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Diario de Chantelle

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Esta es la historia de Chantalle y su auténtica realidad, sin concesiones y sin culpas, ella se enfrentó la crisis económica poniendo su sexo a trabajar como forma de superar el mal trance. No era su vocación pero tampoco era su suplicio. La realidad tiene secretas formas de descubrir los derroteros de la vida, ella descubrió la suya en estas circunstancias, su espíritu lujurioso y el placer por la promiscuidad sexual. Dueña de un cuerpo de escándalo, exuberante y voluptuoso sabía que despertaba la lujuria y el deseo avaricioso en los hombres, todo esto le hizo comprender que ser prostituta no sólo era su auténtica vocación, sino que además era una gran alternativa. Aquella gran frase que tantas veces había escuchado (trabaja en lo que te gusta y no trabajarás nunca más) rebotaba las paredes de su cerebro libertino.

Entregarse por dinero y encontrar el disfrute del sexo como nunca, la variedad de hombres y su cantidad conseguían llevarla a niveles de placer inéditos, su marido en paro por aquel entonces era consciente y autorizaba a que así lo hiciera, no había culpas ni secretos. No quedaba otra solución, al menos a corto plazo que les diera de comer.

Se sentía una mujer feliz, haciendo lo que más le gustaba, con la aprobación y consentimiento de su marido, viviendo del dinero ganado honradamente con “el sudor de su sexo”.

Su forma de ejercer el oficio más antiguo rompía con los paradigmas conocidos, ella era distinta, no escondía el placer que podía provocarle un ocasional cliente, pero si negaba a besarles en la boca. Pagar por sexo tiene sus derechos, ella es una trabajadora sexual y retribuye con placer el dinero abonado por sus servicios, pero de algún modo guarda su boca y la calidez de sus labios sólo para su marido.

Todo esto comenzó cuando el matrimonio entre Miguel y María (Chantalle para sus clientes en la actualidad), con 3 bocas a las que mantener afrontando las contingencias y avatares de la vida cotidiana de cualquier pareja, funcionaba de lo más normal, hasta que la circunstancia laboral de Miguel torció el rumbo de sus vidas.

Chantalle es una muchacha de buen ver, a pesar de su edad que sobrepasaba los 45 años, simulaba bien la imagen de una MILF de esas que jamás pasaban desapercibidas, alta y exageradamente tetona, buenas caderas y un culo para el aplauso, en ocasiones solía acercarse hasta el trabajo de Miguel para acercarle el almuerzo que muchas veces olvidaba irresponsablemente en casa. Siempre bien arregladita, la discreción para vestirse no iba con ella, tampoco su vestimenta hacía acorde con su edad, pero, así era ella, desvergonzada desde siempre.

Subida a unos zapatos de tacón bien altos que resaltaban aún más la belleza de sus piernas largas y torneadas, le encantaba mostrar sus generosas formas vistiendo con minifalda cortita y de blusas ajustadas, disfrutando el juego de la seducción, mostrando “la carnaza para los lobos” y por qué no, volverlos locos de deseo. En una ocasión se acercó al trabajo de Miguel para llevar el almuerzo, captó la “atención” del jefe de este sin apenas esfuerzo por su parte.

Miguel, trabajaba por entonces, antes de que la crisis lo despidiera junto con 20 trabajadores más, en una empresa de distribución de bidones de agua, como repartidor de las entregas en un pequeño camión.

Miguel se enteró que dos semanas más tarde habría un festejo empresarial en el que sería necesario contratar a azafatas para asistir a los invitados del evento, aunque ello (y más tarde se supo), resultó ser una tapadera para demostrar millonarios ingresos en el bolsillo de los inversores, y a su vez el despido de muchos trabajadores alegando recortes. Al regreso de la jornada laboral, Miguel llegaba exhausto y agotado y le comento a María que habló con su jefe al respecto de dicho evento para colocarla provisionalmente a ella como azafata y llevarse un dinerito extra a casa que serviría para tapar algunos agujeros en el presupuesto familiar.

Acordaron en aceptar la propuesta y sin más acostaron a los niños, recogieron la casa y se tumbaron en la cama sin más esperanza de haber sobrevivido a un monótono día más.

