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Vacaciones con mi hermana Alejandra

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DÍA 1

Alejandra, así es como se llama mi hermana. Al día de hoy tiene 24 años mientras que yo cumplí no hace mucho 21. Ella nunca me había llamado la atención, sobretodo porque siempre había tenido novia y por largos períodos, situación que me hizo centrarme en mis relaciones y no prestar atención a las demás mujeres. Su cuerpo, hasta antes de narrarles lo que me sucedió con ella, era de dos tetas normales, una piel clara, un culo firme y común, unos labios indiferentes, cerca de 1.76 metros de altura y una actitud en ocasiones detestable. Sin embargo, sus facciones eran similares a las mías y teníamos gran parecido.

Al cumplir mis 21 años, salí de vacaciones al puerto de Acapulco junto a Alejandra y un par de primos. Nos repartimos las habitaciones de tal modo que mi hermana se quedó conmigo y mis dos primos, por ser varones, tomaron otra habitación. Este fue el primer indicio de que algo extraño sucedería.

Al llegar a la habitación, Alejandra llevaba unos pantalones cortos y una playera ajustada con un ligero escote, cosa que me hizo voltear a ver sus pechos redondos marcados en la tela. Sentí algo bastante extraño, algo así como una especie de escalofrío por hacer algo que hasta entonces consideraba incorrecto. Por su puesto, ella no se había dado cuenta de que constantemente la empezaba a mirar con más frecuencia, y de modo distinto. Cada vez más, sentía una agitación intensa al imaginarme sus pechos desnudos y casi al instante, las miradas se tornaban cada vez hacia sus nalgas y su zona vaginal. Ella de pronto se inclinó un poco para buscar sus cremas que llevaba en su equipaje, por lo que me acerqué hacia ella para fingir que le ayudaría a encontrar sus cosas, pero por su puesto, yo miraba de cerca sus tetas como buscando encontrar sus pezones. Pero lo único que veía era un par de tetas redondas, claras, grandes e infinitamente apetecibles.

Acordé con mis primos vernos en la piscina del hotel para darnos un chapuzón y después salir a comer algo. Una vez que Alejandra había terminado de encontrar sus prendas y sus cremas, se metió al baño de la habitación para cambiarse de ropa. Yo, bastante tenso, me acerqué a la chapa de la puerta pensando encontrar un pequeño orificio por el cual espiarla, pero para mi sorpresa ella no había cerrado la puerta. Entonces, desde el espejo del baño miraba cómo se iba deshaciendo de la ropa que llevaba puesta.

Primero comenzó por mirarse su cara en el espejo y soltarse el cabello que le llegaba debajo de los hombros, luego y casi con brusquedad, se quitó de golpe su playera, sus tetas sólo quedaban ceñidas por su sostén, por lo que lucían abultadas y bastante ricas. Al quitarse el sostén, sus senos quedaron libres, al viento, tal y como me los imaginé: redondos, medianos, con sus pezones perfectos, listos para ser devorados, para poner mi verga entre los dos o para venirme sobre ellos. Tuve una erección instantánea. En fin, quedó totalmente desnuda, pero yo sólo podía mirarla de la cintura para arriba; pero lo más importante, era que sus tetas se veían perfectamente colgando de su cuerpo. No aguanté más, y comencé a masturbarme, viniéndome en segundos, quizás por los nervios de ser descubierto.

Una vez listos los dos, cogimos el elevador para descender hasta la piscina del hotel. El camino fue bastante tortuoso, pues sus tetas lucían bastante bien y yo no podía dejar de mirarlas de modo cada vez más notorio. Y aunque mi hermana llegó a notarlo, no hizo ningún comentario ni se sintió incómoda. Me estaba volviendo loco, pues al ver su cuerpo me imaginaba que la tomaba del cabello y le metía toda mi verga, provocándole fuertes gemidos. Entonces, su cuerpo ya no era el de las tetas normales y el culo firme, los labios indiferentes y la piel clara; su cuerpo ahora estaba dotado de un par de tetas suaves, listas para ser mordidas y magulladas; su culo, listo para ser contemplado, acariciado y penetrado; su piel, preparada para sentir mi semen escurriéndose; y sus labios, perfecta entrada para recibir mi verga.

