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Mis mujeres: Dora y Laura

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Dora ya me había puesto al corriente de quien era y de la situación de Laura, estaba separada y con un hijo. La primera impresión que tuve de ella me impacto, debería medir como 1.70 llevaba puesto zapatos de tacón y llegaba casi a mi altura, morena, pelo liso largo, guapa, con cara aniñada, lo cual daba bastante morbo, enfundada en un mini vestido de punto negro que al ceñirse remarcaba su cuerpo, un pecho no muy generoso, la curva de sus caderas que al girarse realzaba un culo redondo y respingón marcándose unas buenas nalgas con unas piernas largas enfundadas en medias negras.

Primero nos soltó una pequeña pero picara reprimenda al aludir cierta tardanza pero la sorpresa salió a continuación, su hijo no estaba, se lo habían llevado los padres de ella por lo que no había que cangurar.

- No hay ningún problema y lo más lógico es que te quedes aquí, puedes quedarte tranquilamente a esperarnos, tienes para cenar lo que prefieras la nevera a tu disposición, incluso puedes echarte a dormir si ves que llegamos tarde.

Lo soltó de seguido y ante la firmeza de sus palabras no dio lugar a mostrar ningún reparo por parte de Dora y menos por la mía. Me enseño en un momento todo lo que tenía a mi disposición.

Prestas para salir las observe por detrás en el pasillo antes de colocarse los abrigos, las dos llamaban la atención, Laura tenía un aire entre perverso y dominante, por su complexión atlética en cada movimiento los músculos de su cuerpo afloraban marcados en su vestido de punto. Por el contrario Dora se la veía mas frágil y sensual, con su blusa roja y la minifalda de piel negra aparecía seductora, mostrando sus piernas torneadas enfundadas también en medias negras y con zapato de tacón, al ser más baja tenía menos cuerpo que Laura, pero ambas producirían la admiración de cualquiera y formaban un cuadro de ensueño que encendieron mi turbación.

Cuando salieron me puse a ver la tv, pasado cierto tiempo tome la decisión de inspeccionar el piso, todo él amplio, muebles rectos modernos combinando con alguno antiguo, sobrio, elegante y con gusto, se añadía el calor agradable y acogedor de la calefacción, mediante unos peldaños que daban la sensación de un semiduplex se accedía a un despacho, un aseo y una habitación por los detalles la de su hijo, después el dormitorio de ella, en una esquina una puerta daba paso a un aseo y baño incorporado y un cuarto anexo de vestidor, una verdadera suite. En una de las paredes un gran espejo, otra cubierta por la cortina era una cristalera, la cama estaba colocada sobre un futón de estilo japonés que apenas levantaba veinte centímetros del suelo, eso sí, medía por lo menos dos por dos y por último aunque no menos impactante, frente al pie de la cama un sillón diván en piel blanca sin respaldo y con grandes apoyabrazos. En todo el piso se notaba un gusto particular pero colocado con armonía.

Me detuve en el vestidor, la ropa toda de mujer: abrigos, chaquetas, pantalones, faldas... mi tensión se aceleró al abrir cajones con su ropa interior: sujetadores, bragas y tangas de todos los modelos y colores, el tacto y el aroma de aquellas piezas alteraron mi cuerpo, pero decidí aparcar mis pensamientos, quizás todo lo acontecido aquellos días con Dora frenaron mis instintos. Decidí cenar algo, pase después al salón y me puse a ver la tv.

Mi nombre resonó en mis oídos, me incorporé de golpe sobresaltado, me había quedado dormido en el sofá, no tenía ni idea de la hora y lógicamente no las oí entrar, me di cuenta rápidamente de la situación, Dora semi agachada delante mío sonriendo, Laura sentada en un sillón también con la sonrisa en los labios.

- ¿Qué tal todo bien? -pregunto Dora.

- Si si si, balbuceé.

- Que pena haberle interrumpido a buen seguro estarías soñando, por la cara de satisfacción que tenías -dijo Laura.

- Uff... me he quedado dormido.

- Pues la peli de la tv no tiene desperdicio para quedarse dormido -de nuevo Laura con una sonrisa maliciosa.