Al día siguiente Miguel propuso a ju jefe la colaboración de su esposa María para para la selección de las candidatas, con ella reunían ocho solicitantes, todas ellas azafatas externas menos María que venía de parte de Miguel, sabiendo su jefe la precariedad monetaria de su familia y en parte prendado de los encantos de esta mujer, cada vez que visitaba la oficina en busca de Miguel, tres días más tarde se las llamó para ser entrevistadas y darles las instrucciones. Debían atender a la mesa principal, conducir a los invitados a la misma desde la entrada y permanecer a sus espaldas para lo que necesitaran, era una tarea bien sencilla y bien remunerada. Se les proporcionó ropa y zapatos para la ocasión. Les habían entregado un paquete un poco más grande que el estuche de una estilográfica, y María no vio de buena educación abrir el paquete allí mismo en presencia del jefe de Miguel, tampoco tuvo curiosidad por verlo, espero a abrirlo en casa junto a su marido.

A su regreso, Miguel le preguntó a María como había ido la entrevista y si les habían entregado la ropa, respondió que sí, que la había dejado sobre la cómoda de su dormitorio sin darle la mayor importancia.

La cena y los niños alborotados a la par que somnolientos apresuraron sus quehaceres cotidianos de esa noche. Antes de acostarse María quiso mostrarle a su marido el vestuario recibido, al abrir la bolsa se encontró un par de zapatos rojos con un tacón de no menos de 18 cm. Además había una cajita muy pequeña anudada con un lazo, más bien parecía un regalo navideño y no ropa para una jornada laboral. Deshizo el lazo, abrió la cajita y para su sorpresa la única ropa que contenía era un tanga y un mini sostén que solo le cubriría los pezones. Más que un tanga, era un hilo dental que seguramente se le metería entre las nalgas, dejando en libertad los exuberantes cachetes. Vale decir, que incluyendo a María serían sólo cuatro chicas las que sí aceptaron presentarse con esta escueta vestimenta.

Llegó la noche del evento, la sala llena de directivos, contables y altos cargos todos hombres, paseaban su arrogancia con la copa de cava en la mano.

María al parecer era la más codiciada por todos aquellos ojos masculinos muchos de ellos eran unos fetichistas acabados y hubieran matado por olisquear aquel tanga que María paseaba con una tranquilidad pasmosa. Los piropos de los asistentes no se hicieron esperar, tampoco las insinuaciones y propuestas. A pesar de ser la mayor en edad del elenco contratado para aquel fin, era sin duda la más erótica y llamativa del grupo.

El jefe de Miguel la estuvo radiografiando sin perder el más mínimo detalle anatómico, obviamente la había reservado para su “atención personal”, cuestión de poder regodearse la vista y deleitarse con las codiciosas intenciones, como el más sabroso postre de la cena que allí se servía, tampoco hizo demasiado para evitar que no se le notara el deseo que se estaba gestando dentro de él, a pesar de que Miguel también estaba invitado a la fiesta. La fiesta transcurrió con toda normalidad y sin ningún tipo de altercado. Al fin y al cabo eran poderosos directivos deleitándose la vista mientras ejercían sus negocios turbios.

Pasadas dos semanas el jefe en cuestión hizo llamar a Miguel por megafonía, ante la mirada atónita de sus compañeros que entre habladurías ya sabían que el comité de empresa tramaba algo a sus espaldas y pendían de un hilo sus puestos de trabajo, Miguel se plantó en su despacho, nervioso.

-Por favor tome asiento, Miguel.

-Siento notificarle que desde la gerencia de recursos humanos y “por instrucciones de la Dirección se van a hacer unos recortes de personal, y lamentablemente usted está en la lista de los prescindibles”… Mañana no hará falta que regrese a su puesto de trabajo.

Aquella noche, Miguel, llegó a casa devastado, después de una larga jornada con su repentino despedido. Fueron otros los compañeros que tuvieron más suerte y por el momento conservaban sus puestos de trabajo. ¿Cómo iba a imaginar que aquella noche en la cena de empresa, después de tragar como su mujer se pavoneaba entre otros hombres y aun así iba a ser despedido? La cena con los niños sabía a desencanto y pesar. El pensamiento de ambos transitaba por los accidentados caminos del cómo afrontar las obligaciones pendientes, los gastos diarios, los pagos, cómo superar el desempleo repentino si en aquella zona de las afueras de Valencia lo hacía más complicado, dada la escasez de empresas.