Al reunirnos con mis primos, empezamos a convivir en la piscina. Todos notaban que había algo distinto en mí, y no era para menos, pues yo no despegaba los ojos de Alejandra. Después al salir de la piscina me dijo que se iría a duchar para después salir a comer. Le dije que estaba bien y que en unos minutos iría a la habitación para hacer lo mismo. Obviamente me fui detrás de ella sin que lo notara, cosa que resultó por demás absurda, pues ella llevaba la llave y tuve que esperarme afuera de la habitación hasta que ella salió de la ducha.

Una vez listos para ir a comer, las cosas eran insostenibles, por lo menos para mí. Alejandra llevaba unos shorts y una playerita holgada que permitía entrever la división que se hace entre las tetas y las puntas de sus pezones en la tela. Estaba vuelto loco, pues sus piernas claras y bien dotadas me obligaban a fingir que me quedaba atrasado en el camino para después caminar detrás de ella observando su delicioso culo y sus bien torneadas piernas. Una vez que comimos, decidimos ir a un antro para festejar el primer día de nuestras vacaciones y por su puesto, mi cumpleaños. Regresamos al hotel para cambiarnos, momento en el que no pude ver absolutamente nada del cuerpo de Alejandra. Sin embargo, una minifalda y una camisa un tanto ajustada, eran suficientes para provocar enormes fantasías en mí.

Una vez en el club, comenzamos a beber ron y a bailar. Mis primos bailaban con ella, consientes de lo guapa que se veía, pero siempre respetuosos. Yo, como nunca había mostrado gusto por el baile, me quedé sentado contemplándola y muriéndome de ganas de cogermela toda la noche. Pasado un tiempo, un muchacho se acercó para ligar con ella, cosa que me hizo ponerme de nervios, llenarme de rabia y sonrojarme de la impotencia. El tipo era bien parecido y mi hermana, al estar soltera, accedió a bailar con él y platicar un buen rato.

De pronto vi que caminaron hacia los baños, por lo que los seguí. Simplemente buscaron alejarse de mis primos y de mí para poder ligar a gusto. Él empezó a besarla y acariciarle la nalga; ella lo abrazaba y le rozaba su verga abultada. Siguieron bailando, pero el tipo la gozaba como nadie: le acariciaba las tetas que tan loco me volvían y rozaba el culo de Alejandra con su verga. Volví a mi mesa donde mis primos ya habían ligado. Me sentí como un imbecil fracasado, pero entonces fue cuando me fijé un objetivo mayor: cogerme a mi hermana sin importar nada.

Volví de madrugada al hotel, sobrio y despierto por los nervios. Mi hermana llegó casi al amanecer un tanto ebria pero aún consiente. Le dije que dónde había estado, que la había perdido de vista, a lo que ella contestó que había conocido un “noviecito”. Le pregunté si lo volvería a ver y me dijo que no fuera tonto, que fue una noche de antro y nada más. Al saber eso, comencé a imaginarme que el tipo se la había cogido, que había penetrado su vagina, que se la había cogido por el culo, que había terminado en su boca, que había mordido sus pezones, en fin. No pude aceptarlo. Ella se quedó dormida casi al instante, por lo que me acerqué a ella y comencé a masturbarme. No le veía nada sino su cara, y me imaginaba que me la cogía. Únicamente me vine con gran furia en su cabello y por fin pude dormir.

 

DÍA 2

Al día siguiente se levantó cuando yo ya estaba despierto y listo para salir a comer algo. Ella se metió a la ducha mientras yo la esperaba en el lobby del hotel. Una vez que fuimos a comer, mis primos y ella se burlaron de mí al comprobar que fui el único que no ligó. Pero no sabían y jamás hubiera pasado por su cabeza los planes que tenía con Alejandra. Propuse ir a tomar algunas cervezas en la noche pero a un lugar más tranquilo. Y así fue, llegamos a un bar pequeño donde estuvimos bebiendo y charlando. Como todos teníamos la resaca del día anterior nos embriagamos con menor intensidad y partimos al hotel como a las 3 de la madrugada.

Pasé a comprar una botella de Vodka en una tienda cercana al hotel. Cuando entré a la habitación, Alejandra estaba semidesnuda, con los senos desnudos pero con su minifalda puesta. Al verla, ella se molestó un poco y se puso un tanto incómoda. Le dije que no vi nada y que no había nada que no hubiera visto antes, palabras que le provocaron cierta carcajada para aliviar las tensiones. Posteriormente, se quitó su minifalda frente a mí, quedándose en tanga, luego se puso una camisa larga blanca que le llegaba hasta sus piernas. Me dijo que se iba a dormir para al día siguiente ir a la playa. Le dije que no, que se tomara un trago conmigo. Iba dispuesto a seducirla hasta que aceptara coger conmigo.

