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Voy a visitar a mi hija a la universidad
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Hace poco tiempo que mi mujer y yo nos hemos separado. Pese a todo, ha sido una separación amistosa. Tenemos una hija que va a comenzar la universidad. Aunque ya es mayor, el hecho de que nuestra separación haya sido así, ha ayudado bastante a que se olvide de todo y se prepare para comenzar sus nuevos estudios.

Yo me he mudado a un apartamento después del divorcio. Es un sitio tranquilo. Solo 3 puertas por piso y vecinos bastante simpáticos. Lorena, mi vecina de la puerta de al lado, no me quita ojo de encima. Es muy guapa y simpática, pero creo que es pronto para enamorarme otra vez.

El otro día bajé a lavar la ropa. No tengo lavadora por el momento y el edificio tiene una pequeña lavandería en el sótano, como en las películas americanas. Cuando llego, Lorena mi vecina está separando la ropa para meterla en la lavadora. Al parecer, tiene un vestido morado que cree que puede desteñir y mira que más cosas podrían quedar moradas.

-Hola vecino, me dice.

-Hola vecina, le contesto con una sonrisa.

Lleva un pantalón corto que me deja ver las bonitas piernas que tiene. No soy de piedra y evidentemente, me gusta lo que veo.

Cuando ha terminado de separar la ropa, se agacha para meterlo todo en la lavadora. Su culo en pompa es la mejor visión que voy a tener hoy.

Cierra la puerta y echa una moneda para ponerla en marcha. Se gira y se da cuenta de que me he quedado embobado mirándola.

-Anda vecino, me vuelve a decir. Ayúdame a levantarme.

Está de rodillas y parece que le cuesta levantarse o está fingiendo para que me acerque. Me acerco y la ayudo. No quita su sonrisa pícara.

Soy un hombre y tengo mis necesidades, pero no quiero enrollarme tan pronto. Salimos de allí y me propone tomar algo en su apartamento.

Abre la puerta y yo pienso mentalmente: No te acuestes con ella, no te acuestes con ella. Acabas de separarte, querías mucho a tu mujer. Esto no está bien. Por otro lado, pienso que solo querrá tomar algo y ya está. Así que, tú tranquilo.

Me enseña su apartamento. No lo había visto desde que me mudé. Prepara un par de copas de vino y unas patatas y aceitunas.

-No tenía nada más, lo siento. Tengo que bajar al súper a comprar.

-No te preocupes, ya me va bien con esto.

Hablamos de cosas triviales y el tiempo se pasó volando.

Sigue sonriéndome picarona y en un instante, se acerca a besarme. Primero retiro la cara, pero luego no puedo reprimirme y la beso también.

En eso estamos, cuando llaman a la puerta.

-Lorena, oigo que dicen, ¿has visto a mi padre?

-Es mi hija, maldita sea. Digo.

-Escóndete en mi cuarto. Le diré que no estás.

Lorena abrió y le dijo a mi hija que mirara en la lavandería, que tal estuviera allí, que no me había oído volver. Cuando se fue, me dijo que podía salir y volver a mi casa.

-Otro día continuamos donde lo dejamos, ¿eh? Besas de vicio.

Vaya con la vecina, pienso.

Estoy en casa cuando llaman a la puerta. Es mi hija, que no me ha encontrado en la lavandería, evidentemente, y ha vuelto a llamar a casa.

-Papá, ¿dónde estabas? Me pregunta mi hija entrando en el apartamento.

-Acabo de llegar del banco.

-He llamado hace un rato y no estabas.

-Hemos debido cruzarnos.

-Mamá me ha dicho que tienes unas cajas aquí, con parte de mis cosas, para la universidad. Cuando os separasteis ella se quedó con algunas y no sé porqué tú tienes el resto.

-Tu madre, que quiso dividir todo a la mitad, jaja.

-Anda, échame una mano y las bajamos a tu coche. ¿Me ayudarás a llevarlas a la universidad?

-Bueno, está bien. Ahora estoy libre, (tengo una excedencia en el trabajo) y no tengo nada mejor que hacer que ayudar a mi niñita.

-Oye, que ya no soy tu niñita. Tengo 19 años.

Mi hija tuvo que repetir un curso, la edad del pavo ya sabéis, y empieza la universidad un año más tarde. Pero me conformo con eso, yo no fui a la universidad.

Después de ayudarla con las cajas, me dice que está sudando y si puede darse una ducha antes de irse. Le digo que por supuesto y que tiene una toalla tras la puerta.

Lleva puesta una camiseta anudada por debajo y deja a la vista su tripa. También un pantalón corto como mi vecina Lorena. La verdad es que hoy no sé porqué, la he visto por primera vez como una mujer y no como mi hija.