¿Con este oscuro panorama, como podían resolver la situación? Lo que ignoraba María, es que antes de ser despedido y tragándose el orgullo, Miguel negoció una pequeña ayuda por parte de su ya ex-jefe a cambio de los favores sexuales de su mujer.

-Miguel… No quiero parecer un aprovechado de la situación, pero… tu entenderás que no puedo evitar tu despido ya que lo dictan los de arriba pero quizás podría convencerlos de que te reincorporen aunque fuera en otro puesto más bajo y así no te quedarías en paro, podría hacerte ese favor especial... verás… no puedo quitarme de la cabeza lo impactado que me dejo conocer a tu mujer...

- Este favor especial para que te re admitieran tendría como contrapartida un favor que tu deberías hacerme… (Hizo una pausa, para influir en la decisión de Miguel), permitirme… acostarme con tu mujer. Sólo sería por una noche… quizás dos.

Aquel hombre que permanecía impertérrito tras su mesa de aquel solemne despacho parecía algo más aliviado al sacarse aquel lastre que pesaba tanto en su mente y en su deseo al realizar aquella declaración de intenciones. No pasó por alto la turbación del pobre Miguel y se apresuró a cerrar el delicado y sensible tema:

-Tómate tu tiempo para pensarlo, esto quedaría solo entre nosotros dos y tu esposa, te pagare muy bien y de ese modo, durante un tiempo no pasaran penurias tus hijos. Te ofreceré una gran cantidad, te estoy hablando de muchos ceros...

-Ya… mañana me respondes…

Aquella conversación privada como colofón final de su despido hizo que Miguel apenas pegara ojo esa misma noche. Se debatía entre escoger vivir por un tiempo algo más despreocupado en cuanto al pago de sus deudas y mantener en el colegio privado a sus hijos o hacer caso de su integridad y de la de su mujer y rechazar aquella gran oferta. Aquella madrugada al despuntar el sol y sin haber dormido apenas nada, Miguel despertó a María y le planteó el codicioso negocio que su jefe pretendía hacer a costa de su despido. Al oír la historia la muchacha quedó tan desconcertada que no sabía qué pensar, las deudas sumaban, urgían los pagos, el silencio se hizo “escuchar”, y a su pesar la urgencia podía sobre lo importante. Miguel sabía que debía darle una respuesta a su ex jefe aquel mismo día, apenas tenían tiempo para plantearse si debían ser éticos. Una pausa y el pesado silencio inundaban el dormitorio.

-Escucha, siendo fríos y calculadores solo sería una noche, como mucho te pidió dos y de ese modo él podría hablar con los de arriba para que te incorporarán de nuevo, aunque fuera en otro puesto, nos aseguraríamos esos ingresos mensuales.

- Dijo ella.

Si yo no acepto irás a la calle sin recuperar tu puesto y no tendremos ni un sólo euro en el bolsillo. Estamos de acuerdo que es un chantaje en toda regla, pero también es una facilidad que nos da tu jefe al ser tan solo una vez... no se dañaría a nadie... no se lo contaremos nunca a nadie.

–María se extrañó de lo fácil que pudo decir toda la explicación sin sentirse miserable.

-Pero... tú… ¿estarías de acuerdo en acceder a esta extorsión?...

-Sí... siempre y cuando tú aceptes –con gesto de resignación dijo:

- Sí. Dicho esto, Miguel llamó por teléfono a su jefe:

-Aceptamos la propuesta “indecente” dijo sin titubear cuando descolgó al otro lado aquel hombre que tenía su futuro en sus manos, la imagen de la película vino a su memoria como ilustración erótica, pero no quiso decirlo en alto para no ofender a María.

-Bien hecho Miguel, no te arrepentirás. Por mi parte soy un hombre de palabra y puedes volver a trabajar aunque ahora serás un simple trabajador de mantenimiento y no repartirás con el camión.

Aquello olía francamente a chamusquina, se notaba aquel hombre había jugado sus cartas a su favor a base de la necesidad de aquella familia para poder resarcir sus deseos carnales con María.

Esa misma noche hicieron el amor, era distinto, había un feeling distinto, una sensación de piel que no tenían las otras veces, la situación crítica había conseguido una pasión de intensidad poco usual, seguramente el morbo de la conversación previa tenía mucho que ver en este cambio de actitud a la hora del sexo. Se sentían más unidos como matrimonio.