Así pues, comenzamos a beber vodka, prendí el televisor y puse el canal de música tropical y comenzamos a platicar. Le dije que me contara del tipo que conoció en el antro. Ella, por su puesto, no quiso contarme, me dijo que era algo privado. Después de mucho insistir Alejandra se molestó y para cambiar la situación me dijo te voy a enseñar a bailar. Ya un tanto más ebrios los dos tomé valor, nos pusimos de pie y comenzamos a bailar. Ella se reía de mi torpeza, situación que yo aprovechaba para acercarme a ella y abrazarla, tocarla, arrimarle mi verga erecta o incluso morderle la oreja.

Ella, al estar mareada no ponía resistencia. Le insistí que me contara del tipo del antro hasta que acepto. Pero para ese momento, yo ya la estaba abrazando por detrás, teniendo una mano sobre una de sus tetas y arrimándole mi verga contra su culo. Ella tenía sus manos sobre las mías. Por fin aceptó, entonces, hablar del tipo. Me dijo que después de bailar fueron al hotel donde el muchacho se había alojado y tuvieron sexo. Le pedí que fuera más explícita mientras que yo seguía tomando más vodka. Me dijo que era un tipo guapo, cuya verga no la decepcionó, que tuvo sexo oral durante un buen tiempo y simplemente lo hicieron placidamente hasta terminar. “¿Dónde terminó?” le pregunté, pero ella no contestó.

Los dos estábamos ebrios, pero sabíamos lo que vendría. Ella, ya empezaba a tomar parte en el asunto, me arrimaba sus nalgas y se movía. Yo comencé a acariciarle las piernas y las nalgas. Su piel suave estaba haciendo que mi verga estallara. La acariciaba lentamente mientras ella contaba su experiencia. Llegue hasta su vagina y comencé hacerle a un lado la tanga; estaba mojada y lista para ser penetrada. Jugaba amablemente con su clítoris y ella se retorcía, pero no dejaba de hablar. Con mi otra mano empecé a tocarle las tetas y a magullarlas de un modo tierno. Le mordía la oreja y ella cesó de hablar y comenzó a suspirar. La situación era mía.

Le confesé todas mis intenciones. Le conté que la había espiado, que a propósito caminaba a tras de ella y que deseaba cogermela del mismo modo en que ella lo había hecho una noche antes. Segundos después tuvo un orgasmo que hizo que sus piernas se retorcieran y gimiera con gran placer. Entonces le quite el camisón dejándola sólo en tanga. Me despojé de toda mi ropa e hice que se hincara para que me hiciera sexo oral. Ella accedió; tomó mi verga, que ya de por sí estaba erecta, y comenzó a jaloneármela. Poco a poco fue acercándosela a su boca y comenzó a chuparla. Lo hacía bastante bien, prueba de que tenía una experiencia bastante amplia con los hombres. Mientras me chupaba la verga encendí un cigarro y la dejé actuar. Fue la sensación más placentera que hasta la fecha he experimentado.

Después la levanté y la acosté en la cama. Hice a un lado su tanga, pero sin quitársela y comencé a lamer su vagina totalmente depilada. Primero metí mi lengua en su cavidad, quizás tres centímetros. Después le escupí y me dirigí hacia su clítoris. Empecé a jugar con sumo deleite con aquella bolita dulce que le provocaba fuertes suspiros y gemidos cada vez más fuertes. Con dos dedos penetraba su vagina hasta que le provoqué otro orgasmo. Entonces ya todo estaba listo.

Me puse de pie, coloqué sus piernas sobre mis hombros y la fui penetrando lentamente hasta que mi verga había desaparecido. Me quedé dentro durante 10 segundos. En ese instante no podía creer lo que tenía frente a mí: mi propia hermana sumisa y en mis manos, exigiéndome placer y esperando a ser satisfecha. Empezó el vaivén con una fuerza que se iba incrementando. Sus ojos eran testigos del placer que ella sentía. Sus tetas se movían y ella se las acariciaba con rabia. “Más fuerte” me dijo, entonces comencé a penetrarla con mayor fuerza y mayor rapidez. “Me encanta” ella decía, mientras que le contestaba “Y tú me encantas a mí”.

