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Una mujer joven y hermosa para otra madura y creo aun bella

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La muchacha estaba súper buena, no podía dejar de mirarla, fue el martes de una semana pasada del otoño en un ciber al que voy para ver mis mails, escribir aquí, etc. Morena clara de 1.64 m de estatura, breve cinturita, tetazas, unas piernotas de campeonato y cara redonda muy típica de la mujer mexicana, con los labios pintados en marrón, las enormes pestañas naturales negrísimas igual que su cabello largo y sedoso, de manos delicadas y movimientos ultra femeninos, poseía un vestido de cuadritos rojos con negro y blanco cerrado por un largo zipper por atrás, zapatos negros de tacón bajo atados con hebillas negras.

Estaba junto a mí, mientras de reojo la miraba, a veces ella hacia algún movimiento y el vestidito se alzaba y me permitía un ojazo a sus lindas y torneadas piernas ¡Qué envidia! ¡Joven, guapa, sexy! Mientras que yo ya terminando la quinta década de vida… ¡Carajo cómo se va el tiempo! Ella debió notar mis miradas porque también de reojo me miró, simulé con una estúpida cara estar muy concentrada en mi monitor. Noté que escribía algo y a veces abría una pestaña de Facebook. En cierto momento su lapicero cayó cerca de mi pie izquierdo, me agaché a recogérselo y pude echar un brevísimo vistazo a sus piernas perfectas.

—¡Gracias señora! —Me dijo.

—De nada linda.

Luego se levantó para recoger de la impresora una hoja, me giré discretamente para verla y pude notar su silueta perfecta de mujer joven, alrededor de 18 años. ¡Que piernas madre de Dios! Pensé ¡Dichoso el follador de tan hermosa mujercita! Recogió su mochilita y se fue. Más tarde decidí al salir del ciber ir por un diario para mi padre que ha estado unos días en mi casa porque está un poco enfermo y vino a nuestra ciudad natal, se quedó en la casa de mamá, ella falleció hace 5 años, yo vivo sola y ahora desde el año pasado con papá ¡La volví a ver en la calle! ¡Diosa, pensé! Papá estaba recostado en la salita, a sus 89 años ya se le nota lo cansado. Cuando volví del trabajo en el bar a las 4 de la madrugada con un frío espantoso, lo fui a ver a su cuarto y parecía un bebé, nada que ver con aquel hombrón, blanco, de porte de mandamás, siempre guapo, que nos abandonó por su churry y que ahora ella lo mandó con mi medio hermano desde Tijuana porque está viejo. Papá cree aún que está de paseo conmigo en la ciudad… Pobre.

En fin esto me ha complicado un poco la vida pero lo atiendo como puedo y… lo quiero a pesar de todo, ahora él me dice Julia, esto, Julia aquello, creo que ya se le olvidó que yo nací hombre y a veces no se acuerda de cosas. La casa es pequeña y Lora mi hermana, se da sus vueltas para darle de cenar, lo acompaña y se retira a su casa como a las 11 de la noche, afortunadamente vive cerca. Volviendo a la chica, la miré en la calle y después me la encontré otra vez en el ciber.

—¡Hola! —La saludé. Me miró y dijo

—¡Hola señora! ¿Cómo se llama?

—Julieta pero me gusta que me digan Mara

—¿Mara?

—Sí.

—¿Qué significa?

—Mujer triste creo… ¿Y tú?

—Perlina

—¡Vaya que bonito nombre! ¿Cuántos años tienes?

—Acabo de cumplir 18 años

—¿Sabes que eres muy bella, verdad?

—¿Le parece?

—¡Vaya que sí! Has de tener muchos pretendientes.

—Uno, pero él no me hace mucho caso.

—¿Te invito un café aceptas?

Con la cabeza aceptó. Nos fuimos cerca de una cafetería y platicamos. Ella para nada se dio cuenta que era un transgénero. Me contó cosas de un novio mujeriego que la hacía sufrir. Yo solo me limité a escucharla y a gozar de su belleza. Nos despedimos y le tomé las manos diciéndole…

—Todo va a salir bien, ya verás, no debes estar triste por un tipo. Hay muchos hombres aun para ti.