En la pantalla una película X, había puesto el canal y me quede dormido, no sabía el que decir rojo como un tomate, en la pantalla dos chicas se lo hacían en plan lésbico.

Las observe de reojo, las dos calladas sonreían mientras observaban pantalla, Dora se había sentado en el brazo del sofá donde estaba Laura, recostada le pasaba el brazo por los hombros, seguían las escenas en la tv, Dora había descruzado las piernas, una mano de Laura se posó sobre ellas, entre la postura y la minifalda le resultaba fácil acariciarle los muslos. Las miraba de reojo, por un momento parecía que me habían olvidado, Dora amasaba con sus dedos la cabellera de Laura y las manos de esta subían por entre los muslos, Laura la atrajo hacia ella besándola suavemente en la mejilla, Dora sonrió mirándome.

Las escenas del tv había cambiado, ahora eran dos mujeres que se lo hacían con un hombre.

- Ya te gustaría ser protagonista de la película ¿eh? -habló de nuevo Laura.

Ante la sorpresa de la pregunta solo supe encogerme de hombros y una sonrisa de compromiso.

- Supongo que al natural será muy satisfactorio, ¿no te parece? -continuó.

- Seguramente -dije con otra sonrisa.

- Estoy segura que estando solo ya te estarías masturbando, con estas escenas.

Me removí en el sillón, sus preguntas me estaban incomodando.

- Bueno, supongo que te masturbas, ¿no? ¿Igual aun eres virgen?

- Si, no, desde luego, algún revolcón que otro, bueno lo clásico -solté lo primero que atiné a decir.

Dora cuchicheaba en la oreja de Laura, esta seguía las caricias en sus piernas.

- Que quieres decir con lo clásico, follar con una mujer, supongo ¿o es que tienes otras preferencias?

Lo dijo mientras se levantaba del sofá, noté su presencia a mis espaldas y más cuando se inclinó sobre mí para acariciándome los hombros.

- ¿Te atreverías con dos...? como el de la película -susurrándome en el oído.

- Con dos, ¿qué?

- No lo subestimes, le creo capaz de todo -dijo Dora mientras se levantaba también.

Yo seguía sentado, ahora las tenia de pie frente a mi mirándome fijamente, Laura abrazaba a Dora por la espalda apoyando la barbilla en sus hombros, cuando una de sus manos la posó sobre la falda y empezó acariciarle la zona baja del vientre con la otra hacía lo mismo tocándole los pechos sobre la blusa, después la subió a la cara y con los dedos le acarició los ojos, la nariz, introduciéndole el dedo corazón en su boca, Dora lo succionaba como si fuera un helado.

Entre las escenas de la película, ellas dos y las preguntas de Laura yo intentaba mantenerme sereno pero mi corazón empezaba a latir a más de cien y algo empieza a moverse por mi cuerpo.

- Levántate -dijo Laura dirigiéndose hacia mí con voz calmada pero con autoridad.

Obedecí, sentí la liguera presión y una palmada en el trasero mientras me coloca al lado de mi prima, tomó mi barbilla entre sus dedos y me dio un ligero beso en los labios, hizo lo mismo con ella. Después sonrió colocándose en medio y cogiéndonos de la mano.

- Seguidme -salimos de la sala y entramos en su dormitorio.

-Vuelvo enseguida y a la vuelta os quiero encontrar a los dos completamente desnudos -La escuche incrédulo mientras miraba con asombro a mi prima.

- He dicho completamente -con voz enérgica mientras salía de la habitación y desaparecía por la puerta que daba al baño y vestidor, Dora se giró hacia mí y con un dedo sobre sus labios me indicaba silencio.

- Estamos en su casa y ella manda, debemos obedecer no te parece.

