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Mis mujeres (V): Dora (5)

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Al ver mi aguante separó su boca y me dijo:

- Parece que aguantas mucho. ¿Es que no te doy gusto?

- Me estás proporcionando el mayor placer de mi vida.

- ¿Entonces?

- Estoy tratando de aguantar, pues no quiero correrme sin habértela metido antes.

- Estupendo - respondió expectante.

La mire fijamente, pase una mano por debajo de sus brazos y otra por su espalda levantándola en vilo para recolocarla y depositarla de nuevo en el sofá con suma delicadeza.

- No sabes cuánto te deseo, he soñado contigo todo el día -le dije entrecortado

Y en ese momento me arrodillé ante ella, le abrí los muslos y separando la tela de las bragas me apropié de su sexo de su clítoris, lamiéndolo, mordisqueándolo, introduciéndole los dedos en la vagina una y otra vez hasta que toda ella tembló corriéndose en mi boca con un grito silencioso. Bebí el orgasmo femenino hasta que cesaron los temblores.

- Eres un sinvergüenza, cuanto has aprendido.

- Ahora me gustaría follarte y demostrarte lo que he aprendido ¿quieres?

En sus labios una sonrisa lujuriosa mientras se desprendía de las bragas.

- Follame lo deseo y no pierdas el tiempo en demostrármelo.

Entonces, trepé por su cuerpo, me vino de pronto a la mente la imagen del aquel verano , el caballo montando la yegua, le da la vuelta tumbándola boca abajo, pasé una mano por su estómago haciéndola subir el trasero hacia mi erección y la penetré lentamente, pegándole el pecho a la espalda, besando su nuca, apretando dentro de ella, moviéndome en círculos sin sacar ni un milímetro la polla, simplemente rozando cada punto erógeno de su vagina, sosteniéndome tras ella con una mano y acariciándole esa dulce y blanda barriguita con la otra hasta que la oí gemir de nuevo, entonces bajé la mano a su pubis, encontré de nuevo el clítoris y lo pellizque suavemente con dos dedos, volvió a fluir la humedad, entonces ella bajo una de sus manos sacándome la polla mientras se introducía un par de dedos, se masturbaba y emitía otro tipo de gemido más desesperado y profundo.

Se incorporó de golpe y colocándose de espaldas a mí:

- Por el culo, ahora quiero que me lo folles.

Realmente me sorprendió aquella petición. Pero sus palabras fueron muy convincentes, seguras. Y más cuando las volvió a repetir, mientras colocaba sus nalgas prácticamente delante de mi cara.

- Ahora quiero que me encules, tranquilo no será la primera vez no está virgen, pero házmelo poco a poco.

-¿Estás segura de que quieres eso?

- No solo lo quiero sino que lo deseo.

- Tienes un culo impresionante.

- Gra... gracias.

Se colocó en el centro del sofá. Estaba buenísima, la cara apoyada en los almohadones, con las tetas colgando como cocos de una palmera y el culo erguido y respingón.

- ¡Así, perfecta, no te muevas! -exclamé.

Me coloqué de nuevo detrás de ella, acaricié los muslos, los separé y aproximé el rostro al ano. Escupí en él, lamí a fondo el orificio, chupaba entre la raja del culo y con una mano le estimulaba la vulva, separando bien sus labios. En menos de un minuto, estaba de nuevo a punto. Ni corto ni perezoso, me situé en posición y metí mi polla entre sus nalgas buscando la entrada del jugoso y sensual ano. Lo tenía muy húmedo mezcla de los diversos flujos.

–¿Quieres que te folle?

– Sí -mientras giraba la cabeza y mirándome fijamente a los ojos- Métemela, fóllame de una vez y rómpeme el culo.

Ella colaboró en el proceso, pues llevando una mano entre sus piernas, fue la encargada de colocar mi polla en su entrada, dejando así mis manos libres para apoderarme de sus tetas. Entonces, y de forma simultánea, yo empujé hacia delante y ella echó el culo hacia atrás. Fue progresivo cada vez ella se introducía un trozo más grande de polla en su intestino, enculandola cada vez más fuerte, apretó las nalgas de forma que en la penetración la polla contactaba con los glúteos y rozaba con más intensidad al entrar y salir. No podía creérmelo, estallaba mi cabeza a la vez que un orgasmo demoledor se apropiaba de mi cuerpo, el calor que inundaba mis testículos ascendiendo por la polla, haciéndome temblar todo el cuerpo, tan caliente, me estaba corriendo casi sin darme cuenta. Joder que gusto, me había vaciado por completo inundando su culo y la leche rebosaba por sus nalgas.

Respiré agitadamente intentando volver a la realidad. Cuando lo conseguí estaba ella derrumbada sobre el sofá, totalmente relajada, con los labios entreabiertos y los ojos cerrados. En aquel momento era la imagen más hermosa de una mujer que había visto en mi vida.

- Estás agotado ¿eh? -me dijo.

- Sí, no puedo más -dije- Eres increíble.

- Tú tampoco lo eres -me dijo besándome.

Nos duchamos y vestimos rápidamente para trasladarnos a casa de Laura, llegamos justos a la hora fijada.

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