Así comenzamos a vernos en el ciber y en el café una o dos veces por semana. Me enteré que no conocía a su papá y vivía con su madre que trabajaba en una empacadora, era hija única y vivían en su casa su abuela, ella y su madre, estudiaba el primer semestre de administración turística, era franca, necesitada de amor e inteligente. Una mañana en el café le platiqué de lo que era yo, se sorprendió mucho y me bombardeó con preguntas ¿Cómo, por qué, cuando, para qué? Como pude le expliqué de mis sentimientos desde la infancia por ser mujer. Al principio se retiró un poco de mí y yo le di ese espacio, luego me marcó a mi celular para ver si la podía acompañar a una exposición de pintura a la casa de la cultura, acepté y nos vimos una tarde, ella iba muy linda con un vestido veraniego de tirantes, el pelo suelto y bien maquillada, con zapatillas verdes del color del vestido, yo de pantalón vaquero y blusa de manga larga, pasamos a la exposición, disfrutando de los cuadros expuestos y salimos más tarde a tomar un café en uno de los coquetos cafés del complejo cultural. Estaba ella melancólica y supe que podía aprovechar para que se abriera un poco más que de costumbre, así que le pregunté

—¿Eres virgen?

—No…

—¿Cómo fue?

—Pues verás, mi novio me llevó al departamento de un amigo y comenzamos a acariciarnos y besarnos hasta que perdimos el control, acabamos follando, fue mi primera vez, él me hizo suya y yo me dejé, aunque unos instantes después me sentí mal por ello y te juro que me siento sucia cada vez que le permito tomarme

—¿Por qué?

—Pues porque mamá no creo que se ponga muy contenta si se entera.

—Es cosa tuya no de tu mamá ¿No te gusta estar así con él?

—No es eso… es que sé que no me ama de verdad

—¿Y eso?

—Pues nunca me regala nada ni me habla de amor ni nada de esas cosas, una lo sabe. Mara ¿Tu coges con hombres?

—Sí y a veces con mujeres.

—¿Qué dices?

—Sí le doy a todo.

Me miró con sus ojazos negros, dulces y sin mover sus enormes pestañas.

—¿Qué significa mi amistad para ti? Digo, es que tu podrías ser mi madre o hasta mi abuelita y…

—Espera Natalia, solo soy tu amiga y nada más, no me mal interpretes, eres importante como amiga para mí, aunque me debo reconocer que me gusta estar contigo porque eres muy hermosa pero más que nada porque estoy a gusto contigo.

—Y yo contigo también.

Luego llegó el otoño y entre mi trabajo, los cuidados a mi padre y el nacimiento de mi primer nieto los días se fueron como agua, ella me enviaba mails y mensajes a mi celular, poco iba yo al ciber por falta de tiempo, de repente una mañana llamaron a la puerta de casa, era ella.

—¡Que milagro! Pasa, pasa ¿Qué haces por aquí?

—Tenía ganas de verte y… me invitas un café

—¡Claro tonta entra!

Mi padre se hallaba en la pequeña salita dormitando enfrente del televisor, le bajé el volumen sin que papá se percatara de nada.

—Pasa siéntate, es mi papá… el casi no oye, ni se va a despertar —le serví su café bien caliente a Naty y nos sentamos en la mesa de la cocina— ¿Qué te trae por acá?

—Pues necesitaba una amiga, ayer vi a Manolo abrazado de una tipa, una güereja, iban muy contentos, ni siquiera se percató de mí. Comenzó a sollozar, sus hermosos ojos se inundaron de lágrimas. Guardé silencio.

—Sigue —la animé.

—Pues eso, que lo vi, nadie me lo dijo, por la noche le llamé y ni siquiera me contestó. No pude dormir ¿Qué hago, que te parece?

—Me parece que ese cabrón ya te dejó claras las cosas ¿O no?

—Si Mara, estoy muy triste.

La abracé y ella soltó todo su llanto, nos levantamos y quedamos abrazadas un buen rato, le acaricié su cabello largo, negro y sedoso. Quedamos fundidas en un abrazo apretado.

—¿Quieres otro café?

—No, me gustaría emborracharme. Mamá fue a Oaxaca a reparar unos empaques y la abuela se quedó en casa de una tía, la hermana de mi mamá, puedo y quiero emborracharme ¿Tienes tequila o algo de licor?

—No, pero voy a comprar.

—Pero, tienes que irte a trabajar.

—No, hoy no abrimos, yo descanso domingos y lunes ¡Gracias a Dios es lunes!

Dije y salimos a comprar licor y cigarrillos. Un rato después tomábamos unas cubas bien frías. Llevé a papá a la recámara a que descansara, llegó la tarde y cuando comenzaba a obscurecer nos salimos al patio a ver las estrellas, era noviembre y ya se distinguía la constelación de Orión saliendo por el oriente, recargadas en el tanque de agua fumamos y miramos al cielo. La abracé y ella volvió a sollozar. Nos metimos de nuevo a la cocina y le preparé un sándwich a ella y otro para papá, se lo llevé al viejo y regresé rápidamente, ella se había desparramado en el viejo sofacito de la sala, su vestido de cuadritos rojos y blancos similar al uniforme que usan las chicas de bachillerato se alzó dejando sus piernas que se mostraran generosas. Me senté enfrente de ella en el viejo sillón café.