Al día siguiente Miguel regresó con el mismo horario a su nuevo puesto de trabajo, le desanimaba enormemente ser un simple conserje limpia escaleras o vete a saber por qué "vía crucis" tendría que pasar por alto de ahora en adelante. Su orgullo había tocado fondo, la poca dignidad que le quedaba hacía que su semblante cabizbajo paseara por los pasillos de la empresa. Una hipoteca y tres hijos le obligaban a tocar con los pies en el suelo, aunque ello significará ser un cornudo consentido. Su hombría quedaba seriamente lastimada después de aceptar aquel acuerdo.

A su vez María no dejaba de darle vueltas al tema en casa, transcurrió su día intentando que todo sucediera con total normalidad, pero se sentía nerviosa y un poco excitada.

María sentía el miedo de ser la primera vez que estaría con alguien que no fuera su marido, mantenerse ocupada, no pensar en ello, bañarse y ponerse atractiva, fueron las actividades que ocuparon su mente, pero algo de morbo dentro de ella, se removía en sus entrañas, sobre todo cuando decidió “vestirse” igual que cuando fue a trabajar a la cena de empresa.

A eso de las ocho y media escucho como se abría la puerta, todos los días era igual, sólo que esta vez Miguel llegaba acompañado por su jefe, los niños ya dormían hacía un rato y nadie los había visto entrar en el domicilio como para sospechar que aquellos dos hombres habían hecho un pacto de intercambio sexual. Miguel inició un pequeño tour por su casa enseñando todas las estancias a su jefe para terminar en el dormitorio donde este se sentó en los pies de la cama

-¡María, te están esperando mi vida! –la voz le sonó con una ternura distinta.

Abrió y se asomó, enmarcada en el vano de la puerta del cuarto, ataviada como una diosa del sexo, avanzó unos pasos y el señor se llenó los ojos con tal visión, fue verla y levantarse de su asiento excitado ante esos zapatos de tacón de aguja que revolvían sus instintos más fetichistas, padecía de altocalcifilia, adoraba los pies de cualquier mujer, pero los de aquella hembra lo volvían loco. Agitándose de deseo, los calientes pensamientos golpeaban sus sienes haciendo crecer sus genitales. Miguel seguía pasmado con la visión del morboso cuadro de la lujuria en carne viva y del erotismo en la cima de los placeres terrenales. Por primera vez observaba a su mujer perplejo de tanto morbo que emitía. No sabía si era la situación en sí, el conjunto que llevaba puesto para otro hombre o ese punto celoso con el que miramos a nuestra pareja cuando sabemos es deseada por otra persona.

Los hombres bebían una copa de gin-tonic. El hombre, ciego de morbo y poder decidió dar el primer paso sin apenas acabarse la copa, la besó en uno de sus pechos y se retiró un poco para poder abarcar tanta belleza junta.

-Me pareces tan linda, mira lo que ¡me voy a cenar! Un delicado coñito... –hablándole sin pudor al estupefacto Miguel.

El jefe había perdido la noción del tiempo y espacio, sólo importaba poseer a aquella hembra tan especial. Dejó la copa sobre la mesita de noche en la que había un retrato del día de la boda de María y Miguel, sin importarle lo más mínimo y ahí mismo, delante del marido, la abrazó y la besó con apasionado deseo, metió la lengua dentro de su boca como para hacer una exploración. María se sorprendió respondiendo, sin pensarlo, del mismo modo a pesar de que Miguel los miraba, aquel hombre maduro y seductor de canas blancas, le contagiaba su calentura. La afiebrada pasión los quemaba a ambos por dentro por igual.

María tenía que dejarse de instintos, retomar conciencia de cómo y porqué estaba ahí, y se prestó a cumplir del mejor y más leal modo con el trato convenido, intentando dejar de lado la humedad que aquel hombre le despertaba en sus bragas...

Mientras Miguel parecía el tercero en discordia sobre el filo de la cama, el jefe no paraba de sobetearla y apretarle el culo como si de su propiedad fueran, hasta meter sus dedos buscando la vagina para ir teniendo un adelanto de lo que se comería.

- ¡Estás buenísima María!, quitando su sujetador en una rápida maniobra para comenzar a mamarle los pechos con increíble entusiasmo.

Ponía pasión en la brutal mamada que le hacía imposible controlarse, metía la cabeza entre los grandes pechos, engolosinado de tal modo que aunque era brusco intentando conseguir su preciado premio, contagiaba su calentura a ambos por igual. Miguel como espectador y voyeur y María como su puta personal para aquel instante. Apreciaba la sensación de los labios húmedos y febriles en sus tetas.

