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Mi vecina hace cornudo al marido

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En los últimos días han sido varios los relatos que he subido. La verdad es que la aceptación ha sido buena ya que varias personas me han escrito… y eso ayuda bastante a seguir escribiendo. Agradezco que invirtáis vuestros minutos en leer lo que escribo y que, encima, os guste.

En esta ocasión antes del relato en sí debo contaros algo para que lo entendáis bien. Los relatos que he subido hasta ahora, aunque contienen detalles reales, son más fruto de mi imaginación. Sin embargo el que a continuación escribo es totalmente real. Todo lo que cuento ha sucedido en realidad. Puede parecer, seguro, menos “fuerte” que otros que he escrito antes, pero el hecho de que sea totalmente real y me ocurriera a mí me lo hace muy morboso. Espero que a vosotros y vosotras también, claro.

Por ello, además, me tenéis que permitir que en unas líneas os cuente algunos detalles para que entendáis bien el relato.

Vivo en una localidad de Sevilla. Concretamente dentro de esa localidad, en un barrio bastante nuevo. Con nuevo quiero decir que es de construcción reciente pero que además, en su mayoría, la gente que en él habitamos somos gente joven. Eso explica que entre semana sea difícil encontrar a gente en mi barrio. Y en el fin de semana ni os cuento.

Entre semana la gente trabaja y las casas están cerradas a cal y canto la mayoría del tiempo. En el fin de semana la gente que no es de aquí se marcha a visitar a la familia, los que tienen un piso en la playa también se van… En los fines de semana mi barrio parece un barrio fantasma. Algo bueno, eso sí, para aparcar el coche.

Pues precisamente era un viernes de hace unos meses cuando ocurrió todo. Yo había salido del curro el viernes al mediodía y me encaminaba desde Sevilla a mi casa en el coche. Sería un viernes tarde y noche tranquilo. Mi mujer trabaja en unos grandes almacenes. Estaba de inventario así que saldría antes y encima el sábado debía volver a primera hora. Así que se quedaba en la casa de sus padres, que vivían en la propia Sevilla. Era algo tonto desplazarse tanto para tan poco tiempo.

Mis planes… ver la tele, beber cerveza y poco más.

Además era un día de esos grises, con llovizna.

Pues nada. De camino a casa parada en el Carrefour y cerveza al carro.

Un cuarto de hora aparcaba en mi barrio y me iba a mi casa con la bolsa de la compra y las cosas del curro.

Al pasar por la casa de mi vecino se abrió la puerta. Salió mi vecino cargando un par de maletas.

- Qué? Una escapada? -le dije deteniéndome.

-Eh? Hola! Una escapada?? Ojalá!! Trabajo, amigo, trabajo. Mi empresa será muy buena pero tiene las cosas de poner una reunión mañana sábado y encima en Bilbao. Imagínate.

-Ostia, gran putada.

-Pues ya ves, macho. Maleta y manta -dijo mientras metía las maletas en el coche.- Y me voy pitando que ya lo que me falta es perder el avión. Nos vemos la semana que viene.

Y diciendo esto, dándome un toque en el hombro, se fue.

Yo entré en casa, metí la cerveza al frío y empecé a perder el tiempo de la tarde.

Aprovecharé un momento ahora para contaros algo sobre mis vecinos.

Vivimos en una serie de casitas pareadas. Este vecino en concreto no llevaba mucho tiempo entonces viviendo allí. Unos tres meses creo recordar. Trabaja en una empresa bastante importante. Y yo le envidio por los coches que tiene… Su mujer no me da envidia pero sí bastante morbo. Ambos serán de mi edad. Unos 35 años y tienen un par de niñas. La mujer es lo que se dice por aquí una “jaquetona”. Es una mujer no gorda pero grande. Es alta y de formas contundentes. Morena, ojos oscuros, casi algo agitanada, podríamos decir. Dos tetas bien puestas, un culo respingón y una cara bonita. La verdad es que siempre me pregunto cómo ha tenido dos niñas y tener ese cuerpo. Va casi siempre, o yo la veo casi siempre, en ropa deportiva. Su ropa típica son las típicas mallas de deporte, zapatillas deportivas y tal. Algunas veces la he visto en vaqueros ceñidos, pero pocas.

Y os contaré una cosa más. Al fin y al cabo puedo sincerarme por aquí. Hace algo de tiempo me di cuenta que tiende la ropa en un tendedero portátil en la terraza. Nuestras casas tienen unas pequeñas terrazas en la parte delantera y desde una se puede ver sin problemas la de los lados. Pues bien un día que salí para ver como de nublado andaba el día vi en ese tendedero colgada toda una colección de ropa interior que hizo que un poco más y una ambulancia tuviera que ir a por mí. Un par de tangas de hilo negros, unas braguitas naranjas brillantes, unas blancas y un par de ellas de encaje rojo. No os engañaré. Desde ese momento cada vez que la veo me pregunto qué cojones llevará debajo de las mallas. No sé si es bueno o malo reconocerlo, pero es verdad que cada vez que la veo me la como con las miradas. Habrá tías mejores. Pero para mí ésta es un ejemplo, si me lo permitís, de esas mujeres que se catalogan como Milf.