—¡Qué a gusto me siento aquí en tu casita Mara! ¿Nada más viven tú y tu papá aquí?

Sin poder dejar de mirar esas hermosas piernas nacaradas le contesté.

—Por el momento, es que papá vivía lejos y ahora regresó conmigo, creo que su “vieja” ya no lo quiso cuidar más.

—Es una carga para ti ¿No?

—Pues no tanto, es muy tranquilo, ni sombra de aquel señor de carácter fuerte que fue y que mi madre amó hasta el último día de su vida.

—¿Por qué somos tan idiotas las mujeres? ¿Tú que piensas Marita?

—Somos iguales, ambos sexos unos idiotas. Los hombres por sexo hacen lo que sea y nosotras porque nos amen hacemos lo mismo ¿No te parece?

—No sé, pero Manolo me dejaba siempre muy puta, muy caliente.

—¡Cuéntame!

—Pues verás, yo de chica me dedeaba un poco, más que nada porque sentía rico, soñaba en esos momentos conque un muchacho guapo me besaba y que eran sus dedos los que iban entrando en mis carnes ¡Me sirves otra copa!

—¡Claro nena!

Le serví más brandy con hielos y cola, mientras encendí otro cigarrillo.

—Anda dame una fumada —le pasé el cigarrillo y ella lo chupo con deleite marcando su labial en el filtro, me lo regresó— luego Manolo me alcanzó un día afuera de la escuela, como no era muy sociable me puse roja y él bromeando me acompañó a casa, yo sentía un cosquilleo pero casi no dije una palabra, a sus preguntas solo contestaba con monosílabos. Ni siquiera le dije mi nombre, hasta unos días después. Poco a poco fuimos saliendo, a mamá no le dije nada ¿Para qué preocuparla? Yo estaba hipnotizada con sus piernas, a veces lograba ver sus pantaletas blancas.

Siguió platicándome de su novio y su fracaso con él mientras yo me acercaba peligrosamente a ella, de repente puso su mano izquierda en mi pierna.

—¡Mara! ¿Por qué me dejó?

—No sé chiquilla —la abracé y acerqué tomando su carita con mis dos manos a mis ojos.

—Deja de llorar, ese idiota no merece una lágrima tuya, que se quede con su putilla güereja de quinta.

Ella me miró y por el efecto del alcohol acercó su boca a la mía y nos besamos intensamente sin poder despegarnos, metí mi pierna hasta que mi rodilla tocó su vagina y ella se encajó en mí, frotándonos, no pude más, sabía que era mi oportunidad y sin pensarlo más metí mi mano derecha a su pepa, estaba húmeda y tibia, ella solo abrió mucho los ojos y se dejó llevar por esas sensaciones calientes e imparables que no podíamos detener. Mojé mis dedos en sus jugos y los llevé a su boca, ella como que no entendía nada, pero por intuición se los metió a la boca y los chupó, me arrodillé enfrente de ella y separé sus piernas para bajarle las pantaletas de encaje, se las quité por completo y subió sus piernas en mi cuello y mis hombros, comencé a besar esa dulce vagina introduciéndole mis dedos frotando su clítoris ella se arqueó de placer gimiendo delicadamente “mhhh, ahhh. Sigue Mara, sigue”.

No pude más y me bajé rápidamente mis pantaletas liberando mi pene que estaba a punto de ebullición, recostándola en el sofá levanté su pierna izquierda y la alcé hasta colocarla en el respaldo, guie mi pene a su vulva y lo empujé suavemente, encontró su camino hacia el placer máximo. Unos momentos después ella se inclinó lo más que pudo hacia adelante intentando con su mano derecha bajarse el cierre trasero del vestido, por lo que le ayudé, lo bajé y liberé de su prisión su par de tetas bien formadas, redondas, suaves y mamé un pezón y otro una y otra vez, mordisqueándolos a mi antojo, ella se venía una y otra vez, logré recostarla levantando su culo lo más posible y untando mi dedo anular de la mano derecha con sus propios jugos vaginales busque su ano y suavemente le metí mi dedo hasta adentro, ella se excitó aún más y me pidió que me desnudara para verme mejor, quedé pronto sin nada de ropa, solo mi pene y su par de compañeros delataban mi condición de hombre pero el resto de mí es el cuerpo y cara de una mujer madura pero cuidada, algo culona y con tetas aun deseables y bellas, me senté encima de esa belleza semi desnuda, medio tapada con su vestido, ella comenzó a mamarme las tetas y mientras yo la dedeaba un poco por la vagina y otro poco por el culo se vino, mientras jalaba mi pene hacia su boca donde yo me derramé en chorros ardientes de semen que se tragó por completo ¡Qué puta! Después les contaré más.

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