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Marielena, Doña Elvira y alguien más (Parte 3)

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Doña Elvira no podía dejar de pensar en su vecinita y los largos momentos que pasaba sin verla la deprimían.

Una tarde estaba hablando en el frente de su casa con un vecino, Don Alberto, un señor como de 70 años que tenía fama de viejo verde y en eso la chica que desvelaba a Doña Elvira salió de su casa vestida como para ir a la playa y al pasar por lo de su vecina le dice:

—Hola Doña Elvira.

La calenturienta vieja, excitada solo de ver esa belleza le dijo:

—Hola nena, ya veo que te vas a la playa, si querés cuando vuelvas te invito a tomar una cerveza.

—Bueno, me voy a pegar un chapuzón y vengo, sus cervezas son muy ricas —dijo la nena con picardía.

A doña Elvira casi le da un infarto pero se recompuso y le dijo:

—Mira este señor es Don Alberto, un vecino, vino a charlar un rato.

—Mucho gusto señor —dijo la educada muchacha y se inclinó para darle un beso que el viejo correspondió sin decir nada de impactado que estaba ante esa belleza escultural. Marielena solo tenía puesta una remera playera sin mangas que realzaban sus impresionantes pechos y su malla de playa por lo que sus piernas estaban desnudas y calzaba unas sandalias. Se despidió y dejo a los dos viejos viéndola marchar.

—que vecinita que tenés, esta divina esa pendeja —dijo Don Alberto.

Doña Elvira le dijo, en tono conspirativo.

—Vení entra que te voy a contar algo.

Después que la mujer le contara con detalles como se había acostado con esa belleza y no una, sino dos veces, Don Alberto incrédulo dijo:

—Y le chupaste la concha a esa nena, como hiciste?

—Bueno, la segunda vez estaba media mamadita y me aproveche, pero estoy segura que le gusta todo, a vos te gustaría cogértela?

—Que si me gustaría cogérmela? igual pagaría lo que no tengo pero no creo que ella quiera, capaz que le gustan solo las mujeres.

—Vos déjame a mí, si la nena viene yo la preparo y vos la coges, eso sí, le gusta sobre todo que le chupen y toquen mucho las piernas, le encanta —dijo Doña Elvira.

—Mira, no me tenés que decir eso, si la llego a poder coger la voy a chupar 3 horas seguidas por todo el cuerpo.

Al cabo de una hora, cuando los dos calientes viejos estaban empezando a creer que la chica no vendría, se sintieron golpes en la puerta y la vocecita celestial de Marielena diciendo "Doña Elvira soy yo". La vieja abrió la puerta y dejo pasar a la muchacha. Marielena se sorprendió de ver a Don Alberto y dijo:

—Si quiere vengo en otro momento.

Pero Doña Elvira la tranquilizo:

—Don Alberto es como de la familia, no te preocupes, sentate —y le indico el sillón mientras iba a la cocina y traía cerveza para los tres.

Mientras tomaba un sorbo Marielena noto como la miraban los dos viejos, sobre todo Don Alberto y tuvo una sensación morbosa que le gusto, el viejo ese se la comía con la mirada. La vieja se sentó al lado de ella mientras el viejo estaba sentado enfrente de las dos. La vieja le dijo a la chica:

—Ay Marielena cuando salís así a la calle, medio desnudita, me preocupo porque te puede agarrar algún degenerado, mira lo linda que estas —y sin más preámbulo empezó a acariciarle un muslo.

Marielena, un tanto sorprendida, le detuvo la mano diciendo:

—Doña Elvira que va a pensar Don Alberto.

—Va a pensar que estas tan buena que enloqueces a hombres y mujeres —dijo la excitada vieja reanudando sus caricias en el muslo de la chica a la vez que la tomaba por la cintura con otro brazo para estar pegada a ella.

De inmediato se puso a lamerle el cuello con pasión. Marielena vio que el viejo se lamia los labios mientras la miraba con lujuria y empezó a responder a los besos de Doña Elvira para calentarlo más, ya imaginaba que ese viejo se la iba a coger. La vieja enloquecida por los besos de la chica dirigió sus dos manos a los senos de Marielena y los aprisiono y manoseo mientras le metía la lengua en el lóbulo de la oreja y la muchacha respondía suspirando de placer. Don Alberto ya tenía una erección monumental, que aumento cuando vio a Doña Elvira chupando como loca las tetas de esa nena infernal, mojando esos pezones que se endurecían a medida que los dedos de la vieja los estimulaban.

La erección ya le dolía, se levantó y fue hacia donde estaba la chica que era objeto de manoseo y chupeteo por todos lados y la tomo de un brazo separándola de la vieja tortillera. Doña Elvira al principio se sorprendió pero cuando vio la monumental erección del viejo dejo que el vejete tomara la chica de un brazo diciéndole "vení" y llevándola al dormitorio. Marielena lo siguió dócilmente, entraron al cuarto, Don Alberto le dijo "no aguanto más pendeja me volvas loco" y le quito la remera dejándola solo con su tanga negra. Al viejo le chorreaba saliva por la excitación y empezó a comerle las tetas con lengüetazos mientras la aferraba por la espalda y bajaba sus manos hasta agarrar las nalgas duras de la muchacha. Marielena sentía contra sus piernas el imponente bulto del viejo y sintió que se mojaba como nunca.

El viejo se puso detrás y empezó a tocarle los muslos mientras le decía "Me encanta tocarte y chuparte las piernas pendeja divina" y se inclinó para chuparle los suaves muslos mientras se los acariciaba. Marialena se sentía en la gloria, su conchita estaba empapada. Y ya deseaba que el viejo la cogiera. El viejo trataba de controlar su ansiedad por cogerse esa diosa, la hizo sentar en la cama y siguió acariciándole los muslos mientras le chupaba los pezones, quería llevar al límite a esa nena, excitarla al máximo. Los gemidos y suspiros de la chica le hicieron entender que estaba próximo el momento de cogerla y la acostó con suavidad boca arriba.

Marielena se dejaba hacer, estaba en el limbo del placer. Don Alberto empezó a chuparle la concha con suavidad, pasando la lengua por los labios vaginales al principio con gran delicadeza, excitando el clítoris con suavidad y comenzó a aumentar los chuponeos a medida que la chica suspiraba y gemía cada vez con más intensidad. El pene ya le molestaba de lo duro que estaba, decidió que era el momento, con una mano tomo su verga y la enfilo en la mojada concha, empujo un poco y entro con facilidad por la lubricación que tenía. Marielena soltó un gemido de placer y el viejo empezó a embestirla al principio despacio y luego más fuerte hasta que en una de las embestidas no pudo evitar eyacular y le lleno la concha de semen. Se separó de la chica, que seguía presa de la excitación y se puso a chuparle nuevamente la concha introduciéndole un l dedo a lo que la muchacha respondió con gemidos que aumentaron de intensidad hasta que finalmente tuvo un fenomenal orgasmo. Don Alberto se derrumbó de lado por el esfuerzo realizado y se quedó dormido. Marielena se levantó, tomo sus ropas y salió de la pieza. Antes de irse se despidió de Doña Elvira diciéndole "Me tengo que ir, hasta mañana Doña Elvira" y Doña Elvira que guardaba ilusiones de seguir disfrutando de esa preciosura tuvo que aguantarse pensando "Otra vez será".

(8,50)