En fin que me pierdo. Vuelvo a ese día. Mandé a la mierda la corbata y la camisa, me coloqué el pijama y me propuse echar una tarde sin muchos jaleos.

Un par de horas después estaba hasta los cojones de la programación de la tele.

Sobre las 20 me coloqué las zapatillas, algo de ropa de deporte y salí a correr un rato a la calle. La tarde se había llenado de niebla. Y la lluvia se había convertido en eso que se llama calabobos. Yo no soy un gran deportista así que con unos 20 minutos de carrera tuve más que suficiente. Un trozo de camino de vuelta a casa lo tuve que hacer caminando.

Al llegar a una isleta de contenedores de basura donde echamos los vecinos la basura vi tirándola a mi vecina. La verdad es que yo creía que no estaría por allí después de que el marido se fuera, pero allí estaba. La salude y nos fuimos caminando juntos para la casa.

Yo hablaba con ella y de camino le daba un repaso visual. Gracias a esa caminata con ella me enteré que las niñas estaban en Sevilla con los abuelos y que su marido ya iba en el avión. Llegamos a su puerta y mientras hablábamos de temas triviales yo me imaginaba haciéndole de todo, disfrutando de su cuerpazo. Pero vamos, al par de minutos se había ido ella a su casa y yo entraba en la mía.

Me fui a la ducha y me coloqué de nuevo el pijama. Luego una cerveza y algo de tele. Hablar con mi mujer por teléfono. Otra cerveza, Iniciar una película. Y no terminarla. Iniciar otra. A eso de las 11 me vecina se puso a ducharse. Lo escuché perfectamente porque las casas donde vivimos son muy curiosas: las ventanas están tela de aisladas con el climalit. No entra ni frio ni calor ni nada de ruego. Pero las paredes… bueno no están muy aisladas por lo que se ve.

Escucha por tanto el agua de la ducha correr. Y me imaginaba el agua deslizándose por su cuerpo… ufffff. Decidí ponerme a ver la tele.

Unos minutos después escuché a mi vecina caminar en tacones, cerrar la puerta e irse.

Iría a algún lugar. Yo en concreto donde fui un rato después fue a la cama. Me puse en ella a leer un rato y luego me quedé dormido, pensando que mi vecina estaría a pocos metros de mi sola también en la cama aquella noche. Su habitación está justo al otro lado de mi pared.

Sería cerca de las dos cuando me desperté. Se había levantado mucho viento y se escuchaba un sonido metálico fuerte. Me levanté cagándome en todo para ir a la terraza. Sería cualquier cosa moviéndose por el viento. Pero nada de nada.

Allí no había nada y no se escuchaba además.

Volví al dormitorio. Ya no se escuchaba. Espera… si. Se escuchaba. Qué cojones era ese sonido metálico? De pronto se volvió más rítmico. Empecé a imaginar lo que podía ser con una mezcla entre sorpresa, deseo y morbo.

Un leve gemido me dijo que estaba en lo cierto. Alguien se estaba tirando a mi vecina en su cama.

Mi corazón se aceleró y mi polla, no os lo ocultaré, empezó a hincharse.

Y no sé si fue porque al saber lo que era mi oído se hizo al sonido, si fue porque me acerqué más a la pared, o si ellos con la acción elevaron la voz. Pero empecé a escuchar trozo de frases que hicieron que mi deseo de cruzar la pared fuera descomunal. Literalmente, os pongo algunas de las cosas que escuché de la boca de mi vecina porque se me quedaron grabadas casi a fuego:

“Si, si, así, así.”

“Joder, que bueno eres”

“cómetelo, cómetelo”

“Ponte arriba tu ahora”

Y escuche una voz de tío, que desde luego no era la de mi vecino, decir que:

“Vaya culo tienes zorra”

No pares de chupar”

Yo la verdad es que me masturbaba escuchando eso, salpicado de gemidos. A continuación escuché retazos de una cosa que me puso más cachondo si eso era posible. Era mi vecina diciendo que

“Por ahí no, por ahí no… vale, vale, pero despacito… yo te aviso… sigue, va bien… que rico, joder… dame fuerte, dame fuerte…”

Y el sonido metálico del inicio se hizo más fuerte. Para terminar un gemido del tío y lo que yo diría que era una cachetada al culo. Luego el silencio.

Fui al baño de mi casa y terminé de masturbarme pensando en mi vecina follando.

Cuando volví a la cama seguía sin escucharse nada más, así que volví a acostarme. Al rato de estar allí escuché el grifo de mis vecinos del baño, y la ducha. Aguanté el sueño deseando que volvieran a follar de nuevo y escucharlo todo. Pero lo que se escuchó media hora después fue la puerta de mi vecina abrirse y cerrarse. Me quedé a la escucha pero nada de nada. Un poco después me quedé dormido.

Desde ese día, cada vez que veo a mi vecina me la imagino como vosotros os podéis hacer una idea. Con esas tetas botando, con ese cuerpo moviéndose en la cama con otro… Le meto yo ficha alguna vez aunque por ahora con poco éxito, supongo que no soy su tipo o que eso de follarse al vecino… Pero cada vez que recuerdo aquella noche… uffff.

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