Le provoqué otro orgasmo, por lo que tuve que bajar la intensidad. Ella me pidió cambiar de posición. Nos acomodamos de tal modo que ella quedaba sentada dándome la espalda y yo semi acostado, con los pies tocando la alfombra. Entonces ella comenzó a moverse hacia atrás y hacia delante, en círculos y de pronto dando brincos leves. Yo empecé a masajearle el culo, tratando de dilatárselo. Después del nuevo orgasmo, volvimos a cambiar de posición, ahora yo estaba totalmente acostado y ella estaba encima de mí. “Quiero estar arriba”, me dijo y comenzó a “cabalgar”.

Fue quizás otro momento maravilloso, pues sus tetas estaban más cerca que nunca, totalmente desnudas, al viento, colgando de su cuerpo; por mi parte se las acariciaba y las contemplaba. En fin, cambiamos nuevamente de posición; ahora ella estaba de rodillas sobre la cama, era esa famosa posición que algunos llaman “de perrito”. Entonces la penetré con gran fuerza: le metía mi verga y se la sacaba con gran entusiasmo hasta que pensé que era suficiente.

La tomé del cabello y la acerqué a mi verga. Comencé a jalonármela y después tomé su mano para que ella lo hiciera; pronto me vine sobre sus labios, mi semen empezaba a brotar y se resbalaba por su boca. Después comenzó a mamárme la verga otra vez para limpiar todo rastro de semen que hubiera quedado. Del semen que entró en su boca, dejó que se escurriera por su mentón, cayendo sobre sus hermosas tetas.

Acabado el acto, ella se levanto y se fue al baño a limpiarse las gotas de semen. Yo me quedé acostado en la cama, jactándome de que había logrado mi meta. Me había cogido a mi hermana y de un modo en el que ella también había tomado cierta iniciativa. Pero después me sentí mal, por haberlo hecho bajo efectos del alcohol, así que me levanté de la cama y fui al baño para hablar con ella.

Alejandra estaba quieta, totalmente desnuda y aún salpicada de semen. Estaba quieta mirándose en el espejo, quizás un poco arrepentida. Le pregunté qué estaba pensando, pero no me contestó. Se veía perturbada, incluso su embriaguez ya había desaparecido. Le dije que no me culpara por lo que había hecho, pues esa era la única manera de lograr hacerle el amor. Le dije que me encantaba su cuerpo, que la necesitaba cerca, que la quería para mí. Ella no me contestaba.

Así que volví a acercarme y comencé a esparcirle las gotas de semen por todas sus tetas. Le besaba los hombros y le acariciaba su clítoris. Ella no puso resistencia por lo que volví a penetrarla. Ambos estábamos de pie cogiendo. Hasta que terminé sobre sus nalgas. Ella respiraba satisfecha. Me pidió que la siguiera. Por su puesto accedí, iba tras ella contemplando sus nalgas manchadas por mi leche y alguna que otra gota sobre su cintura tan excitante.

Se sentó en la cama y comenzó a mamárme la verga nuevamente. Ella iba dispuesta a hacerme terminar, me mamaba como una experta. Y lo logró después de unos minutos, me vine adentro de su boca sin avisarle, haciendo que se tragara mi semen. Era algo increíble. Yo estaba exhausto y ella también. Alejandra se acostó en la cama dejándome ver su vagina y su culo brilloso por mi semen. Yo me acerqué a ella y ante tal panorama, mi verga se puso enhiesta así que la penetré, pero ya sin cogermela, simplemente me quedé adentro de ella, la abracé y me quedé dormido a su lado.

 

DÍA 3

Alejandra se despertó primero que yo, pero no se levantó de la cama ni hizo el menor movimiento. Yo me desperté y aún seguía con la verga erecta, rozando perfectamente los labios de su vagina. Mi hermana me dijo que le dolía un poco la cabeza, que se iba a meter a la ducha y que se prepararía para ir a la playa. Le pedí que no se moviera, que le haría el amor otra vez antes de irse, pero no aceptó, se levantó y se fue al baño. Discretamente la seguí y cuando ella había abierto la regadera, llegué por sorpresa y la tome por detrás. Le dije que lo hiciéramos una vez más. Ella se negó y me dijo que no había estado bien, que lo que había pasado era fruto de un impulso de ella. Cosa que me dejó pensando.

Así que me hice a un lado y me quedé contemplándola. Ella ya había perdido todo pudor. Ya actuaba con naturalidad ante mí. Y así, la veía ducharse, acariciarse las tetas, lavarse la vagina, enjabonarse el cuerpo. No pude más y mi verga tuvo otra erección, aunque ni jalonármela pude, por no contar con la aprobación de Alejandra.