Me dio un beso en los labios y empezó a desprenderse de su ropa, percibí que lo hacía con agrado, la seguí con la mirada y empecé a desnudarme. Pasaban los minutos los dos sentados sin hablar desnudos en el sillón diván, cuando apareció ella, el pelo recogido en un moño, un corsé de cuero ajustado que realzaba sus senos mostrando parte de ellos, sin bragas dejando a la vista bien definido el triángulo del pubis, con liguero y medias negras que ceñían unos torneados muslos y mostrando un culo blanco, cremoso. Se exhibía orgullosa sobre unos tacones de aguja, las manos enfundados en guantes negros que le llegaban hasta los codos, en una mano llevaba una bolsa negra que dejó sobre la cama y en la otra una delgada fusta de cuero parecida de las que se emplea para fustigar a los caballos.

Encendió unas velas dispuestas a los extremos de la habitación, apagando el resto de luces. Se había transformado en la dominatrix que habitaba en alguna de mis fantasías, la sacerdotisa de un rito que mi prima y yo éramos los corderitos que sacrificaría en el altar de la lujuria. Estaba excitadísimo por lo que pudiera ocurrir a partir de aquel momento.

- Las manos a la espalda tocándoos los codos y poneros delante del espejo -En el silencio su voz sonaba calmada, sin énfasis pero con autoridad.

Esta postura obliga a enderezar la espalda, en el espejo se reflejaban los cuerpos desnudos, ella por detrás con la fusta recorrió primero la espalda de Dora, llegó a sus nalgas soltándole un liguero latigazo que le hizo dar un pequeño alarido, hizo lo mismo en mi espalda pasando la fusta entre mis nalgas para soltar también un latigazo. Seguidamente se colocó delante, de nuevo primero a Dora le puso la fusta bajo la barbilla alzándole la cara y con la palma de la mano le recorrió el cuello bajando a los pechos tocándoselos sutilmente, siguió por su vientre para llegar al pubis y entrar los dedos por entre las piernas.

- Uhm... estas deliciosa como siempre, esta es mi Dora -murmuró.

Aquí me di cuenta que ellas dos algo tenían en común y que yo iba ser utilizado para sus juegos.

- ¡Esto te gustara a ti también estoy segura, eh! -exclamó. Tenía una mirada traviesa seguramente al saberse dominadora de la situación, lo cierto es que mi experiencia era bastante limitada y mi ego estaba perdido en el delirio de la situación.

Delante de mí sigue el mismo ritual en las caricias, primero el cuello, la mano se movía alrededor de mis pezones sin un rumbo determinado, las caricias en el vello del torso. Una de sus uñas rasgó un pezón, repitiendo la caricia al otro, suspiré y arqueé ligueramente la espalda.

- ¡Te gusta!

Baje la vista, ella me miró muy atentamente y volvió pero apretando ahora entre los dedos pulgar e índice. Un nuevo suspiro...

Mientras la fusta acariciaba mis pantorrillas subía por los muslos y daba ligueros golpes, se había separado de mi colocando la fusta sobre mi pene, cuya rigidez y por la excitación temía yo que no entrara en erupción, lo recorrió lentamente desde los testículos hasta donde despunta el glande, soltándole un azote con la punta de la fusta, la osadía de la maniobra me provocó un pinchazo en el bajo vientre y el instinto de taparme con las manos.

- Tranquilo esto solo acaba de empezar -con voz autoritaria y con una mirada extática.

- Las manos detrás -mientras me acariciaba mis genitales.

- Si pero -dije encogiéndome de hombros y colocando de nuevo los brazos en la espalda.

- La tienes generosa y grande, tengo que darle la razón a Dora -soltó sonriéndose.

Ella siguió a mi lado desnuda, erguida y en silencio, con una sonrisa en los labios, las dos eran cómplices y me tenían a su merced.

Perdí la noción del tiempo, no puse impedimento alguno cuando en sus juegos dieron rienda suelta a la imaginación, juegos que me llevaron a parajes de fantasías sexuales quizás soñados pero desconocidos por mí hasta entonces y con unos momentos de disfrute desenfrenado que me despertaron unos deseos inesperados. Creo que no hay recetas para explorar y disfrutar de tu sensualidad y de los límites del placer, pero la condición para descubrirlas es ponerlas en práctica y de verdad es que aquella noche alguna de las recetas las pusieron en práctica conmigo.

CONTINUARÁ...

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