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Le echo un polvo rápido a mi madre (III)

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Desde lo de aquel domingo en el súper, me he aficionado a acompañar a mi madre a comprar. Además de interesante, es súper excitante. Preparamos una lista y nos vamos a hacer la compra.

El problema fue, que ese domingo se había dormido y mi madre se levantó tarde. Yo también me había quedado dormido, por lo que nos fuimos más tarde de lo habitual al supermercado.

Aparcamos lejos de la puerta, porque estaba casi todo el parking lleno, y tuvimos que andar un rato hasta entrar al centro comercial. Quedaban solo dos carros libres cuando llegamos. Cogimos uno y subimos.

Al entrar en el súper, estaba todo lleno de gente. Yo me quedé parado con la lista en la mano.

-Olvídate de hacerlo aquí, me dijo mi madre.

Me quede callado y seguí andando, metiendo productos en el carro.

Cuando terminamos de comprar y pagar, pensé en ir al lavabo y hacerlo allí, pero tampoco. Los lavabos estaban llenos de gente. No sé si era por la hora o qué.

-Anda, que vaya plan.

-Tranquilo hijo, y me sonrió. Mi madre planeaba algo.

Bajamos al parking y mientras mi madre dejaba las cosas en el maletero, me tocó el paquete. Me masturbó un poco por encima del pantalón. Me puse cachondo y saqué la última bolsa y la ayudé a meterla en el coche y salí corriendo a dejar el carro.

Nos metimos en el coche en el asiento de atrás. La verdad es que como estaba lejos de la entrada, nadie pasaba por allí en ese momento. Estaba todo el mundo dentro del centro comercial.

Nos tumbamos y nos comimos la boca. Saqué los pechos de mi madre del sujetador sin quitárselo, ni siquiera la blusa y le chupé los pezones. Mi rabo enseguida se puso tieso.

Mi madre se bajó como pudo los pantalones y las bragas y me dispuse a metérsela.

Me coloqué entre sus piernas y la penetré despacio, aunque sabía que no tendríamos mucho tiempo.

Justo acababa de metérsela, cuando sonó un golpe en el cristal.

Mi madre miró hacia el sonido. Yo me giré y vi una porra que tocaba el cristal. Era el vigilante. ¡Mierda! Pensé.

Hizo un gesto con la mano para que saliéramos. Nos vestimos como pudimos, en realidad no estábamos desnudos del todo y salimos del coche.

-Vaya, vaya, dijo muy burlonamente. He pillado a una pervertidora de adolescentes y a su conquista. -¿No le da vergüenza a su edad? Podría ser su hijo.

Nos quedamos callados.

-Carnet de identidad. Nos pidió.

No hicimos nada.

-Vamos, los carnets.

Tuvimos que sacarlos y dárselos.

-María Soledad Sánchez López. Leyó. José Luis Pérez Sánchez.

Se quedó pensativo.

-¡Hostia puta! Si son madre e hijo. Vaya, vaya. He pillado a un par de incestuosos. Vamos, acompáñenme.

Nos hizo seguirle por el parking, hasta que llegamos a una puerta que decía: “No pasar”. La abrió y pasamos a un largo pasillo. Una puerta nos esperaba al final. Marcó un código y la puerta se abrió. Nos hizo pasar a nosotros primero.

Sin duda era el cuarto de los vigilantes, porque estaba todo lleno de monitores, con cámaras de vigilancia en todos lados, incluso del parking. Seguro que nos habían grabado haciéndolo aquel domingo. Solo que ahora ya me daba todo igual. ¿Qué iba a hacer ese tío?

-Siéntense ahí. Nos indicó. Había dos sillas detrás de nosotros.

Nos sentamos y siguió mirando nuestros carnets.

En ese momento me di cuenta de que a mi madre le asomaba un pecho del sujetador. No debía haberle dado tiempo a ponérselo bien y ahora le salía, mostrando el pezón.

El vigilante debió darse cuenta, porque se levantó y se dirigió a nosotros.

-José Luis, dijo y no lo vi venir. Un guantazo cruzó mi cara.

Cuando pude darme cuenta, me había puesto las esposas y había atado mis piernas a las patas de la silla con unas bridas.

Tenía cogida a mi madre de las manos y ella no se resistía.

-Vamos a ver, que podemos hacer para que no llame a la policía y os denuncie.

Miró alternativamente a mi madre y a mí.

Empujó a mi madre contra un catre que tenían en el cuarto. Sujetó las muñecas con bridas a una barra que atravesaba desde el techo al suelo.

El muy cabrón se bajó el pantalón y el calzoncillo. El cinturón con la porra descansaba en la mesa.