Después cuando salió de ducharse y caminó a su maleta para buscar su ropa, le dije que por favor lo hiciéramos nuevamente. Ella, molesta, me dijo que no estaba de humor y que por favor la dejara en paz, pues de otro modo pediría una habitación para ella sola. Eso me hizo calmarme y comprender que me tenía en la cuerda floja.

Buscamos a mis primos y no estaban, por lo que salí a comer sólo con ella. Todo el tiempo yacía callada, como no queriendo aceptar lo que había pasado una noche antes. Estábamos a la orilla del mar y aunque había más mujeres igualmente guapas, no podía quitar la vista de Alejandra. Su cara, cuyas facciones eran similares a las mías, me encantaban cada vez más. Todo su cuerpo me volvía loco.

Una vez que su jaqueca había cesado me dijo que la acompañara a la arena para que las olas del mar nos tocaran un poco. Sentados, ella estaba pensativa hasta que se decidió a hablar. Me comentó que había sido un cabrón la noche anterior y que no tuve vergüenza para haber hecho lo que hice. Le dije que me encantaba y que lo estaba deseando desde que habíamos llegado al hotel. Ella continuó diciendo que era lo más extraño que le había pasado en su vida, que era algo que jamás había pasado por sus pensamientos y que no lo iba a repetir. Yo argumenté que por favor lo intentáramos por última vez, ya que ese era nuestro último día y que al día siguiente regresaríamos a casa.

Alejandra cambió el tema. Empezó a preguntarme sobre mis parejas sexuales y por su puesto, yo también le pregunté sobre las suyas. Le hice que me contara de cómo se la cogían, de qué hacían con ella y cuál había sido la mejor de sus experiencias. Ella me contestó que por lo general le gustaban las relaciones espontáneas, y que le gustaba hacer prácticamente de todo, excepto con lesbianas porque le daba asco. Mientras tanto, el agua del mar que tocaba nuestros cuerpos sentados estaba bastante fría, situación que provocó que sus pezones se pusieran bien duros. Con gran descaro le agarré una de sus tetas y le apreté el pezón, cosa que no la hizo enojar, sólo me quito la mano de su cuerpo.

Luego le dije que mi fantasía era volver a tener sexo con ella pero varias veces. Salpicarle la cara, las tetas y su vientre de semen y terminar una vez en su boca. Algo como lo que habíamos hecho la noche anterior. Ella me dijo que ya no quería hacerlo, que lo de la noche anterior había sido espontáneo y que por eso accedió a hacerlo, pero que una vez que se planeaba esto, las cosas no serían iguales. Además desconfió de que mis primos se enteraran de lo sucedido.

Yo le propuse que fuéramos al cuarto del hotel y lo intentásemos, pues si no se daba entonces todo quedaría por la paz. Yo respetaría su decisión. Le dije que si volvíamos a la habitación, tendría el sexo más inusual que podría llegar a experimentar. No accedió. De cualquier modo volvimos al hotel para volver a ducharnos y prepararnos para ir a cenar algo. Aproveché para hablar con mis primos y decirles que se fueran ellos solos, que Alejandra no se sentía bien y que me quedaría con ella. Ellos entendieron, aunque desconfiaron un poco, y se fueron.

Entre a la habitación y mi hermana estaba saliendo de la ducha. Era una situación difícil, pues su cuerpo estaba totalmente desnudo. Ella se encontraba sentada en la cama con una pierna arriba de la cama y la otra tocando la alfombra, de tal modo que su vagina se contemplaba bastante bien, y sus tetas, firmes, claras y sabrosas colgaban delicadamente. Me acerqué y comencé a chuparle los senos, morderle sus pezones, acariciarle las piernas, hasta que le propuse hacerlo por última vez. Alejandra, un poco excitada me dijo que no, pero yo seguí, pues sabía que iba a acceder a final de cuentas. Pronto descendí hasta su vagina y comencé a hacerle sexo oral.

Los gemidos volvieron, pues le había provocado otro orgasmo. La acosté rápidamente sobre la cama y comencé a penetrarla. Ella no oponía resistencia, parecía que me estaba retando a hacerlo. La puse boca abajo y le seguí penetrando hasta que acabé sobre su espalda.

