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Celia, la bruja

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Romualdo tenía 75 años. De día Llevaba siempre consigo sus dos mejores amigos, la boina negra en la cabeza y la colilla del cigarrillo sujeta por la comisura de sus labios. Su rostro moreno tenía las arrugas contadas. Era alto y delgado. Al llegar la primavera se sentaba en un banco de piedra que había al lado de la taberna, (la taberna tenía una parra alrededor) con su bastón en la mano. Era viudo y no le tenía que rendir cuentas a nadie.

Con la primavera llegó Celia a la aldea. Celia era una joven preciosa, morena, con larga cabellera negra, de tetas medianas, delgada, con el culo respingón. Aparentaba unos 20 años. Llegó a la aldea sin maleta. Venía con lo puesto, y fue junto a Romualdo, que estaba sentado en el banco de piedra. Le preguntó:

-¿Tío Romualdo?

-¿Quién eres?

-Tu sobrina nieta. La hija de tu hermana Facunda

-¡¿Eres la nieta de la bruja?!

Celia se sentó al lado de Romualdo.

-Soy la nieta de tu hermana.

-¿Y qué quieres?

-No tengo a donde ir.

-¿Dónde dejaste tus cosas?

-En Inglaterra. Me querían quemar por bruja y tuve que salir huyendo.

Romualdo, se alarmó.

-¡¿Eres bruja cómo tu abuela?!

-Ni la abuela ni mi madre eran brujas, ni yo soy bruja. Se querían quedar con lo que teníamos y se inventaron esa falsa acusación.

-No le digas a nadie que eres la nieta de la bruja. ¿Qué es de tu abuela?

-Me dijo mi madre que muriera. No la llegué a conocer.

-Entonces... ¿A saber dónde andará?

-¡¿Piensas de verdad que tu hermana era bruja?!

-No lo pienso. Lo sé. Es una bruja.

Poco más tarde, después de que Romualdo le enseñase la casa y la habitación donde iba a dormir, le dijo:

-Vuelvo a la taberna. En la artesa tienes pan, y colgados, como puedes ver, están los chorizos y el jamón.

Los chorizos estaban colgados en un cordel junto a la chimenea de la cocina de piedra, y el jamón en una viga que pasaba por encima de la artesa.

Romualdo volvió a casa contento. Se sentó en una silla, de las dos que tenía la mesa de la cocina, y le dijo a Celia:

-Parte un poco de pan. Pica un poco de jamón y echa un vaso de vino. ¿Merendaste?

-No.

-Pues parte para dos y echa de beber para dos.

Celia hizo lo que le dijo Romualdo. Al rato, sentados a la mesa, frente a frente, dando cuenta del pan, del jamón y del vino, le dijo Romualdo:

-En esta aldea casi todos los jóvenes se fueron a trabajar a la ciudad. Vas a tener problemas para encontrar novio.

-¿No quedan jóvenes en la aldea?

-Quedan dos. A uno le van las cabras, y el otro es primo tuyo, y le van los cabrones.

-¿Es maricón?

-Sí, a Venancio le gustan los culos.

-Me es indiferente lo que le vaya a esos dos. No vine para encontrar novio. Cuando tenga ganas de joder pediré que me echen un polvo.

-¿A quién se lo vas a pedir?

-A ti.

Romualdo estaba bebiendo del vaso de vino y, con la sorpresa, escupió por la boca el vino que no echó por la nariz.

-Aquí a las mujeres como tú les llaman putas

-Sigo el consejo que me dio mi madre.

-¿Qué consejo es ese?

-Patatas no da, trigo tampoco. Dios nos la dio. Nosotras la tenemos. ¿Si no es para joder, para que la queremos?

-Eso se lo dijo tu abuela al cura y casi la excomulga.

-Vamos al meollo de la cuestión. ¿Follarías conmigo o no?

-¡No sabes lo que dices!

-¿No se te levanta?

-Hace cinco años que la tengo muerta.

-Hay otras maneras. El mete saca no es tan necesario como parece.

Romualdo ya estaba animado.

-¿Quieres que te la coma esta noche?

-No, no tengo ganas. Cuando las tenga ya te avisaré.

Estaba hablando Celia, cuando entró Tina en la casa. Tina era la gata negra de Romualdo. Al ver a Celia, bufó, encorvó el lomo, y se le erizaron los pelos desde la cabeza a la punta del rabo.

Romualdo le dijo a Celia:

-No le gustas a Tina.