Yo intenté moverme pero me era imposible.

Desnudó a mi madre. La blusa no pudo quitársela del todo, porque estaba atada por las muñecas.

Se había dejado la camisa puesta. Tenía la polla morcillona, con un glande morado. No estaba circuncidado y tenía tripa.

Mi madre no le miraba.

-¿Cuantos años debes tener? Le preguntó. ¿45, 46, 47, 48?

Mi madre no respondió.

-Da igual, estas buenísima.

La besó, aunque mi madre giró la cabeza para evitarlo, este la obligó.

Luego le chupó las tetas y para entonces, ya estaba erecto.

-Vaya por dios, no tengo condones aquí, dijo. Pero pareces una mujer sana y limpia. Lo haremos a pelo.

-Ni se te ocurra, cabrón. Le dije.

-Cállate niñato. Ahora sabrás como se folla a una mujer.

Se acercó a mi madre y sin mucho cuidado, se la metió. Mi madre gimió.

No sé qué le había pasado, pero no reaccionó. Ni se movió ni protestó. Solo había gemido y ya.

El gordo empezó con el movimiento. Su barriga botaba con cada embestida, yo no quería mirar, pero el cabrón estaba mirándome todo el rato, para que viera como hacerlo, ya que había dicho que ahora sabría cómo se follaba a una mujer.

Enseguida empezó a resoplar. Estaba gordo y no aguantaba mucho. Ojalá se ahogase el muy hijo de puta, pensé.

A los cinco minutos se movió más rápido, como si le diera un ataque de epilepsia y se corrió con un gemido.

-¡Aaaahhh!

Aquel cuarto tenía que estar insonorizado, por lo que nadie iba a oírle.

Sacó su polla ya floja y entonces se oyó algo.

-Chissszzz. Chisporroteó un walkie que había justo a su lado.

-¿Luis, me recibes?

Lo cogió y contestó todavía jadeante.

-Aquí estoy.

-¿Qué te pasa? Te oigo fatigado.

-Nada. Deberías venir. Ya verás que sorpresa.

Al poco se oyó la puerta, pero no se abría. El gordo debía haberla bloqueado, porque el otro no pudo entrar hasta que este la desbloqueó.

Apenas dejó una rendija abierta para que entrara. Supuse que no querría que nadie pudiera ver nada desde fuera. Aunque solo ellos podían entrar allí.

-¿Qué tenemos aquí? Sonrió mirándonos su compañero.

Yo seguía atado y mi madre también, que parecía haberse quedado en otro mundo, porque no se la oía protestar ni moverse.

-Vaya, vaya. Que parejita.

El gordo le dijo a su compañero que éramos madre e hijo.

-Así que son madre e hijo, ¿eh? dijo poniendo voz como de malo de película barata.

-Tienes que probarla tú también. Le dijo el gordo.

-Claro. Dejó el walkie junto al otro y se bajó los pantalones. Se los quitó del todo y la camisa también y se quedó desnudo. Este era más delgado que el otro.

Comenzó a masturbarse, hasta que se le puso dura. Se acercó a mi madre y quiso que se la chupara. No pude evitar intentar levantarme y casi lo consigo. El tal Luis me dio una buena hostia y caí al suelo.

El recién llegado se folló a mi madre en la postura del misionero y luego la puso a cuatro patas y se la volvió a follar así.

Volví a intentar levantarme y el gordo me volvió a abofetear y me volví a caer al suelo.

Perdí el conocimiento justo cuando el tal Luis intentaba follarse a mi madre por el culo.

Desperté de repente en el coche. Estaba sentado en el asiento del conductor con mi madre al lado vestida. Tenía una cara horrible y el pelo revuelto.

El motor estaba encendido y ambos vigilantes estaban a los lados del coche.

Uno me hizo un gesto para que diera marcha atrás y el otro me indicaba que no venía ningún coche.

Iba súper despacio temiendo lo peor. Entonces, al llegar a la barrera, el más delgado levantó la barrera.

-Parking gratis para nuestros amigos. Dijo.

Yo aceleré y salí de allí todo lo rápido que pude.

No dije nada en todo el camino.

Al rato desperté. Mi madre estaba sobre mí, con mi polla dentro. Notaba la humedad de su coño y la de mi eyaculación. Habíamos follado.

-Ya te dije que te olvidaras de hacerlo en el súper. Me dijo mi madre.

Todo había sido una pesadilla. Nada de eso con los vigilantes había pasado.

-Pero la semana que viene cambiamos de súper, ¿eh? Le dije a mi madre muy serio.

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