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Loba ardiente

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Esta Saga lo voy a escribir por primera vez en primera persona como mujer.

Mi nombre, ficticio, es Loba Ardiente. He tenido una vida sexual plena, con amantes masculinos y femeninos de todas las edades, fuera de la familia, vecinas y vecinos, y dentro de la familia, mi padre, mi hermana, mi hijo... Me he corrido tantas veces que con mi jugo podría llenar una piscina. He dado de beber y he bebido. Puedo decir con la boca llena que he vivido.

Yo era una joven muy religiosa de las que rezaba después de haber tenido una tentación. De las que por nada que molestase pedía perdón. Enamorada y fiel a mi novio Roberto, hasta el día que llegué a casa de lavar la ropa del río y vi a mi padre echado sobre la cama, con su gran verga en la mano. Se la estaba pelando. Me santigüe, pero en vez de dar la vuelta e irme, me quedé mirando. Estaba como hipnotizada.

Mi padre, que tenía 39 años, me vio, y me dijo.

-Ven. Piluchita.

Mi cabeza me decía que no fuera, pero mi chocho mojado me arrastró hacia mi padre. Nada más sentarme en el borde de la cama, me cogió la cabeza y llevó mi boca a su verga. Al tenerla dentro, me dieron arcadas. Mi padre, viendo que iba a potar, sacó la polla, y llevó mi boca a la suya. Aún fue peor. Su boca tenía el olor de un cenicero. Lo extraño fue que me iba mojando más y más.

Mi padre, me preguntó:

-¿Aún eres virgen?

-Sí.

-Tienes que aprender a follar, si no lo haces, en tu luna de miel, tu marido se va a encontrar con un saco de patatas. Así se comienzan a fraguar las separaciones.

Yo no era tan tonta como para creerlo, pero mi chocho me ardía, se abría y se cerraba y seguía echando jugo. Estaba cachonda, cachonda pero que muy, muy cachonda. Cuando mi padre me magreó las tetas, deseé que me arrancase el vestido y que me hiciese suya. Fue más sutil. Me bajó la cremallera... Quedé en sostén y bragas. Mi padre cogió mi cabello, que me llegaba a la cintura, y lo trajo hacia delante. Tapó el sostén con él, y me dijo:

-Quítate el sujetador.

Al quitarme el sujetador. Mis grandes tetas quedaron tapadas por mi cabello. Mi padre buscó con la punta de su lengua mi pezón izquierdo, y al encontrarlo hizo círculos con ella sobre él. Luego lamió la areola. Yo, saqué el cabello de mis tetas y lo puse hacia atrás. Los pezones, erectos, y las hermosas areolas rosadas de mis duras tetas quedaron al descubierto, mi padre, en vez de seguir lamiendo, me besó de nuevo. Su boca ya no me olía a cenicero. Me olía a lujuria. Le cogí la verga con la mano y la chupé como si fuera un chupachups. Luego le quité los zapatos. Le olían los pies a queso fermentado, y me gustó el olor. Le quité los pantalones y los calzoncillos. Él se quitó la camisa, y después me quitó las bragas dejando al descubierto un chocho rodeado de una espesa mata de pelo negro. Pensé que ahora sí, ahora iba a hacer lo que yo quería, comerme las tetas, pero no, me iba a hacer algo mejor. Metió su cabeza entre mis piernas. Sentí su lengua en mi chocho empapado y me estremecí. Aquella lengua quiso acabar con mi virginidad, pero no entraba en mi vagina. Como no pudo entrar, lamió los labios de mi chocho, y lo que ahora sé que es el clítoris. Al rato sentí un cosquilleó en los pies, y me fui poniendo más y más tensa, hasta que una explosión de placer me hizo sentir en la gloria.

Había tenido mi primer orgasmo, y con él me corrí como si fuese una fuente.

Mi padre siguió lamiendo y tragando mi jugo hasta que cesaron mis gemidos y mis movimientos de pelvis.

Llegó mi hermana a casa haciendo ruido, como siempre. Nos estábamos vistiendo...

Continuará.

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