La oigo en la ducha, porque ha dejado la puerta abierta. Algo pasa por mi mente y me levanto del sofá.

Mi hija está en la ducha. El agua cae sobre ella y está de espaldas a mi. La cortina es un poco transparente y veo sus formas femeninas. Se agacha para frotar sus piernas con la esponja y su culo se pone en pompa. Entonces, sin saber porqué, tengo una erección. Ni siquiera antes con los besos con Lorena he tenido una erección.

Justo en ese momento cierra el grifo. Me voy casi corriendo al salón y me siento. Cojo una revista y hago que la leo para disimular mi erección.

-Papá, me dice mi hija ya vestida, me voy. Te he dejado la toalla en el cubo. Tenemos un cubo de mimbre para la ropa sucia.

-Que te vaya bien hija. Se acerca a darme dos besos y yo disimulo como puedo para que no note que estoy empalmado.

-Os veo mañana en la universidad.

-Claro, allí estaremos tu madre y yo.

Por fin se va. Me levanto azorado y me voy al baño. Respiro hondo. Mi polla aprieta mi pantalón y el calzoncillo. Me bajo los dos y mi polla se libera. Está al máximo de su tamaño. No la veía así desde que era adolescente.

Levanto la tapa del váter y con la ropa por los tobillos, empiezo a masturbarme. Subo y bajo por toda la extensión de mi miembro. Al poco me doy cuenta de que necesito lubricación, está muy seca.

Cojo jabón de manos, no tengo otra cosa a mano y me echo un poco en mi mano derecha. Con eso mi mano se desliza fácilmente por mi polla.

Sigo y sigo cada vez más rápido. ¿Cuánto hace que no follo? Hace por lo menos 1 año, justo unos meses antes de separarme, lo hicimos y luego, se acabó.

Pero ahora es distinto. Ahora me estoy haciendo una paja, si una paja, con la imagen de mi niñita desnuda en la ducha. Mi niñita que acaba de decirme que ya no es mi niñita, que es una mujer. No duro mucho más y me corro. Dos primeros chorros caen en la taza y el resto en el váter. Recupero la respiración. Me limpio bien el pene y limpio la taza. Tiro de la cadena. Me lavo las manos y vuelvo al salón.

Más tarde, preparo algo de cena rápido. No hay nada que ver en la tele y la apago. Me acuesto pronto y sueño con mi niñita. Para mi, sigue siendo mi niñita.

Hoy es el día de la presentación. Comienzo de curso y los padres se reunirán con sus hijos y con los profesores. He quedado con mi ex para recogerla en su casa y llevarla a la universidad. Mi hija ya está instalada allí. Llegamos como una media hora antes. Saludamos a varios padres y entramos en el gran salón. Todo está decorado como en las pelis americanas. El decano da un discurso y tras una hora, más o menos, salimos de allí.

Nos reunimos con nuestra hija, que va enseñándonos el campus. Después de ver su cuarto, nos vamos a los jardines, donde han preparado un catering que tiene una pinta estupenda. Picamos algo y mi ex se queda hablando con una pareja de padres cuyos dos hijos gemelos han comenzado también la universidad hoy.

Yo me adelanto con mi hija. Llegamos hasta el final de los jardines, a una zona en la que no hay nadie. Las mesas del catering terminaron más atrás. Mi hija se gira y se queda frente a mi. Parece que quiere decirme algo.

-Que guapo estas hoy, papá.

-Me he arreglado para la presentación. (llevo traje y corbata). Pero no soy tan atractivo.

-Yo si te veo guapo. Entiendo que mamá se enamorara de ti.

-Bueno, ¿y para que me has traído hasta aquí tan lejos de todo?

-Tengo que confesarte algo. Es que si no, reviento.

No tenía ni idea de por dónde iba a salir.

-Ayer me duché en tu casa.

-Sí, estabas sudando y te diste una ducha…

-Me puse muy caliente…

Para, pensé. No sigas por ahí.

-Me, me… masturbé.

-Es normal, hija, El sexo es algo natural. Le dije intentando quitarle hierro al asunto.

-Pero es que… Me masturbé pensando en ti.

Lo sabía, lo sabía, lo sabía, lo sabía. Apreté las manos y me clavé las uñas.

-Papá, dime algo.

Yo no sabía qué hacer, ni dónde meterme. Yo había hecho justo lo mismo, pero, ¿cómo iba a decírselo?

Justo en ese momento apareció mi ex, salvándome.

-¿Dónde os metíais? ¿Hablando a mis espaldas, eh? Ja,ja,ja.

-Nuestra hija me enseñaba esta parte de los jardines que poca gente descubre.

