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Mis mujeres II: Dora (2)

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Dora se dio cuenta de mis intenciones

- Vaya, vaya, otra vez en forma, menudo sinvergüenza eres.

Me incorpore y la bese en los labios, mis manos alcanzaron sus pechos acariciándoselos quizás torpemente.

- Te gustaría follarme... -dijo de pronto.

Supongo que ante mi cara de sorpresa y por la emoción del momento no supe que decir.

- Estate tranquilo tomo anticonceptivos, tengo pareja y de momento nada de niños.

- Me gustaría seguir claro... si tú quieres... -era lo que más yo deseaba penetrarla por fin.

Mis manos buscaron sus caderas y sus piernas volvieron a separarse dejando que mi pelvis se juntara a la suya haciendo que mi verga rozara su sexo que otra vez estaba todo empapado. Me miró.

- Yo también te quiero sentir dentro, no perdamos el tiempo.

De cuquillas sobre mí, mirándome al rostro acomodó la verga en la entrada de su vagina y fue dejando caer lentamente, suave, haciendo que la penetrara como tantas veces había soñado desde que la había vuelto a ver. Podía sentir el calor de su cuerpo alrededor de mi polla, la humedad de las paredes de su vagina aprisionando mi miembro, tragándoselo por entero, la misma humedad que escurría por sus dedos hasta mi pelvis y ella descendiendo todo lo largo de mi polla hasta quedar ensartada como una espada en la carne.

Cuando toda estuvo adentro, saco su mano y se apoyó con las dos en mi pecho y empezó un movimiento de caderas en sube y baja, suave, lento, como tratando de lubricar al máximo mi polla y mientras se acompañaba de jadeos.

Mis manos buscaron en forma automática esos pechos que ahora se balanceaban en círculos opuestos frente a mis ojos y empecé a amasarlos. Sus pezones reaccionaron de inmediato endureciéndose y por primera pude advertir como la aureola de los pezones se contraía en tamaño a medida que se le ponían duros como piedras entre mis dedos.

El clima de la relación aumentaba, ella misma hacia sus movimientos cada vez más rápidos. A cada movimiento de sube, al final, ella se dejaba caer con más fuerza hasta chocar con mi pelvis y otra vez vuelta a subir para repetirlo. Busque con mi boca uno de sus pechos y lo mordí suavemente y entonces ella me pidió "muérdelo, muérdelo, clavá tus dientes que me gusta".

No recuerdo el tiempo que estuvo montada sobre mi cuerpo y yo comiéndole esos pechos increíbles hasta que reclinando su cabeza en la almohada ahogó ahí un grito gutural y en ese instante exhalo, jadeo una o dos veces y pasados unos segundos volvió a erguirse para mirarme y decirme

- Vamos, que estas esperando... -Mientras con la palma de su mano me soltaba un par de cachetes en la cara.

Mis caderas empezaron a moverse haciendo que entrara y saliera mi verga en toda su extensión de su vagina, primero eran movimientos largos, pausados, bien lentos, notando como entraba y salía cada centímetro para luego ella empujar su culo para atrás a cada estocada acelerando los movimientos hasta ser completamente instintivos, como de animal. La situación era mejor de lo que la había imaginado en tantas pajas.

- Dora cuantas veces me hice una paja soñando con esto.

- Si, pues ahora quiero que te corras dentro de mí de una puta vez.

Las manos mías aferraban sus nalgas, haciendo que cada penetración fuera más hondo a cada embestida y ella busco con sus manos mis caderas y comenzó a acompañar mi ritmo y tirando de mi para que entrara más en ella. Tan fuerte me agarraba de mis caderas que sus uñas empezaron a clavarse en mis carnes, la mezcla de dolor y placer que me causaba esa situación me embriagaba a punto tal de que ya me daba cuenta que no tardaría en eyacular de nuevo.

Ambos nos movíamos de forma frenética, sus gemidos y sonidos se confundían con mis jadeos y la respiración se aceleraba a cada segundo y entonces le avise que estaba por terminar, me descargue. Ella al sentir como los chorros de semen le golpeaban en las paredes de su vagina, se dejó caer hacia delante apretando mi polla en el interior de su vagina y el cuerpo de ambos temblando de las convulsiones del orgasmo que juntos estábamos teniendo.

Quedó echada sobre mí por varios minutos, sin decirnos palabra, yo besando su cuello, sus hombros, sus mejillas hasta que mi verga sola se escurrió de su vagina al perder su erección. Entonces la mire a su cara.

- Espero que te haya gustado y que me encantaría poder repetirlo otra vez y estar contigo.

- Por lo pronto, me ha gustado mucho lo que hemos hecho -dijo después de besarme en los labios.

Se puso de pie recogiendo en su camisón los restos de semen que tenía por las piernas se puso la braga y dirigiéndose hacia la puerta.

- Es ya tarde y no creo que tarden en volver esta gente.

Volvió hacia mi otra vez mientras me daba un beso.

- No irás a decir nada de esto ¿verdad? Es un secreto entre nosotros. Ni se te ocurra.

Yo asentí con la cabeza. En lo único en que pensaba era en ir otra vez al cuarto de baño y seguir meneándomela.

Me desperté por la mañana sin haberme enterado de la vuelta de mis padres, yo dormía en la misma habitación que ellos, aunque la casa era grande pero al ser tantos teníamos que repartirnos, en verano normalmente tenía yo una habitación para mí solo.

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