Tal vez fuera la sensación transgresora de hacerlo con un extraño, el señor de unos… 50 años (descontrolado) se desprendía como podía de su cara ropa, era un lobo hambriento que no podía soltar la presa. La pasión lo había superado, le urgía follarsela ya mismo, sin sentido de prudencia y pudores, nada más que sus ganas existían en aquel instante fugaz, consideraba a María de uso y abuso, su propiedad por esa noche.

En un santiamén quedó desnudo, el marido de María, hacía de gran cornudo, mudo espectador del increíble acto de deseo y desenfreno de su jefe, la polla del hombre, totalmente erecta hizo su aparición muy rápidamente para su edad, sujetando la con sus manos mientras se masturbaba ante la mirada atónita de ellos. Esa imagen excitaba por igual a Miguel que María que no hacía más que mirarla mientras humedecía su entrepierna. Su miembro no era muy largo pero suficientemente grueso como para saber que le esperaba una buena follada.

-¡Anda, dale unos besitos tiernos y húmedos María! -suplicaba el señor, señalando su polla.

Ella, sin dilación se arrodilló delante de su dueño por aquella noche, la besó, paseó la lengua por toda su extensión, jugueteando con sus manos, mientras acariciaba sus pelotas.

- Pajeame despacio, hazlo María.

Ella obedecía, sin dejar de mirarle a los ojos, desafiante, controlando cada gesto, cada movimiento, sabía que a los hombres les gustaba aquello aunque nunca hubiera hecho eso con ningún otro hombre más que no fuera su marido Miguel. Sabía que mientras le propinaba una mamada debía estar mirándole. Los besos se hicieron más intensos y húmedos, la boca se le llenaba, con cada chupeteada la saliva se le escurría por la comisura de sus labios. Sentía una agradable sensación de ternura, verlo excitado, brutalmente expresivo, como si estuvieran solos en el mundo, sin saberlo ella había saltado a otra dimensión, otra vida, otra forma de ver la vida, otra forma de disfrutar del placer de la carne, otra forma de gozar y hacerse gozar. Este hecho marcó un antes y un después en su vida, jamás renegó de esta forma de vivir y sentir el sexo, convertirlo en una forma de trabajo placentero en su futuro como escort.

En ese momento se dio cuenta que siempre dentro suyo sintió esa vocación de prostituta, de servir al hombre en todos sus deseos.

Aquel hombre había podido transmitirle su calentura, contagiado de modo inusual mientras sacudía su miembro dentro de su boca, sentía como su vagina comenzaba a mojarse muchísimo más. Sin poderse contener por más tiempo, el hombre la levantó por los hombros y con autoridad dijo:

-¡Vamos a la cama putita! –mirando al cornudo marido que seguía de pie observado el fogoso espectáculo como si fuera otra gente y no su esposa, siguió:

-Llegó el momento Miguel, me voy a follar a tu esposa, nos vemos mañana… Invitando al pobre cornudo a salir del dormitorio y a no poder seguir viendo que más ocurría allí.

Por un momento Miguel, temió por la vida de María, pero eso no le detuvo para que sus pasos lo guiarán hacia la puerta para abandonar a su suerte a su mujer. Sentía como que María era la prostituta de aquel hombre, una escort de lujo contratada para aquel servicio y él su proxeneta. El señor, acudía semanalmente a una casa de putas en valencia, para no ser reconocido en aquel pueblucho de mala muerte como el perturbado fetichista de pies y otras parafilias, adicto al sexo ocasional. Casado y habituado al sexo marital en su vida particular, ahora se encontraba trastornado por las voluptuosas formas de aquella mujer casada con otro pero que actuaba ante el sexo como cualquier otra puta de Valencia, a las que era fiel devoto aquel hombre. María afloraba en él los instintos primarios del deseo, y lo hacía sentir toda una fiera para el amor sin recurrir a su pastillita azul acostumbrado a consumir semanalmente en sus escapadas clandestinas.

El calor inundaba su rostro, los ojos abiertos incrédulos se llenaban de carne trémula, estaba dispuesto a poder hacer todo lo que su fantasía había pergeñado en esas noches de febril calentura mientras satisfacía el mono por aquella mujer en otros coños desde el momento que la vio entrar en su empresa: Su gran hora había llegado. Le rompió el tanga de un tirón, la tumbó en la cama, de espaldas, ella se abrió de piernas mostrándole todo su esplendor.