-Ah, pues muy bien. Solo que ahora tenemos que volver. Anda dame dos besos.

Nos despedimos y mi hija me hizo un gesto, como diciéndome, tenemos que hablar de esto.

Intenté olvidarme de todo, pero no pude. Por la noche pensé en enviarle un mensaje a mi hija. Quería decirle que me había masturbado pensando en ella, como ella me había confesado. Pero luego me di cuenta de que era un error. ¿Y si alguien cogía su teléfono y leía el mensaje y sabía que padre e hija se habían tocado pensando el uno en el otro?

Renuncié a ese pensamiento, pero me estaba comiendo el deseo por mi hija, y más desde que me confesara eso.

Vi que la chaqueta de mi traje estaba olvidada en una silla y fui a guardarla en el armario. Total, hasta que volviera a utilizarla, pensé.

Entonces noté algo en el bolsillo izquierdo. Saqué un papel doblado en varias partes. Era un “planning” con los horarios de las clases de la universidad. Escrito con la letra de mi hija aparecía: “tenemos que vernos y hablar”. En el periodo de 4 a 6 de la tarde, tenía dos horas libres, sin clase. Entonces se me ocurrió ir a verla y confesarle que yo también me masturbé pensando en ella. No pude dormir apenas. Por la mañana desayuné y bajé a hacer la compra. Estaba deseando que pasaran las horas y que llegaran las 4. A las 3:30 me vestí e iba a bajar al garaje. Lorena abrió la puerta en ese momento y me dijo que le habían echado una carta mía por error.

-¿Adónde vas tan pronto?

-A que me dé un poco el aire. Le mentí.

Me dio la carta y salí de casa. Bajé las escaleras en lugar de coger el ascensor.

Al montarme en el coche, cogí el teléfono, pensé en llamarla, pero luego decidí esperar a llegar al campus. Iba a decirle que iba a verla, pero evidentemente, no para qué.

Aparqué al lado de la universidad. Subí a su habitación, la 111 y llamé a la puerta. Me abrió su compañera de cuarto. Me dijo que mi hija estaría en la biblioteca a esas horas. La busqué en la biblioteca, pero no la encontré. Pregunté a un chico con gafas gruesas y me dijo que no la conocía, pero este preguntó a otro chico rubio y este si la había visto. Me contestó que se había ido a la piscina. Llegué a la piscina y vi que no había mucha gente a esas horas. Mi hija nadaba hacia el final con un bikini rosa. Salió del agua y fue a coger la toalla, sin saber que estaría yo allí. Estaba impresionante con ese bikini y me excitó mucho. Por fin me vio. No se sorprendió.

Se acercó a mí y me habló al oído, aunque casi nadie podía vernos. Me dijo que nos viéramos en el parking del campus. Ella me esperaría allí.

Metí el coche en el aparcamiento. Mi hija me esperaba en medio de la calle principal del aparcamiento. Me hizo una seña para que aparcase en una plaza al fondo del todo, pegada a la pared. El parking no tenía vigilante ni cámaras. Apagué el motor y se subió al coche. En un principio no dijimos nada ninguno. Nos quedamos mirándonos y entonces ella me besó. No pude evitarlo y seguí besándola y la metí la lengua en la boca.

Después de un rato de besarnos y sobarnos, la giré y la puse con el culo en pompa contra la ventanilla. Yo me puse detrás de ella y me bajé el pantalón y el calzoncillo. Ella se quitó el pantalón y se deslizó la braga del bikini.

-Mierda, dije, no tengo condones.

-No te preocupes papá, tomo la píldora.

Solo tenía 19 años, ¿cómo podía tomar la píldora tan pronto? Me dio igual, se la metí con fuerza.

-Ufff, papá, dijo. Que grande.

Comencé a follármela. La excitación era más grande que saber que estábamos haciendo algo prohibido. Sus manos golpeaban la ventanilla mientras lo hacíamos. Nuestros gemidos llenaban el coche. Nadie podía vernos allí.

-Ah, ah, ah, papá, papá, papá.

-Mi niña, gemía yo. Mi niña, mi niña. El coche temblaba. No podía aguantar más.

Pero hija se corrió antes que yo.

-¡Papaaa! ¡Aaaah!

La excitación de oírla y las contracciones de su vagina hicieron que me corriese enseguida. Me salí de ella. Cogió unos clínex de la guantera y se limpió su sexo. Yo me limpié el mío. Nos vestimos, me dio un beso en la boca y se fue sin decir nada más.

Me quedé en el coche viendo como desaparecía por la escalera.

Esa noche, llamé a la puerta de Lorena. Follamos en su cama. Cuando me corrí dentro de ella, esta vez con condón, sentí un vacío.

Solo mi hija podía llenar ese vacío.

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