Le dije, con voz entrecortada, que aprovecháramos esta última oportunidad. Empecé a regarle mi semen por toda la espalda y las nalgas. Le pedí que me chupara la verga y ella accedió. Chupaba delicadamente, me jaloneaba la verga y se embarraba su saliva con mi verga a través de sus labios y sus mejillas. Me preguntó si quería acabar en su boca, pero le dije que no, que me montara y lo hiciéramos de nuevo.

Ella se subió y se introdujo mi verga en su cavidad vaginal. Cada vez más salían fluidos de su vagina y yo sabía que lo estaba disfrutando. Se acariciaba las tetas, se recogía el cabello y gemía con fuerza. Le pedí permiso para acabar en su boca, pero que no se tragara el esperma, sólo que lo tuviera en la boca y unos segundos y después lo fuera expulsando para que se chorreara hasta sus senos. Ella aceptó, terminé como lo había planeado y de inmediato le embarre los chorros de esperma por todo su pecho.

Ella me dijo que ya me había satisfecho muchas exigencias por lo que me tocaba satisfacerla a ella. Me dijo que debía penetrarla y beberme sus fluidos, después penetrarla otra vez y volver a beberme sus fluidos pero para después escupirlos en una mano y untármelos en la cara. Algo como lo que yo había hecho con ella momentos antes. Posteriormente, yo decidiría cómo terminar, así que le hice lo mismo, es decir, cuando yo terminara, me vendría en su boca y después se lo escupiría en su mano para untárselo en su cara.

Lo hicimos con gran naturalidad. Ya no había ningún dejo de pudor entre los dos. Cogíamos con inigualable confianza.

Finalmente, y después de un buen descanso, le pedí que se volteara porque quería penetrarle el culo. Ella accedió, pero advirtiéndome que lo hiciera lentamente. Por mi parte, empecé a lamerle el culo, era algo raro pues por un lado me daba un poco de asco, pero en esos momentos ni siquiera pude detectar ningún sabor, yo estaba extasiado.

Ella lo apretaba y sin duda, la avergonzaba un poco tal situación. Después con un dedo empecé a dilatarle el agujero hasta que ya estaba lo suficientemente abierto para cogermela. Así, lo fui metiendo poco a poco, provocando en ella un fuerte gemido. Ella gemía de dolor al principio, hasta que me dijo que se había cansado de estar de rodillas, así que la puse bocabajo y seguí penetrándola. Terminé adentro de su culo, abriendo al final sus nalgas para ver el semen que había depositado en ella. Finalmente le pedí que me mamara la verga para que quedara limpia y sin rastro de semen.

Estábamos cansados, muy cansados. Así que nos quedamos semi dormidos hasta que Alejandra se fue a dar un baño. Hice lo mismo cuando ella salió y entonces salimos a cenar. Ella estaba muy tranquila y yo también, como si ambos hubiéramos encontrado algo que nos hacía falta. Cenamos comida sencilla y nos regresamos al hotel, hablamos con los primos y quedamos de acuerdo para partir de regreso a casa el día siguiente.

De vuelta al hotel, le pedí que continuáramos con las cogidas, pero en el fondo ninguno de los dos tenía energía para ello. Así que dormimos sencillamente. Sin embargo, yo me levante cuando ella aún seguía dormida. Vi que tenía la boca medio abierta y aproveché para jalonármela y venirme en su boca. Como estaba muy cansado, no saqué mucho esperma, es más, ni la salpiqué, sólo se escurrió. De todos modos tomé un poco con mi mano y lo dejé caer en los labios de Alejandra. Ella no sintió.

Al día siguiente, hicimos las cosas para partir. Estábamos listos, pero antes de dejar la habitación, tomé a Alejandra, le levante la blusa que llevaba y le mordí ambos pezones. Partimos de regreso a casa.

 

DE VUELTA

Actualmente sigue viviendo Alejandra conmigo y con mis padres. Lo que nos sucedió fue realmente placentero, pues jamás hubiera pasado por mi cabeza cogerme a mi hermana. Ya en casa no hemos vuelto a tener sexo, pero las miradas incómodas continúan. También continúa la confianza, ella me cuenta de sus experiencias sexuales y yo de las mías. De cualquier modo, su atractivo físico me sigue deleitando. En ocasiones entro a su habitación cuando ella llega de su trabajo. Ella me cuenta de su día mientras se desviste y se pone ropa más cómoda. Mientras tanto, yo recuerdo y disfruto contándoles esta historia.

 

Doser.

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