Como un poseso se abalanzó sobre la boca vertical allí expuesta, toda depilada, besos ardientes con lengua, paleteando una fogosa y alucinante lamida que hicieron sentir extrañas sensaciones a María. Mientras él se comía aquel coño desbordante de humedad y se llenaba la boca en el manantial de jugos, ella pensaba como sería dedicarse en pleno a eso de ser la esclava sexual de alguien, el hecho de prostituirse y de cómo necesitaría un nombre artístico por así decirlo para ejercer. Se dejó acomodar, sus piernas descansan sobre los hombros del hombre, para poder comerle con más comodidad, hasta casi ahogarse, por dos veces, en los profusos jugos que la inundan mientras ella se corría como nunca lo había hecho jamás con su marido. Afuera Miguel escuchaba sus gemidos desde el sofá.

Todo era un mar de gemidos, lamidas y jadeos sobre la cama matrimonial, proporcionando más morbo a la situación. El hecho de que Miguel esperara fuera y pudiera oírles excitaba más a los dos.

El sentía que ha llegado el momento, montando sobre ella abriendo más sus piernas para metérsela hasta el fondo, ella rodeándolo con estas, enlazadas en su espalda como una hiedra de carne aprisionaba a aquel desconocido hombre que la penetraba de forma salvaje. Una y otra vez, con vehemencia y brutal deseo, entraba al fondo con su pene duro como la piedra y lo sacaba para volver a repetirlo produciendo maravillosas sensaciones en cada embestida hasta propinarle varias corridas.

-¡Me encanta seas mía, hoy eres sólo mía y de nadie más! -vociferaba y gritaba para más tortura del pobre cornudo de Miguel.

El ambiente de lujuria y el morbo llevaba la libido a niveles máximos en María. Jamás hubiera imaginado una situación similar en su vida, y la estaba disfrutando al máximo. Estaba llegando al momento culminante, sin reprimirse en gemidos, más aquel hombre sintió como la vida se le escapaba por un instante en un tropel de semen blanco que termino por explotar dentro de ella.

Sin preguntas, simplemente se corrió dentro de ella como un chiquillo en aquel polvo revitalizador, regó el interior de la vagina complaciente de María que agradecida comprimía el pene de él. Podía sentir el latido rápido de su corazón recostado sobre el pecho de ella resultando ser muy distinto a cuando Miguel se corría. Este hombre a pesar de su madurez le ponía garra, era un delicioso cabrón, después de todo.

Descansaron por un rato tomados de la mano, en silencio. Pero, aquel hombre no iba a desaprovechar la oportunidad y se iba a marcha a casa, tenía que disfrutar de su compra una vez más, iba a pagar una generosa cantidad y quería amortizar una vez más. Sólo de pensar en ello se empalmo en pocos minutos como si de un veinteañero se tratará. La puso de nuevo a cuatro patas para enchufarla desde atrás levantando bien el culo y poder recibir las primeras embestidas. Extasiado, acariciaba y besaba jugando a morder su culo mientras se detenía de nuevo en su fetiche agarrando de María por los tobillos para tener contacto con aquellos tacones que lo ponían tan excitado.

-¡Me encanta tu culo mi puta!

Pasaba de los elogios a las guarradas sin parar, era su forma de expresar cómo apreciaba esa "compra por ella”

-¡Esta noche eres mía!, me voy a follar a la mujer de ese cabrón cornudo que está escuchando como te lleno el coño. -Repetía sin cesar para molestar más a Miguel que esperaba paciente sin interrumpir fuera. Eso le excitaba aún más, saber que era dueño de la mercancía de otro al menos por aquella noche, se sentía poderoso sabiendo que el dinero lo compraba todo.

Montado sobre ella, asido de las ingles, la penetraba con fuerza y pasión descontrolada. De pronto María dejó irse en una “corrida estrepitosa”, sentía los latidos de aquella polla dejando salir el semen dentro de ella de nuevo. Tapando los gemidos de la boca de él con su mano, por miedo a que Miguel rectificara y entrase acabar de una vez por todas con todo aquello.

El descanso trajo un poco de paz al exigente derroche de energías.

