella jugaba y elegía cantando.

-Pito pito gorgorito… Me follaré… al más bonito… pito tú… pito tururú… Venga, habéis ganado los dos.

La situación de Noa era más desmadrada si cabe. Se bebía su sexta copa de champán mientras se follaba al cuarto boy.

Al rato, Brenda se pasó por los stages a ver la mercancía en movimiento. Los boys continuaban revolucionando al público femenino.

Pero Brenda localizó a su amiga Tatiana Font, una gran amiga.

-¡Tati! ¿Qué tal?

-Brenda, ¿qué haces aquí?

-Rezando el Rosario. Tú qué crees.

Ambas rieron.

-Te veo muy pensativa –se fijó Brenda desde el comienzo.

-¿Ves a ése boy? Se llama Coco y es cubano.

-Se te caen las babas y las bragas mirándole.

-Y tanto. Es el boy más solicitado del local.

-Pues llévatelo a los reservados y que te haga un lap-dance.

-Ojala, pero no llevo suficiente dinero.

Y Brenda se sacó su cartera forrada en piel.

-¿Qué haces? –se extrañó Tatiana.

-Toma, con esto te sobra. Si no te follas hoy a Coco no podré dormir tranquila.

Tatiana tuvo que coger el dinero entre risas.

-Gracias, zorra.

-No hay de qué, guarra. A por él. Deja el listón femenino bien alto.

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