-Los gatos negros son amigos de las brujas. Échala de casa.

-Lleva años conmigo.

-Es ella o yo. ¿Quieres que me vaya?

Después de lo que le había dicho su sobrina nieta, no iba a ser la gata. Romualdo cogió el animal y lo zapateó fuera de casa.

Pasaron los días. Celia conoció a su primo, a su tía y a su tío, que eran los más ricos de la aldea.

La noche de San Juan, después de que se apagaran las hogueras, Romualdo dormía la borrachera. Se despertó con un coño peludo en la boca. Era el de Celia, que en pelota picada, frotaba su coño mojado contra su barbilla. Romualdo le echó las manos a las tetas. Celia se las dio a comer. Romualdo lamió chupó y magreó. Después sacó la lengua y dejo que Celia se moviese encima de él. La verga de Romualdo, que era como una morcilla, milagrosamente, resucitó. Celia lo cabalgó como si estuviera poseída por el diablo. Al sentir que iba a correrse, la quitó, Se la puso otra vez en la boca, y corriéndose, exclamó:

-¡¡¡I curse you!!!

Del coño de Celia comenzó a salir un jugo dulce y blanco como la leche. Romualdo se lo tragó.

Romualdo se volvió a quedar dormido.

Poco más tarde...

Rebeca, la hija de Romualdo, madre de Venancio, y esposa de Camilo, estaba durmiendo al lado de su marido. Se despertó y vio a Celia arrimada a la pared haciéndose un dedo y mirando para ella. Miró a su marido, y como dormía, se destapó y se desnudó. Celia se metió en la cama. Lamió el coño de su tía. Se lo folló con la lengua. Sacó con dos dedos el clítoris del capuchón y se lo lamió, Cuando la tenía cerca del orgasmo, se dio la vuelta. Hizo un 69... Al rato se corría Rebeca. Celia se corrió con ella, y mientras la leche salía de su coño y llenaba la boca de Rebeca, volvió a exclamar:

-¡¡¡I curse you!!!

Rebeca, aún con leche en la boca, besó a Camilo, que se despertó. Miró a su esposa y comenzó a darle caña.

Venancio despertó con el culo de Celia en su cara. Le folló el ojete con la lengua. Poco después, Celia, metía la polla de Venancio en su culo. El joven que estaba en una especie de trance, como su padre y su madre, la folló como si fuese una máquina. Poco después, cuando Celia sintió que se iba a correr, le puso el coño en la boca, un coño que no paraba de echar leche, y volvió a exclamar:

-¡¡!I curse you!!!

Celia llevó a Venancio a la habitación de sus progenitores. No tuvo que decirle nada. Venancio se metió en cama y se la clavó en el culo a su padre. Celia, se quedó mirando y haciendo un dedo.

Celia vio como al correrse Rebeca, Camilo se corrió dentro de su coño, y como Venancio se corrió en el culo de su padre. Se metió en cama. Con las dos manos le levantó la cabeza a Camilo y frotando su coño contra su lengua, se corrió por cuarta vez, y por cuarta vez, y llenando la boca de Camilo de leche, exclamó:

-¡!¡I curse you!!!

Una semana más tarde, Venancio, su madre y su padre estaban agonizando. Ni médico ni curandero sabía que enfermedad tenían.

Celia fue a darles una visita al hospital. Estaban los tres en la misma sala, y les dijo:

-Pronto todo lo vuestro será mío.

Los moribundos y la moribunda ni la oyeron.

Volvió a casa de Romualdo, que no quisiera ir al hospital. Cogió un trozo de pan. Cortó un poco de jamón. Se sentó a su lado, y se transformó. Romualdo vio que Celia era su hermana Facunda.

Facunda tenía diez años más que él y estaba media calva, fea y arrugada. Romualdo no pudo hacer nada más que temblar. Quien sí podía hacer algo era Tina, que había vuelto a casa. Se lanzó sobre la sombra de Facunda. A Facunda le empezaron a sangrar los ojos. La cara... Su ropa se desgarraba, y en los cortes salía sangre. Facunda, exclamó:

-¡¡Retiro la maldición!!

Tina dejó de arañar la sombra. Facunda se fue y nunca se supo de ella.

Romualdo, Rebeca, Camilo y Venancio, sanaron. Pero hasta el fin de sus días se preguntaron:

-¿Dónde andará Facunda?

Se agradecen los comentarios buenos y malos.

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