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El coño pelirrojo

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Quise levantarme de la cama después de toda aquella noche entre las sabanas de aquella joven pelirroja de ojos claros que me hipnotizó la noche anterior, aquella sonrisa y la suave voz que salía de algún profundo rincón de su alma me cautivó.

La conocí entre copas, risas y achuchones junto a la barra de aquel antro apestado de gente en el que furtivamente se rozaban, se tocaban disimuladamente unos a otros, todos ellos embriagados por aquel ambiente mágico, de ensoñación, salido de un sueño perpetuo de inhibición sexual.

Sus tirabuzones rojizos caían sobre sus hombros desnudos, deje que un leve empujón se convirtiera en la excusa perfecta para arremeter contra ella, agarrando sus caderas para no perder el equilibrio, ella miro para atrás y sus labios dibujaron una sonrisa, lo siento dije, sabiendo yo que aquello era mentira, lo deseaba ferviente mente, deseaba agarra sus nalgas y apretarla contra mí, pero gracias a Dios se impuso la cordura... y quise ser sincero y le conté la verdad, no fue el empujón lo que me arrastró hacia ti, fue la locura la que me obligó, la que me arrastró hacia el calor y la luz que emana de tu cuerpo. Ella rio, yo me animé y seguí hablando hasta que solo quedamos ella y yo entre los cuerpos inertes y los murmullos de gente que se desvanecían, cada vez más lejanos y ausentes.

Llego la hora de la verdad, decir adiós y hasta nunca, o dejarnos arrastrar aún más lejos, a los confines del fluido y tranquilo deseo erótico-sexual, me invito a una última copa en su casas, las puertas estaban abiertas, el cielo casi en nuestras manos, nos dimos al juego del amor, el placer en mi boca, en la suya y en nuestras manos, sus fluidos resbalando entre mis manos y el fuego de su melena embriagándome el alma. Las horas de rozar el cielo se fueron apagando hasta acabar rendidos y así horas después me levantaba de su cama con la idea de marchar y desaparecer como en un sueño, era un buen final para aquella aventura, pero al echar la vista atrás y ver su cuerpo desnudo frente a mí, me quedé con la duda de si no sería mejor despedirme penetrando aquella vagina que asomaba entre sus nalgas, la idea me tentó y dura se puso la polla que colgaba entre las piernas, así que quise rozar el cielo una última vez empotrar mi polla hasta lo más hondo de su coño pelirrojo.

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