Salieron del cuarto, ella ahora se sentía algo más liberada, Miguel esperaba fuera como un tigre encerrado, nervioso se había ido de un cuarto al otro cuarto, recorriendo todas las estancias de la casa, bebiendo unos tragos. Lo invitaron a entrar al dormitorio, permanecían desnudos, ella sentada sobre sus rodillas, miraba fijamente la reacción de Miguel. Fue un momento casi de ternura, de contención de ella hacia su marido que mostraba su faceta más intimista, acariciando su mano ante la presencia de aquel otro hombre desnudo en su cama. Miguel sabía que aquel hombre había hecho disfrutar a su mujer más que ninguna de las veces con las que él había compartido con ella. Por un lado los celos le mordían interiormente, por otro se sentía extrañamente excitado y se notaba su erección bajo el pantalón.

Durmieron juntos, los tres abrazados hasta la mañana siguiente, fue una noche de lo más plácida después de aquella delicada situación.

Por la mañana María despertó a los niños, preparo el desayuno como cualquier otro día normal y los llevo al colegio, dejando en la cama a aquellos dos hombres. Al regresar se desnudó, y entró descalza en la habitación, abriendo la persiana para que el sol entrara. Primero beso a su marido y cruzó una mirada y una sonrisa con él segundo. La pregunta casi obligada del marido al despertar sobresaltado junto aquel hombre y ver a María desnuda ya de día fue:

-¿Ya ha pasado todo?

-Sí, todo está resuelto. -Dijo aquel hombre, entre bostezos mientras se vestía.

María y Miguel corrieron juntos hacía la ducha, tenían la necesidad imperiosa de "limpiar lo sucedido" y pedir disculpas de algún modo por lo sucedido. Enjabonados y repartiendo mimos mutuos pusieron el broche a una noche de pasión y sexo sin control, follando contra la mampara de la ducha.

Mientras aquel hombre que la noche anterior parecía tan tosco y manipulador les había preparado el desayuno, los tres juntos, ¡Sí, los tres juntos!

-Rafa, ya está todo arreglado, sabes soy un hombre de palabra y por mi parte hoy hablaré con la Dirección y no perderás tu puesto de trabajo nunca más sus caras lo decían todo, se sentían aliviados, había sido una noche intensa, extrañamente perturbadora en la que hizo los tres cuestionaran el sentido de sus vidas.

María había sabido sacar lo mejor de aquella situación, se esmeró para que fuera extraordinaria. Ella misma, disfruto de un placer inimaginable, se sentía bien consigo misma, ningún sentimiento de culpabilidad hacía sombra a lo sucedido, no creía que ese hombre que se había aprovechado de la situación, por el contrario, sentía casi una deuda de gratitud por haberla hecho experimentar a otro hombre y de ese modo, tan excitante, algo que jamás olvidaría. En su mente hasta llegó a considerar el hecho de descubrir su vocación de ser prostituta.

En estas cavilaciones pasó el resto de la mañana. Más tarde cuando aquel hombre se marchó con un efusivo abrazo hacia el matrimonio, aprovecharon para charlar sobre lo sucedido. Aquello había marcado un antes y un después para todos. María le confesó a Miguel haber disfrutado mucho de aquel hombre y aunque sus sentimientos seguían intactos hacía Miguel, se sentía pletórica de sexo.

-Claro, no quiero engañarte, sí sentí placer y gusto de hacerlo, me calenté mucho cuando me sentí acariciada y deseada. No voy a negar que me sentí muy a gusto a pesar de ser un desconocido, de sentir una polla distinta en mi vagina. Pero tan solo fueron esos momentos, tú siempre estás en mi mente y a mi corazón.

Hoy en día, María es ama de casa de día para convertirse en Chantelle de noche. La escort más codiciada de Valencia. El jefe de Miguel, prendado de su sexo desde aquella noche la siguió codiciando para convertirse en adicto a ella y su sexo. Este hoy por hoy “agradece” las “atenciones sexuales” personalizadas de Chantelle con regalos, ropa y dinero, pagando sus servicios puntualmente cada dos días para finalmente llevarlo a la ruina a él y a su empresa. El chantajeador sexual ahora es la víctima... Pero esa es otra historia...

Así comenzó la historia de Chantelle, una prostituta con principios y sin engaños, que no besa en la boca para respeto de su marido pero que sí tiene orgasmos y disfruta del sexo como pocas...

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